Fueron
escenas parecidas, ambas policiales y abusivas. En el primer caso, un agente
norteamericano retiene a un hombre negro que, bocabajo, suplica un poco de
piedad para poder respirar; la rodilla del oficial, sin embargo, pasa varios
minutos haciendo severa presión en la nuca del detenido, quien a la postre
murió; todo queda grabado por cámaras de seguridad y por celulares de
transeúntes. En el segundo caso, más cercano a nosotros, un joven es detenido
en Guadalajara frente a una cámara de teléfono que registra el diálogo entre
los testigos del hecho, que reclaman exceso de fuerza, y los policías
retadores. Poco después de haberse realizado esa toma, el detenido es declarado
muerto por golpes en el cráneo.
Estas
dos historias fueron difundidas en las redes sociales y se convirtieron, como
dice Roberto Bardini, en la chispa que incendió la pradera: inmediatamente
motivaron a muchos cientos, miles de jóvenes a cobrar venganza contra
cualquier elemento policiaco a la vista. Las imágenes de Estados Unidos,
“dantescas” si se nos permite el lugar común, hicieron recordar otros momentos
de la tensa relación entre la población negra y las autoridades policiales
norteamericanas, particularmente la detonada tras la golpiza perpetrada contra
Rodney King en 1991, también grabada en un video que no dejó lugar a dudas
sobre los excesos de los uniformados. Lo peculiar en el caso de George Floyd es
que los reclamos y la sed de venganza no sólo corrieron a cargo de civiles
negros, sino también de miles y miles de blancos igualmente iracundos. A una
escala menos numerosa, aunque importante si nos atenemos a los antecedentes
nacionales, una muchedumbre de jóvenes atacó patrullas y el edificio de
gobierno de Jalisco en demanda de justicia para Giovanni López, y la protesta
también tuvo algún eco en la capital del país.
Podemos
resaltar dos detalles en las acciones de la policía: en ambos hechos hay un claro
exceso en el uso de la fuerza y en ambos hay cámaras listas para grabar una
parte sustancial de los desaguisados. Si a esto añadimos el alto nivel de crispación
prohijado por las sociedades actuales ensañadas sobre todo contra los jóvenes
al negarles oportunidades y estabilidad, es harto necesario que la policía y
cualquier otra autoridad afín maneje bien sus protocolos de actuación en
detenciones y demás contingencias violentas. De no ser así, cualquier abuso
grabado en audio y video de un mal policía puede derivar en lo que recién
vimos: escenas apocalípticas en un mundo ya de por sí apocalíptico por
epidemias y recurrentes crisis económicas.