Hoy coincide la salida de esta columna con el cumpleaños 74 de mi amigo Sergio Antonio Corona Páez, quien murió en 2017. Para recordarlo —aunque no pasa semana sin que lo tenga presente de algún modo—, traigo esta reseña general de un proyecto que emprendimos juntos, él como investigador y coordinador, y yo como editor. Nunca publiqué este comentario múltiple, y no sé por qué lo tenía extraviado en mis papeles. Supongo que la escribí hace veinte años, pero es inédito. Sólo lo actualicé un poco. Va.
El Archivo Histórico Juan Agustín de Espinoza de la Universidad Iberoamericana de Torreón, Coahuila, México, publicó hace varios años la colección Lobo Rampante, serie de siete cuadernillos que buscó difundir parte de los documentos que obran en su repositorio. El nombre de la colección obedeció a que los textos introducidos y anotados por especialistas fueron generados en el Antiguo Régimen, particularmente en la etapa colonial del norte mexicano dentro del inmenso territorio llamado Nueva Vizcaya que según el historiador Vito Alessio Robles ocupaba los actuales estados mexicanos de Sinaloa, Sonora, Durango, Chihuahua y el sur de Coahuila. A continuación traigo un brevísimo comentario sobre cada título.
El vino en la
Nueva Vizcaya
Una disputa vitivinícola en
Parras (1679)
vislumbra el interés que puede nacer en ciertos
círculos académicos, europeos la mayoría, por las cosas de la colonia
neovizcaína, más si se vinculan con la exploración directa de los testimonios que
dan cuenta del esplendor vitivinícola que caracterizó a Santa María de las
Parras.
Una disputa... es un testimonio irrefutable del peso que tuvo la cultura del vino en esta zona de Coahuila, y su valor como documento quedará constatado con la recepción que le hagan los estudiosos de la vitivinicultura en el mundo. Quizá gracias a esta plaquette, Santa María de las Parras pueda ser redimensionada como objeto de estudio, ya que hasta el momento no se ha dado a la luz el enorme arsenal de piezas que conforman el rompecabezas de la vitivinicultura neovizcaína.
Censo y estadística de Parras, La Laguna en el nacimiento de México
Dos asombros me asaltaron cuando vi
por primera vez el original del cuadro estadístico que da cuenta de la vida
parrense en 1825: uno, la aparente ininteligibilidad del documento y, dos, la
vocación que movió a José Ignacio Mijares para tomar nota del clima, la geografía,
la producción y el estado demográfico que guardaba el actual sur de Coahuila
cuando alboreaba el nacimiento del México republicano.
Basta
asomarse al documento original para comprender la razón de esa perplejidad.
Compuesto por siete fojas, el manuscrito de Mijares —a la sazón presidente de
la jurisdicción de Parras en 1825— es legible en sus secciones de texto corrido,
pero es francamente intrincado en el folio inicial que corresponde al
cuadro-resumen estadístico. En total, el documento está fragmentado en 53
secciones, cada una de las cuales se ocupa de examinar una peculiaridad del
mundo parrense. Hasta el carácter y el temperamento de los lugareños, desde la
óptica del observador Mijares, encuentra albergue en el antedicho documento,
sobre todo en aquel pasaje donde se apunta que, entre otras virtudes, los
habitantes del Partido censado son “patricios, generosos, rectos, valerosos...”
Durante los 28 años que demandó la edificación del censo, Parras y sus alrededores mostraron hacia principios del siglo antepasado —el xix— que ese ámbito se caracterizaba por la diversidad, por la heterogénea convivencia de hombres y mujeres dedicados al trabajo en condiciones casi siempre desfavorables. El anonimato de aquellos pobladores no implica que hoy sea ignorada su valiosa contribución al desarrollo del sur de Coahuila y del norte de México. He aquí el valor que guardan los rescates documentales y la difusión, en su formato de libro y en otros soportes, de todas aquellas obras que nos pueden hablar sobre el pasado de una región a la que todavía le quedan muchísimas palabras por decir.
Gerónimo Camargo..., novela
encontrada en un manuscrito
Hay que comenzar esta recensión con
un par de preguntas que parecen necesarias para entender la valía de Gerónimo Camargo, indio coahuileño,
ejemplar número tres de la Colección Lobo Rampante. ¿Por qué la declaración de
Camargo nos parece sumamente atractiva? ¿Qué hace de este documento una pieza
verbal cuya lectura podemos despachar de un perplejo tirón? Las dos preguntas
tienen una sola respuesta: el recurso de la narración, el arte de contar una
aventura con el fin de edificar la ilusión de realidad, eso es lo que provoca
la fascinación en un lector asiduo a la literatura. Como la novela, como el
cuento, como la crónica, como el relato, Gerónimo
Camargo, indio coahuileño es un documento que basa su magnetismo y su
eficacia en la vistosa organización de lo narrado, en el qué y en el cómo de lo
que allí se cuenta.
Gerónimo Camargo... vale por muchas razones, varias de ellas señaladas en el inmejorable pórtico trazado por Carlos Valdés Dávila. Para mí, dada mi indisimulable inclinación por las ficciones, el volumen es de subidos quilates por lo que tiene de literario, de narrativo, de anecdótico. Cuando lo conocí, gracias al paleografiado de Sergio Antonio Corona Páez —quien me advirtió la calidad literaria del documento—, confirmé lo que tantas veces me ha ocurrido: a veces los sucesos del pasado se nos ofrecen como si fueran esqueletos de novelas, borradores de cuentos, materia prima de literatura. Por supuesto esa es una imposición de mi historicidad como lector de narrativa ficcional, pero si me trato de desprender de tal subjetivismo encuentro que, en efecto, la declaración de Camargo es una especie de mininovela picaresca en el desierto coahuilense, una mininovela en la que escuchamos con claridad, casi sin adulteración, la voz de un indio.
Tríptico de Santa María de las Parras, un ejemplo de la crítica de fuentes
Una de las tantas novedades que
enseña la nueva historia es la crítica de fuentes. Tal crítica impide
considerar al documento, a cualquier documento, como texto canónico, como dogma
de fe para iluminar algún predio del pasado, ya que siempre estará latente la
posibilidad de encontrar otros documentos que contradigan a los que en
cualquier momento hayan establecido La Verdad. Por esa razón, quizá no haya
mayor logro para el trabajo histórico que el de aportar testimonios frescos,
documentos que posibilitan una lectura diferente del pasado.
Tríptico de
Santa María de las Parras eso hace. A partir de su publicación, la fuente
de primera mano para explicar el origen, geografía y estado político de esta amplísima
zona del sur coahuilense ya no será la articulada por el padre Agustín de Morfi
y su famoso Viaje de Indios. Ahora,
le corresponde ese mérito al padre Dionisio Gutiérrez, quien más de dos siglos
después pasa a ser restituido como el más autorizado vocero de lo que era Santa
María de las Parras.
Este cuarto ejemplar de la Colección Lobo Rampante coloca al alcance del lector una interesante triada de documentos que, aunque nominalmente se refieren a Parras, en realidad, por su contenido y trascendencia, son relevantes para la historia del sur de Coahuila e incluso para la historiografía (entendida ésta como reflexión crítica sobre la manera de historiar) y la crónica colonial mexicana.
Imagen del
rey en Nueva España
Desde
el triunfo de los liberales, la Colonia mexicana no goza de mucho prestigio
entre los estudiosos de nuestro pasado. Por décadas que ya suman siglos,
nuestra experiencia virreinal ha sido objeto de ninguneos sistemáticos o, a lo sumo,
de menor atención que, por ejemplo, el complejo universo prehispánico o el
proceso revolucionario que echó a tierra el Porfiriato. Todavía sobrevive en
los libros de texto mexicanos la idea de que ese tramo de trescientos años nos
pertenece, sí, pero a regañadientes, como una etapa vergonzosa, como si fuera
nuestra Edad Media. Aun aceptando este prejuicio, la historia académica que
aspire de veras a la seriedad no debe proceder con aprioris de tal naturaleza.
El pasado, por ominoso que parezca, no debe recibir ninguna descalificación,
mucho menos la basada en prejuicios.
Real espejo novohispano. Una lectura de la Monarquía española según documentos del obispado de Durango (1761-1819), contiene nueve manuscritos, hasta ahora inéditos, donde se evidencia que la vida de la dinastía borbónica —nacimientos, decesos, matrimonios y demás—, impactó en la cotidianidad de los habitantes del norte novohispano. Como señala en su introducción el doctor Salvador Bernabéu Albert, investigador de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, España, el interés fundamental suscitado por estos documentos radica en que exponen los mecanismos usados por la corona para dar a conocer las noticias vinculadas al monarca y su familia, lo que a trasmano revela formas de control social y reconocimiento del poder trasatlántico por parte de los súbditos.
Ataque a la misión de Nadadores o el documento como protagonista de la historia
Ataque a la
misión de Nadadores, sexto miembro de la familia Lobo Rampante, asimismo
condensa su contenido en el atinado título; en efecto, se trata aquí de compulsar
un mismo acontecimiento, el ataque a la natatoria misión, a partir de dos documentos
que testimonian ese hecho y ponen en el centro de la escena a don Diego de
Valdés. He allí, en una sola línea, el trazo general de la introducción
trabajada por Valdés Dávila. En ella, basado en el par de testimonios que han
sobrevivido a los siglos, el científico saltillense piensa en el valor del documento
como materia prima del historiador, pero de paso sugiere el ineludible uso de
un tamiz que le permita a la verdad
histórica ser bien cribada en el presente.
El valor capital de Ataque a la misión de Nadadores: dos versiones documentales sobre un
indio cuechale es el de hacernos comprender (a partir de dos viejas
descripciones donde el protagonista es el entrañable Diego de Valdés) la saludable
necesidad de no levantar la mano con tajancia cuando algún documento nos revela
una verdad.
Ataque... contiene un prefacio del doctor Sergio Antonio Corona Páez —paleógrafo por cierto del primer documento sobre don Diego incluido en este volumen—, la introducción del maestro Valdéz Dávila, los dos manuscritos sobre don Diego y un anexo con seis páginas apendiculares pero también esclarecedoras: las etnias registradas en el Libro de entierros de la misión de Nadadores, la lista de los sacerdotes de la misión, un croquis de las misiones franciscanas, otro de Coahuila en 1730 y dos grabados.
Viñedos y vendimias en la Nueva Vizcaya, Parras
como vergel
Un inapreciable aporte al conocimiento de lo que fue el norte mexicano se encuentra contenido en las páginas de Viñedos y vendimias en la Nueva Vizcaya. Los privilegios otorgados a sus cosecheros por la corona española en el siglo XVIII. Con documentación suficiente y con la interpretación más rigurosa, este séptimo volumen de la Colección Lobo Rampante rinde testimonio de la bonanza vitivinícola que durante la Colonia caracterizó la vida de Santa María de las Parras (hoy Parras de la Fuente, en el estado mexicano de Coahuila, México). Como lo explica el doctor Corona Páez, autor del estudio introductorio, y como lo evidencian las pruebas documentales que él ha transcrito y cotejado para el caso, la corona no sólo no prohibió la producción de vinos legítimos en esta parte del imperio español, sino que estimuló su producción y creó con ello, en Parras, una cultura del trabajo asombrosa y peculiar, única por su naturaleza en todo el septentrión novohispano.
Nota. La página de publicaciones de la Ibero Torreón está siendo reconstruida en este momento. Pronto será reabierta y estarán disponibles en PDF, entre muchos otros títulos, los volúmenes de la colección aquí abordada.