viernes, noviembre 16, 2007

El azar y la limosna



El problema de las políticas públicas mal realizadas o, de plano, irrealizadas es que deja a millones en la indefensión y a otros tantos millones en el callejón sin salida de la limosna como única forma de la solidaridad. Los casos recientes de Tabasco y Chiapas, que en mucho tienen de desastres provocados por la furia de la naturaleza, muestran también que vivimos bajo el manto de un Estado cínico, que poco o nada hace para prevenir desaguisados mayúsculos y mejor espera que la desgracia ocurra para luego hacer como que hace, escenográficamente.
Experto en seguridad, el analista Sergio Aguayo Quezada acaba de recordar en su artículo del 14 de noviembre (“Sin doctrina”) que el tema de los desastres naturales debe entrar en la agenda de prioridades nacionales. No ha sido así, razón por la que grandes fragmentos del país están a la intemperie, expuestos a lo que venga, sea tormenta o minitsunami o terremoto o lo que sea. Aminorar los riesgos con una política centrada en la previsión es capital, entonces, para dar seguridad a los ciudadanos, y lo contrario es lo que ha pasado: un crimen que de golpe, tras las lluvias, deja en la miseria última a miles, a millones de mexicanos.
Dice Aguayo Quezada: “El estudio de la seguridad nacional parte de ideas bien elementales. Primero se reúne información confiable. Luego se acomoda y procesa con alguna de las teorías que hay en el mercado. Después de un tiempo se obtiene una agenda de riesgos que sirve al Estado para fijar prioridades a partir de las cuales elabora estrategias y asigna recursos para enfrentar, y sobre todo anticipar, las amenazas”. El problema es, pues, saber anticipar, tomar precauciones, dado que no se puede dejar en manos del azar la integridad de poblaciones enteras.
La seguridad nacional, generalmente asociada a la persecución de la “subversión”, tiene que ver también, entonces, con el medio ambiente, de ahí que sea una urgencia permanente detectar las zonas de peligro y, allí, meter las cuñas que impidan siniestros provocados por algún evento meteorológico. “Cuando el régimen es democrático la elaboración de la doctrina adquiere una mayor complejidad. Además de tomar en cuenta e incorporar las perspectivas e intereses de una sociedad plural, hay una ampliación considerable del abanico de temas a incluir. Sin olvidar el combate al crimen organizado o la preservación de la seguridad pública, se incorpora la confiabilidad de las elecciones, el respeto a los derechos humanos y la preservación del medio ambiente. El gobierno federal navega en los mares de la indefinición. Cuando había autoritarismo estaban obsesionados con la preservación del poder y en el altar de la seguridad nacional sacrificaron a un número todavía indefinido de víctimas. Cuando se consolidó la democracia de baja calidad que tenemos fueron incapaces de elaborar una doctrina de seguridad integral, moderna y democrática. Tabasco es un paradigma de las limitaciones gubernamentales”.
Los desastres recientes ilustran en suma hasta qué punto nuestro país avanza sin brújula, listo como siempre a ayudar en amplias convocatorias a la solidaridad que acopia víveres, pero deja intacto el mal: un Estado indolente, corrupto, incapaz de dar con explicaciones congruentes y de castigar la negligencia que arrasa, como en Tabasco, con la esperanza de millones. En ese barril de pólvora vivimos sentados.