miércoles, noviembre 05, 2025

Desierto amor por Zoom


 











Hoy a las 12 del mediodía presentaremos Desierto amor, cuatro poetas torreonenses, libro de poesía compilado por iniciativa Jorge Valdés Díaz-Vélez y editado por el área de Literatura a cargo de Nadia Contreras en el Instituto Municipal de Cultura y Educación. Participaré en la mesa junto al compilador, quien reunió en este libro poemas de Marianne Toussaint, Édgar Valencia, Gilberto Prado y el mismo Jorge Valdés. Estaré allí en mi calidad de prologuista, invitación que me honra.

Dado que diré lo que diré en la transmisión por Zoom (Jorge radica en Madrid), adelanto aquí el arranque de mi prólogo y un puñado breve de versos de nuestros cuatro poetas. “La Laguna, y especialmente Torreón, Coahuila, México, es una tierra pródiga en escritores. Más allá de que su vida literaria (y en general artística) no ha desbordado las fronteras de cierto amateurismo, pues carece de escuelas de Letras, editoriales, exuberantes bibliotecas y grandes librerías, la región se las ha ingeniado no sé cómo para producir autores con talento y sensibilidad especiales, tantos que ya es posible medir su número con las varas de los premios nacionales o la calidad y cantidad de sus libros. Destacan los narradores, los ensayistas y, claro, los poetas. En este último género, nadie ha alcanzado hasta ahora la dimensión de la maestra Enriqueta Ochoa, pero podemos asumir que no es corta la cauda de paisanos que continúan la obra de nuestra más leída y celebrada poeta…”.

Vengan ahora unas muestras del contenido en orden de aparición dentro del libro:

De Gilberto:

Vemos solo la sombra, lo que existe

detrás de la cortina es invisible,

pero nos llega el mínimo reflejo,

la orilla de una letra, la prudente

distancia de lo solo presentido,

 y con esa asomada nadería

construimos el mundo,

tejemos nuestra fe, resucitamos

a los que se han dormido para siempre.

 

De Marianne:

El olvido es una orilla traicionera

donde permaneces

casi sin respirar después de la tormenta

 

Sueñas que has olvidado.

Y estás de nuevo frente a aquel deseo

 frágil y paralizada.

 

De Jorge:

Tus ojos, Lesbia, el agridulce

combate a ciegas de la lengua

que es tu victoria y mi derrota,

serán futuros himnos, trazos

en una lámina de mármol

de los altares de Afrodita.

Pero el sabor a campo abierto

en la batalla y, más aún,

este gemido que se escapa

tras el fragor de la contienda

me pertenece, aunque sea tuyo

su territorio al fin del día.

 

De Édgar:

Una mujer viajaba hacia Acapulco.

Yo me encontraba en la estación de Mérida,

nostálgico, de vuelta a Veracruz.

Ella había perdido su maleta

y algo extraño decía de la vida

y el destino, que era adverso como hoy.

 

Pregunté de inmediato: ¿la maleta

indica su destino, Acapulco,

en un papel? Alguien me dijo, hoy,

entre el calor de la ciudad de Mérida

que el equipaje que llevo a Veracruz

debía cuidarlo a costa de mi vida…