miércoles, septiembre 22, 2021

Dionisio, un niño dolorosamente múltiple













Dionisio, el niño del tren del norte (Proceso, 2015), de Paulina del Moral González, es un libro doloroso, profundamente trágico. Su eje no es sólo la pobreza extrema, que en sí misma resulta pavorosa en muchos lados, sino tal pobreza y la suma de dos factores que la agudizan hasta la inhumanidad: la corta edad y el desarraigo. Porque la pobreza, incluso extrema, cuando se vive en un entorno reconocible dada la cercanía de los lugares, la lengua, los códigos culturales y principalmente la familia, puede ser navegable, no así cuando está expuesta a la otredad en todas sus formas posibles y con el agravante de la inmadurez. En otras palabras, la pobreza extrema es doblemente terrible cuando ataca a un niño migrante no acompañado. Ante esto, la única defensa posible para salir vivo es la buena suerte o la Divina Providencia, ya que ninguna instancia pública o privada parece tener las miras o los alcances para mitigar los estragos producidos por la migración infantil sin compañía.

Dionisio es el seudónimo que dio Paulina del Moral al niño de carne y hueso, más hueso que carne, cuyas palabras atraviesan Dionisio, el niño del tren del norte. Este trabajo fue parte del proyecto “Testimonios de niños trabajadores dentro y fuera de la calle” que la autora desarrolló entre junio de 1999 y mayo de 2000 en el Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico de Coahuila. Paulina del Moral nació en Torreón, y es licenciada en comunicación social, maestra en antropología social y doctora en ciencias antropológicas, grados obtenidos, respectivamente, en la UAM-Xochimilco, la ENAH-Chihuahua y la UAM-Iztapalapa. Entre otros reconocimientos, la Asociación Mundial de Mujeres Periodistas y Escritoras le otorgó el premio de Periodismo Rosario Castellanos (1990) por un trabajo sobre las maquiladoras de ropa en la comarca lagunera.

El libro que hoy nos reúne ha sido estructurado en dos secciones: la primera, introductoria, es un apartado profusamente estadístico en el que Del Moral González despliega sobre la mesa los indicadores de la pobreza en varios países centroamericanos, con énfasis en Honduras, país donde nació Dionisio. Apoyada en un aparado documental incontestable, la antropóloga social evidencia que todos los rubros de la realidad económica y social hondureña son deficitarios y están lejos de permitir niveles de desarrollo ya no se diga buenos, sino mínimamente decorosos para desahogar la vida individual y comunitaria con algo aproximado a lo que solemos entender por “bienestar”. Casi cuarenta páginas dibujan este panorama apocalíptico en el que se enseñorea la pobreza en todas sus facetas, con toda la crudeza de los guarismos generados por organismos internacionales como el Banco Mundial o la Unicef. Honduras, pues, como muchas otras naciones del mundo, es desde hace varias décadas una nación expulsiva, con una pobreza tan enquistada y terca que aguija la desesperación y lleva a sus habitantes a buscar las puertas de escape hacia algo acaso peor: el viaje por Guatemala y México con el fin de encontrar una difusa salvación en los Estados Unidos. La introducción, entonces, es un dechado de análisis cuantitativo, el contexto en el que debemos imaginar los primeros años de miles de Dionisios centroamericanos.

En la segunda parte de la obra es Dionisio en persona quien nos cuenta con detalle los tumbos de su breve y muy accidentada existencia hasta el año 2000. Paulina del Moral ha organizado cada circunstancia en breves apartados temáticos para que el fluir de la conciencia de su entrevistado adquiera, al menos en el papel, algo de orden. Si la vida de Dionisio está signada por el azar, por la permanente incertidumbre, por la inestabilidad y la carencia de todo, las estancias temáticas del libro nos brindan la oportunidad de encontrar alguna ilación al relato de un periplo dislocado en el que somos testigos de que la vida del niño del tren del norte es lo más cercano a la vulnerabilidad absoluta: un adolescente, casi un niño todavía, trepado a La Bestia, entre adultos de todas las cataduras, metido en todos los subempleos imaginables, expuesto a todos los peligros, nos deja acompañarlo por las brechas del inframundo que le ha cabido en suerte, en pésima suerte.

Dionisio, el niño del tren del norte opera en dos sentidos: avanza de lo general (la introducción) hacia lo particular (el relato del pequeño). Lo general es cuantitativo; lo particular, cualitativo. Así, como en la muy útil figura retórica llamada “sinécdoque”, se muestra la parte (Dionisio) de un todo (Honduras) que al final embonan y nos persuaden de que no hay razón para incurrir, con irresponsable optimismo, en la idea de que Dionisio constituye una excepción, es decir, un niño que por esas curiosas carambolas de la vida nace en un hogar disfuncional y depauperado, lo que lo obliga a cambiar de radicaciones y de empleos, todos mezquinos y peligrosos, ajenos a su cultura, a su tono de voz, a sus afectos, a su edad, hasta que, también por casualidad, llega como migrante a Torreón, es detenido por portación de arma punzocortante y allí es entrevistado para luego salir y desaparecer en los demás infiernos que le depare el porvenir.

Paulina del Moral González ha sabido, en suma, articular un trabajo eficaz y conmovedor al mismo tiempo: eficaz porque nos aproxima datos ciertos de la realidad, cifras que, sobre todo en lo económico, detonan las mil formas de la violencia social, y conmovedor porque en el relato de Dionisio no vemos sólo a Dionisio, sino a una legión de niños sin futuro, arrojados a un destino en el que la crueldad jamás descansa.


Comarca Lagunera, 20, septiembre y 2021
 

Nota. Dionisio, el niño del tren del norte, fue presentado el lunes 20 de septiembre de 2021 por Facebook. Participamos la doctora Paulina del Moral (autora), la doctora Laura Orellana Trinidad, la maestra Luz María Meza, el maestro Oswaldo Valenzuela y yo con la reseña de este post.