En
2006 escribí relatos (los relatos que fueron la patada inicial para Polvo somos, mi libro con cuentos
futbolísticos publicado por Arteletra-Axial, 2014, 134 pp.) y en 2010 atormenté
el teclado con más relatos y algunos acercamientos, digamos ensayísticos, al
futbol no como deporte, sino como nostalgia. Llevo pues dos vinculamientos
futboleros e intensivos en sendas etapas mundialistas, así que durante la que
comenzará mañana seguiré una tónica relativamente afín: ahora escribiré reseñas
de libros que a mi parecer pueden servir, con el pretexto del futbol, para
invitar a la lectura. Se trata, pues, de títulos articulados por autores que han
campechaneado su pasión, o al menos su indisimulado gusto, por el fut con su,
ésta sí, descarada vocación literaria.
Hasta
hace poco, la relación de los llamados “intelectuales” con el deporte en
general y con el futbol en particular no fue del todo amable. La idea
generalizada estableció que son dos esferas muy distantes. Según el cliché, por
un lado los futbolistas eran vistos como hombres de acción, sujetos atados al
desarrollo de sus capacidades musculares y, por ello, ajenos al cultivo del
pensamiento; por otro, los intelectuales, se creía, eran bichos sedentarios y
divorciados por completo de cualquier actividad que les exigiera un esfuerzo
mayor al de mover las manos, las neuronas y los pulmones (esto último para
exhalar el humo del cigarro). Unos se relacionaban a la frivolidad de la
carrera y el cabezazo, del sudor y el grito; los otros, al silencio y la
concentración, a la soledad y a un inconfeso apetito por “trascender”.
Apuntalado
además por la idea de que hacer el juego al futbol era apoyar las evasiones
colectivas a los problemas verdaderamente apremiantes de la sociedad, el
estereotipo resistió hasta donde pudo. El gusanito del gusto futbolero poco a
poco fue avanzando y de esporádicos cuentos y poemas —como el prehistórico
“Juan Polti, half-back”, de Horacio Quiroga, o “Puntero izquierdo”, de Mario
Benedetti— pasamos a libros enteros dedicados al tema. Entre las décadas del
ochenta y del noventa la tensión fue desapareciendo y junto con este
relajamiento aparecieron obras que amasaban tópicos flagrantemente futboleros
sin perder su afán estético o su filo crítico.
Tal
es el caso de El futbol a sol y sombra
(Siglo XXI, 1995), acaso el libro sobre futbol más visible creado por un
intelectual de izquierda en América Latina. Y no fue la excepción, sobre todo
en el contexto de Argentina, Uruguay, Chile y México. Por ejemplo, el ameno Fútbol argentino, de Osvaldo Bayer,
también autor de La Patagonia rebelde
y uno de los intelectuales más comprometidos de su país. El caso es que desde
diferentes ópticas, en distintos géneros, con el ingrediente del futbol
profesional o callejero en el centro o en la periferia de sus obras, muchos
escritores han trotado en esta cancha y a mi parecer no son escasas las piezas
poéticas, novelísticas y sobre todo cuentísticas estimables.
La
lista de autores es ya significativa: Soriano, Fontanarrosa, Llinás, Sasturain,
Sacheri, Villoro, García-Galiano, Garrido, Letelier y muchos más, tanto que es
mejor ir despachando algunas de sus obras poco a poco, como lo haré en las próximas
entregas de esta columna llanera y solitaria.