miércoles, enero 17, 2018

Mempo en un solo gesto




















La vida es así, imprevisible. Ayer, de la nada, recibí un mail que contenía esta serie de apellidos: “Suárez, Molfino, Dagerman, Dujovne Ortiz, Muñoz Vargas y, siempre, Gorodischer”. Al leer los míos allí, entré a ver de qué se trataba y de inmediato salí de la duda: era el blog del maestro Mempo Giardinelli, a quien pude saludar en Monterrey hacia noviembre pasado. Tipo cordial como pocos, me regaló su nouvelle “Los perros no tiene la culpa”, y yo, para reciprocar el gesto, no traía más que un humilde librito de la suicida Colección Harakiri, el único que me quedaba de los varios títulos que llevé para regalar en aquel viaje.
Cuando se lo di, leyó de inmediato la contratapa y sonrió con una sombra, creo, de agrado. Pasaron las semanas y mediante carta electrónica llegó, como dije, su blog con un post que entre otros comentarios menciona mi regalo: “Como para alivianar el ánimo, leo en reciente viaje a un congreso en Monterrey, México, un pequeño, original y disfrutable libro de Jaime Muñoz Vargas, narrador, periodista y buen conocedor de la Argentina. Con el subtítulo Antología de hermosos monstruos, el autor recorre fotografías icónicas de mujeres memorables, de Marylin Monroe a Bo Derek, y de Raquel Welsh a un par de docenas de modelos femeninos de los últimos, digamos, cuarenta años. Es algo así como una rendición de amor, un repaso de sentimientos que ha de haber tenido el autor, y que expresa ahora, con cierta gracia poética. Libro ligero pero convincente, porque su espíritu es antes lúdico que misógino. (Iberia Editorial, México, 2017)”. Es raro que lo haya leído, es raro que le haya agradado, es raro que lo haya comentado y es raro que recuerde nuestra conversación sobre política argentina, todo lo cual agradezco. Aquí el enlace del blog: https://cosario-de-mempo.blogspot.mx/
Ahora bien, ¿por qué tanto asombro por algo en apariencia insignificante? Pues porque no es común que los escritores que asisten a los encuentros de colegas, donde habitualmente se cruzan regalos de libros, terminen leyéndolos y comentándolos así sea sumariamente, como hizo Giardinelli con el mío, lo cual habla de él muy elogiosamente. Si Giardinelli —premio Rómulo Gallegos, entre muchos otros— que es Giardinelli lee lo que le obsequian a la vera del camino, no sé por qué, entonces, hay tantos pelagatos que reciben libros y en vez de leerlos, o al menos de hojearlos, los regalan y a veces peor: los dejan cuidadosamente olvidados en cualquier lugar.