lunes, noviembre 26, 2007

El arsénico nuestro de cada día

El texto que viene aparece hoy en La Jornada Ecológica:

Arsénico en La Laguna

Francisco Valdés Perezgasga

El arsénico es un carcinógeno y co-carcinógeno demostrado en humanos y animales. La exposición a este elemento incrementa el riesgo de sufrir cáncer de piel, de vejiga, de pulmón, de riñón y de hígado, así como enfermedades cardiovasculares.
De las regiones de México cuya agua está contaminada por arsénico, la región de La Laguna es la más documentada. Si tomamos como referencia la Norma Oficial Mexicana (el agua es potable si contiene menos de 25 microgramos de arsénico por litro de agua o 25 mg/l), resulta que 400,000 laguneros están expuestos a niveles malsanos de este metaloide.
Pero si consideramos como límite la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (el agua con arsénico por encima de los 10 mg/l no es potable), entonces queda expuesta casi la totalidad de la población de la comarca. Más de un millón de personas entre las que podrían estar apareciendo, de acuerdo a la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, de ocho a trece mil casos de cáncer al año.
Las evidencias apuntan a que la causa del arsenicismo en La Laguna es un sustrato rocoso que provoca que los mantos acuíferos profundos contengan concentraciones altas de arsénico y flúor. La sobreexplotación de los acuíferos por parte de la agricultura de la alfalfa ha provocado que extraigamos agua fósil con altos contenidos de estos elementos.
La búsqueda demente e inmoral del máximo enriquecimiento en el mínimo tiempo está llevando a miles de laguneros al dolor y a la muerte.
La única solución sustentable y de largo plazo a este problema es el manejo integral de las cuencas de los ríos Nazas y Aguanaval que conlleven el resurgimiento de los humedales que purifican el agua y reinstauran el equilibrio de los acuíferos.
Esto implica decisiones difíciles —pero impostergables— como el control de la minería en la cuenca alta, programas de conservación de suelo y agua incluyendo reconversión de tierras agrícolas abandonadas en la cuenca media y mejores prácticas agrícolas y ganaderas en la parte baja, incluyendo el redimensionamiento de la cuenca lechera.
Las evidencias del mal son apabullantes y la realidad ya nos alcanzó.
Es hora de poner manos a la obra y revertir el daño que nos hemos hecho. Es hora que la sociedad cree un peso moral frente al peso del dinero de quienes se creen amos y señores de nuestra salud, de nuestras vidas y del futuro de nuestras familias.

fvaldes@nazasvivo.com

Nomádica 33









Apenas ayer me topé de frente con el número 33 de Nomádica. Es un ejemplar de estupenda calidad, y otra vez me place haber colaborado en esas páginas. Los apartados más visibles son "Sierra de Zepalinamé, la reserva de agua de Saltillo" y "Jimulco, territorio virgen para la explotación de cuevas". Colaboré en ese número con las fotos (provenientes de negativos muy deteriorados, por cierto) que encabezan este añadido y con el texto que viene a continuación:

Los paisajes olvidados

Jaime Muñoz Vargas

La memoria es porosa. Por esa razón, y por otras, los historiadores miran con desconfianza los documentos personales escritos como recordación: pasados los años, la memoria no sólo pierde información, sino que también suele ponerse creativa, añadir pinceladas extras a los hechos aparentemente contados con total honestidad. Mi memoria, pues, es porosa y no sé cuántos infinitos detalles de la travesía ha olvidado; por eso cuando hurgo en mis papeles viejos se deja venir el recuerdo con un poco de mayor fidelidad.
Me pasó el 3 de julio de 2007. Por la necesidad de unos documentos regresé a la casa materna de la colonia Nogales, en Torreón. De allí, hace más de una década, salí casado no muy joven, a los 32. Poquito más de diez años después todavía quedaban, sin embargo, varias cajas con mis papeles acumulados antes del egreso definitivo. Debajo de una mesa, polvorientas, dos hondas cajas de cartón comercial almacenaban un bulto ya casi inútil de añeja celulosa.
Cien, doscientos o más ejemplares de Proceso (que por aquellos años compraba religiosamente), varias revistas más, diarios, folletos, libros, recortes. Entre toda esa masa de documentos abandonados salió un libro de texto gratuito que salvé de la basura; era de ciencias naturales, edición de 1978, y lucía choncho del centro, como embarazado, porque entre sus páginas acurruqué una numerosa cantidad de negativos en blanco y negro. Los trozos de película fueron recortados (por mí hace muchos años) en tramos de cinco o seis cuadritos, y las tomas correspondían a buena parte de las fotos que tomé como estudiante de comunicación en la materia de fotografía impartida por el maestro Jesús Jáuregui Perezgavilán.
Capturé esos instantes con mi primera cámara decente: la Pentax K-1000 que mi solidaria madre compró con sacrificio para que no tuviera yo que pedir a nadie, en préstamo, esa herramienta. Creo que, mientras la usé y antes de que la robaran del coche a mi hermano Luis Rogelio, fui feliz con tal aparato y con él aprendí los rudimentos básicos que con rigor desplegaba el profe Jáuregui. Nunca fui el mejor fotógrafo, pero tampoco el peor. Es más: creo que, de haber elegido esa ruta de la comunicación, no me hubiera muerto de hambre. Cuando le tupí para sacar adelante las calificaciones en cada uno de los módulos correspondientes a la asignatura fotográfica, hice trabajos decentes y saqué notas que me permitían confirmar que mis fotos no estaban para la pira. Incluso por aquellos años me animé a mandar una fotografía al concurso de Kinsa cuya convocatoria circulaba en La Opinión; la sorpresa fue que a los veinte gané una de las emisiones semanales del certamen y mi foto salió publicada en el periódico cuando aparecer allí era para mí una experiencia literalmente inédita.
Pasado el tiempo, los libros y las palabras me alejaron de la fotografía y nunca me dediqué a ella de manera profesional en ningún sentido, aunque por supuesto jamás abandoné la talacha como fotógrafo familiar, sobre todo tras la llegada de mis hijas y de la digitalidad.
En un número reciente de Nomádica leí la crónica de la situación incómoda en la que un velador regañó a Héctor y a Monsi por tomar fotos de paisaje. Algo así. En ese momento pensé: nunca he tomado fotos de paisaje, y se me antojó hacerlo. Semanas después, tras el reencuentro con mis dos cajas olvidadas, descubrí los negativos y allí estaba una prueba de que me había equivocado, de que mi memoria, en efecto, tiene amplias goteras: varias fotos de paisajes testimoniaban que mi inquietud por atrapar la belleza del mundo natural fijo (o sea del paisaje) alguna vez me estimuló por dentro con algo de insistencia.
He decidido acompañar estas palabras con dos testimonios gráficos. Mandé imprimir las fotos un poco a ciegas, sin saber exactamente qué se podía hacer con el blanco y negro en los laboratorios de color. Luego las sometí al escáner, y el resultado está aquí. De todo esto saco en claro una moraleja que tiene menos que ver con mi nostalgia y más con mi pesimismo ante el futuro: ¿qué ha pasado con los paisajes que atrapé en aquellas fotos? ¿Seguirán vivos? ¿Serán ya fraccionamientos, lotes baldíos, basureros públicos, espacios tristes de una urbe? No sé. Sólo me quedan esas fotos y un vago, un casi muerto pedazo de recuerdo.

domingo, noviembre 25, 2007

Callejero gourmet



Los tres o cuatro amigos cercanos que me quedan saben que al terminar el 2006 les regalé un microlibro de fin de año. Esa extraña moción, la de hacer y regalar un libro personal en diciembre, se la plagié a otro amigo, al argentino David Lagmanovich. En mi caso no fue nada importante, sólo un puñadito de páginas pobladas con diez cuentos futboleros ubicados en cierto lugar mítico llamado “Gómez”, una especie de Comala o de Gómez Palacio, que son casi lo mismo. Para 2007 quise/quiero hacer algo parecido, regalar a los cercanos un racimo de textos, y tenía al menos cuatro opciones. Tres de ellas eran sencillas: se trataba de reunir artículos ya escritos y con tema afín, para darle unidad al trabajo. La cuarta me obligaba a escribir, a sentarme exprofeso para urdir, al menos, veinte textos breves y un prólogo; lo malo de esta opción fue la falta de tiempo, pues el año se largó volando y no me dio chance de nada. Pero el viernes 23 brotaron de golpe unas cuartillas: estaba yo de güevonazo (nada extraño en mí) y saltó la presentación del librito cuyo título tentativo es Callejero gourmet; luego, en ristra, tres estampas que, se supone, anticipan la escritura casi automática de sus congéneres. Ofrezco aquí el pórtico, a ver qué tanto llama la atención de los numerosos laguneros tragones y langucientos, entre los que me cuento irremediablemente.
“Antes de que sea demasiado tarde, antes de que un médico asesino vea mi nivel de triglicéridos y me prohíba cualquier contacto con ella, antes de que sólo sea un vago recuerdo en mi paladar, quiero escribir algo sobre la comida lagunera que más adoro. El verbo adorar siempre tiene una connotación bolerística y por tanto ingrata para los intelectuales serios, pero qué le puedo hacer. En realidad no hallo palabra más adecuada para ponderar mi relación con la comida nuestra, la mía, la de los habitantes de la comarca lagunera, aficionados como el que más a la ingesta populachera, al taco al lonche a la gordita preparados por manos adiestradas en la gastronómica escuela de la vida. Adoro, adoramos esa comida.
Las viñetas que componen este libro surgen de mi gusto, más que de mi raciocinio. Sin embargo, hay un argumento no tan animal para explicar el origen de los textos que aquí vienen: en 2007 entrevisté a veinte escritores, periodistas y filósofos laguneros radicados fuera de La Laguna. El producto de la encuesta que le apliqué a cada uno es un libro titulado Aviones de papel: veinte escritores laguneros en el exilio. Es un trabajo con preguntas sencillas, uniformes, sin más propósito que el de saber qué piensan esos laguneros sobre la tierra que los vio llegar al mundo y/o en la que crecieron y, acaso, en la que comenzaron a escribir. Una de las preguntas debía tratar el punto de la comida, y muy interesante fue para mí advertir que todos o casi todos recuerdan/extrañan los platillos que más me gustan y de los que, por terco sedentarismo, nunca me he desprendido fuera de ciertos breves periodos vacacionales o laborales.
Me pregunté, por ello, esto: ¿qué opino sobre esos platillos formidables y exquisitos y económicos y callejeros? ¿Debo escribir algo ahora que todavía los tengo al alcance del colmillo? Sin aspavientos, sin chovinismo, con agradecimiento a tanto placer, la respuesta a esas dos preguntas viene a continuación. No se trata, obvio, de un trabajo periodístico. No es tampoco un rastreo antropológico y casi quiero evitar el tono poetizante de los elogios destemplados, la fragancia a falsedad de la literatura exquisitista. Sólo es, reitero, un engarce de instantáneas sobre la comida que más disfruto, la única que verdaderamente satisface mi paladar y arrastra en cada bocado toda la cosmovisión que me cupo en buena o mala suerte, todo el pasado que se viene encima del presente apenas se deja oler alguna delicia culinaria preparada por manos populares. De paso, las páginas que vienen quieren mirar con sorna una moda blofera recién adoptada en mi región, el (‘buen’) gusto supuestamente sabio por ciertos platillos internacionales y, sobre todo, la repentina ola de enólogos exprés que beben, con mueca de conocedores, merlots cosecha de ayer, vinos que en muchos casos serían agua puerca para cualquier vagabundo de Burdeos y que aquí son ingeridos para satisfacer más el estatus (‘mira qué refinadísima persona es’) que el paladar.
Vengan, pues, las veinte estampas. Así sean de papel en este libro, en La Laguna a nadie se le niega un lonche mixto, a nadie se le escamotea una gorda de chicharrón prensado ni se le regatean unos tremendos tacos dorados con cueritos bien acá. Bon appetit”.

Blog de Fernando



Me desespera, me aterra, ingresar a un blog que se multiplica en mil enlaces a otros blogs. Nadie, ni el más ocioso de los seres, tiene tiempo ahora de leer un blog más o menos bien alimentado, así que me resulta absurdo ver ese tipo de espacios retacados de variopinto contenido. Así mi posición, tengo la suerte de que mi cuenta de Blogger no deje sumar links (ignoro por qué) y ya me acostumbré a verla huera de enlaces a otras cuentas. Ya mucho favor hace quien ingresa a mi blog como para “recomendarle” otros espacios, de ahí que yo esté resignado a tener pocas visitas y un ínfimo número de comentarios ajenos.
Si el exceso de información me abruma, lo contrario, los blogs sin suficientes textos me dejan a medias. Hace dos meses, una carta de Fernando Fabio Sánchez me convidaba a ver su nuevo espacio en la red. Pasadas las semanas, veo con tristeza que no le ha sumado casi nada, y lo voy a regañar, pues su prosa y su visión del mundo merecen ventilarse, orearse al menos en un blog.
Imaginemos a Fernando dedicado con más frecuencia a colgar en su blog textos como el que cito. Sería muy interesante leerlo, estoy seguro. Sé, sin embargo, que está sobreocupado en su jale de la Universidad de Pórtland, y lamento que el espacio recién creado esté quedando huérfano. Es un prosista excelente, es de Torreón, tiene varios libros inéditos y miren qué bien plantea sus vicisitudes (“La segunda vez que vi mi muerte”, en alvueloser.blogspot.com): “Vuelo 627 de Nueva York a Portland, de Jetblue. Venía de viajar por tres meses por México, Sudamérica, Canadá y la costa este de los Estados Unidos. Más o menos me había acostumbrado a los trámites engorrosos de los aeropuertos y sonreír a los sobrecargos al entrar en el avión. No había tenido ninguna contrariedad; ni siquiera en el vuelo de más de ocho horas de Santiago de Chile a la Ciudad de México. No obstante cuando atravesábamos el estado de South Dakota en medio de la noche cuando regresaba a Portland sentí un estremecimiento. El avión entero se sacudía con violencia. Un ruido muy intenso que venía de toda la materia que nos mantenía en el aire construyó una realidad aterradora. Todo era ruido, movimientos bruscos, objetos que caían, contingencia pura y miedo. El avión había empezado a descender. La mujer que venía a mi lado gritó con una voz descompuesta, que quizá nunca había escuchado. Y yo, que medio dormitaba mientas veía un juego de futbol americano entre los Pieles rojas de Washington y las Águilas de Filadelfia, abrí los ojos y me dije, ‘ya se acabó’.
No utilicé un sujeto determinado en mi frase (que recuerdo todavía con temor). Sólo pensé que el fin estaba allí. Se iba a acabar el vuelo, el verano, la serie de itinerarios en distintos países y ciudades, la felicidad con los amigos, la música, el amor de la familia, las novelas y el cine, la infancia, los colores, la certeza de que el futuro es futuro, de que el presente se desliza al pasado, la memoria. Se iba a acabar el tiempo, la vigilia y los sueños, la vida.
Lo creí de verdad. ‘Ya se acabó lo que alguna vez tuvo principio’, sería una implicación de mi frase de aquel momento. ‘Ya se acabó. No hay más opción. ¿Qué es lo que sigue?’.
Pensé en los segundos que faltaban para que el avión acabara de caer. Segundos de terror inexplicable nos esperaban a todos los pasajeros del avión. De aquí a allá, unos segundos, el dolor del cual siempre me había protegido iba al final deshacer mi cuerpo.
Pero de pronto el avión se estabilizó. El ruido cesó y los movimientos ya no estaban. En el aire empezábamos a elevarnos.
No vi la síntesis de mi vida aquella noche. Es la segunda vez que siento que en realidad voy a morir. Y aquí sigo, escribiendo”.

viernes, noviembre 23, 2007

Un problema llamado Peje



Todo el poder de los medios no ha logrado que lo liquidemos. Por más que nos hemos afanado en acabar con esa lacra, sigue como si nada, tan fuerte como siempre. El caso es que, igual que a Juárez, el viento de nuestros cíclicos linchamientos no lo ha frenado por completo, aunque hayamos logrado escamotearle lo esencial, la presidencia, tras el bochinche marrullero del 2 de julio.
El domingo pasado muchos esperábamos con avidez el espectáculo de la derrota, ora sí, definitiva, que nadie acompañara al tabasqueño en el zócalo. Pero otra vez nos hizo la travesura y terminamos reconociendo que su poder de convocatoria sigue casi intacto, acaso más fuerte que antes si pensamos que, se supone, no son tiempos electorales ni hay desafueros ni nada de eso en el camino inmediato. Tuvimos que aceptar, entonces, que el maldito Peje sigue en pie y es el único caudillejo capaz de atraer a muchedumbres en este preciso instante, en esta coyuntura en la que nadie, ningún habitante del país, ni siquiera Felipe Calderón, tiene el imán para reunir ni a la octava parte de los que se apersonaron en la Plaza de la Constitución.
Fue una fortuna, por ello, que los acelerados del pejismo mordieran el anzuelo de la provocación e irrumpieran en la catedral como si fueran hordas de San Miguel Canoa, pero al revés. Qué idea tan brillante la de monseñor Norberto Rivera Carrera, digna de su investidura de capo clerical, de gángster con mitra. Tal vez el arzobispo primado sólo quería hacer una pequeña maldad con la cual matar dos ángeles de un solo badajazo: estorbar los discursos bobos del zócalo y tender una cortina de humo, otra más, que oculte las acusaciones que lo ubican como santo patrono de pederastas, pero la jugada le salió que ni a Kasparov en sus mejores épocas: logró los dos propósitos anteriores y de paso nos dio a los medios una coartada inmejorable para escurrirnos del tema principal, para no hablar tanto del mugroso Peje y sí de la barbarie que sigue mostrando parte de la izquierda a la hora de respetar a los demás, principalmente a quienes han abrazado la verdadera fe, la que representan en la tierra, como dueños exclusivos de la franquicia, los miembros de un clero que habla de Iglesia cuando le conviene y de curia cuando se trata de repartir simonías.
El tema ha durado casi una semana, casi casi devoró la agenda informativa de estos días. Tanto es así que el borlote del enojo perredista (una verdadera nadería si la comparamos con el amor a la niñez mostrado por el padre Marcial Maciel) ante la andanada de campanazos catedralicios borró del mapa la crisis de Tabasco y la nueva hornada de ejecuciones narcas en el país, por citar dos casos más importantes que lo hecho y dicho por el incómodo Peje.
Pero a fuerza de ser francos ni siquiera el maquiavelismo de Norberto Rivera y de su siniestro patiño Hugo Valdemar (dos guapos) lograron desplazar del todo la jornada dominical de AMLO. ¿Qué vamos a hacer con este bicho? Tendremos que seguir en las mismas, yendo contra la realidad con tal de anularlo (o tratar de): si llena el zócalo, son los mismos de siempre; si no lo llena (lo que jamás ha ocurrido), que ha perdido fuerza; si habla de democracia, que se olvida del petróleo; si habla de petróleo, que no tocó el punto de la democracia. Tan fácil que sería verlo abandonado. Cuántas miles de personas viven engañadas.
Nota: Los apuros de siempre al escribir esta columna me llevaron a publicar, en la versión impresa de La Opinión, que Norberto Rivera es "nuncio"; se trata, obviamente, de un error: es el arzobispo primado de México.

jueves, noviembre 22, 2007

Desfile y reguetón



El 19 de noviembre me apersoné en la esquina de Matamoros y Colón para ver el desfile. Fue un fiasco. Lo vi casi completo, y no dudo en afirmar que es el despliegue de contingentes más chafa que he admirado. No sé a quién atribuirle lo soso del acto (¿a la SEP?), pero quien haya organizado esa vacua marcha de escuelas merece el más espectacular y revolucionario de los abucheos. Ciertos detalles llamaron mi atención, y los describo en seguida.
Se supone, sólo se supone, que el desfile sirve para reafirmar en la comunidad el recuerdo de la gesta armada de 1910. En los años de mi juventud, si la memoria no me traiciona, el paso de las escuelas alternaba lo deportivo con lo alegórico, y los alumnos se esforzaban por lucir buena coordinación, disciplina y seriedad. Ahora, en varios casos vi que el tránsito de los grupos era una pachanga, sobre todo en la presentación de numerosos contingentes compuestos por Lolitas embutidas en minifaldas sexosas. No sé a qué deformación cívica obedece que algunos maestros de educación física (quienes suelen orquestar los cuadros “atléticos” en cada institución) hayan disfrazado de porristas a las teenagers y, con enormes bocinas de sonido disco delante de cada grupo, las pusieron a bailar ritmos sicalípticos, cachondos, esa basura llamada reguetón que hoy está de moda gracias a pendejetes como Daddy Yankee. Se da, entonces, una especie de prematura teibolierización del gusto femenino, y no fueron pocas las chamacas que, lo observé con asombro ojicuadrado, desplegaban pasos de profesional del tubo.
No quiero sonar a padre Ripalda, y lejos estoy de creer que esos bailecitos de lupanar sean un peligro para México. Pero tampoco creo en lo contrario, en el fomento de la estupidez desde las “instituciones educativas”. Ya alguna vez escribí algo parecido en relación a los kínderes que en las presentaciones de fin de año visten a los niños de Mickey Mouse y de Pato Donald, como si no fuera suficiente el bombardeo que reciben los chiquillos y las chiquillas desde la televisión y el cine disneyanos. Lo mismo puedo señalar ahora de las porristas que con quince años apenas son arrojadas al desfile para que se retuerzan con coreografías de cabaret barato. ¿Acaso no bailan eso o algo parecido en sus fiestas o en los “antros”? ¿Acaso no ven eso todos los días en la televisión, en MTV o en cualquier otra mierda parecida como Videorrola o qué sé yo? ¿Qué pasa con los profes de educación física que en vez de impulsar las aptitudes atléticas de las jovencitas las ponen a enseñar piernón loco y a zarandear el bote como si fueran Niurkas sin credencial de elector? Pues sí, algunas muchachillas anuncian un futuro luminoso de neoShakiras, pero sospecho que no deben ser la secundaria ni la prepa las instituciones encargadas de afinar sus caderazos reguetoneros.
Eso por un lado. Por otro, las tablas gimnásticas “serias” cada vez lucen más pedestres. Un arito, un banderín, un mechudo movido a izquierda y a derecha parecen rutinas de estimulación temprana que humillan con su insignificancia motriz las facultades de la juventud. No sé qué pensarían Madero, Zapata, Villa, Carranza si vieran tal showcito. ¿Recibirán los jóvenes algún curso que les recuerde el sentido de la revolución y de la sangre derramada? Creo que no, ceo que la tele y sus vacuidades se han impuesto incluso al civismo más primario. Por eso propongo una medida radical, novedosa, útil para los desfiles venideros: desaparecerlos.

lunes, noviembre 19, 2007

La mano blandita



Hace un par de días me topé con un amigo dedicado al arte. Lo veo poco, una o dos veces al año, y siempre de casualidad. Lo primero que se me ocurrió comentarle me salió de las tripas: “Qué triste papel estamos haciendo los creadores laguneros. En vez de ser críticos, en vez de sumarnos a las causas del señalamiento y la denuncia a nuestras ruines estructuras de poder, por la necesidad de la papa nos dedicamos a solapar, a mirar con ojos indulgentes la imposición de ideas retrógradas, a tratar con mano blandita a quienes tienen los recursos y se encargan de distribuirlos”. Mi amigo, que es de esos artistas con buena sangre, de los que se toman todo a guasa y no se la creen tanto, sonrió y sin decir mucho afirmó con la cabeza, como convencido por mi improvisado discursillo. ¿Y por qué esa vena tan pesimista?, reviró. Nada, sólo que cuando me veo en el espejo miro a un hombre lleno de necesidades, dependiente de las relaciones, cada vez más anulado de su flanco crítico por culpa de la cochina supervivencia. Y así miro a todos o a casi todos mis colegas, agregué, principalmente a quienes respeto y admiro por su combatividad. No me preocupan los creadores que desde siempre han estado identificados con lo más blandengue de nuestra aristocracia lechera y abarrotera, esos que cagotean con ferocidad al “comunismo” pero son incapaces de propinar un pellizquito a nuestro alcalde, esos artistas de confeti y zarzuela que pintan o hacen música o literatura o periodismo autocomplacientes, descafeínados, sin víscera social ninguna. Me preocupan los que, se supone, venimos de la escuela sesentera, los que tenemos (o teníamos) una línea hipotéticamente dura. Ahora, para comer, para mantener a nuestras familias y para que no nos aísle la mugrosa realidad debemos cederlo todo, hasta nuestra capacidad de señalar.
Quien me escuchaba no daba ya, a tales alturas, muchas trazas de entender el rapto de nostalgia; tuve ímpetus, por eso, para darle un ejemplo reciente. Mira, le dije, hace poco fui a la presentación de un libro ñoño, una de esas obras que no le añaden nada a nada pero que sirven para que alguien se erija “pensador” nomás porque tuvo el presupuesto para pagarse una publicación. Eso no es lo terrible, pues cualquiera tiene derecho a difundir sus flatulencias si lo que le sobra es el dinero; lo doloroso fue ver de presentador a un amigo con fama de implacable, de duro, de rojo, desparramando elogios rosas sin ton ni son. Y ahí no paró el espectáculo, ya de por sí bochornoso: sin ninguna necesidad, sólo para llenar el tiempo disponible y devolver un favor al compadre que fritangueó el libro, se le ocurrió citar lánguidas palabrejas escritas por un cura particularmente réprobo; lo convirtió de golpe en autoridad, en humanista, en una especie de San Agustín redivivo. Quien hizo eso también es amigo mío, y sentí un poco de rabia porque siempre que converso con él sacamos como conclusión que el artista debe tener una posición política clara, definida y en ciertos casos intransigente. Y bueno, lo que oí esa noche de mi cuate parecía que lo estaba deyectando un samaritano enternecido por los efluvios prosísticos del escritor exprés con alma de boy scout; de esa manera pagó algún favor, pues de otra forma no me explico por qué le echó tanta azúcar a quien no merece ni la inversión de menosprecio.
Así de lamentable está el entorno para los creadores locales; atados a la necesidad, estamos obligados a ser moderados, a nunca decir nada sobre nuestra aristocracia onagra, a inhibir las befas que acá entre nos gastamos contra todo lo que escriben y pintan y promueven nuestros Médicis guaripudos. ¿Podemos citar nombres? Imposible, porque en vez de debate, en vez de ideas, lo que sobreviene es cerradero de puertas y proliferación de obstáculos y malas caras. Mi amigo, el bolchevique que ahora cita a curas abyectos para respaldar sus piropos, me insta siempre a ser feroz en mis críticas, a no dejar títeres con chompeta. Quiere que me despidan de todo y que me muera de hambre. Alguna vez le dije que denunciar lo que sea en París o en el DF es fácil, pues son metrópolis y es casi imposible que allá uno vea o tenga mayor relación con sus criticados. ¿Pero en La Laguna?, le pregunté. Este texto es una prueba de la “prudencia” que debo tener al escribir. Lo he terminado sin mencionar un solo nombre. La razón es simple: quiero seguir vivo. Vale más mano blandita que ostracismo.

Brevísimo glosario ambiental



Este textito lo publiqué en Nomádica hace como tres meses; luego, el sábado pasado, le hice un refrito fragmentario para La Opinión.

De 2001, la edición 22 del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) apenas roza el código más o menos generalizado mediante el cuál se entienden los ambientalistas de habla hispana. Las palabras que busqué son, sospecho, de uso muy frecuente en los medios de comunicación. Han dejado entonces de pertenecer a un grupo especializado para convertirse (junto al crecimiento mismo de la contaminación) en claves de acceso universal para el diálogo y el debate sobre el medio ambiente.
Para empezar con el breve glosario, no hay definiciones para cinco entradas que traté de encontrar allí, en el DRAE: ambientalista, ecocidio, sostenibilidad, sustentabilidad, transgénico. Se encuentran, sí, algunas de sus variantes; en el caso de “ambientalista”, su término más cercano está en la entrada “impacto” cuando se combina con:
~ ambiental.
m. Conjunto de posibles efectos negativos sobre el medio ambiente de una modificación del entorno natural, como consecuencia de obras u otras actividades.
A diferencia de “homicidio”, “genocidio”, “parricidio”, etcétera, en el caso de “ecocidio” no hay definición. Las palabras más cercanas a su etimología son:
ecología.
(De eco- y -logía).
1. f. Ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos entre sí y con su entorno.
2. f. Parte de la sociología que estudia la relación entre los grupos humanos y su ambiente, tanto físico como social.
3. f. Defensa y protección de la naturaleza y del medio ambiente. La juventud está preocupada por la ecología.
Además:
ecologista.
1. adj. Que propugna la necesidad de proteger la naturaleza.
2. com. Persona que es partidaria de la defensa ecológica.
Y:
ecosistema.
(De eco- y sistema).
1. m. Comunidad de los seres vivos cuyos procesos vitales se relacionan entre sí y se desarrollan en función de los factores físicos de un mismo ambiente.
“Sostenibilidad” y “sustentabilidad”, hoy de moda en el vocabulario global, no tienen definición en el DRAE; sí, por supuesto, sus palabras matriz:
sostenible.
1. adj. Dicho de un proceso: Que puede mantenerse por sí mismo, como lo hace, p. ej., un desarrollo económico sin ayuda exterior ni merma de los recursos existentes.
sustentable.
1. adj. Que se puede sustentar o defender con razones.
Nada hay sobre la palabra “transgénico”, al parecer considerada todavía como tecnicismo. Busqué otra tanda de palabras que, creo, aparecen con harta frecuencia en el discurso generalizado sobre medio ambiente. Aparecen así definidas:
desertificar.
1. tr. Transformar en desierto amplias extensiones de tierras fértiles.
invernadero [efecto].
1. m. Elevación de la temperatura de la atmósfera próxima a la corteza terrestre, por la dificultad de disipación de la radiación calorífica, debido a la presencia de una capa de óxidos de carbono procedentes de las combustiones industriales.
polución.
(Del lat. pollutĭo, -ōnis).
1. f. Contaminación intensa y dañina del agua o del aire, producida por los residuos de procesos industriales o biológicos.
Pese a la gravedad del problema, todavía no hay noticias sobre “calentamiento global”. El DRAE propone estas tres acepciones para el que es, quizá, el más grave problema actual de la humanidad y sus especies.
calentamiento.
1. m. Acción de calentar.
2. m. Enfermedad que padecen las caballerías en las ranillas y el pulmón.
3. m. Dep. Serie de ejercicios que hacen los deportistas antes de una competición o de un entrenamiento para desentumecer los músculos y entrar en calor.
Sé que no todas las palabras pueden habitar un diccionario, en este caso el DRAE. Para eso sirven, de hecho, los lexicones especializados. No estaría mal, sin embargo, que nuestro diccionario mayor incorpore los términos más comunes relacionados con el estropicio y la defensa del ambiente. La gravedad del tema lo amerita.

viernes, noviembre 16, 2007

Huellas del Santos



José Ángel Rodríguez Canales, de Saltillo, tiene apenas 25 años y ya terminó su maestría en la Universidad de Duke, en Estados Unidos. Trabaja para el gobierno del estado de Coahuila, es un joven muy formal, algo tieso por los códigos de la administración pública, pero luego de algunos minutos damos con un tema que provoca distensión y una verdadera charla: el futbol. Tiene el horrible defecto de irle a los Tigres, pero no obstante ese mal gusto se nota que sus opiniones sobre futbol son profundas y desapasionadas, extrañamente objetivas en un tópico donde lo más común es encontrar juicios contumaces.
Sin más ni más, opina sobre el Santos. Es la primera vez que oigo palabras similares en un no santista. Con serenidad, como quien habla de algo serio, comenta que en materia de futbol profesional los laguneros son afortunados. En muy pocos años, dice, el Santos ha hecho lo que pocos equipos de primera división: no sólo ganar campeonatos, que eso es evidente, sino constituirse en un equipo con personalidad, con rasgos que lo definen bien y evitan que parezca del montón. No es el América ni el Guadalajara, por supuesto, pero en su nivel es un equipo “que se nota”, una camiseta que tal vez sin pretenderlo ha hecho evidente su presencia en el futbol mexicano. Pasó en poco tiempo de equipo equis a equipo protagonista, y ya a nadie le extraña que tenga tantas temporadas con buenos números y, por supuesto, con campeonatos y subcampeonatos, con hartas liguillas.
Rodríguez Canales advierte algo que me parece muy oportuno remarcar; lo dice como si nada, y su juicio me parece cierto: donde se nota totalmente que Santos es un equipo con personalidad es que “marca” a los jugadores. En estos tiempos, lo sabemos, los futbolistas pasan por clubes y clubes y no ocurre nada con ellos hasta que el aficionado termina por no recordar en dónde jugaron. Con Santos ha pasado que muchos futbolistas llegan y en unas cuantas temporadas, a veces muchas, hacen lo que nunca hicieron en otro equipo, se identifican con los colores y con la afición hasta tal punto que nunca más vuelven a ser los mismos. Da ejemplos. Jared Borgetti, juegue donde juegue, siempre será el goleador del Santos; no el debutante del Atlas o el fugaz artillero del Pachuca, sino el centro delantero letal del Santos.
Y como Jared, también Rodrigo Ruiz y Adomaitis y Apud y Ramón y Muñoz y Caballero y Vuoso y ahora Ludueña, jugadores que en México suelen ser imaginados, casi exclusivamente, con la casaca de rayas verdiblancas. ¿Qué otro equipo puede hacer eso?, se pregunta mi interlocutor. No muchos, e insiste: con frecuencia sucede que los jugadores visten camisetas y se van sin dejar rastro.
Las palabras que le oí al joven Rodríguez Canales no concluyen nada; son sus opiniones, lo que él percibe desde Saltillo. Lo que me llama más la atención de esos pareceres es que surgen, como dije, de un aficionado al futbol que no apoya al Santos, que no cree en el Santos, que vive lejos del Santos, de manera que no tiene ninguna necesidad de torcer a favor de los laguneros nomás por puro quedar bien. Los que vivimos aquí, creo, no vemos igual la realidad, nos ciega la afición por el equipo, así que oír a un fuereño es saludable, más cuando parece que le da al clavo: el Santos es un equipo con personalidad y esta temporada lo demostró sobradamente. Otra vez.

El azar y la limosna



El problema de las políticas públicas mal realizadas o, de plano, irrealizadas es que deja a millones en la indefensión y a otros tantos millones en el callejón sin salida de la limosna como única forma de la solidaridad. Los casos recientes de Tabasco y Chiapas, que en mucho tienen de desastres provocados por la furia de la naturaleza, muestran también que vivimos bajo el manto de un Estado cínico, que poco o nada hace para prevenir desaguisados mayúsculos y mejor espera que la desgracia ocurra para luego hacer como que hace, escenográficamente.
Experto en seguridad, el analista Sergio Aguayo Quezada acaba de recordar en su artículo del 14 de noviembre (“Sin doctrina”) que el tema de los desastres naturales debe entrar en la agenda de prioridades nacionales. No ha sido así, razón por la que grandes fragmentos del país están a la intemperie, expuestos a lo que venga, sea tormenta o minitsunami o terremoto o lo que sea. Aminorar los riesgos con una política centrada en la previsión es capital, entonces, para dar seguridad a los ciudadanos, y lo contrario es lo que ha pasado: un crimen que de golpe, tras las lluvias, deja en la miseria última a miles, a millones de mexicanos.
Dice Aguayo Quezada: “El estudio de la seguridad nacional parte de ideas bien elementales. Primero se reúne información confiable. Luego se acomoda y procesa con alguna de las teorías que hay en el mercado. Después de un tiempo se obtiene una agenda de riesgos que sirve al Estado para fijar prioridades a partir de las cuales elabora estrategias y asigna recursos para enfrentar, y sobre todo anticipar, las amenazas”. El problema es, pues, saber anticipar, tomar precauciones, dado que no se puede dejar en manos del azar la integridad de poblaciones enteras.
La seguridad nacional, generalmente asociada a la persecución de la “subversión”, tiene que ver también, entonces, con el medio ambiente, de ahí que sea una urgencia permanente detectar las zonas de peligro y, allí, meter las cuñas que impidan siniestros provocados por algún evento meteorológico. “Cuando el régimen es democrático la elaboración de la doctrina adquiere una mayor complejidad. Además de tomar en cuenta e incorporar las perspectivas e intereses de una sociedad plural, hay una ampliación considerable del abanico de temas a incluir. Sin olvidar el combate al crimen organizado o la preservación de la seguridad pública, se incorpora la confiabilidad de las elecciones, el respeto a los derechos humanos y la preservación del medio ambiente. El gobierno federal navega en los mares de la indefinición. Cuando había autoritarismo estaban obsesionados con la preservación del poder y en el altar de la seguridad nacional sacrificaron a un número todavía indefinido de víctimas. Cuando se consolidó la democracia de baja calidad que tenemos fueron incapaces de elaborar una doctrina de seguridad integral, moderna y democrática. Tabasco es un paradigma de las limitaciones gubernamentales”.
Los desastres recientes ilustran en suma hasta qué punto nuestro país avanza sin brújula, listo como siempre a ayudar en amplias convocatorias a la solidaridad que acopia víveres, pero deja intacto el mal: un Estado indolente, corrupto, incapaz de dar con explicaciones congruentes y de castigar la negligencia que arrasa, como en Tabasco, con la esperanza de millones. En ese barril de pólvora vivimos sentados.

Noticias recientes



Definitivamente debo agradecer la llamada que recibí anoche de García Márquez. No sé por qué razón quiere que yo le prologue el segundo tomo de sus memorias. Gabo fue muy amable conmigo, me dijo que lo pensara y yo quedé en avisarle pronto. Esa es una buena noticia, como otra que me llegó el domingo procedente de Alemania: según mi agente allá, están a punto de salir mis obras completas traducidas al alemán, al ruso, al belga, al francés, al serbocroata, al inglés, al siriaco, al crèole y al arawaco. Esa estupenda nueva se la debo a Günter Von Stilike, mi representante en el norte de Europa. Mi querido amigo Günter logró además que Wim Wenders se quedara con los derechos cinematográficos de mi más reciente libro, y creo que la cinta llevará como actores estelares a Robert de Niro, Isabella Rosellini y Carmen Salinas. En cuanto a la situación política local y mi columna, me llegó la especie de que el secretario de Gobernación ha realizado las gestiones pertinentes para determinar si me sacan del aire o me dejan seguir. Por supuesto que esa medida intimidatoria no prosperará, pues en tres años he logrado la solidaridad de cinco lectores que sin duda mandarán cartas a Bucareli para detener cualquier iniciativa en mi contra. ¿Tengo yo la culpa de los errores que ellos cometen? Pero no todo es acoso; recibí un trascendido que da como futuro entrenador del Santos a Zico, el ex número 10 de la selección brasileña, quien ya está cerca de la institución albiverde y para asegurar el campeonato asesorará a Daniel Guzmán en la liguilla que viene. La Laguna afianza así un lugar en la historia, como cuando Abraham Lincoln estuvo en San Pedro de las Colonias y escribió la frase célebre “las sampetrinas son las mujeres más hermosas del mundo”, lo que contrasta con el odio de Benito Mussolini, quien en un arranque de mala leche señaló que algún día iba a liquidar a todos los lerdenses por la tonta razón de que una vez se enfermó con una nieve de cajeta. Qué diferencia con Albert Einstein, quien dejó en su testamento que en la secundaria Catarino Herrera continuaran sus investigaciones sobre la teoría de la relatividad y el tratamiento de los despojos en el nuevo relleno sanitario. Es importante señalar, por otra parte, que Johnny Laboriel no tiene nada que ver con el complot de las televisoras en contra de la democracia, pues es evidente que su principal meta en la vida no es involucrarse en política, sino cantar rock’n roll de los cincuenta. El que sin duda está jugando con fuego es el señor presidente de la república Felipe Calderón Hinojosa, quien en su círculo de cercanos ha manifestado el firme propósito de poner orden en el país, de castigar a Fox y sus compinches, de no favorecer con un solo beneficio más a los grandes empresarios del país, de encarcelar a los pillos electorales y acabar con la lepra del narco. Asimismo se plantará en la ONU para denunciar el artero crimen social y ecológico del muro que construyen los Estados Unidos en la frontera. El que ha mostrado su desacuerdo con tales medidas del presidente es Fabiruchis, pero no importa lo que él diga luego del terrible descrédito en el que fue sumido en programas tan serios como La Oreja y Ventaneando. En otras palabras, son muchas las noticias que me llegan en este momento, aunque es molesto recibirlas en la cama, todavía azotado por dengue y sin esperanza de socorro médico, pues la enfermedad emigra “espontáneamente”. Duele la cabeza, duelen los huesos, es una enfermedad miserable mientras dura. La fiebre es cruel, y uno alucina.

Dengue

El domingo 4 de noviembre a mediodía sentí que me sucedía algo raro. Empecé con un escalofrío, y de golpe sobrevino una fiebre molestísima que me provocó debilidad, sueño, alucinaciones y dolor en todo el esqueleto. Yo no lo sabía, pero era dengue, una enfermedad asquerosa. El miércoles 7 apenas pude enviar mi columna en forma de telegrama (aparece aquí abajo) y de plano ya no pude seguir con mis entregas a La Opinión para los días 8, 9, 10 y 11. Por primera vez en tres años, mi columna no salió. Luego, el miércoles 14, reanudé mi aparición en el periódico, pero traigo la cabeza todavía golpeada, me siento débil y ando a rastras, agobiado. Espero salir pronto de todo esto, pues viene el cierre del año y todavía hay muchas ollas en la lumbre.

Telegrama urgente

BREVÍSIMA COLUMNA HOY. APALEADO POR DENGUE. DUÉLEME HASTA ROPA QUE TRAIGO PUESTA. INÚTIL RECURRIR INEPTOS SERVICIOS SOCIALES SALUD. REPORTOME MAÑANA.

domingo, noviembre 04, 2007

Mes chanate



El domingo pasado me referí a la obra gráfica de Pepe Valdez, y entre lo mucho que no pude decir por falta de espacio es que él y muchos como él, artistas laguneros, se han integrado al ascendente proyecto del Taller El Chanate que coordina Miguel Canseco. Varias exposiciones individuales y colectivas, bastantes alumnos y sobre todo un sinnúmero de enseñanzas compartidas es el fruto de este espacio artístico que tiene cinco años de edad y como sede al Icocult Laguna.
La dinámica de trabajo chanatil ha tratado de promover al talento local, pero sabe que el aislamiento es `pernicioso y por ello la apertura de espacios como el que, en noviembre, dará a luz el “mes de la estampa”. Con Canseco a la cabeza, ese foro múltiple plantea la oportunidad de que no sólo los artistas gráficos, sino público en general, accedan a un menú harto variado de productos estéticos relacionados con la gráfica. Esto, a su vez, suma un logro más al desarrollo del arte en La Laguna. Como en disciplinas, por caso las letras o la música, el grabado, la pintura y en general las artes plásticas tienen todavía mucho qué hacer en La Laguna, pero sería injusto reconocer que poco a poco se han dado pasos firmes en el mejor sentido, en dirección al cuajamiento de nuestros creadores y en la convocatoria de mayores públicos.
Un rápido sumario del bufet permite ver que es muy atractivo el panorama, y bien vale estar atentos a lo que vaya sucediendo. Empezará el martes 6 con la exposición “Raspando el huarache”, del propio Pepe Valdez, una colección de quince obras que tienen al baile popular, cantinero, “cantábrico”, como tema. Los trabajos de Valdez itinerarán en distintas fechas por Matamoros, Viesca, Madero y Sierra Mojada, y la actividad será acompañada por talleres de grabado.
Seis jóvenes artistas, la más reciente generación de chanates, exhibirán (el jueves 8 en la Alianza Francesa) una colectiva de grabadores titulada “Filósofos en el desierto”. Los jóvenes son Vinicio Fabila (1984), Norberto Treviño (1980), Santiago Grijalva (1989), Jesús Soto (1981), Antonio Castañeda (1979) y Lilette Jamieson (1979) quienes según el programa han cocinado “un viaje entre el arte del post punk y una nueva figuración cargada de ironía y guiños al arte conceptual”.
Varios de los integrantes ya emblemáticos del taller ofrecerán a partir del 6 de noviembre en el Teatro Nazas una colectiva denominada “El Chanate a 5 años”. Allí habrá obra de Ana Villar, Rosa Elena Gordillo, Marcela López, Cristina Treviño, Teresa Hernández, Patricia Hernández, Alicia Aragón, Alonso de Alba, Gerardo Beuchot, Román Eguía, Jorge Lugo, Mauricio Ruvalcaba, Jesús Flores, Miguel Canseco, Eduardo Valenzuela, Vinicio Fabila, Santiago Grijalva, Norberto Treviño, Gustavo Montes, Héctor Bañuelos y José Valdez.
El 29, en la galería del Icocult Laguna, Ernesto Morales expondrá “Burbujas”, proyecto que tiene el auspicio del Sistema Nacional de Jóvenes Creadores del Fonca y es “una reflexión sobre la gráfica en relación con medios como el dibujo, la fotografía y las piezas tridimensionales”.
“Obra gráfica de Picasso” es la joya de este mes, y será montada en la Galería de Arte Contemporáneo del TIM el martes 20 a las 8:30 de la noche. Esta valiosa muestra del artista malagueño se da en coordinación con el Museo José Luis Cuevas. Son más de treinta obras, y el programa explica que en esta “exposición se podrán preciar las series ‘La suite le cucu magnifique’ y ‘La suite sable mouvant’, obras estructuradas a partir de textos del poeta Pierre Reverdy. Estas piezas fueron adquiridas por el maestro Cuevas y son de particular importancia ya que fueron realizadas en uno de los momentos cumbre en la producción del artista español”, y añade que estos trabajos “permiten apreciar los excepcionales recursos técnicos del maestro y también dejan claro su lugar dentro del arte del grabado, disciplina donde cimentó un sólido prestigio que hoy lo lleva a un escaño de honor en la gráfica española junto con Francisco de Goya”.
Y hay más noticias, como la puesta en marcha de la web de El Chanate, pero de eso hablaremos en su momento, pues sin duda será un espacio fundamental para la difusión del arte lagunero.

Unas calaveras



Mario Gálvez y Eduardo Holguín me siguen convidando de su Olla de grillos versión radio. A su pedido escribí estas calaveras; nada para apantallar a nadie, pero al menos creo que están bien medidas:

Mario Gálvez está entero
la muerte armó su intentona
pero él dijo “lero lero”
y pospuso a la pelona.

Ni madres, le dijo ella,
te mato porque te mato,
no quedará de ti huella,
pero te dejo otro rato.


Eduardo Holguín, el dragón,
el bussiness hunter estrella,
murió por ser un tragón
por echarse una paella.

“¿Por qué me castigas, flaca?”
le dijo, Holgín, el grandote
“Te mato yo, la calaca,
para hacerme un bisnesote”.


Memo Anaya, el senador
el compadre de Felipe
quiere ser gobernador
y que nadie lo destripe.

La parca lo paró en seco
le dijo calma, cuñado,
encuentra buen recoveco
para esconder lo informado.

Anaya dice no soy,
no soy nada, no soy eso,
al panteón mejor me voy
en vez de soñar más hueso.


El góber de nuestro estado
dio su informe y puso en charco
al delfín empanizado
le aludió perfil de narco.

Moreira Valdés, Humberto
madrugó tanto en Coahuila
que por eso ya está muerto
brindemos con un tequila.


Rebollo cree que es cultura
nuestra Paquita del barrio
no sabe que eso es tortura
es arte en pleno descarrio.

La muerte, la muy maldita
que no escucha el show del OTI
lo alejó de la Paquita
lo juntó con Pavarotti.


José Ángel Pérez escarba
escarba, escarba y no para
en vez de hacernos la barba
a todos nos ve la cara.

Que uno de esos pozos sea
catatumba de tus huesos
le dijo la muerte fea
por gastarte tantos pesos.


Madrazo en la maratón
si corre nadie lo alcanza
cómo no, si el muy cabrón
se las gasta pa’la transa.

La huesuda lo persigue
para enterrarlo en Berlín
pero Madrazo corre, y sigue
su delincuencia sin fin.


Es Felipe Calderón
el presidente en funciones
corto de pantalón
y de severas facciones.

La muerte con mucha furia
lo mandó hacia el camposanto
“Tu presidencia es espuria
y contigo no me espanto”.


Agustín Carstens, de hacienda
para comer necesita
que le compren una tienda
ta’cabrona esa pancita.

La muerte, que todo sabe
le calculó la medida
en la tumba no nos cabe
que mejor siga en la vida.


Vicente y Marta, los dos
hacen dupla de patanes
seguro estoy que los Fox
valen menos que los canes.

La maldad y la ignorancia
les castigó la calaca
pero es tanta su arrogancia
que el infierno huele a caca.

sábado, noviembre 03, 2007

Lección de Tabasco



¿Qué podemos hacer en el norte del país para ayudar a Tabasco? En los hechos, nada, salvo quizá recolección simbólica de víveres y cobijas de mera buena intención mediática. La impotencia y la falta de solidaridad (parientes cercanas en este caso), no tienen sus resortes sólo en la dificultad real de ayudar a más de dos o tres mil kilómetros de distancia, sino en el efecto escepticismo que ha cundido en el país debido a la turbiedad de las autoridades al momento de administrar la ayuda humanitaria. ¿Para qué dar, se preguntan muchos ciudadanos, si el dinero depositado en una cuenta o la donación de latas y medicinas al final será criminalmente usado para la trácala particular o para el juego político? La respuesta a tal pregunta es automática: no, no sirve de nada ayudar, y ya ni siquiera vale la pena hacerlo en tragedias mayúsculas como la de Villahermosa y otras ciudades aledañas.
La lección de Tabasco sólo agudiza, pues, el pesimismo y/o la indiferencia que asuelan al país en casos de emergencia extrema. El agua en esta ocasión, y en otros los procesos electorales, ha exhibido hasta la demencia el grado de corrupción e ineptitud que alcanzan a tener gobiernos reptilíneos como los últimos tres de aquella entidad. Si es cierto que ante una feroz agresión de la naturaleza irremediablemente habrá damnificados, también lo es que los gobiernos tabasqueños recientes han mostrado un enorme grado de imprevisión y falta de escrúpulos a la hora de vigilar, en aquellos lugares siempre ensombrecidos por el riesgo de diluvios, las zonas de mayor riesgo y la respuesta a contingencias como la actual que ya alcanzó parámetros de infierno acuático.
La devastación, entonces, no es sólo producida por la naturaleza y sus cada vez más frecuentes venganzas, sino también por prevaricadores que llegado el momento, su momento, saquean todo lo saqueable, licitan y compran inútiles “mandarinas”, permiten la explotación de minas en condiciones de inseguridad extrema para los trabajadores o, como sucede hoy en Tabasco, dejan a la buena voluntad de los elementos la integridad física de miles de ciudadanos en vez de poner manos a la obra civil que evite impactos inmanejables cuando la naturaleza no sigue la pauta de lo deseable.
Según se ha difundido, los tres más recientes gobiernos estatales tabasqueños (incluido el actual de Andrés Granier) fueron beneficiados con recursos de Pemex destinados exclusivamente a la construcción de infraestructura contra las inundaciones. Lo único malo es más bien terrible: la entrega de esos recursos se dio de manera casi discrecional y sin fiscalización ninguna, de suerte que los millones de pesos teóricamente destinados a la seguridad de la población se han filtrado a los bolsillos de funcionarios sin rostro definido, a destinatarios que gracias al caos de los oscuros papeleos burocráticos son incastigables y en algunos casos hasta inhallables.
En tal situación, ¿qué puede hacer el ciudadano que desea ayudar y no sabe cómo hacerlo? Sospecho, con un pesimismo que me tortura, que nada o muy poco en términos reales y coyunturales. El caso de Tabasco puede servir, sin embargo, para repensar nuestra responsabilidad como ciudadanos a la hora de elegir gobernantes, a la hora de aceptar imposiciones e incluso aplaudirlas.

viernes, noviembre 02, 2007

Dos poemas mortales



Quizá después del amor, el tema artístico y filosófico por excelencia es el de la muerte. Más: creo que frente a ella, como tema y como realidad, no hay asunto que le haga competencia. Todo podemos evitarlo, incluido el desamor, pero es imposible librarnos del abismo, del insondable negror que se abrirá cuando todo haya sido. Por eso la línea que, como latigazo de verdad, abre Habla, memoria, el libro de memorias de Nabocov: “La vida es un rayo de luz entre dos eternidades de oscuridad”. La muerte es, por ello, el lugar inevitable, el sitio al que llegaremos para siempre y en silencio, la nada absoluta. Lo que contradice esto es un consuelo momentáneo para que no terminemos en el suicidio o la locura, para consolarnos con un más allá del que todavía no sabemos nada en firme.
Dos poemas me rondan siempre que deambulo por la muerte; en vez de calaveras, me pongo grave y cejijunto para recordarlos; el primero, un célebre soneto de Quevedo, infalible como muchos de su troquel: “Miré los muros de la patria mía, / si un tiempo fuertes ya desmoronados / de la carrera de la edad cansados / por quien caduca ya su valentía. // Salime al campo: vi que el sol bebía / los arroyos del hielo desatados, / y del monte quejosos los ganados / que con sombras hurtó su luz al día. // Entré en mi casa: vi que amancillada / de anciana habitación era despojos, / mi báculo más corvo y menos fuerte. // Vencida de la edad sentí mi espada, / y no hallé cosa en que poner los ojos / que no fuese recuerdo de la muerte”.
Otra obra referida a la muerte, al momento mismo de morir violentamente, es el “Poema conjetural”, de Borges; su perfección es tal que abruma; tiene una especie de introducción, ésta: “El doctor Francisco Laprida, asesinado el día 22 de setiembre de 1829 por los montoneros de Aldao, piensa antes de morir”, y dice: “Zumban las balas en la tarde última. / Hay viento y hay cenizas en el viento, / se dispersan el día y la batalla / deforme, y la victoria es de los otros. / Vencen los bárbaros, los gauchos vencen. / Yo, que estudié las leyes y los cánones, / yo, Francisco Narciso de Laprida, / cuya voz declaró la independencia / de estas crueles provincias, derrotado, / de sangre y de sudor manchado el rostro, / sin esperanza ni temor, perdido, / huyo hacia el Sur por arrabales últimos. / Como aquel capitán del Purgatorio / que, huyendo a pie y ensangrentando el llano, / fue cegado y tumbado por la muerte / donde un oscuro río pierde el nombre, / así habré de caer. Hoy es el término. / La noche lateral de los pantanos / me acecha y me demora. Oigo los cascos / de mi caliente muerte que me busca / con jinetes, con belfos y con lanzas. / Yo que anhelé ser otro, ser un hombre / de sentencias, de libros, de dictámenes / a cielo abierto yaceré entre ciénagas; / pero me endiosa el pecho inexplicable / un júbilo secreto. Al fin me encuentro / con mi destino sudamericano. / A esta ruinosa tarde me llevaba / el laberinto múltiple de pasos / que mis días tejieron desde un día / de la niñez. Al fin he descubierto / la recóndita clave de mis años, / la suerte de Francisco de Laprida, / la letra que faltaba, la perfecta / forma que supo Dios desde el principio. / En el espejo de esta noche alcanzo / mi insospechado rostro eterno. El círculo / se va a cerrar. Yo aguardo que así sea. / Pisan mis pies la sombra de las lanzas / que me buscan. Las befas de mi muerte, / los jinetes, las crines, los caballos, / se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe, / ya el duro hierro que me raja el pecho, / el íntimo cuchillo en la garganta”.

Flores o calabazas



El sábado pasado les comenté a Eduardo Holguín y a Mario Gálvez que los altares de muertos no son precisamente laguneros, y que simplemente fueron injertados en estas fechas para repeler con algo “propio” la festividad espuria (para nosotros) del halloween. Lo que yo recuerdo como lagunero, les dije, es ir al panteón, limpiar las lápidas, colocar algunas flores y, en ocasiones, orar algo sencillo, luego comprar una caña de azúcar y sanseacabó, eso era todo. A propósito de la discordia entre el día de finados y el de brujas gringo, el doctor Corona Páez propone lo siguiente:
“A pesar de lo que diga la Secretaría de Educación Pública y a pesar de los que promueven el estilo de vida estadounidense, ni los altares de muertos ni los festejos del halloween constituyen tradiciones laguneras de arraigo.
Los aborígenes laguneros no contaban con esa clase de ritos, y los indios tlaxcaltecas, cuya cultura prevaleció en nuestra región, no los celebraban por considerarlos “paganos”. Su adhesión al catolicismo europeo fue tan firme como sincera.
La SEP ha buscado homogenizar esta celebración de los altares de muertos, sin tomar en cuenta que las etnias, las culturas y las historias regionales son diversas en todo el país. No todo fue Mesoamérica, ni todos los indios fueron Mexicas, Purépechas o Mixteco-Zapotecas.
Los festejos del halloween son para nuestra Comarca Lagunera tan ajenos como los altares de muertos. Denotan admiración por una cultura que no es la nuestra (Dios no libre de que lo fuera) y cuyos orígenes son otros muy ajenos. En los Estados Unidos, las fiestas del halloween se inscriben en la tradición puritana que descubría brujas y demonios por todas partes. Nada que ver con nosotros.
Si queremos una celebración que sea verdaderamente nuestra, lagunera de corazón, deberíamos celebrar por estas fechas el “Día del Inmigrante”. Un festejo así iría muy de acuerdo con nuestra tradición histórica. Que se disfracen los niños con el vestuario representativo de las diversas etnias mexicanas y extranjeras que llegaron a nuestro suelo, que pidan dulces en las casas y que se les den y reciba bien. Así recordaremos y celebraremos perpetuamente el espíritu de superación de quienes dejaron sus hogares en busca de mejores horizontes, y el carácter acogedor de nuestra gente y de nuestra Comarca.
Ahí tiene usted, un pequeño ejemplo de creatividad y de congruencia. No necesitamos copiar nada de nadie. Nos basta con nuestra propia y verdadera historia, y desde luego, con nuestra decisión e iniciativa. Crear es una actitud del primer mundo, copiar, del tercero. Y yo considero que los torreonenses ya deberíamos estar creando o modificando nuestra propia cultura. Seamos auténticos y originales...”.
El problema que tienen tanto los altares como la propuesta de Corona Páez es, creo, el enviciamiento de lo comercial que atraviesa toda festividad pública contemporánea. Gastar, comprar, quitar envolturas, endrogarse al estilo mexicano, ese parece ser el sino del 14 de febrero, del día de la madre, del padre, de la navidad y del año nuevo. En realidad, no veo por dónde se le puede ganar a la maquinaria del mercado. No dejo de sentir que en muchos casos ya perdimos, y este del día de muertos es uno de ellos.

Dos caminos, un espurio



Titulo así, como telenovela de Erik Estrada, Biby Gaytán y Laura León, el culebrón político que nos hemos fumado desde que el felipato lucas fue impuesto para “dirigir” los destinos de la nación. De un lado, los millones que votaron por el michoacano y los que no votaron por él pero que de todos modos creen irreprochable su milagroso triunfo por un pelito de rana salinista (es decir, calva); por el otro, quienes pase lo que pase en el país, haga lo que haga el presidente, vocifere lo que vocifere la televisión, no bajan ni bajarán de espurio al mandatario enjaretado en Los Pinos con calzador.
A un año de la usurpación, los enconos siguen caldeados; no tanto como en 2006, obviamente, pero sigue habiendo mexicanos radicalizados en la idea de que la actual presidencia es una bufonada. Entre ellos, un sector importante no es perredista ni lopezobradorista, sino que simplemente ve en la figura del dizque presidente la encarnación simbólica del eje empresarial, mediático, partidista, eclesiástico y gubernamental que trabajó a favor de de una victoria más pírrica que la de los Tecos contra el Santos en la temporada actual. Entre esos mexicanos me cuento, entre los que podrían creer con muy buena disposición todo lo que se quiera decir en contra del Peje, y sin embargo no aceptan a Calderón por la sencilla razón de que sobre él pesa la granítica sombra del fraude.
En los días recientes, amplificado por los medios para que se vea cuán mierda es la maldad de obra y de palabra característica de los izquierdosos rejegos, asistimos al espectáculo del linchamiento a Gerardo Fernández Noroña, uno de los últimos mohicanos de la radicalización palpable contra el seudopresidente. Se sabe que al interior del PRD la corriente de los Chuchos está luchando como perro (en honor al mote que justifique lo de chuchos) para imponer la línea blanda, aquella que termine al fin por colocarse como tapete para que Calderón se limpie los zapatos hasta dejarlos sin el zoquete de la ilegitimidad. Los ex abruptos de Fernández Noroña, por ello, son una ocasión inmejorable no para los Chuchos ni para los fernandeznoroñistas, sino para los ciudadanos comunes y corrientes, quienes una vez más pueden repensar sus posiciones en torno al dilema nada insustancial de aceptar o no el embuste del 2 de julio. De eso depende el futuro electoral, creo, pues a medida que gane terreno la especie de la legitimidad calderónica, en esa misma medida el actual gobierno se fortalecerá para 2009 y 2012.
Además de que está en su derecho a no creer en las pamplinas del triunfo y de manifestarlo sin linduras, Fernández Noroña es un símbolo actuante que contrasta con los pasos siempre módicos de los que, como Lázaro Cárdenas o Jesús Ortega, desde el principio estuvieron listos para cantar la palinodia del pejismo y el loor del encumbrado. El problema de la polarización y la inviabilidad del reconocimiento a Calderón, en todo caso, no lo provocó Fernández Noroña ni nadie que no crea en el “presidente”, sino las hordas que atacaron a saco y destruyeron lo poco que teníamos en materia de democracia electoral, hordas encabezadas por La Bestia del Rancho San Cristóbal.
Berrinches más, berrinches menos, el camino de Fernández Noroña es el único que pueden seguir quienes no aceptan la presidencia de Calderón. Hacer lo contrario, pecar de chucho, es legitimar una perversidad histórica.