domingo, mayo 20, 2012

Tierras del Santos



De botepronto escribí hoy, temprano, esta crónica versificada. Es una breve descripción, sencilla e íntima a la vez, sobre la región en la que juega nuestro equipo. Aunque quizá puede cuadrarle a todos o casi todos los paisanos de esta tierra, al escribirla pensé en tres destinatarios: en los niños, en los jóvenes y principalmente en todos aquellos laguneros que están fuera de la comarca por la razón que sea. Mi deseo es que los dos primeros aprendan a querer más el lugar en el que viven, y los segundos a extrañarlo con permanente apetito de volver. Tiene, pues, una aspiración más emotiva que esteticista, y para hilarla apelé a lo que bien sabemos gracias a los estudios históricos de larga duración ya disponibles, afortunadamente: que La Laguna no sólo es Torreón-Gómez-Lerdo, sino una amplia comarca donde convergen, por decir lo menos, alrededor de diez ciudades de Coahuila y Durango. Las palabras que vienen intentan deambular esos espacios, los espacios hoy vestidos de anhelante verdiblanco. La foto que complementa este post fue tomada con permiso de la web Crónica de Torreón.

Tierras del Santos
Jaime Muñoz Vargas

para los laguneros en el exterior;
de ellos también son nuestros símbolos


Por el futbol
porque los ojos del país nos miran ahora con una
oooooooooooooooooooooooo[pizca de atención
quizá sin mucho énfasis, de lejos
y porque afuera a veces lo preguntan
digo:
cómo explicar la cosa a los fuereños
cómo darles una idea de La Laguna
sin extraviarlos en un reborujo de rutas y lugares.

Piensen primero en un paraje con mucho polvo y mucho sol
—todo el polvo y todo el sol que quepan en su mente—
y a eso añádanle calor, mucho calor
una tonelada de calor sobre los lomos
un calor de lumbre
seco y hostil
un calor que le dé calor al mismísimo calor.

Piensen en eso
pero aunque piensen
este calor es inimaginable
es un calor que vive más allá del calor
un calor que quema y educa
que arruga al más curtido.

El polvo y el calor son pues nuestras sombras
y sin acostumbrarnos
hemos aprendido, renegando
a vivir aquí desde hace tres o cuatro siglos
desde que Parras de la Fuente, nuestra abuela
nació e hizo de la nada
de la absoluta Nada
un vergel hermoso hasta la fecha.

Luego fueron naciendo
junto al Nazas y el Aguanaval
—nuestros fluviales espinazos—
pueblos chicos y heroicos
desconocidos por muchos
queridos por nosotros como hermanos:
Viesca salina
Matamoros aguerrido
San Pedro revolucionario
Torreón sólido
Madero activo
Lerdo jardín
Gómez Palacio industrioso
Mapimí pétreo
Tlauhualilo de sandías y buen beisbol
Sierra Mojada mineral
y Cuencamé, el otro abuelo.

Este racimo de ciudades
son La Laguna
—Rodas con un pie en Coahuila y otro en Durango—
región que por múltiple siempre ha buscado
enceguecida por el sol
un poco a tientas, encandilada
algunos rasgos más o menos comunes en su rostro.

El esfuerzo es uno de ellos
la lucha diaria para sacarle algo a la tierra
y el gusto por la fiesta que es el premio al trabajo
un pragmatismo que no repara mucho en reflexiones
una forma de ser que camina y ara
que ara y camina
sudorosa.

Otra marca afín en el rostro lagunero
nació gracias a los antiguos frutos:
somos pueblos nutridos por la uva y el algodón
dos queridos símbolos
existan o ya no en el presente cada vez más distante del pasado.

Un lagunero
—hablo ahora de la gente—
suele ser alegre, compartido
amable con el forastero
tolerante casi siempre
y a veces un tanto presuntuoso.

Ese lagunero se hizo poco a poco de sus símbolos
recogió del suelo, del polvo
su identidad, su índole, los rasgos de su cara
y a todo lo que ya tenía le fue sumando
desde hace treinta años
la gritona querencia del futbol
y de un equipo
que sin querer
misteriosamente
como se da todo en la vida
es ahora un santo y seña de lo nuestro
un rasgo más
un modesto rasgo más
—para que no suene absurdo ni banal—
en el rostro de estas ciudades
vestidas hoy de verde y blanco
alegres
muy alegres y festivas
y hermanas
y optimistas
y deseosas de retomar las calles
pese a todo.

Comarca Lagunera, 20, mayo y 2012