miércoles, noviembre 04, 2020

Ficciones y celulares

 








El fin de semana vi dos películas y supongo que debido a que ambas son thrillers vinculé muchas de sus situaciones a la posibilidad de tener o no un celular. Dado que en la ficción ayuda mucho el ingrediente de la incertidumbre, y dado que muchas veces la incertidumbre se debe en gran medida a la incomunicación, tener un celular haría más fácil el desbaratamiento de las tensiones provocadas por el hecho de no poder comunicarse para pedir ayuda.

Esto lo vio claro Hernán Casciari y lo planteó en el artículo “El móvil de Hansel y Gretel”. Arranca así: “Anoche le contaba a la Nina un cuento infantil muy famoso, el Hansel y Gretel de los hermanos Grimm. En el momento más tenebroso de la aventura los niños descubren que unos pájaros se han comido las estratégicas bolitas de pan, un sistema muy simple que los hermanitos habían ideado para regresar a casa. Hansel y Gretel se descubren solos en el bosque, perdidos, y comienza a anochecer. Mi hija me dice, justo en ese punto de clímax narrativo: ‘No importa. Que lo llamen al papá por el móvil’”.

Y continúa: “Yo entonces pensé, por primera vez, que mi hija no tiene una noción de la vida ajena a la telefonía inalámbrica. Y al mismo tiempo descubrí qué espantosa resultaría la literatura —toda ella, en general— si el teléfono móvil hubiera existido siempre, como cree mi hija de cuatro años. Cuántos clásicos habrían perdido su nudo dramático, cuántas tramas hubieran muerto antes de nacer, y sobre todo qué fácil se habrían solucionado los intríngulis más célebres de las grandes historias de ficción”.

Efectivamente, la ubicuidad de celular ha provocado que muchas historias tanto de la literatura como del cine, sobre todo del cine, primero lo incluyen y debido a las exigencias de tal o cual argumento luego provoquen que sea perdido por los personajes o, en el peor de los casos, que se quede sin carga en situaciones extremas. Este obstáculo para las historias (es decir, la ventaja de tener celular) no lo enfrentó Seven (1995), una de las cintas que recién vi. Más bien volví a verla creo que por tercera vez, y ahora me obsesionó el detalle de imaginar en su trama un celular. Sobre todo en el clímax, pues David Mills (Brad Pitt) pasa mucho tiempo metido en el asunto vertebral de la historia y en todo ese lapso no llama ni manda un mugre mensajito de Whatsapp a Tracy (Gwyneth Paltrow), su mujer, lo que da estupenda pauta a la construcción de la sorpresa final. En 1995 ya había celulares, pero todavía no se popularizaban, así que los guionistas de Seven pudieron prescindir de ellos. A lo mucho, por allí, en alguna escena, el detective William Somerset (Morgan Freeman) usa lo que parece ser un “beeper”, aparato que tuvo cortísima vida.

La otra película que vi es de 2016. Su título es No respires, y en ella los jóvenes que entran a robar la casa de un ciego todopoderoso no pueden no tener celulares. En cierto momento amagan con usarlos para salvarse, pero deciden no hacerlo y luego los pierden, lo que impide su comunicación, torna casi imposible su escapatoria y viabiliza la zozobra.

Cierto que en la vida diaria los celulares han hecho más frecuente y fluido nuestro contacto, pero en algunas ficciones son un estorbo con el que los guionistas deben lidiar, principalmente en las películas de suspenso. En ellas, casi indefectiblemente, los celulares deberán perderse, descargarse o, si el thriller fuera mexicano, quedarse sin saldo del Oxxo.