jueves, diciembre 09, 2010

Queremos tanto a Saúl



En julio de este año comencé a tramitar un homenaje para Saúl Rosales con motivo del setenta aniversario de su nacimiento. Lo imaginé con mucha anticipación porque deseaba que ese cumpleaños coincidiera con una amplia mesa en la que algunos de sus amigos y discípulos le hiciéramos ver, otra vez, para que no quede duda, el agradecimiento que sentimos por lo que ha hecho y por lo que sigue haciendo a favor de la cultura lagunera. Saúl cumplió años el pasado 29 de octubre y con tristeza vi que el congestionamiento de actividades culturales impedía organizar lo deseado. Y así, por el estilo, ha estado el cierre de 2010: decenas de actividades culturales en las que, como tantos, quedé metido en los roles de organizador y participante, sin tiempo para mucho más.
Aunque fuera en el anochecer del año vi la coyuntura para hacer el homenaje cuando Ruth Castro, responsable de la librería del Teatro Martínez, me invitó al Festival Lagunero del Libro y la Lectura ofrecido en estos días, con muchas actividades, en la Galería de Arte Contemporáneo anexa al TIM. Ya estuve ayer en una mesa sobre novela de la Revolución y hoy a las seis de la tarde compartiré espacio con los escritores Angélica López Gándara y Daniel Maldonado, quienes han accedido a decir algo para enfatizar la admiración y el agradecimiento sentidos en general por quienes de Saúl sólo hemos recibido un trato generoso, pródigo en consejos y recomendaciones útiles para mejor movernos en la vida literaria y en la otra.
Tal vez vaya a ser modesto, menor al que merece, el reconocimiento armado esta vez para Saúl. Lo conozco bien y sé que acepta sin vanagloria, con humor y de buen grado, los gestos de afecto que la gente le dedica. Una de sus mayores virtudes es no exaltarse ante los elogios, pero sabe aceptar que la gente a veces quiera quererlo en público, que quienes hemos recibido algo de él lo digamos porque a fin de cuentas todo se vincula a la literatura, actividad en la que aquí debemos proceder con humildad, cierto, pero sin llegar a la autocompasión. Entre muchas, una enseñanza de Saúl es la de habernos convencido de que la literatura es importante y útil, no el cacharro que otros quieren ver, de ahí el orgullo que sentimos al escribir.
Hace, creo, como diez años, la revista Frontera publicó un dossier dedicado a Saúl. En esas páginas colaboré con un artículo titulado “Saúl Rosales Carrillo: una literatura germinal en La Laguna”. Pasados los años, las palabras allí escritas no sólo siguen vigentes, sino que se quedan cortas, como en este fragmento: “Cualquier diccionario, y pongo por caso el Pequeño Larousse, explica que germinal proviene de germen, que es el ‘Principio simple y primitivo del que se deriva todo ser viviente’ y, poco más delante, ‘Parte de la semilla que ha de formar la planta’. Ahora bien, si la literatura es una de las ramas de la vida —por cierto, no la menos importante, aunque los mass media se empeñen en desdeñar todo respeto por las letras—, obvio es que para manifestarse necesita un germen, ese ‘principio simple y primitivo del que se deriva todo ser viviente’.
La metáfora, aplicada al caso germinal de Saúl Rosales Carrillo (Torreón, Coah., 29 de octubre de 1940), no es sólo un bello empréstito de la botánica, sino una verdad tan ostensible que sin la presencia de este escritor no existiría la fronda literaria ya visible en la comarca lagunera desde principios de los ochentas hasta la hora actual. Porque la labor de Rosales Carrillo, lo digo con pruebas en la mano, no se ha limitado a crear en una torre de marfil impermeable a las inquietudes de los jóvenes escritores; al revés, su generoso y prudente magisterio no tiene parangón en la breve crónica de la literatura lagunera, y muchos —alzo el brazo y digo ¡presente!— son los beneficiarios de sus innumerables y munificentes consejos…”.
Hoy, pues, esperemos que muchos nos acompañen a las seis de la tarde en la Galería de Arte Contemporáneo anexa al TIM. El motivo bien vale la vuelta, pues no todas las ciudades pueden presumir magisterios tan prolongados y feraces como el de Saúl Rosales Carrillo, a quien tanto queremos.
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Nota del editor: tomé la foto que encabeza este post con autodisparador. Estoy allí en la oficina de Saúl ubicada en el Teatro Isauro Martínez. La fecha fue el 9 de octubre de 2007, día exacto del cuarenta aniversario de la muerte del Che.