sábado, diciembre 07, 2019

Sueños de youtuber













Y recordé el maravilloso nombre que José de la Colina —recién fallecido— le dio a su columna de Milenio Diario: “Los inmortales del momento”. Porque eso son, inmortales del momento, los youtúberes que desde hace algunos años provocan tumultos en las ferias del libro y otros espacios adecuados para exaltar famas forjadas a partir de productos con contenidos que equivalen a la Absoluta Nada.
En el caso de los libros “escritos” por los youtúberes se trata, obvio, de chácharas cuyo mercado le será menos fiel que Pedro Ferriz a su señora esposa. Con esto no quiero decir que sea fácil ser youtuber. Al contrario: dado el éxito que han alcanzado es cada vez más difícil abrirse cancha en esa nadería. Niños o adolescentes que antes no sabían qué querían ser en la vida, ahora definen su vocación a los doce años y de un día para otro comienzan el empinado ascenso a la montaña que, si son persistentes en su vacuidad, los encaramará en el pináculo de la gloria. Muy pocos llegarán, ciertamente, pero los que venturosamente logren acumular miles y miles de visitas en YouTube serán suficientes para convertirse en ejemplo que otros chiques seguirán para buscar lo mismo: el escurridizo y efímero abrazo de la popularidad.
No necesité una encuesta para tantear el agua a los camotes de lo que significa el punch de los youtúberes. Fue suficiente una vivencia que aquí cuento. En la FIL de Guadalajara tomé asiento para respirar en medio de los amontonamientos mayoritariamente juveniles. En eso quedó libre un espacio a mi derecha y lo ocupó una señora con sus dos hijos casi prepubertos, quienes rápido comenzaron a hojear sus novedades editoriales. Traían cinco (¡cinco!) libros nuevos, todos de youtúberes. Comencé entonces una charla con la señito: “Un dineral, seguramente”, dije con tono de quien comprende los pliegues de la abnegación materna. “Sí, como 1500 nomás en estos libros. Les encantan los youtúber y yo les compro esto con tal de que lean algo”. Pude ver que uno de los libros era de una tal Polinesia y otro de Luisito Comunica, personaje de quien por cierto una vez vi un fragmento de video.
Pensé (no pude no pensar) en el destino de la humanidad en relación con las innumerables estratagemas que urde el comercio para “monetizar” (usan mucho este raro verbo) cualquier sabandija siempre y cuando tenga fama.
Ayer fue el Werevertumorro, hoy es Luisito Comunica y mañana será algún otro inmortalazo del momento. El asunto es poner a prueba la abnegación de miles y miles de madres esforzadas y acaso dispuestas a sacrificar parte del chivo en la credulidad de sus retoños.