jueves, abril 11, 2013

En trance de polémica


















Leí y reseñé Entredichos, libro de Osvaldo Bayer, en septiembre de 2010, y me dejó una lección poderosa: el mejor terreno del debate, acaso el único verdaderamente útil para confrontar posiciones, es el de la escritura. Cierto que hoy decimos polémica debate y casi en automático pensamos en la tele o en la radiodifusión, en encontronazos de candidatos durante periodos electorales o en mesas (o “paneles”) con politólogos y demás, pero es en la escritura donde las ideas se asientan mejor, donde el margen de improvisación es más pequeño y, por ello, pueden desarrollarse ideas con mayor orden y calado. Hoy, al revisar por motivos de trabajo otro comentario mío sobre Bayer, pasé por Entredichos y se me ocurrió esta breve reflexión sobre algunos entresijos de la polémica escrita.
Ante cualquier debate de este tipo, todos los caminos de la respuesta son potencialmente conflictivos dado que el ánimo está puesto en interpretar lo escrito o lo dicho con indeclinable y (con frecuencia torcida) suspicacia. Doy los tres tipos posibles de respuesta cuando estalla la primera trompada de un Cleto Reyes con lápiz. 

1. No respuesta, silencio: lo que interpreta quien propone el debate o quienes lo siguen (en caso de que sea público) es esto:
A) No respondió porque no tiene argumentos.
B) No respondió porque es un cobarde.
C) No respondió porque es un engreído y se cree superior de antemano.
D) No respondió porque está ocultando algo.
E) No respondió porque está calculando los tiempos y no quiere meterse en líos que pongan en predicamento su comodidad.
F) Una mezcla de todo lo anterior.

2. Respuesta breve: lo que interpreta quien propone el debate o quienes lo siguen (en caso de que sea público) es esto:
A) Responde en dos renglones y cínicamente se escurre por el lado de la brevedad.
B) No toma en serio la discusión.
C) Incurre en irresponsables generalizaciones.
D) Responde como si la respuesta fuera un favor y no una obligación.
E) Una mezcla de todo lo anterior.

3. Respuesta larga: lo que interpreta quien propone el debate o quienes lo siguen (en caso de que sea público) es esto:
A) Tira mucho rollo para adornarse/justificarse.
B) Lo que quiere es exhibir fanfarronamente un supuesto dominio del tema.
C) Cree que enredando con una respuesta larga consigue confundir al enemigo.
D) Se extiende porque es un ocioso y no tiene algo mejor que hacer.
E) Una mezcla de todo lo anterior.

¿Qué hacer ante estas posibles interpretaciones? ¿A quién le damos gusto? En mi caso, y con el riesgo de ser malinterpretado, en toda polémica elijo la tercera opción, la respuesta larga, pues además de ser (o creer ser) escritor, creo que una carta de saludo amistoso puede ser escrita con un "hola" y un "adiós", mientras que, al contrario, una carta aclaratoria o de debate debe tratar de avanzar muy detalladamente aunque padezca el riesgo de extenderse y hasta enredarse. Es preferible, por ello, ser luego criticado por exceso y no por falta, que quede mucha evidencia sobre la mesa y no silencio o parquedad, lo que se presta a interpretaciones que no zanjan absolutamente nada y sólo terminan atizando más la suspicacia.