Dos cafés servidos y vaporosos, un cenicero sin cigarros y un periódico del día sobre la mesa.
—Fue.
—No fue.
—Fue.
—No fue.
—Claro que fue.
—Claro que no fue.
—Fue, fue, sin duda.
—No fue.
—Clarísimo, fue, lo tumbó.
—No le hizo nada, ni lo tocó.
—Lo tumbó por atrás. Fue un empujón.
—No fue nada.
—¿Cómo que no fue nada? Fue.
—No fue.
—Fue. Lo empujó clarísimo. Además era roja.
—Ni roja ni nada. No fue.
—Todos vimos que fue.
—Sólo tú lo viste. El Popeye Escobedo ni reclamó.
—Un comentarista lo dijo.
—¿Uno?
—Sí, uno.
—¿Quién?
—No me acuerdo, pero lo dijo. Fue.
—Estás inventando. No fue.
—Me corto uno: fue.
—Pues yo me corto otro: no fue.
—Lo que pasa es que no ves las cosas con objetividad.
—Ni tú.
—Yo sí. Estuve de acuerdo con el que nos marcó en contra.
—Pero ése sí fue.
—También fue dudoso, pero está bien, fue.
—Estás de acuerdo porque ése sí fue.
—Los dos fueron.
—No.
—Sí, los dos fueron. Uno para cada lado, pero el nuestro no lo marcó.
—No lo marcó porque no fue.
—¿Cómo que no fue? Fue obvio, en la jeta del árbitro.
—Tú lo has dicho. Estaba muy cerca y no vio nada.
—Sí vio, pero no quiso marcarlo para no echarse a la gente encima.
—Sí vio, claro, pero no marcó porque no hubo nada, todo fue limpio, al balón nomás.
—¿Al balón nomás, puto? ¿Y el tobillo cómo le quedó? El Popeye tuvo que salir, se le hinchó poco después.
—Eso fue por otra jugada, no por la del supuesto penal.
—No, fue por ésa.
—Ésa no fue.
—Te digo que fue. Clarito, caray, clarito.
—Clarito no fue.
—¿Cómo quieres que te lo explique? Fue, cualquier pendejo la vio.
—Pendejo es el que dice que fue falta.
—Porque hubo. Sin duda fue. ¿Patada y empujón por atrás no es falta?
—¿Al balón? ¿Patada limpia por detrás al balón es falta?
—No fue al balón, fue al tobillo. La repetición no miente.
—Fue al tobillo, en una toma se ve claro. Fue falta, faltota, faltototota.
—No fue ni siquiera faltita. Le sacó el balón limpiamente.
—Digas lo que digas, fue.
—Pues no fue, estoy seguro.
—Pues yo estoy seguro: fue. Ese maldito árbitro nos robó un penal del tamaño del estadio.
—No les robó nada. No hubo nada. No fue nada.
—Pues fue. Fue aunque no lo quieras aceptar.
Dos cafés servidos y vaporosos, un cenicero sin cigarros y un periódico del día sobre la mesa. Destaca la cabeza de ocho: “El día más violento del sexenio: 85 ejecutados”.
—Fue.
—No fue.
—Fue.
—No fue.
—Claro que fue.
—Claro que no fue.
—Fue, fue, sin duda.
—No fue.
—Clarísimo, fue, lo tumbó.
—No le hizo nada, ni lo tocó.
—Lo tumbó por atrás. Fue un empujón.
—No fue nada.
—¿Cómo que no fue nada? Fue.
—No fue.
—Fue. Lo empujó clarísimo. Además era roja.
—Ni roja ni nada. No fue.
—Todos vimos que fue.
—Sólo tú lo viste. El Popeye Escobedo ni reclamó.
—Un comentarista lo dijo.
—¿Uno?
—Sí, uno.
—¿Quién?
—No me acuerdo, pero lo dijo. Fue.
—Estás inventando. No fue.
—Me corto uno: fue.
—Pues yo me corto otro: no fue.
—Lo que pasa es que no ves las cosas con objetividad.
—Ni tú.
—Yo sí. Estuve de acuerdo con el que nos marcó en contra.
—Pero ése sí fue.
—También fue dudoso, pero está bien, fue.
—Estás de acuerdo porque ése sí fue.
—Los dos fueron.
—No.
—Sí, los dos fueron. Uno para cada lado, pero el nuestro no lo marcó.
—No lo marcó porque no fue.
—¿Cómo que no fue? Fue obvio, en la jeta del árbitro.
—Tú lo has dicho. Estaba muy cerca y no vio nada.
—Sí vio, pero no quiso marcarlo para no echarse a la gente encima.
—Sí vio, claro, pero no marcó porque no hubo nada, todo fue limpio, al balón nomás.
—¿Al balón nomás, puto? ¿Y el tobillo cómo le quedó? El Popeye tuvo que salir, se le hinchó poco después.
—Eso fue por otra jugada, no por la del supuesto penal.
—No, fue por ésa.
—Ésa no fue.
—Te digo que fue. Clarito, caray, clarito.
—Clarito no fue.
—¿Cómo quieres que te lo explique? Fue, cualquier pendejo la vio.
—Pendejo es el que dice que fue falta.
—Porque hubo. Sin duda fue. ¿Patada y empujón por atrás no es falta?
—¿Al balón? ¿Patada limpia por detrás al balón es falta?
—No fue al balón, fue al tobillo. La repetición no miente.
—Fue al tobillo, en una toma se ve claro. Fue falta, faltota, faltototota.
—No fue ni siquiera faltita. Le sacó el balón limpiamente.
—Digas lo que digas, fue.
—Pues no fue, estoy seguro.
—Pues yo estoy seguro: fue. Ese maldito árbitro nos robó un penal del tamaño del estadio.
—No les robó nada. No hubo nada. No fue nada.
—Pues fue. Fue aunque no lo quieras aceptar.
Dos cafés servidos y vaporosos, un cenicero sin cigarros y un periódico del día sobre la mesa. Destaca la cabeza de ocho: “El día más violento del sexenio: 85 ejecutados”.