Con gusto recibí el miércoles un ejemplar, el número 43, de la revista Acequias de la UIA Laguna. Fue una sorpresa sumamente grata para mí, pues como he dejado escrito en varias oportunidades, tengo con esa publicación y con esa universidad un vínculo que está más allá de los vaivenes laborales. Me atan a la UIA muchas experiencias y un buen número de amigos, tanto trabajadores como ex alumnos. Pese a que dejé de trabajar allí hacia febrero de 2006, sigo atento a la amistad de quienes fueron mis compañeros en esa institución y sigo publicando, cuando esto ha sido posible, en sus espacios editoriales, particularmente en la revista virtual el Mensajero del Archivo Histórico Juan Agustín de Espinoza y en Acequias. No es, por ello, pobre mi cercanía a la Ibero, así que siempre he celebrado sus logros como uno más, cercano o lejano, de los que integran esa comunidad académica.
Tal es la razón por la que, insisto, recibo con satisfacción la noticia de que Acequias ha ingresado a una nueva época. Durante 42 números, esta que es, sin duda, la mejor revista universitaria de La Laguna, manejó un diseño clásico desde su primera salida; elegante, sobria, bien diseñada por Cristina Solórzano y Mariana Ramírez, Acequias propuso sus materiales con infalible tesón cada trimestre en los diez años recientes. Al entrar a su onceavo año, su actuales coordinadores, Édgar Salinas Uribe (director editorial de la UIA y actual colaborador de La Opinión) y Julio César Félix (poeta, maestro y asistente editorial de esa misma universidad) ofrecen un trabajo que continúa los buenos oficios de la publicación y añade el ingrediente de un rediseño que rompe con la sobriedad inicial y entra al manejo de un aspecto más acorde con los nuevos estilos editoriales en el mundo de las revistas. Su formato sigue siendo tamaño carta, aunque redujeron el número de páginas; cambiaron el papel por uno de mejor calidad y sumaron dos elementos que hoy parecen imprescindibles en estos productos: la fotografía y el color.
El diseño, el excelente diseño de la nueva Acequias, es de Hugo Kerckhoffs, y sólo por afanes descriptivos diré que tiene un aire ecléctico de Letras Libres, Revista Milenio, La Tempestad, Día Siete y Revuelta. Se trata entonces de una publicación moderna, diagramada con buen gusto, de rostro muy agraciado. Esto que en sí mismo es apreciable, vale más, el doble si queremos, porque se trata de una revista no venal, como bien queda expuesto desde su carátula, donde luce con claridad la frase “ejemplar gratuito”. Entre otras, esta es una razón por la que Acequias merece reconocimiento: sin descuidar sus contenidos, agrega calidad a su soporte y circula a nulo costo para bien de sus cada vez más numerosos lectores.
El celebrable número 43 ofrece un menú a tono con la tradición de la revista. Un polémico ensayo del teólogo Benjamín Forcano titulado “Laicidad y familia”. Luego, una entrevista (“El europeo más sinaloense”) de Julio César Félix a Élmer Mendoza, acaso el mejor retratista literario de la ambiente violento en el norte de México. En seguida, un apartado monotemático que, como lo observa Salinas Uribe, es una novedad en Acequias; en este caso, cuatro textos sobre las relaciones establecidas en este momento entre la literatura y el internet, con textos de Pablo Paniagua, Daniel Herrera y Antonio Álvarez Mesta. Cierran otras colaboraciones, como la de Magda Madero sobre Memoria de mis putas tristes; un fragmento del libro Posthumano, de Mauricio Bares; un ensayo de Eve Gil, narradora y ensayista sonorense, sobre la censura, y bastante, bastante más.
No puedo, en resumen, dejar para mañana la felicitación que ya, hoy, merecen la UIA Laguna, Quintín Balderrama (su rector) y los encargados y colaboradores de Acequias. Da gusto saber que no hemos perdido este oasis. Que vengan muchos números más.
Tal es la razón por la que, insisto, recibo con satisfacción la noticia de que Acequias ha ingresado a una nueva época. Durante 42 números, esta que es, sin duda, la mejor revista universitaria de La Laguna, manejó un diseño clásico desde su primera salida; elegante, sobria, bien diseñada por Cristina Solórzano y Mariana Ramírez, Acequias propuso sus materiales con infalible tesón cada trimestre en los diez años recientes. Al entrar a su onceavo año, su actuales coordinadores, Édgar Salinas Uribe (director editorial de la UIA y actual colaborador de La Opinión) y Julio César Félix (poeta, maestro y asistente editorial de esa misma universidad) ofrecen un trabajo que continúa los buenos oficios de la publicación y añade el ingrediente de un rediseño que rompe con la sobriedad inicial y entra al manejo de un aspecto más acorde con los nuevos estilos editoriales en el mundo de las revistas. Su formato sigue siendo tamaño carta, aunque redujeron el número de páginas; cambiaron el papel por uno de mejor calidad y sumaron dos elementos que hoy parecen imprescindibles en estos productos: la fotografía y el color.
El diseño, el excelente diseño de la nueva Acequias, es de Hugo Kerckhoffs, y sólo por afanes descriptivos diré que tiene un aire ecléctico de Letras Libres, Revista Milenio, La Tempestad, Día Siete y Revuelta. Se trata entonces de una publicación moderna, diagramada con buen gusto, de rostro muy agraciado. Esto que en sí mismo es apreciable, vale más, el doble si queremos, porque se trata de una revista no venal, como bien queda expuesto desde su carátula, donde luce con claridad la frase “ejemplar gratuito”. Entre otras, esta es una razón por la que Acequias merece reconocimiento: sin descuidar sus contenidos, agrega calidad a su soporte y circula a nulo costo para bien de sus cada vez más numerosos lectores.
El celebrable número 43 ofrece un menú a tono con la tradición de la revista. Un polémico ensayo del teólogo Benjamín Forcano titulado “Laicidad y familia”. Luego, una entrevista (“El europeo más sinaloense”) de Julio César Félix a Élmer Mendoza, acaso el mejor retratista literario de la ambiente violento en el norte de México. En seguida, un apartado monotemático que, como lo observa Salinas Uribe, es una novedad en Acequias; en este caso, cuatro textos sobre las relaciones establecidas en este momento entre la literatura y el internet, con textos de Pablo Paniagua, Daniel Herrera y Antonio Álvarez Mesta. Cierran otras colaboraciones, como la de Magda Madero sobre Memoria de mis putas tristes; un fragmento del libro Posthumano, de Mauricio Bares; un ensayo de Eve Gil, narradora y ensayista sonorense, sobre la censura, y bastante, bastante más.
No puedo, en resumen, dejar para mañana la felicitación que ya, hoy, merecen la UIA Laguna, Quintín Balderrama (su rector) y los encargados y colaboradores de Acequias. Da gusto saber que no hemos perdido este oasis. Que vengan muchos números más.