sábado, septiembre 25, 2021

El rebozo, prenda inagotable


Durante treinta años he sustituido el rebozo por el modesto paliacate que siempre cargo en el bolsillo de mi escasa retaguardia. Ambos, el paliacate y el rebozo, son dos prendas maravillosas, pero si me preguntaran cuál es más bella y útil, claro que me quedo con el rebozo. Lamentablemente a los hombres nos ha sido vedado. Alguna vez he llegado a creer incluso que parte de la superioridad femenina radica en que ellas sí pueden usar rebozo y nosotros no. Como sea, pienso que se trata de una prenda no sólo hermosa, sino sumamente práctica para las mujeres de nuestro pueblo. Es tan práctica como para mí lo ha sido, precisamente, el paliacate.

Porque debemos saber que el rebozo es un accesorio cuya hermosura destaca el encanto de la mujer, pero fue en primer lugar más que un objeto estético: fue, o es, una frazada, un tocado, un soporte para cargar al bebé, una faja, un bolso para armar repentinos liachos, un trapo para limpiar el llanto, un discreto secamanos o, en casos de necesidad extrema, hasta una soga para atar lo que ande suelto. El rebozo es muchas cosas, no sólo un rebozo.

Por eso me alegra que tengamos hoy una actividad como ésta, de homenaje a un objeto valioso en nuestra cultura popular. Me gustan, creo, en diferentes niveles de interés y conocimiento, todas las artes e incluso lo que denominamos  “artesanía”. He comentado que desde siempre los rebozos me parecen dignos de aprecio, y más si detrás de ellos hay un esfuerzo creativo que busque dar a la pieza coloridos y texturas especiales. Pero mi gusto por este objeto no sólo es material. Me agrada también por lo que significa en el alma de los mexicanos. A lo largo del tiempo he notado que es una prenda que supo colarse en el espíritu de nuestro país, y que por eso ha motivado composiciones que tienen también un sabor peculiar.  La más famosa es, sin duda, “Aires del Mayab”, compuesta por Carlos Duarte y José Domínguez, y cantada emblemáticamente por la inmensa Lola Beltrán; es, lo sabemos, una de las más difíciles de interpretar en su estribillo, por la rapidez y el desafiante cierre de la parte que aquí cito:

Muchacha bonita
zapato de raso bordado de seda te voy a comprar.

Otra canción inmortal decorada con rebozo es “La patita”, de Cri-Cri. Todos los mexicanos Ya rucones sabemos que la patita avanza con mucho salero, y que

Se va meneando al caminar 
como los barcos en altamar.

Pero más sabemos esto, que

La patita, 
de canasto y con rebozo de bolita, 
va al mercado 
a comprar todas las cosas del mandado.

En esta pincelada es imposible no ver al México anterior a la llegada del supermercado, un México en el que se hacían las compras domésticas a la usanza de la patita, con canasto y con rebozo de bolita.
Ahora bien, creo que la mejor canción enrebozada la compusieron Rubén Fuentes y Rafael Cárdenas. Su gran intérprete fue, es y será Miguel Aceves Mejía, aunque es gloriosa la versión con Pedro Infante. Esta es la letra de “La del rebozo blanco”, un huapango que me conmueve por la valentía de la mujer que encara la malediciencia pública nomás por el amor que lleva dentro, doloroso e infinitamente limpio:

Ese rebozo blanco 
que lleva puesto
 
y entre bromas y risas
 
viene luciendo
 
nadie sabe
 
las penas que lleva dentro
 
nadie sabe las penas
 
que va cubriendo.
 

Sufre su orgullo herido por el desprecio
 
y en vez de arrinconarse triste a llorar
 
hoy se viste de boda como una novia
 
con su rebozo blanco para cantar.
 

Ay, quién pudiera
 
debajo de un rebozo,
 
cariño mío, tapar las penas,
 
debajo de un rebozo
 
tapar las penas.
 

“La del rebozo blanco”
 
ahora le dicen
 
porque la ven
 
vestida toda de azahar.
 
Y es que muchos
 
quisieran verla de negro
 
y es que muchos
 
quisieran verla llorar.
 

Aunque le han destrozado toda su vida
 
aunque siempre de luto por dentro va
 
ella todo lo cubre con su rebozo
 
y no le importa el mundo ni su maldad.
 

Ay, quien pudiera
 
debajo de un rebozo
,
cariño mío, tapar las penas,
 
debajo de un rebozo
 
tapar las penas.


Debajo de un rebozo real o imaginario tapemos nuestras penas, sí, pero también resaltemos con su color, en la mujer, las alegrías, que también las tenemos y debemos celebrarlas.