viernes, noviembre 02, 2007

Dos caminos, un espurio



Titulo así, como telenovela de Erik Estrada, Biby Gaytán y Laura León, el culebrón político que nos hemos fumado desde que el felipato lucas fue impuesto para “dirigir” los destinos de la nación. De un lado, los millones que votaron por el michoacano y los que no votaron por él pero que de todos modos creen irreprochable su milagroso triunfo por un pelito de rana salinista (es decir, calva); por el otro, quienes pase lo que pase en el país, haga lo que haga el presidente, vocifere lo que vocifere la televisión, no bajan ni bajarán de espurio al mandatario enjaretado en Los Pinos con calzador.
A un año de la usurpación, los enconos siguen caldeados; no tanto como en 2006, obviamente, pero sigue habiendo mexicanos radicalizados en la idea de que la actual presidencia es una bufonada. Entre ellos, un sector importante no es perredista ni lopezobradorista, sino que simplemente ve en la figura del dizque presidente la encarnación simbólica del eje empresarial, mediático, partidista, eclesiástico y gubernamental que trabajó a favor de de una victoria más pírrica que la de los Tecos contra el Santos en la temporada actual. Entre esos mexicanos me cuento, entre los que podrían creer con muy buena disposición todo lo que se quiera decir en contra del Peje, y sin embargo no aceptan a Calderón por la sencilla razón de que sobre él pesa la granítica sombra del fraude.
En los días recientes, amplificado por los medios para que se vea cuán mierda es la maldad de obra y de palabra característica de los izquierdosos rejegos, asistimos al espectáculo del linchamiento a Gerardo Fernández Noroña, uno de los últimos mohicanos de la radicalización palpable contra el seudopresidente. Se sabe que al interior del PRD la corriente de los Chuchos está luchando como perro (en honor al mote que justifique lo de chuchos) para imponer la línea blanda, aquella que termine al fin por colocarse como tapete para que Calderón se limpie los zapatos hasta dejarlos sin el zoquete de la ilegitimidad. Los ex abruptos de Fernández Noroña, por ello, son una ocasión inmejorable no para los Chuchos ni para los fernandeznoroñistas, sino para los ciudadanos comunes y corrientes, quienes una vez más pueden repensar sus posiciones en torno al dilema nada insustancial de aceptar o no el embuste del 2 de julio. De eso depende el futuro electoral, creo, pues a medida que gane terreno la especie de la legitimidad calderónica, en esa misma medida el actual gobierno se fortalecerá para 2009 y 2012.
Además de que está en su derecho a no creer en las pamplinas del triunfo y de manifestarlo sin linduras, Fernández Noroña es un símbolo actuante que contrasta con los pasos siempre módicos de los que, como Lázaro Cárdenas o Jesús Ortega, desde el principio estuvieron listos para cantar la palinodia del pejismo y el loor del encumbrado. El problema de la polarización y la inviabilidad del reconocimiento a Calderón, en todo caso, no lo provocó Fernández Noroña ni nadie que no crea en el “presidente”, sino las hordas que atacaron a saco y destruyeron lo poco que teníamos en materia de democracia electoral, hordas encabezadas por La Bestia del Rancho San Cristóbal.
Berrinches más, berrinches menos, el camino de Fernández Noroña es el único que pueden seguir quienes no aceptan la presidencia de Calderón. Hacer lo contrario, pecar de chucho, es legitimar una perversidad histórica.