miércoles, octubre 06, 2021

Ingenio popular sin orillas









No hace mucho tiempo, digamos que quince o veinte años atrás, ciertos creadores todavía diseñaban sus rutinas con la seguridad de poder repetirlas sin freno, como si en cada caso fuera la primera vez que las exponían. Un mago hacía sus trucos, un cómico disparaba sus chistes, un actor soltaba sus monólogos o un conferencista propalaba sus ponencias con la seguridad de que sus futuros públicos recibirían esos productos del ingenio como novedades, no como refritos. Todo fue que las cámaras comenzaran a aparecer por doquier, incorporadas en los celulares, para que las rutinas comenzaran a peligrar: alguien graba al mago o al cómico, lo sube a las redes y si aquello corre con suerte “quema” la futura sorpresa del espectáculo. Las cámaras son un mal de nuestro tiempo en este caso y en muchos otros, qué le podemos hacer, aunque, como ocurre con todas las nuevas tecnologías, también tienen su lado bueno.

Gracias a ubicuidad de las cámaras fotográficas y de video, hoy instaladas en un mismo aparato, y gracias también a la comunicación inmediata y libérrima que suponen las redes sociales, a cada rato recibimos memes, bendiciones, fotos, frases célebres, pornografía y en fin, toda una gama de mensajes que van desde la más ociosa estupidez hasta, a veces, material vagamente valioso al menos para pensar o sonreír.

Recién me llegó, por ejemplo, un pack (así llaman a la tanda de fotos en un mismo envío) con imágenes de negocios provistos de nombres ingeniosos, juegos de palabras cuyo fin es producir dos sentidos en uno gracias sobre todo a la semejanza fonética entre el giro del establecimiento y un personaje popular. Por ejemplo, la lavandería “Clean is Good”, la panadería “Bread Pitt”, la botella de “Miel Gibson”, la “Cantina Turner”, la peluquería “Barber Streisand”, la tienda de ropa “Indiana Jeans”, la huarachería “Chanclón Van Dam”, el empaque de pan “Elvis Cocho”, el gimnasio “Gym Morrison” y varios más.

En este caso no es perjudicial que las cámaras y las redes sociales difundan, y por lo tanto “quemen”, una imagen chistosa o pícara localizada en la vida real. Así la gente no tendrá la inclinación a plagiar y la creatividad seguirá, como hasta hoy, sin tener orillas.