martes, mayo 22, 2012

Fiesta en pausa



Adriana Vargas y Julián Parra, editores de la revista Metrópolis, me convidaron a funguir como "editor invitado" para su número de tercer aniversario. Entre otros materiales preparé el siguiente texto como "presentación". La parte que "edité" trata sobre el bajón de la fiesta lagunera, el silenciamiento de la vida nocturna en esta región otrora efervescente de convivencia callejera.

Este número celebrante de Metrópolis ofrece en su primera parte un puñado de textos sobre la actual realidad de la fiesta lagunera. No es, por supuesto, un trabajo concluyente, sino una reflexión a vista de pájaro sobre el fenómeno de la violencia y sus consecuencias más inmediatas y evidentes. Digamos que se trata entonces de un reflector puesto sobre el hecho incontestable de que algo pasó, de que en menos de una década —y sobre todo durante el sexenio sangriento que todavía no hace su fúnebre corte de caja— los laguneros asistimos al horrible espectáculo de un vandalismo que arrasó con buena parte de nuestra convivencia, sobre todo de la nocturna.
Así como era imposible pronosticar una devastación como la que padecemos, es ahora imposible saber si podemos abrigar la esperanza de la recuperación. Los pesimistas dicen que no, que ya nada volverá a ser lo mismo; los optimistas aseguran lo contrario y piensan que la jauja parrandera volverá por sus fueros, que los malos tiempos se irán y regresaremos al estadio de tranquilidad que hizo de La Laguna uno de los sitios espiritualmente más acogedores del país.
Tres textos desarrollan el asunto. El primero, un recorrido de Reginaldo Díaz por la circunstancia de la noche en este momento, un diálogo de reportero con la realidad que hoy vemos sobre todo en el primer cuadro de la ciudad de Torreón, nuestro querido centro histórico ahora en penurias.
El segundo es un artículo del escritor Vicente Alfonso, lagunero radicado desde hace cerca de diez años en el Distrito Federal. El joven escritor apunta, con la excelente prosa que lo caracteriza, la paradoja con la que se encontró luego de cambiar su residencia, una paradoja que ahora lo señala allá, en el DF, como nativo de tierra bárbara.
Un fragmento de mi novela Parábola del moribundo es el tercer y último apartado de esta sección. Conlleva un apunte previo, así que no me extiendo más en esta presentación.
Sólo agrego mi agradecimiento al colectivo de Mertópólis por su amable invitación. Espero que el tercer aniversario de la revista coincida con el renacimiento esperado de nuestra querida comarca y su abundante y deseable fiesta.