Fuera
de su país, la imagen de Eva Duarte es, creo, la que fijó la ópera rock
dedicada a su figura. Dentro de la Argentina, Evita es básicamente dos mujeres:
una, la odiada —por los ricos— esposa del general Perón, la aborrecida —también
por los ricos— abanderada de los descamisados, y otra, el símbolo de una época
de esperanza, una santa a la que muchos todavía le rinden culto. Y a propósito:
recuerdo haber entrado en 2011 a una casa de clase media en Buenos Aires. Los
muebles y el decorado correspondían bien (un sillón floreado, un espejo en
marco rococó…) con el entorno, pero lo que más me llamó la atención fue un
único cuadro de mediano tamaño: Evita con sonrisa leve y su peinado de rodete,
casi presidiendo la parte más importante de la casa, como si fuera la imagen de
una virgen.
No
fue sino hasta que me topé una novela sobre ella cuando pude comprender mejor
la estatura de símbolo que logró alcanzar: me refiero a Santa Evita (Planeta, Buenos Aires, 1995, 394 pp.), de Tomás Eloy
Martínez (Tucumán, 1934-Buenos Aires, 2010), acaso una de las mejores novelas
escritas en Latinoamérica durante el siglo XX. No es, sin embargo, una
biografía, y sospecho que dista mucho de serlo. Se trata más bien de una
exploración al mito, a una idea que sobrevive férreamente en el imaginario
argentino. Para saber cómo se desarrolló ese mito, el autor apeló a su
experiencia como periodista de investigación; a la par, trató de entender con
su imaginación a un personaje que vivió sólo 33 años, del 7 de mayo de 1919 al
26 de julio de 1952, lapso en el que pasó de ser una niña y adolescente
provinciana a actriz de tercera en la capital y luego, casi sin solución de
continuidad, pareja y esposa del líder político más importante de su país hasta
la llegada del cáncer que la mató.
Santa Evita
es una novela con ritmo de reportaje, una historia plena de acción, pero en
ningún punto renuncia, por el estilo, a su condición de literatura. En ella
vemos la agitada andanza del personaje hasta que la enfermedad le da un hachazo.
Luego, el asombroso periplo del cuerpo embalsamado por Pedro Ara, botín que se
disputaron por igual sus adoradores y sus enemigos. Personaje central, por
ello, es el encargado de borrar las pistas de aquel cuerpo peligroso, un
militar de apellido Moori Koening que también figura en el cuento más famoso de
Walsh, “Esa mujer”.
Evita
cumplió ayer un siglo de haber nacido. Puede ser que la novela de TEM sea lo
mejor que se ha escrito y vaya a escribirse sobre ella.