Colocó los lentes junto a la lámpara del buró. Dio un último traguito al vaso donde sólo quedaron unas gotas de whisky mezcladas con el agua de dos hielos. Luego de seis años, era la primera noche en la que se sentía libre de cargas, verdaderamente relajado. Mañana comenzaría su nueva historia, el viaje y la radicación foránea, la paz y, por qué no desearlo, cierto distanciamiento del alcohol. Atrás quedaban entonces la autoridad, el poder supremo, las órdenes, el rumbo que quiso darle al país alebrestado, la incomprensión de tantos. Pensó en el artículo que acababa de leer, en la tajante acusación: había inventado una guerra para mostrar mano dura y legitimarse luego del fraude. Imbéciles. Pensó también en la supuesta cifra de muertos que le achacaba: 70 mil. Apretó los labios, negó leve con la cabeza y se escuchó decir para sí mismo, muy bajito, una frase que lo sedó: “No fueron tantos, si mucho 30 o 35 mil”. Apagó la luz y comenzó a dormir, tranquilo.
sábado, diciembre 01, 2012
FCH
Colocó los lentes junto a la lámpara del buró. Dio un último traguito al vaso donde sólo quedaron unas gotas de whisky mezcladas con el agua de dos hielos. Luego de seis años, era la primera noche en la que se sentía libre de cargas, verdaderamente relajado. Mañana comenzaría su nueva historia, el viaje y la radicación foránea, la paz y, por qué no desearlo, cierto distanciamiento del alcohol. Atrás quedaban entonces la autoridad, el poder supremo, las órdenes, el rumbo que quiso darle al país alebrestado, la incomprensión de tantos. Pensó en el artículo que acababa de leer, en la tajante acusación: había inventado una guerra para mostrar mano dura y legitimarse luego del fraude. Imbéciles. Pensó también en la supuesta cifra de muertos que le achacaba: 70 mil. Apretó los labios, negó leve con la cabeza y se escuchó decir para sí mismo, muy bajito, una frase que lo sedó: “No fueron tantos, si mucho 30 o 35 mil”. Apagó la luz y comenzó a dormir, tranquilo.