Deliberadamente he titulado mi comentario con una frase
bisémica: “la tropa”, en este caso los periodistas de La Laguna, “cuentan” en
el sentido de narrar o declarar, y también “cuentan” en el sentido de que
debemos tomar en cuenta su experiencia a la hora de reconstruir los años del
plomo padecidos por nuestra región entre 2007 y 2012, poco más o poco menos.
Gracias al trabajo académico emprendido por José Carlos Nava Vargas, La tropa del silencio. Memorias periodísticas desde un campo de
batalla (UA de C, Torreón, 2019), podemos acceder a la voz viva
de quienes por su profesión fueron testigos —y en ciertos casos víctimas—
inmediatos de la violencia.
Mirado desde un dron, La tropa del silencio ha sido articulado
con tres textos de carácter introductorio firmados por el doctor José Luz Ornelas López y los
periodistas Julián Parra Ibarra y Lucina Melesio; luego, el autor hace su
propia contextualización para ofrecer después la miga del libro: 18 diálogos
con periodistas que nos comparten en off
su contacto con la realidad violenta del calderonato y las huellas que aquella
experiencia les dejó. Cierra el documento con dos anexos, uno estadístico y
otro fotográfico, y un epílogo. Se trata pues de una mirada que además de
humana y conmovedora pone sobre la mesa datos duros que permiten configurar una
idea de aquel pasado atroz.
Sustancialmente, La
tropa del silencio es un libro de entrevistas, género que permite sentir la
inmediatez del declarante. José Carlos Nava ha querido aquí que sean los
propios periodistas laguneros, mujeres y hombres, quienes nos pinten el mural
de la violencia padecida por toda nuestra comunidad. Como sabemos, casi de la
noche a la mañana, sin metáfora, pasamos de un estadio de cierta, de relativa
tranquilidad, a otro en el que ningún ciudadano podía estar en paz ni en su
casa. Los reporteros, los fotógrafos, los camarógrafos, quienes hacen
periodismo a ras de suelo, fueron sorprendidos por una nueva dinámica cuando
quedaron destrozados todos los códigos de respeto a su trabajo: de golpe, ya no
iban a poder desempañar su oficio sin poner en riesgo su integridad y la de sus
familias. Mientras en las guerras existen protocolos que de alguna manera
salvaguardan la seguridad de quienes reportean, en la vorágine de la lucha
contra el narcotráfico se rompe todo sobrentendido: los periodistas, así,
quedaron en medio de una refriega que en La Laguna dejó saldos todavía no
cuantificados, y este libro es entonces, desde la perspectiva de los
reporteros, uno de los primeros empeños por digerir lo que nos ocurrió, lo que
vimos, vivimos y a la distancia sentimos que pasó.
En los testimonios de
cada periodista los lectores laguneros podemos escuchar ecos de los que
sufrimos. Al leerlos, sentí un retortijón de miedo. Recordé, por ejemplo, el
pavor del 2010, el peor que recuerdo. En aquel año se dieron al menos, si la
memoria no me defrauda, cinco masacres. La del Ferrie, la del Juanas, la del
Italia Inn, la de un centro de readaptación juvenil de Torreón y otro de Gómez
Palacio. Cinco, todas con un saldo alto de muertos, por eso las llamamos
masacres. ¿Y qué pasó entonces en la prensa nacional? Nada. Tuve y sigo teniendo
la impresión, acaso demostrable, de que La Laguna significaba poco para la
prensa nacional dedicada a cubrir la violencia durante aquellos años. Otras
zonas del país gozaban del paradójico glamour
que las ubicaba como lugares violentos: Tijuana, Ciudad Juárez, Laredo,
Reynosa, Acapulco… y por ello tenían cobertura permanente en los medios
nacionales. Allí, su periodismo había creado ciertos anticuerpos, ya se había
calado en las lides contra la delincuencia. En La Laguna, la violencia en tono
subido cayó de sorpresa, y mientras se procesaba una reacción del periodismo
ante la realidad, esperamos mucho tiempo a que la prensa de la capital acercara
su interés a nuestra tierra. Yo comenté entonces, de manera elíptica, que tras
la masacre de la quinta Italia Inn, por primera vez Torreón ocupaba primeras
planas incluso en la prensa internacional (18 julio 2010); socorrido por el
traductor de Google, di con notas publicadas en la prensa de cinco países (Italia,
Brasil, Inglaterra, Alemania, Francia y China) y en armé una columna. Por fin éramos
tenidos en cuenta:
Teatro della strage Torreon, capitale dello Stato di
Coahuila, una zona a ridosso della frontiera con il Texas. Il bilancio potrebbe
aggravarsi, poiché alcuni dei ragazzi feriti, condotto negli ospedali della
zona, sarebbero in condizioni molto critiche. L'attacco è avvenuto all'una e
trenta del mattino nel centro Quinta Italia Inn. Il commando, che secondo gli
investigatori appartiene con ogni probabilità a un gruppo di narcotrafficanti,
è arrivato sul posto a bordo di cinque veicoli e ha subito iniziato a sparare
all'impazzata. I sicari avevano armi pesanti (Ar15 e Ak-47, i fucili automatici
preferiti dai narcos messicani)…
La masacre ocurrió en Torreón, capital (sic) del estado
de Coahuila, un área cercana a la frontera de Texas. El presupuesto
podría empeorar, ya que algunos de los niños lesionados, atendidos en los
hospitales de la zona, estarían en condiciones muy críticas. El ataque tuvo
lugar a la una y media de la madrugada en la céntrica Quinta Italia Inn. El
comando, que según los investigadores probablemente fue perpetrado por un grupo
de narcotraficantes que llegó a bordo de cinco vehículos e inmediatamente
comenzó a disparar. Los asesinos tenían armas pesadas (Ar15 y Ak-47, los rifles
automáticos favoritos de los narcos mexicanos).
Años después bajó el caudal de agresiones a la ciudadanía en
general y a los reporteros en perticular, pero no ha terminado. Libros como La tropa del silencio son agradecibles
porque, ya con la perspectiva del tiempo, dan cuenta de un momento que nadie
quiere volver a vivir.
Comarca Lagunera, 3 de mayo de 2019
Comarca Lagunera, 3 de mayo de 2019
Nota. Texto leído en la presentación de La tropa del silencio. Memorias periodísticas desde un campo de
batalla, de José Carlos Nava, UA de C, Torreón, 2019, 113 pp., celebrada el 3 de mayo de 2019 en el
auditorio de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma
de Coahuila Unidad Torreón. Participamos Ana María Ávila, Sara Carrillo, Pablo
Chávez, Lucina Melesio, Julián Parra, el autor y yo.