sábado, diciembre 28, 2019

Visión a doble play
























Cortés llegó a Veracruz el 21 de abril de 1519, hace 500 años, y la efeméride me agarró sin tiempo para leer o releer algo más que no fuera lo estrictamente vinculado con los materiales de mi trabajo editorial. Me asomé, eso sí, a algunos pasajes de las Cartas de relación y a un libro de historia muy mal traducido: La conquista de México (Porrúa, Sepan cuantos…, 1996), de Beatrice Berler. Pasaron los meses y el propósito de husmear en la crónica de Indias se esfumó hasta que pude acometerlo durante estos días de diciembre, y muy a las carreras.
En la FIL compré varios títulos más de la colección Opúsculos publicada por El Colegio Nacional. Uno de ellos, Visión de Anáhuac (1519), de Alfonso Reyes, entró a mi carrito de compras no tanto por el libro en sí, sino por el amplio y compendioso prólogo de Javier Garciadiego. La Visión… es un texto de difícil etiquetado. Creo que se trata de un ensayo de descripción histórica o algo aproximado a esto. Cuando lo leí por primera vez, hace treinta años en aquella serie de Lecturas Mexicanas editada por la SEP en el sexenio de De la Madrid, pese a mi juvenil oscuridad logré detectar que se trataba de una obra esencial, un orgulloso recuento de la maravilla de cultura que los mexicanos heredemos y son la base de nuestro mestizaje. Me dispuse pues a releer aquel texto de Reyes escrito en Madrid hacia 1916. Antes de comenzar recordé, no sé por qué, que en algún lado leí o escuché una afirmación acaso falsa, pero no por ello menos interesante: cuando Borges y Bioy querían saber si una frase estaba bien escrita, apelaban a la entonación de su amigo Reyes. Fue así como, sin batallar, pues bien sabía que eso estaba allí, busqué en YouTube la lectura de Reyes a su Visión, y emprendí un experimento que ahora recomiendo: oír y leer al alimón a Reyes, seguir el ritmo de sus palabras y sentir en ellas la gravitación de su voz emocionada al pasar revista a “la región más transparente del aire” observada desde dos balcones: uno, el de las crónicas de Cortés, Bernal, Solís y Gómara, y dos, el de su propia experiencia como transeúnte de nuestra meseta central.
Atravesar la Visión… de Reyes por ambos caminos me llevó a la sorpresa de encontrar que en algunas mínimas partes el texto escrito no coincide con la voz del autor. Son pocos los agregados, las supresiones y las permutas, así que recomiendo el mismo viaje a quienes quieran hacerse una idea del asombroso mundo que encontró Europa en la joya que poco después sería bautizada Nueva España.