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jueves, diciembre 11, 2008

De La Jornada de hoy



Más claro, ni el voraz apetito usurero de los bancos. Es el editorial de La Jornada publicado hoy. Lo dicho: ese Luis Pazos nunca dejó de ser un lamentable franelero de los empresarios.

Bancos: ¿quién vigila al vigilante?

El presidente de la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), Luis Pazos de la Torre, se manifestó ayer contra el establecimiento de topes a las exorbitantes tasas de interés que las instituciones bancarias que operan en el país cobran a sus clientes, particularmente desmesuradas en el caso de las tarjetas de crédito; reiteró que los porcentajes deben bajar como consecuencia de la libre competencia y, en un símil grotesco e improcedente, afirmó que la idea de regularlos es “una posición equivalente a la pena de muerte (…) una medida política de presión para los bancos, pero (que) en sí misma no soluciona los problemas”.
Las declaraciones de Pazos resultan inaceptables. En primer lugar, porque ponen de manifiesto una postura incompatible con el cargo que ostenta: alguien habría de recordarle que la institución que encabeza tiene como fin amparar a los usuarios de la arbitrariedad y el abuso de las instituciones financieras reflejados en el cobro de tasas de interés leoninas y altísimas comisiones por el uso de productos y servicios financieros, así como en las campañas telefónicas de acoso, hostigamiento y hasta intimidación contra los deudores que los bancos han incrementado a últimas fechas, vía despachos de cobranza. Por el contrario, al repetir los argumentos con que esas empresas tratan de justificar su conducta, da la impresión de que Pazos se ha erigido defensor de los banqueros y con ello pone en entredicho la utilidad de la instancia burocrática que preside y demuestra, por añadidura, que de muy poco servirán las nuevas facultades otorgadas a la Condusef la semana pasada por el Senado de la República en tanto no haya voluntad política –manifiestamente no existe– para ejercerlas.
Por otra parte, su defensa fundamentalista del libre mercado está fuera de tiempo, pues son precisamente las aplicaciones de la ideología neoliberal las causantes de los desbarajustes originados en el sistema financiero de Estados Unidos, los cuales se han extendido por el mundo. En el caso de México, la renuencia de las autoridades a regular la banca no sólo ha permitido que las instituciones financieras –en su mayoría propiedad de grandes corporaciones trasnacionales– operen en condiciones mucho más ventajosas que en sus naciones de origen, lo que de suyo constituye una forma de saqueo nacional, sino también ha propiciado que esas empresas, en su afán frenético de obtener ganancias económicas, incurran en prácticas que, como ocurre con el otorgamiento irresponsable de créditos al consumo, tienden a incrementar los niveles de endeudamiento y morosidad –por ende, de inestabilidad–, cuyo costo se transfiere posteriormente a los usuarios.
En una circunstancia como la actual, en la que confluyen escasez de empleo, carestía, inflación, devaluaciones y nulas expectativas de incremento salarial, entre otros factores, la protección de los usuarios de la banca por parte del Estado, la regulación de las instituciones financieras y la búsqueda de medidas que ayuden a los deudores a saldar sus réditos, sin que ello implique quedar a merced de la voracidad de los bancos, son acciones urgentes y de obvia sensatez en las que tendría que avanzar todo gobierno que se reclame sensible a las necesidades de la población. En cambio, con declaraciones como las realizadas ayer por Luis Pazos, queda en evidencia, una vez más, el carácter antipopular, oligárquico y pro empresarial de la administración en curso.

Crimen de ventanilla



Los caminos de la hipocresía son imprevisibles. Como en nuestro país se han desatado los crímenes del hampa, como ya no parece tener límite la saña de los facinerosos, todos navegamos como santos y hasta los más chuecos quieren lucir aureola. Claro, piensan los embusteros, junto al crimen organizado todos somos chocolates con rompope. Y no, por supuesto que no. Me atrevo a decir que el reinado de esa hipocresía o ese olor de santidad falaz lo tiene la banca mexicana, institución que expolia al país tanto o más, sin que se note demasiado, que el narco y sus adjuntos.
Comenté en una columna de la semana pasada que hace un par de domingos Milenio dio a conocer, en portada y con palmaria y nacional claridad, una gráfica tan sencilla como elocuente. Me extrañó que ante tales evidencias de latrocinio descarado no quedáramos entre lelos e irritados: ¿cómo? ¿Los bancos en México manejan tasas de interés y comisiones tres, cuatro y en algunos casos hasta cinco veces más altas que en países poderosos? No lo pude, no lo puedo creer. Y menos creo ni entiendo la permisividad del Estado, que al no meter las manos por los usuarios de la banca (millones de mexicanos), deja que esas instituciones hagan y deshagan a su antojo, con una voracidad grosera, troglodítica e insaciable. Eso sí es crimen organizado. Tan organizado está que no se nota, y tan no se nota que muy pocas veces recibe primeras planas (como sí ocurre con el narco y sus balaceras) y comentarios preocupados en los medios electrónicos.
¿A cambio de qué los bancos esquilman a los mexicanos con esas comisiones y esas tasas? Si son tan internacionales como dicen, ¿por qué no empatan las condiciones de sus cobros en México con las que aplican en el extranjero? ¿Somos seres humanos de tercera? ¿A su manera nos quieren ejecutar y cortar de paso la cabeza? Sinceramente, insisto, no veo diferencia entre el crimen organizado, como le llaman, y el crimen de los bancos. De hecho, puestos en el plano de la discusión moral, lo que hacen los bancos ni siquiera tiene el nimio mérito de la sinceridad: el narco, al menos, no se da baños de pureza, hace lo que hace con flagrancia, arteramente y no pide perdón ni se justifica con patrañas publicitarias. Simplemente actúa, y lo hace bajo el entendido de su atroz y dolorosa ilegalidad.
Los bancos, en cambio, se presentan en sus anuncios como corderos y son, en México, repugnantes alimañas, de las peorcitas que en el mundo han sido. Ignoro el dato (para el caso le pido ayuda a Heriberto, mi experto de cabecera en materia de finanzas), pero estoy seguro de que las ganancias del crimen organizado (digamos “oficial”) y el crimen organizado de los bancos no se podrían ni siquiera comparar: es muchísimo mayor el usufructo que los bancos obtienen por la fechoría de manejarse en nuestro país con espíritu de buitres. Así la realidad, ¿qué esperan los diputados y los senadores para meter en un cincho a esos pillos? Este es un tema que los partidos pueden encarar sin politización: es un asunto de carácter estrictamente económico, relacionado con el servicio que ofrecen particulares abusivos. No importa quién lo lleve a cabo, no importa la sigla ni los colores partidistas, lo que importa es frenar esa industria de la cuchara grande. Esperar a que, como lo propone Luis Pazos, las tasas de interés dependan de la competencia es dejar que los tiburones se pongan de acuerdo no para salvar a sus víctimas, sino para engullirlas mejor. Seguiremos la averiguata sobre el crimen organizado de ventanilla. No es poco el daño que hace y merece la atención del respetable.

Terminal
En nuestra gustada sección “Catalogaciones neodarwinianas”, va: ¿cuál es el nombre científico de los humanos que tienen gran devoción por las botellas y los tragos? Sencillo: Pomo sapiens.