Felipe Garrido, nuestro buen amigo Felipe Garrido, fue
homenajeado esta semana por el INBA a propósito de su larga trayectoria como
escritor y promotor de la lectura en sus vertientes de editor, maestro y
conferencista. Se trata, creo que muchos podrán compartir esta opinión, de un reconocimiento
justo, pues pocos como él han trabajado con tanto ahínco por las palabra
escrita y compartida.
En una nota relacionada con el homenaje fueron recogidas
algunas palabras del escritor jalisciense. Esas palabras me impresionaron en
función de que me sucedió casi lo contrario. Dijo Garrido: “Mi preocupación más
importante ha sido formar a los lectores; eso ha ocupado la mayor parte de mi
vida. Nací en un hogar donde, por suerte, la lectura y la escritura eran cosas
cotidianas. La familia inmediata y algunos amigos en la escuela, todos leían.
Entonces, crecí engañado, creyendo que la gente era lectora, y vine a descubrir
que no era así cuando comencé a dar clases en una preparatoria, el Centro
Universitario México”.
Suena lógico que en un entorno lector los niños crezcan con
la noción de que leer es normal, de ahí que luego parezca anómalo enterarse de
que no es así: leer no es normal. No lo es para muchos, y yo fui uno de los
millones de casos a los que les pasó de noche la lectura hasta que en cierto
momento, no sé exactamente por qué, le tomé aprecio a los libros y de allí en
adelante a las palabras y a los poemas y a las ficciones y a la historia y a
todo lo que estuviera impreso en negro sobre blanco. Sin embargo, se provenga
de donde se provenga, de un entorno lector o no, dos inquietudes nacen con frecuencia en
quienes leen: ¿por qué los demás no abrazan este hábito y qué
puede hacerse para que lo hagan? La respuesta a esta pregunta puede tomar
distintas rutas, una de ellas la de Garrido: porque quienes no leen no saben
que leer es divertido y hay que convidarlos con amabilidad a que lo hagan.
Con un empeño no muy frecuente en otros escritores, Felipe
Garrido es hoy, como dicen, un referente de la promoción de la lectura en
nuestro país. Entre otros muchos emprendimientos relacionados con la lectura ha
estado cerca del mundo editorial. Yo lo recuerdo especialmente como baluarte,
si se me permite la palabra algo anticuada, de la colección SEP Setentas, o
como responsable de las Revistas Literarias Mexicanas Modernas del FCE. A eso
hay que sumar sus libros, sus conferencias, toda una vida alrededor de la
palabra. Garrido merece sin duda nuestro reconocimiento.