Veo a mi hija más pequeña, de casi siete años, metida en el YouTube; busca sus canciones favoritas, toda esa basura pop que difunde el canal de Disney. La veo y pienso en lo que siempre pienso cuando pienso en el poder de internet: para los niños es normal que exista esa monstruosidad de información al alcance de unos cuantos clicks. Nacieron con eso, así que su percepción del entretenimiento y del aprendizaje (en este orden) es muy distinta a la nuestra. Los pequeños no se asombran; nosotros, los adultos, creo que sí, pues de golpe pasamos de una edad lenta y algo escasa de información al torrencial mundo de datos que la red nos ofrece.
En tal contexto soy, como tantos, cliente distinguido de YouTube. Gracias a esa bárbara ventana he podido ver a mis ídolos artísticos y deportivos de los sesenta, setenta y ochenta. Qué placer escuchar y ver allí a Yupanqui, a Los Ángeles Negros, a los Creedence y a tantos y tantos otros que fueron para mi generación iconos formativos (o deformativos), el ruido que servía de fondo en las fiestas o en cualquier lugar. Pero hay más: todo lo que tenga audio o video, o audio y video, ha ido cayendo poco a poco en el YouTube, de suerte que el concepto de almacenaje audiovisual fue radicalmente modificado en unos cuantos años.
Y hay más: puedo ver ahora lo que jamás vi, y paso a dar un ejemplo. Durante años he escuchado a los viejos cronistas futboleros hablar de “la magia de Garrincha”. A retazos, sin concierto, supe que Garrincha fue un innovador del balompié, que sus gambetas llegaron a un atrevimiento descarado, lo que sirvió para que muchos estadios se llenaran de público atraído por la fama de ese extremo verdaderamente volador. Tiempo después, en un disco de Alfredo Zitarrosa hallé una canción titulada “Garrincha”, donde el cantor uruguayo hizo una especie de homenaje a la figura del brasileño que improvisaba quiebres de cintura y hacía trucos inusitados con el balón. El tema cantado por Zitarrosa me llevó a buscar material sobre Garrincha; encontré, entre otros, una especie de boceto mal escrito (le he pulido al menos la ortografía), pero que sirve lo suficiente para sacar de apuros: “Cuando murió Garrincha lloró todo Brasil y el mundo del futbol perdió al que ha sido un mago del balón y posiblemente el mejor extremo derecho que ha habido nunca. Cuando era pequeño (le apodaron Garrincha, que quería decir pajarito feo e inútil) sufrió poliomielitis y los médicos le dijeron que nunca podría andar con normalidad, de hecho era zambo (tenía los pies girados 80 grados hacia dentro) y tenía una pierna 6 cm. más larga que la otra, pero se equivocaron, y esas piernas le sirvieron para ser el rey del regate (amagaba hacia el centro y se iba por la derecha). Nunca nadie ha tenido la valentía de hacer los regates, las fintas, los amagos y las jugadas hasta la línea de fondo que hizo Garrincha. Tenía una clase individual prodigiosa y aprovechó la banda derecha como nadie. Daba igual el marcador que le pusieran, Garrincha siempre le regateaba una, dos o tres veces antes de poner el balón al compañero mejor colocado. Jugo 60 partidos con la selección brasileña, esa selección que nunca perdió con él y Pelé en el campo. Debutó como profesional en el Botafogo con 20 años con el que llegó a marcar 232 goles (el día de su debut ya marcó 3). Por aquella época los partidos contra el Santos de Pelé eran memorables. Sus problemas con el alcohol y las mujeres le llevaron a la decadencia futbolística. Se vio envuelto en un escándalo cuando dejó a su mujer y a sus 8 hijos para casarse con una cantante. También tuvo problemas con Hacienda. Su muerte que se dio el 20 de enero de 1983 en Río”.
He indagado, claro, en la despensa de YouTube y corroboro lo que describen las palabras ya citadas: Garrincha operó sobre la cancha con una especie de descarada alegría. Se nota en los videos que en todo momento intentó engañar a sus rivales con fintas y dribles que hoy son habituales, pero que en su época resultaban desconcertantes para los defensivos contrarios y regocijantes para la tribuna. Con razón se hizo de tal mito. Era tan escurridizo que debían marcarlo dos o tres defensas, pero con todo y eso lograba eludirlos. Un futbolista que juega con ese voltaje lúdico no puede ser cualquier cosa ni ayer ni hoy. Zitarrosa cantó el candombe que compuso Manuel Picón para Manuel Dos Santos, Garrincha (1933-1984):
“Lo lleva atado al pie, como una luna atada al flanco de un jinete, / lo juega sin saber que juega el sentimiento de una muchedumbre, / y le pega tan suave, tan corto, tan bello, / que el balón es palomo de comba en el vuelo, / y lo toca tan justo, tan leve, tan quedo, / que lo limpia de barro y lo cuelga del cielo, / ¡y se estremece la gente, y lo ovaciona la gente! // Lo lleva unido al pie, como un equilibrista unido va a la muerte, / lo esconde —no se ve—, le infunde magia y vida y luego lo devuelve, / y se escapa, lo engaña, lo deja, lo quiere, / y el balón le persigue, le cela, le hiere, / y se juntan y danzan y grita la gente, / y se abrazan y ruedan por entre las redes, / ¡y se estremece la gente, y lo ovaciona la gente! // ¿Quién se llevó de pronto la multitud? / ¿Quién le robó de pronto la juventud? / ¿Quién le quitó de un golpe el hechizo mágico del balón? / ¿Quién le enredó en la sombra la pierna, el flanco y el corazón? / ¿Quién le llenó su copa en la soledad? / ¿Quién lo empujó de golpe a la realidad? / ¿Quién lo volvió al suburbio penoso y turbio de la niñez? / ¿Quién le gritó en la cara: —Usted no es nada, ya no es usted? / Ya no es usted, señor, ya no es usted. // El último balón lo para con el pecho y junto al pie lo duerme, / lo mira y sólo ve cenizas del amor que estremeció a la gente, / y lo pierde en la hierba, lo deja, lo olvida, / no lo quiere, le teme, no puede, no atina, / y se siente de nuevo enterrado en la vida, / el balón se le escapa entre insultos y risas, / ¡y se enfurece la gente, y le abuchea la gente! / ¿Quién se llevó de pronto la multitud? / ¿Quién le robó de pronto la juventud? / ¿Quién le quitó de un golpe el hechizo mágico del balón? / ¿Quién le enredó en la sombra la pierna, el flanco y el corazón? / ¿Quién le llenó su copa en la soledad? / ¿Quién lo empujó de golpe a la realidad? / ¿Quién lo volvió al suburbio penoso y turbio de la niñez? / ¿Quién le gritó en la cara: —Usted no es nada, ya no es usted? // Ya no es usted, señor, ya no es usted…”.
En tal contexto soy, como tantos, cliente distinguido de YouTube. Gracias a esa bárbara ventana he podido ver a mis ídolos artísticos y deportivos de los sesenta, setenta y ochenta. Qué placer escuchar y ver allí a Yupanqui, a Los Ángeles Negros, a los Creedence y a tantos y tantos otros que fueron para mi generación iconos formativos (o deformativos), el ruido que servía de fondo en las fiestas o en cualquier lugar. Pero hay más: todo lo que tenga audio o video, o audio y video, ha ido cayendo poco a poco en el YouTube, de suerte que el concepto de almacenaje audiovisual fue radicalmente modificado en unos cuantos años.
Y hay más: puedo ver ahora lo que jamás vi, y paso a dar un ejemplo. Durante años he escuchado a los viejos cronistas futboleros hablar de “la magia de Garrincha”. A retazos, sin concierto, supe que Garrincha fue un innovador del balompié, que sus gambetas llegaron a un atrevimiento descarado, lo que sirvió para que muchos estadios se llenaran de público atraído por la fama de ese extremo verdaderamente volador. Tiempo después, en un disco de Alfredo Zitarrosa hallé una canción titulada “Garrincha”, donde el cantor uruguayo hizo una especie de homenaje a la figura del brasileño que improvisaba quiebres de cintura y hacía trucos inusitados con el balón. El tema cantado por Zitarrosa me llevó a buscar material sobre Garrincha; encontré, entre otros, una especie de boceto mal escrito (le he pulido al menos la ortografía), pero que sirve lo suficiente para sacar de apuros: “Cuando murió Garrincha lloró todo Brasil y el mundo del futbol perdió al que ha sido un mago del balón y posiblemente el mejor extremo derecho que ha habido nunca. Cuando era pequeño (le apodaron Garrincha, que quería decir pajarito feo e inútil) sufrió poliomielitis y los médicos le dijeron que nunca podría andar con normalidad, de hecho era zambo (tenía los pies girados 80 grados hacia dentro) y tenía una pierna 6 cm. más larga que la otra, pero se equivocaron, y esas piernas le sirvieron para ser el rey del regate (amagaba hacia el centro y se iba por la derecha). Nunca nadie ha tenido la valentía de hacer los regates, las fintas, los amagos y las jugadas hasta la línea de fondo que hizo Garrincha. Tenía una clase individual prodigiosa y aprovechó la banda derecha como nadie. Daba igual el marcador que le pusieran, Garrincha siempre le regateaba una, dos o tres veces antes de poner el balón al compañero mejor colocado. Jugo 60 partidos con la selección brasileña, esa selección que nunca perdió con él y Pelé en el campo. Debutó como profesional en el Botafogo con 20 años con el que llegó a marcar 232 goles (el día de su debut ya marcó 3). Por aquella época los partidos contra el Santos de Pelé eran memorables. Sus problemas con el alcohol y las mujeres le llevaron a la decadencia futbolística. Se vio envuelto en un escándalo cuando dejó a su mujer y a sus 8 hijos para casarse con una cantante. También tuvo problemas con Hacienda. Su muerte que se dio el 20 de enero de 1983 en Río”.
He indagado, claro, en la despensa de YouTube y corroboro lo que describen las palabras ya citadas: Garrincha operó sobre la cancha con una especie de descarada alegría. Se nota en los videos que en todo momento intentó engañar a sus rivales con fintas y dribles que hoy son habituales, pero que en su época resultaban desconcertantes para los defensivos contrarios y regocijantes para la tribuna. Con razón se hizo de tal mito. Era tan escurridizo que debían marcarlo dos o tres defensas, pero con todo y eso lograba eludirlos. Un futbolista que juega con ese voltaje lúdico no puede ser cualquier cosa ni ayer ni hoy. Zitarrosa cantó el candombe que compuso Manuel Picón para Manuel Dos Santos, Garrincha (1933-1984):
“Lo lleva atado al pie, como una luna atada al flanco de un jinete, / lo juega sin saber que juega el sentimiento de una muchedumbre, / y le pega tan suave, tan corto, tan bello, / que el balón es palomo de comba en el vuelo, / y lo toca tan justo, tan leve, tan quedo, / que lo limpia de barro y lo cuelga del cielo, / ¡y se estremece la gente, y lo ovaciona la gente! // Lo lleva unido al pie, como un equilibrista unido va a la muerte, / lo esconde —no se ve—, le infunde magia y vida y luego lo devuelve, / y se escapa, lo engaña, lo deja, lo quiere, / y el balón le persigue, le cela, le hiere, / y se juntan y danzan y grita la gente, / y se abrazan y ruedan por entre las redes, / ¡y se estremece la gente, y lo ovaciona la gente! // ¿Quién se llevó de pronto la multitud? / ¿Quién le robó de pronto la juventud? / ¿Quién le quitó de un golpe el hechizo mágico del balón? / ¿Quién le enredó en la sombra la pierna, el flanco y el corazón? / ¿Quién le llenó su copa en la soledad? / ¿Quién lo empujó de golpe a la realidad? / ¿Quién lo volvió al suburbio penoso y turbio de la niñez? / ¿Quién le gritó en la cara: —Usted no es nada, ya no es usted? / Ya no es usted, señor, ya no es usted. // El último balón lo para con el pecho y junto al pie lo duerme, / lo mira y sólo ve cenizas del amor que estremeció a la gente, / y lo pierde en la hierba, lo deja, lo olvida, / no lo quiere, le teme, no puede, no atina, / y se siente de nuevo enterrado en la vida, / el balón se le escapa entre insultos y risas, / ¡y se enfurece la gente, y le abuchea la gente! / ¿Quién se llevó de pronto la multitud? / ¿Quién le robó de pronto la juventud? / ¿Quién le quitó de un golpe el hechizo mágico del balón? / ¿Quién le enredó en la sombra la pierna, el flanco y el corazón? / ¿Quién le llenó su copa en la soledad? / ¿Quién lo empujó de golpe a la realidad? / ¿Quién lo volvió al suburbio penoso y turbio de la niñez? / ¿Quién le gritó en la cara: —Usted no es nada, ya no es usted? // Ya no es usted, señor, ya no es usted…”.