domingo, diciembre 23, 2007

Posada en el Cereso



A los pocos días de residir en la cárcel, la mayoría de los presos sabe que hay básicamente dos caminos para salir adelante en ese duro aislamiento: el primero, rumiar el sinsabor y dejar que el tiempo se diluya en la nada, y el segundo, ocuparse en alguna actividad, mantener la mente ocupada lo más posible para alejar la corrosión de la desdicha y del resentimiento. Quienes logran vincularse a las actividades artesanales, deportivas, educativas o religiosas saben que han dado un paso importante hacia su libertad, y aunque sigan retenidos, el contacto con alguna ocupación sana les descarga en algo, así sea poco, las penalidades que conlleva todo encierro obligado.
Es ésta última la impresión que el jueves 20 me dieron los presos del Cereso Torreón que se han puesto en contacto con las actividades académicas del Centro Interactivo Multimedia Imago. Ese día tuvieron su entrega de reconocimientos, una muestra de sus productos y un baile donado por el grupo Chicos de Barrio. Fue, para los maestros de Imago, una significativa oportunidad de ver los resultados de un esfuerzo colectivo que coordina Renata Chapa. Así, en los hechos, todos pudimos constatar que la mitología del recluso irredento es eso, mitología, pues con una actitud noble y dedicada muchos internos complementan sus vidas con diversos conocimientos y destrezas.
He trabajado en el taller de narrativa del Cereso y he visto ya algunos resultados positivos. Con más impulso y mejores resultados todavía, otros profesores merecen un explícito reconocimiento; el ingeniero Javier Villaseñor, con una generosidad sin linderos, ha prodigado su saber en mecánica automotriz y ya hasta planteó el armado de un taller dentro del penal; Ricardo Leyva, otro generoso de marca, ha proyectado y analizado películas en su exitoso taller de cine; Jenny Walss Aurioles y Ramiro Saldaña, maestros de física y matemáticas, han impartido con tesón su conocimiento en esas disciplinas; Mayeth Mijares, Tensy Murguía y Gaby Ramos, con Alejandra Galindo como guía, orquestaron el primer Diplomado en Ventas, Mercadotecnia, Contaduría Pública y Finanzas. Y así, varios maestros más han trabajado en Imago para extender sus saberes a quienes no han tenido las mismas oportunidades que nosotros. También puedo mencionar, con agradecimiento, a Joel de Santiago (música), a Edgar Salinas y Abraham Peña (periodismo), a Yolanda Alonso (fotografía), a Jesús Aviña Oteo (teatro), a Ana Olga Rodríguez y Nora Valadez (coordinación de donaciones), entre otros.
El jueves 13, además de los reconocimientos y el baile, se dio un hecho seguramente inédito en los penales de México: por primera vez un centro de readaptación del país contará con una revista. El boceto del número cero fue donado por Armando Monsiváis y Héctor Esparza, de la revista Nomádica. En este momento la publicación se encuentra en su fase de edición digital, y ya es posible anticipar que en el arranque del 2008 comience a circular el primer ejemplar de Albedrío, “Palabras desde adentro”, nombre y eslogan de la publicación. Vale decir que en el trabajo de andamiaje periodístico trabajaron, coordinados por Renata Chapa, varios alumnos del Tec de Monterrey inscritos en las materias del Taller de análisis y expresión verbal y Responsabilidad social y ciudadanía.
La ceremonia del Cereso terminó con una muestra de bondad que sólo pueden exhibir los verdaderamente solidarios: en este caso, el baile que el grupo Chicos de Barrio regaló al Cereso gracias a la iniciativa de Renata. Los músicos de profundo arraigo lagunero no cobraron un cinco y, encabezados por Dimas, su líder, Yiyo Nájera, su tecladista, y Susana Ortiz, vocalista del grupo, tocaron un montón de canciones dentro del penal y obsequiaron horas de contento a la gente que tanto los admira y los aprecia. Momentos antes asistieron como invitados especiales de Imago a la entrega de reconocimientos para convivir con los más de cincuenta estudiantes de los diferentes talleres.
Fue por todo una jornada alentadora la del jueves en el Imago del Cereso Torreón. Queda la sensación de que, pese a las dificultades, pese a las presiones y pese a todo lo que pesa siempre para derrotarnos o para obligarnos a ser indiferentes, dar un poco al prójimo de carne y hueso es tal vez mejor que amar en abstracto a la humanidad entera. Al menos es un aterrizaje concreto de algo que muchos sienten en su fuero íntimo: el deseo de dar algo bueno, lo que sea, a sus semejantes en desgracia.