miércoles, octubre 09, 2024

Fe y arte pintoresco


 








Hace poco, en abril, llegué a la cima del cerro San Cristóbal ubicado en el inmenso y hermoso Parque Metropolitano de Santiago de Chile. Allá arriba, al lado de la capillita coronada por la virgen, había una pared no muy amplia en la que los visitantes podían dejar algún objeto como ofrenda. Entre el barroquismo de crucifijos, estampas, veladoras, rosarios, logré dar con una pequeña imagen de la virgen de Guadalupe seguramente dejada por un turista mexicano.

Esto me recordó la costumbre bien arraigada en nuestro país de llevar exvotos a muchos santuarios importantes. Vino a mi memoria una tarde muy lejana, de hace al menos treinta años, en la que venía por carretera de Aguascalientes a Torreón e hice un alto en Plateros, Zacatecas, donde visité como turista, no como creyente, al Santo Niño de Atocha. Al lado de la nave principal, recuerdo vagamente, había algunos habitáculos en los que los peregrinos colgaban retablos, cuadros de madera, lámina u otro material en los que asentaban algún agradecimiento escrito y plasmaban un dibujo cuyo tema era el favor recibido.

Los retablos tienen en general el tamaño de una hoja de máquina apaisada, y la estética del dibujo y de la escritura exhiben la vistosa torpeza de lo popular. Aquella vez me entretuve varios minutos leyendo y viendo los dibujos, y es innegable que se trata de una práctica que, vista al margen de la fe, resulta literalmente pintoresca, pues de pinturitas se trata. Llegué a pensar incluso que de allí podría salir una antología de agradecimientos, la magia mexicana manifiesta en modo plástico.

Hice aquel recorrido y no dejé de tener en la mente el ¿microcuento? citado por Edmundo Valadés en El libro de la imaginación (FCE, México, 1970), que aquí, por breve, deseo compartir completo. ¿Podemos afirmar que la técnica cuentística de Hemingway es superada en esta pieza? Va:

EXVOTO

En una iglesia del pintoresco pueblo de Tepoztlán existe un retablo (exvoto) en el que se ve a un campesino, de hinojos, dando gracias a la Virgen por el milagro que le hizo. La leyenda al pie del cuadro dice: “Juan Crisóstomo Vargas, vecino de este lugar, da gracias con toda su contrita alma a la Santísima Virgen por el milagroso favor que le hizo la noche del 22 de mayo de 1916 al haber impedido que las fuerzas zapatistas se lo llevaran como llevaron a sus tres pobrecitas hermanas”.