Un texto sobre prioridades e indiferencias; apareció hoy en El Diario de Chihuahua; es la columna "Imaginario colectivo":
Ultimátum 2015
Renata Chapa
La declaración va directo a la cabeza: si para el 2015 seguimos emitiendo las mismas cantidades de dióxido de carbono como lo hacemos hoy, no habrá vuelta atrás en la drasticidad del cambio climático. Esto mismo se traduce así: sólo son siete años ―y no miles― los que restan para cambiar hábitos de vida ambientalmente nocivos; esto, por supuesto, sería impostergable ultimátum en el entendido de que existiera una intención del tamaño del planeta para aminorar el calentamiento global. Pero es tan poco lo que importa y se sabe del asunto que aunque María Patricia Arrendar Lerner, presidenta de Greenpeace México, alerte con claridad y prontitud sobre el asunto, la indiferencia se convierte en peor noticia que el desastre ambiental mismo.
El júbilo que supone el décimoquinto aniversario de una de las organizaciones ambientalistas con más proyección mundial va acompañado de esta silenciosa catástrofe de valemadrismo ciudadano. Son demasiados a los que les importa un carajo el daño ecológico y que no están dispuestos a cambiar un ápice sus rutinas en la cotidianidad. Ven tan distante eso de “salvar al planeta” que la tarea parece, una vez más, inasible y de otros. Una chamba que, eso sí, deben cumplir dirigentes de ciertos organismos internacionales, pero no los ciudadanos de a pie que esperan seguros a que algo se le ocurra al hombre (así, al “hombre” en abstracto) para que jamás se acaben el agua potable, el aire limpio o los climas soportables.
Otra percepción sobre este mismo asunto es la que ve el cuidado del medio ambiente como misión de primerísima importancia en la agenda presidencial. Considera que es el Ejecutivo y sus achichincles quienes tienen la obligación de normar y hacer cumplir leyes y acciones que protejan la naturaleza. Y aunque en la teoría podría considerarse que sucede así, los dirigentes políticos han dado muestra en innumerables ocasiones de cómo otro tipo de intereses se imponen sobre urgencias ecológicas. Muchos desastres a ecosistemas, hasta para los legos en materia ambiental, son de evidente insostenibilidad. Pero sin una cultura de franca participación civil sumada a la desinformación sobre el tema, aumenta más la ya de por sí amplia brecha entre quienes toman las decisiones desde la cúpula política y los que deben acatarlas.
De vuelta al ultimátum septenal, a las emisiones de dióxiodo de carbono y al contexto de nuestro país, la empresa que tiene el liderazgo en contaminación ambiental, según declaraciones de Arrendar Lerner, es Petróleos Mexicanos. Mas dicha aseveración, si se le compara con el revuelo noticioso que esta semana ha tenido PEMEX con motivo de la reforma energética, es prácticamente nada.
Conforme pasen los días podrá verse que el tipo de discurso dominante será el que tenga que ver con enfrentamientos políticos, es decir, con el que reporta a tal dirigente de partido enfrentándose a otros de su misma ralea. Los espacios mediáticos estarán ocupados por las disputas que revelan protagonismos insalvables. El recién tomado San Lázaro, y otros escenarios más, seguirán albergando a pugilistas de la reforma energética. Los representantes del pueblo mexicano continuarán sus enfrentamientos y todo esto en muy poco auxiliará a la ciudadanía a normar su criterio sobre algo que le pertenece, pero que se ha vuelto patrimonio de unos cuantos y, por supuesto, tema marginado en materia de impacto ambiental.
Partir de lo básico, entonces, y trazar otras brechas interpretativas sobre lo que sucede alrededor del petróleo de los mexicanos pudiera ser una opción. Si se partiera de lo que ahora presentan fragmentado y enredado no pocos medios de comunicación, el ciclo del desinterés no tendría freno alguno y, una vez más, el destino del patrimonio nacional quedaría en manos de unos cuantos. Por ejemplo, como mero experimento, podría intentarse un mínimo análisis discursivo, nada complicado, de dos textos que recientemente abordaron el asunto del “oro negro” en nuestro país. Sin mencionar autores aún (y tampoco es complicado detectarlos; es casi una obviedad), la primera parte del ejercicio consiste en algo tan simple como comparar el mero discurso:
Texto uno: “México exige altura de miras y visión de futuro. México está perdiendo terreno frente a la competencia internacional. De ser PEMEX una de las empresas petroleras más importantes del mundo, hoy se encuentra en el lugar número 11. Las causas no son solamente financieras, sino fundamentalmente tecnológicas y operativas. Como consecuencia, las reservas de petróleo del país están disminuyendo. Al ritmo de producción actual tenemos reservas probadas para poco más de nueve años de producción. La producción ha caído y hoy extraemos 300 mil barriles diarios menos que hace tres años. Esto significa que estamos dejando de recibir algo así como cien mil millones de pesos anuales y con ese dinero hubiéramos podido multiplicar por cuatro el presupuesto del Programa de Oportunidades, que es el apoyo que se da a las familias más pobres del país. A pesar de ser un país rico en petróleo, cuatro de cada 10 litros de gasolina que consumimos en nuestros coches vienen de otros países, ya que PEMEX no cuenta con la capacidad necesaria para refinar el petróleo. La buena noticia es que sí es posible aumentar la capacidad para encontrar nuevas reservas petroleras, que sí es posible ampliar la capacidad de producción de Petróleos Mexicanos en beneficio del país. Debemos actuar ya, porque el tiempo y el petróleo se nos agotan.Mientras otros países ya llevan muchos años aprovechando su petróleo en aguas profundas, en México no hemos podido iniciar. Mientras nuestros vecinos, Cuba y Estados Unidos, ya comienzan a explotar el petróleo en yacimientos compartidos con México en la zona fronteriza, los mexicanos seguimos discutiendo si es necesario o no dotar a PEMEX de nuevas facultades para explorar y aprovechar mejor nuestro petróleo que está enterrado en el fondo del mar. El petróleo es nuestro y vamos por él. (…) Tenemos que invertir ahora para llegar a esa riqueza. (…) Sí es posible fortalecer a PEMEX y contar así con recursos para vivir mejor: más escuelas, medicinas, clínicas, hospitales, caminos, carreteras, puentes, agua potable, drenaje, electricidad, vivienda. (…) Sí es posible que el petróleo siga siendo una palanca de prosperidad que nos permita superar definitivamente la pobreza y garantizar la educación y la salud de todos los mexicanos”.
Texto dos: “La Tierra se ha calentado casi un grado desde la etapa preindustrial y la temperatura sigue aumentando. Es vital que este aumento no alcance los 2º C, pues eso significará más lluvias, huracanes, ondas de calor, sequías, extinción de especies, pérdida de infraestructura y vidas humanas. El cambio climático no es una ficción. Es una realidad que se está gestando a cada momento debido al patrón de consumo energético que privilegia los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas), en vez de recurrir a las energías renovables (…) El actual modelo de consumo energético, basado en la quema de combustibles fósiles, es insostenible por una razón básica (los yacimientos de esos combustibles se están agotando) y una razón de fondo: ocasiona graves trastornos ambientales, uno de los cuales comienza a tener severas repercusiones en todo el planeta (…) Científicos de todo el mundo estiman que de mantenerse la actual tendencia, las alteraciones climáticas se agravarán con catastróficas consecuencias. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas (PICC) ha identificado un veloz aumento de las concentraciones de dióxido de carbono en las últimas décadas. Este compuesto acentúa el ‘efecto invernadero’ y, en consecuencia, el cambio en el clima global. (…) Si queremos evitar el colapso climático, debemos abandonar la idea de explotar la totalidad de las reservas de hidrocarburos. De no tomarse esta decisión las consecuencias serán enormes: muchos ecosistemas cambiarán radicalmente; se resentirán económicamente numerosas regiones provocando crisis sociales; el suministro de agua potable se verá afectado; las enfermedades se expandirán; y fenómenos metereológicos más extremos impactarán a todo el mundo. Para enfrentar el cambio climático, la humanidad debe demostrar que tiene la capacidad de lograr una respuesta global, acordada por todos los gobiernos, para salvaguardar la precaria estabilidad climática del planeta por encima de los intereses de las transnacionales petroleras, automotrices, petroquímicas y demás industrias que dependen del petróleo, el carbón y el gas. Este sector está luchando por evitar cualquier acuerdo internacional que ponga en peligro sus intereses, es decir, que establezca reducciones obligatorias en la emisión de dióxido de carbono (el principal gas invernadero) y que pudiera significar una disminución significativa en el consumo de combustibles fósiles en las naciones desarrolladas. (…) A pesar de que los escenarios planteados para México son devastadores, y de que lo más urgente es exigir de inmediato a las naciones desarrolladas que reduzcan sus cuantiosas emisiones de gases invernadero, el gobierno mexicano se ha plegado a la posición estadounidense, hasta ahora dominada por los intereses de las grandes transnacionales del petróleo. En la práctica, el gobierno mexicano está favoreciendo la postura de las potencias industrializadas que evaden cualquier compromiso y permiten con ello el avance del cambio climático, con todas las consecuencias que esto significa para naciones como México.(…) El gobierno mexicano debería apremiar a los países desarrollados, los mayores responsables del cambio climático, para que comiencen a reducir sus emisiones de CO2 a la atmósfera y transfieran tecnología a las naciones en desarrollo para proyectos de eficiencia energética y de fuentes de energía renovables. Asimismo, no debería aceptar proyectos de implementación conjunta que permitan a un país desarrollado reducir sus cuotas de emisiones mediante inversiones en eficiencia energética o en proyectos forestales en países menos desarrollados. Las reducciones se deben realizar dentro del territorio de los primeros y no posponer el avance de las energías renovables. Ese avance, esa revolución energética es la única que puede salvar el planeta”.
El texto uno es un extracto del mensaje que el presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, envió a la nación en cadena nacional el pasado nueve de abril con motivo de la reforma energética entregada al Poder Legislativo Federal. El texto dos es también una compilación de fragmentos de varios textos contenidos en el sitio web de Greenpeace México (www.greenpeace.org/mexico). ¿Cuál de los dos tiene más credibilidad? ¿Cuál es el de mayor peso social en México? ¿Cuál es que tendrá más difusión y penetración en la audiencia? Para el primero, el ultimátum es de nueve años; para el segundo, no más de siete. ¿Por cuál optará, si es que puede hacerlo, la ciudadanía mexicana?
centrosimago@yahoo.com.mx
Para Édgar Salinas y Yolanda Alonso, con afecto sostenible y amistad sustentable.
La declaración va directo a la cabeza: si para el 2015 seguimos emitiendo las mismas cantidades de dióxido de carbono como lo hacemos hoy, no habrá vuelta atrás en la drasticidad del cambio climático. Esto mismo se traduce así: sólo son siete años ―y no miles― los que restan para cambiar hábitos de vida ambientalmente nocivos; esto, por supuesto, sería impostergable ultimátum en el entendido de que existiera una intención del tamaño del planeta para aminorar el calentamiento global. Pero es tan poco lo que importa y se sabe del asunto que aunque María Patricia Arrendar Lerner, presidenta de Greenpeace México, alerte con claridad y prontitud sobre el asunto, la indiferencia se convierte en peor noticia que el desastre ambiental mismo.
El júbilo que supone el décimoquinto aniversario de una de las organizaciones ambientalistas con más proyección mundial va acompañado de esta silenciosa catástrofe de valemadrismo ciudadano. Son demasiados a los que les importa un carajo el daño ecológico y que no están dispuestos a cambiar un ápice sus rutinas en la cotidianidad. Ven tan distante eso de “salvar al planeta” que la tarea parece, una vez más, inasible y de otros. Una chamba que, eso sí, deben cumplir dirigentes de ciertos organismos internacionales, pero no los ciudadanos de a pie que esperan seguros a que algo se le ocurra al hombre (así, al “hombre” en abstracto) para que jamás se acaben el agua potable, el aire limpio o los climas soportables.
Otra percepción sobre este mismo asunto es la que ve el cuidado del medio ambiente como misión de primerísima importancia en la agenda presidencial. Considera que es el Ejecutivo y sus achichincles quienes tienen la obligación de normar y hacer cumplir leyes y acciones que protejan la naturaleza. Y aunque en la teoría podría considerarse que sucede así, los dirigentes políticos han dado muestra en innumerables ocasiones de cómo otro tipo de intereses se imponen sobre urgencias ecológicas. Muchos desastres a ecosistemas, hasta para los legos en materia ambiental, son de evidente insostenibilidad. Pero sin una cultura de franca participación civil sumada a la desinformación sobre el tema, aumenta más la ya de por sí amplia brecha entre quienes toman las decisiones desde la cúpula política y los que deben acatarlas.
De vuelta al ultimátum septenal, a las emisiones de dióxiodo de carbono y al contexto de nuestro país, la empresa que tiene el liderazgo en contaminación ambiental, según declaraciones de Arrendar Lerner, es Petróleos Mexicanos. Mas dicha aseveración, si se le compara con el revuelo noticioso que esta semana ha tenido PEMEX con motivo de la reforma energética, es prácticamente nada.
Conforme pasen los días podrá verse que el tipo de discurso dominante será el que tenga que ver con enfrentamientos políticos, es decir, con el que reporta a tal dirigente de partido enfrentándose a otros de su misma ralea. Los espacios mediáticos estarán ocupados por las disputas que revelan protagonismos insalvables. El recién tomado San Lázaro, y otros escenarios más, seguirán albergando a pugilistas de la reforma energética. Los representantes del pueblo mexicano continuarán sus enfrentamientos y todo esto en muy poco auxiliará a la ciudadanía a normar su criterio sobre algo que le pertenece, pero que se ha vuelto patrimonio de unos cuantos y, por supuesto, tema marginado en materia de impacto ambiental.
Partir de lo básico, entonces, y trazar otras brechas interpretativas sobre lo que sucede alrededor del petróleo de los mexicanos pudiera ser una opción. Si se partiera de lo que ahora presentan fragmentado y enredado no pocos medios de comunicación, el ciclo del desinterés no tendría freno alguno y, una vez más, el destino del patrimonio nacional quedaría en manos de unos cuantos. Por ejemplo, como mero experimento, podría intentarse un mínimo análisis discursivo, nada complicado, de dos textos que recientemente abordaron el asunto del “oro negro” en nuestro país. Sin mencionar autores aún (y tampoco es complicado detectarlos; es casi una obviedad), la primera parte del ejercicio consiste en algo tan simple como comparar el mero discurso:
Texto uno: “México exige altura de miras y visión de futuro. México está perdiendo terreno frente a la competencia internacional. De ser PEMEX una de las empresas petroleras más importantes del mundo, hoy se encuentra en el lugar número 11. Las causas no son solamente financieras, sino fundamentalmente tecnológicas y operativas. Como consecuencia, las reservas de petróleo del país están disminuyendo. Al ritmo de producción actual tenemos reservas probadas para poco más de nueve años de producción. La producción ha caído y hoy extraemos 300 mil barriles diarios menos que hace tres años. Esto significa que estamos dejando de recibir algo así como cien mil millones de pesos anuales y con ese dinero hubiéramos podido multiplicar por cuatro el presupuesto del Programa de Oportunidades, que es el apoyo que se da a las familias más pobres del país. A pesar de ser un país rico en petróleo, cuatro de cada 10 litros de gasolina que consumimos en nuestros coches vienen de otros países, ya que PEMEX no cuenta con la capacidad necesaria para refinar el petróleo. La buena noticia es que sí es posible aumentar la capacidad para encontrar nuevas reservas petroleras, que sí es posible ampliar la capacidad de producción de Petróleos Mexicanos en beneficio del país. Debemos actuar ya, porque el tiempo y el petróleo se nos agotan.Mientras otros países ya llevan muchos años aprovechando su petróleo en aguas profundas, en México no hemos podido iniciar. Mientras nuestros vecinos, Cuba y Estados Unidos, ya comienzan a explotar el petróleo en yacimientos compartidos con México en la zona fronteriza, los mexicanos seguimos discutiendo si es necesario o no dotar a PEMEX de nuevas facultades para explorar y aprovechar mejor nuestro petróleo que está enterrado en el fondo del mar. El petróleo es nuestro y vamos por él. (…) Tenemos que invertir ahora para llegar a esa riqueza. (…) Sí es posible fortalecer a PEMEX y contar así con recursos para vivir mejor: más escuelas, medicinas, clínicas, hospitales, caminos, carreteras, puentes, agua potable, drenaje, electricidad, vivienda. (…) Sí es posible que el petróleo siga siendo una palanca de prosperidad que nos permita superar definitivamente la pobreza y garantizar la educación y la salud de todos los mexicanos”.
Texto dos: “La Tierra se ha calentado casi un grado desde la etapa preindustrial y la temperatura sigue aumentando. Es vital que este aumento no alcance los 2º C, pues eso significará más lluvias, huracanes, ondas de calor, sequías, extinción de especies, pérdida de infraestructura y vidas humanas. El cambio climático no es una ficción. Es una realidad que se está gestando a cada momento debido al patrón de consumo energético que privilegia los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas), en vez de recurrir a las energías renovables (…) El actual modelo de consumo energético, basado en la quema de combustibles fósiles, es insostenible por una razón básica (los yacimientos de esos combustibles se están agotando) y una razón de fondo: ocasiona graves trastornos ambientales, uno de los cuales comienza a tener severas repercusiones en todo el planeta (…) Científicos de todo el mundo estiman que de mantenerse la actual tendencia, las alteraciones climáticas se agravarán con catastróficas consecuencias. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas (PICC) ha identificado un veloz aumento de las concentraciones de dióxido de carbono en las últimas décadas. Este compuesto acentúa el ‘efecto invernadero’ y, en consecuencia, el cambio en el clima global. (…) Si queremos evitar el colapso climático, debemos abandonar la idea de explotar la totalidad de las reservas de hidrocarburos. De no tomarse esta decisión las consecuencias serán enormes: muchos ecosistemas cambiarán radicalmente; se resentirán económicamente numerosas regiones provocando crisis sociales; el suministro de agua potable se verá afectado; las enfermedades se expandirán; y fenómenos metereológicos más extremos impactarán a todo el mundo. Para enfrentar el cambio climático, la humanidad debe demostrar que tiene la capacidad de lograr una respuesta global, acordada por todos los gobiernos, para salvaguardar la precaria estabilidad climática del planeta por encima de los intereses de las transnacionales petroleras, automotrices, petroquímicas y demás industrias que dependen del petróleo, el carbón y el gas. Este sector está luchando por evitar cualquier acuerdo internacional que ponga en peligro sus intereses, es decir, que establezca reducciones obligatorias en la emisión de dióxido de carbono (el principal gas invernadero) y que pudiera significar una disminución significativa en el consumo de combustibles fósiles en las naciones desarrolladas. (…) A pesar de que los escenarios planteados para México son devastadores, y de que lo más urgente es exigir de inmediato a las naciones desarrolladas que reduzcan sus cuantiosas emisiones de gases invernadero, el gobierno mexicano se ha plegado a la posición estadounidense, hasta ahora dominada por los intereses de las grandes transnacionales del petróleo. En la práctica, el gobierno mexicano está favoreciendo la postura de las potencias industrializadas que evaden cualquier compromiso y permiten con ello el avance del cambio climático, con todas las consecuencias que esto significa para naciones como México.(…) El gobierno mexicano debería apremiar a los países desarrollados, los mayores responsables del cambio climático, para que comiencen a reducir sus emisiones de CO2 a la atmósfera y transfieran tecnología a las naciones en desarrollo para proyectos de eficiencia energética y de fuentes de energía renovables. Asimismo, no debería aceptar proyectos de implementación conjunta que permitan a un país desarrollado reducir sus cuotas de emisiones mediante inversiones en eficiencia energética o en proyectos forestales en países menos desarrollados. Las reducciones se deben realizar dentro del territorio de los primeros y no posponer el avance de las energías renovables. Ese avance, esa revolución energética es la única que puede salvar el planeta”.
El texto uno es un extracto del mensaje que el presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, envió a la nación en cadena nacional el pasado nueve de abril con motivo de la reforma energética entregada al Poder Legislativo Federal. El texto dos es también una compilación de fragmentos de varios textos contenidos en el sitio web de Greenpeace México (www.greenpeace.org/mexico). ¿Cuál de los dos tiene más credibilidad? ¿Cuál es el de mayor peso social en México? ¿Cuál es que tendrá más difusión y penetración en la audiencia? Para el primero, el ultimátum es de nueve años; para el segundo, no más de siete. ¿Por cuál optará, si es que puede hacerlo, la ciudadanía mexicana?
centrosimago@yahoo.com.mx
Para Édgar Salinas y Yolanda Alonso, con afecto sostenible y amistad sustentable.