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domingo, diciembre 14, 2008

Gula bancaria



Sigo en la idea, y cada segundo me convenzo más sobre ello, de que la delincuencia organizada mejor organizada en este país lleno de delincuencia organizada y desorganizada es la que ejerce la banca (bueno, la banca, los políticos y en tercer lugar el narco). Es un problema delicadísimo, pues deja ganancias estratosféricas a un negocio encargado de saquear al país mediante la ruina de millones de mexicanos. Tal vez los legisladores vayan a ser maiceados a tiempo por quienes no desean que la avestruz (no la gallina) de los huevos de oro produzca menos, por lo que con mayor razón debemos insistir en la urgencia de replantear la relación de los bancos con su clientela. ¿Quién los dejó operar así? ¿Quién los vigila? ¿Quién vigila a los vigilantes? Las preguntas adquieren relevancia, sobre todo, a la luz de los datos que me aporta Heriberto Ramos, académico especializado en finanzas. Le pedí cifras sobre las ganancias de los bancos y del narco, y me ha respondido esto (sus fuentes fueron CNN Expansión y El Economista):
“Utilidades trimestrales de los Bancos en México (tercer trimestre 2008, según CNBV): 49,605 millones de pesos (3,394 millones de dólares al tipo de cambio, 13.35 pesos por dólar de hoy [11 de diciembre de 2008]). Es decir, los bancos mexicanos se embolsan utilidades anuales más o menos de 13,000 millones de dólares, de los cuales por lo menos el 35-40% son por ‘comisiones diversas’. La cartera de créditos (o sea el volumen de negocio) de los bancos en México a septiembre de 2008 vale 138,000 millones de dólares. Cálculos del CIDE (de Jorge Chabat, especialista en temas de narcotráfico) estiman que el volumen de negocio del narco en México vale entre 12,000 y 30,000 millones de dólares (entre un 8 o 17% del volumen del negocio bancario). En fin, son números, lo que sí es que tu intuición tiene un trasfondo de poderosa lógica: el dinero del narco ineludiblemente circula dentro del sistema financiero”.
Hasta allí los esclarecedores datos engarzados por un experto. La ganancia es legítima, vale aclarar, pero cuando esquilma, cuando despeluca (verbo que en México significa dejar en la calle a alguien), el Estado debe intervenir para frenar la voracidad que los particulares ejercen sobre el cliente. La posición de algunas organizaciones ya se ha dejado ver, pues en la semana que termina algunos diputados y senadores declararon sobre el asunto sin llegar, claro, a nada concreto hasta el momento. Una de esas organizaciones es el Grupo Político Colosio de Gómez Palacio. De tal agrupación recibí ayer un mail enviado al alimón por lo menos a cincuenta direcciones electrónicas tanto de medios de comunicación como de periodistas y políticos. Lo reproduzco sin tocar su irritada forma:
“Cuando la banca extranjera pudo entrar al paraíso bancario mexicano en el año dos mil, inmediatamente reclamaron su parte del botín. A eso venían, no a disparar el crédito y el desarrollo nacional. Así las corruptas autoridades de este económicamente vapuleado país de ciudadanos supermachos aguantan todo, permitieron la entrada a estos depredadores. Nos dejaron a su merced para saquearnos.
Con la estrategia de captar más incautos, estos ladrones se dieron cuenta del bajo número de tarjetas habientes que existían en el país, por lo que aceptaron la propuesta que les hizo el gobierno mexicano de abrir el crédito a sus usuarios, como haciéndole un favor.
Relamiéndose los bigotes, contestaron un sí como si estuvieran haciendo un gran sacrificio por lo que aceptaron abrir el crédito pero ellos pondrían las reglas, a lo que las ingenuas y corruptas autoridades aceptaron.
¿Que ocurrió? Arretacaron al país de tarjetas de crédito, tanto de bancos como de grandes almacenes de autoservicio como Walt Mart, casi obligando al ciudadano común y corriente a adquirirla. Y para que nadie se quede fuera de este ‘beneficio’, las envían por correo ya preaprobadas. Lo que significa que si a Usted le mandan una de estas tarjetas y se extravía en el camino y le llega a otra persona y la usa, Usted la paga. Efectivamente arrojaron tarjetas de crédito como volantes pero con una pequeña salvedad, que los intereses que cobran en México los incrementaron en porcentajes estratosféricos en relación a las que aplican en su país de origen.
Y si toda esta ignominia pareciera poco; además, altaneramente, sobrepasando y desafiando a las propias autoridades, crearon el Buró de Crédito, desde el cual, por la información privada que ahí se maneja, controlan y deciden la vida económica de los mexicanos, convirtiéndose en nuestros amos acreedores. Y que lo serán para siempre en virtud de que sus intereses están diseñados para ser impagables. Una nueva forma de esclavitud globalizada. Desde los bancos se invaden países, los ejércitos ya son obsoletos. Luego de que la ola de choque de la crisis norteamericana nos golpeara con un pequeño e insignificante ‘catarrito’, desnudó a México dejando sus vergüenzas financieras al descubierto con la espeluznante revelación de que casi el 80% de los mexicanos le debe a la banca usurera.
Pero eso no es todo, resulta que alguien en el Congreso de la Unión propuso una reforma de ley hacendaria para que se regulara toda esta desbocada actividad bancaria y obligarla a bajar los intereses y ponerle límite a su rapiña, parecía que por fin los diputados hacían su papel legislativo en pro del ciudadano. Pero, arránquese los pelos, nuestros corruptos diputados, volvieron a sucumbir a las pre$iones de los banqueros, sus captores y conquistadores, y la referida iniciativa, rápidamente la enviaron a la congeladora para analizarse inmediatamente que aterricen los marcianos en Cuencamé, Dgo.
Nos la volvieron ha hacer los burros diputados, aduciendo que no es tiempo de tal reforma hacendaria y que no es conveniente en este momento para modificar la actividad bancaria nacional, que nomás salgamos de la crisis ya veríamos. Claro que la crisis de Usted y mía no la de ellos que sólo engordan como marranos y se enriquecen desmesuradamente ante la vista atónita y expectante de la raza de bronce, cósmica y totonaca de los mexicanos, quienes ya demostraron en 1910 que si lo hartan, despiertan al México bronco. ¡Cuidado!”.

jueves, diciembre 11, 2008

De La Jornada de hoy



Más claro, ni el voraz apetito usurero de los bancos. Es el editorial de La Jornada publicado hoy. Lo dicho: ese Luis Pazos nunca dejó de ser un lamentable franelero de los empresarios.

Bancos: ¿quién vigila al vigilante?

El presidente de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), Luis Pazos de la Torre, se manifestó ayer contra el establecimiento de topes a las exorbitantes tasas de interés que las instituciones bancarias que operan en el país cobran a sus clientes, particularmente desmesuradas en el caso de las tarjetas de crédito; reiteró que los porcentajes deben bajar como consecuencia de la libre competencia y, en un símil grotesco e improcedente, afirmó que la idea de regularlos es “una posición equivalente a la pena de muerte (…) una medida política de presión para los bancos, pero (que) en sí misma no soluciona los problemas”.
Las declaraciones de Pazos resultan inaceptables. En primer lugar, porque ponen de manifiesto una postura incompatible con el cargo que ostenta: alguien habría de recordarle que la institución que encabeza tiene como fin amparar a los usuarios de la arbitrariedad y el abuso de las instituciones financieras reflejados en el cobro de tasas de interés leoninas y altísimas comisiones por el uso de productos y servicios financieros, así como en las campañas telefónicas de acoso, hostigamiento y hasta intimidación contra los deudores que los bancos han incrementado a últimas fechas, vía despachos de cobranza. Por el contrario, al repetir los argumentos con que esas empresas tratan de justificar su conducta, da la impresión de que Pazos se ha erigido defensor de los banqueros y con ello pone en entredicho la utilidad de la instancia burocrática que preside y demuestra, por añadidura, que de muy poco servirán las nuevas facultades otorgadas a la Condusef la semana pasada por el Senado de la República en tanto no haya voluntad política –manifiestamente no existe– para ejercerlas.
Por otra parte, su defensa fundamentalista del libre mercado está fuera de tiempo, pues son precisamente las aplicaciones de la ideología neoliberal las causantes de los desbarajustes originados en el sistema financiero de Estados Unidos, los cuales se han extendido por el mundo. En el caso de México, la renuencia de las autoridades a regular la banca no sólo ha permitido que las instituciones financieras –en su mayoría propiedad de grandes corporaciones trasnacionales– operen en condiciones mucho más ventajosas que en sus naciones de origen, lo que de suyo constituye una forma de saqueo nacional, sino también ha propiciado que esas empresas, en su afán frenético de obtener ganancias económicas, incurran en prácticas que, como ocurre con el otorgamiento irresponsable de créditos al consumo, tienden a incrementar los niveles de endeudamiento y morosidad –por ende, de inestabilidad–, cuyo costo se transfiere posteriormente a los usuarios.
En una circunstancia como la actual, en la que confluyen escasez de empleo, carestía, inflación, devaluaciones y nulas expectativas de incremento salarial, entre otros factores, la protección de los usuarios de la banca por parte del Estado, la regulación de las instituciones financieras y la búsqueda de medidas que ayuden a los deudores a saldar sus réditos, sin que ello implique quedar a merced de la voracidad de los bancos, son acciones urgentes y de obvia sensatez en las que tendría que avanzar todo gobierno que se reclame sensible a las necesidades de la población. En cambio, con declaraciones como las realizadas ayer por Luis Pazos, queda en evidencia, una vez más, el carácter antipopular, oligárquico y pro empresarial de la administración en curso.

Crimen de ventanilla



Los caminos de la hipocresía son imprevisibles. Como en nuestro país se han desatado los crímenes del hampa, como ya no parece tener límite la saña de los facinerosos, todos navegamos como santos y hasta los más chuecos quieren lucir aureola. Claro, piensan los embusteros, junto al crimen organizado todos somos chocolates con rompope. Y no, por supuesto que no. Me atrevo a decir que el reinado de esa hipocresía o ese olor de santidad falaz lo tiene la banca mexicana, institución que expolia al país tanto o más, sin que se note demasiado, que el narco y sus adjuntos.
Comenté en una columna de la semana pasada que hace un par de domingos Milenio dio a conocer, en portada y con palmaria y nacional claridad, una gráfica tan sencilla como elocuente. Me extrañó que ante tales evidencias de latrocinio descarado no quedáramos entre lelos e irritados: ¿cómo? ¿Los bancos en México manejan tasas de interés y comisiones tres, cuatro y en algunos casos hasta cinco veces más altas que en países poderosos? No lo pude, no lo puedo creer. Y menos creo ni entiendo la permisividad del Estado, que al no meter las manos por los usuarios de la banca (millones de mexicanos), deja que esas instituciones hagan y deshagan a su antojo, con una voracidad grosera, troglodítica e insaciable. Eso sí es crimen organizado. Tan organizado está que no se nota, y tan no se nota que muy pocas veces recibe primeras planas (como sí ocurre con el narco y sus balaceras) y comentarios preocupados en los medios electrónicos.
¿A cambio de qué los bancos esquilman a los mexicanos con esas comisiones y esas tasas? Si son tan internacionales como dicen, ¿por qué no empatan las condiciones de sus cobros en México con las que aplican en el extranjero? ¿Somos seres humanos de tercera? ¿A su manera nos quieren ejecutar y cortar de paso la cabeza? Sinceramente, insisto, no veo diferencia entre el crimen organizado, como le llaman, y el crimen de los bancos. De hecho, puestos en el plano de la discusión moral, lo que hacen los bancos ni siquiera tiene el nimio mérito de la sinceridad: el narco, al menos, no se da baños de pureza, hace lo que hace con flagrancia, arteramente y no pide perdón ni se justifica con patrañas publicitarias. Simplemente actúa, y lo hace bajo el entendido de su atroz y dolorosa ilegalidad.
Los bancos, en cambio, se presentan en sus anuncios como corderos y son, en México, repugnantes alimañas, de las peorcitas que en el mundo han sido. Ignoro el dato (para el caso le pido ayuda a Heriberto, mi experto de cabecera en materia de finanzas), pero estoy seguro de que las ganancias del crimen organizado (digamos “oficial”) y el crimen organizado de los bancos no se podrían ni siquiera comparar: es muchísimo mayor el usufructo que los bancos obtienen por la fechoría de manejarse en nuestro país con espíritu de buitres. Así la realidad, ¿qué esperan los diputados y los senadores para meter en un cincho a esos pillos? Este es un tema que los partidos pueden encarar sin politización: es un asunto de carácter estrictamente económico, relacionado con el servicio que ofrecen particulares abusivos. No importa quién lo lleve a cabo, no importa la sigla ni los colores partidistas, lo que importa es frenar esa industria de la cuchara grande. Esperar a que, como lo propone Luis Pazos, las tasas de interés dependan de la competencia es dejar que los tiburones se pongan de acuerdo no para salvar a sus víctimas, sino para engullirlas mejor. Seguiremos la averiguata sobre el crimen organizado de ventanilla. No es poco el daño que hace y merece la atención del respetable.

Terminal
En nuestra gustada sección “Catalogaciones neodarwinianas”, va: ¿cuál es el nombre científico de los humanos que tienen gran devoción por las botellas y los tragos? Sencillo: Pomo sapiens.