Conozco
a María Rosa Fiscal desde hace cerca de diez años y presumo su amistad. La
presumo porque ella es una mujer extraordinaria, tan lúcida como generosa. Fue,
creo, la primera crítica que hizo manifiesto mi trabajo literario en Durango, y
eso jamás dejaré de agradecerlo. Antes de conocerla sabía yo de su valiosa obra
gracias a dos libros, uno de ensayos y otro de carácter compilatorio.
Para
los que no lo saben, María Rosa nació en Durango y estudió letras en la UNAM,
además de una maestría en la misma disciplina. Durante casi veinte años formó
parte del personal académico de la Universidad Nacional, y además impartió
cursos de literatura y español en el Centro de Enseñanza para Extranjeros en el
DF y en San Antonio, Texas. Ha publicado, entre otros, La imagen de la mujer en la narrativa de
Rosario Castellanos (UNAM, 1981), Durango, una literatura del desarraigo (Conaculta, 1991)
y Perfiles al viento (IMAC-Juan
Pablos, 2000). Además, son incontables los artículos y reseñas que ha publicado
en periódicos y revistas del país, entre los que se cuenta la revista Proceso. En 2009 tuve la suerte de
presentar en Gómez Palacio El aroma de la
nostalgia, sabores de Durango II, libro que, como lo dije en aquel momento,
despliega otra de las inquietudes de María Rosa: “Un poco al sesgo de su
producción ensayística, María Rosa Fiscal nos ha regalado en los años recientes
con dos libros que a mi ver son dechados de buena prosa memorística: se trata
de obras que contienen recetas de platillos familiares a los que su autora ha
añadido el aderezo de su recordación y su apetito de excelente lectora, es
decir, todo aquello que surge en su mente al enunciar ‘caldo de pescado’ o ‘galletas
de miel para la navidad’”.
Incansable,
María Rosa nos convida ahora Historias de
vida, 21 mujeres de Durango. Voy a decir de entrada algo que puede parecer
desconcertante, pero al explicarlo verán que no lo es tanto. El subtítulo dice
“21 mujeres de Durango”, pero el dato es incorrecto. Las conté y no son 21,
sino 22. La razón de mi peculiar aritmética es simple: si nos atenemos a la
evidencia, a las 21 mujeres indagadas en estas biografías hay que sumar la vida
de María Rosa Fiscal, quien en el sobrevuelo a las vidas y las obras de mujeres
destacadas en la capital duranguense ha dejado buena parte de su personalidad,
tanto que podemos considerar la presencia, entre líneas, de una biografía
número 22. En efecto, aunque nuestra querida biógrafa aspire a borrarse, a
afantasmarse, allí está, viva y presente en cada esbozo de vida. Vemos a María
Rosa, pues, preguntando, anotando, leyendo, escribiendo, entrevistando,
organizando, lo que nos pinta su hermosa vocación de escritora, de duranguense,
de mujer íntegra y, no titubeo al enunciarlo, ejemplar.
Ahora
bien, no caigamos tampoco en la inexactitud de creer que María Rosa quita
reflectores a sus biografiadas. Eso jamás, pues si algo caracteriza a nuestra
autora (es otro de sus rasgos más salientes) es la modestia. Con pulcritud, sin
aspavientos, cálidamente, la autora cuela su mirada en 21 vidas de mujeres y
nos presenta un cuadro amplio del mundo femenino real en la ciudad de Durango.
Cada
biografía es breve sólo en apariencia, pues detrás de cada aproximación se
siente la complejidad de una vida. Noto que no se trata en ningún caso de un
acercamiento como de ficha enciclopédica, como de hoja de vida breve, ese texto
biográfico muy parecido al que nos ofrecen las solapas de los libros. La
maestra Fiscal ha procedido con hondura hasta dar con el o los rasgos
definitivos de cada mujer abordada y, lo que es acaso más importante, hasta
hallar su vinculación precisa con la sociedad que le tocó vivir a cada una. Por
allí, en el prólogo, lo señala: no se trata de hacer un planteo biográfico como
si las mujeres aquí perfiladas hubieran vivido en el éter, al margen del
entorno. Al contrario, para que la biografía adquiera densidad, cada mujer aquí
retratada es puesta en el escenario familiar, académico, laboral y cultural que
le cupo en suerte, de manera que el lector no sólo atestigüe logros, sino que
vea el contexto en el que se dieron.
El
engarzamiento de Historias de vida
contiene entonces 21 existencias que dan cuenta, como dije hace dos párrafos,
de la lucha de las mujeres duranguenses por dar frutos más allá de los roles
que tradicional y malamente se le han asignado a la mujer, es decir, los roles
de ama de casa y algunos otros pocos relacionados con la cocina, la costura y
demás. María Rosa ha clavado su inteligencia y su mirada siempre atenta en
mujeres destacadas en el arte, la academia, el derecho, la ciencia, la política
y en algunas profesiones y algunos oficios que por costumbre, por torcida
costumbre, han sido coto casi exclusivo de varones, como el pilotaje de aviones
o la conducción de taxis.
En
México no hemos sido muy dados nunca a la escritura —y por tanto tampoco a la
publicación— de libros con el trazado de vidas, como memorias, biografías,
diarios personales y correspondencia. Creo ver la razón, algunas veces, en el
doblez común de nuestra manera de ser, y, otras, en nuestro desdén al que
triunfa. Al recorrer la vida de 21 mujeres duranguenses, María Rosa Fiscal nos
muestra que hay vidas que merecen ser contadas no sólo como reconocimiento,
sino como ejemplo a seguir en sociedades como las nuestras, llenas de mezquindades
y obstáculos para quien sea, sobre todo para tantas y tantas mujeres.
Historias de
vida, 21 mujeres de Durango, María Rosa Fiscal, ICED, Durango, 2012, 121 pp.
Texto leído en la presentación de este libro celebrada en el Teatro Isauro
Martínez, Torreón, el 6 de marzo de 2013. Participamos la autora, Oralia
Esparza y yo.