miércoles, noviembre 28, 2018

EPN: menos que nada














Hemos llegado al final de la película de EPN. Fue una cinta de terror en la que lejos de ver un decremento en los índices de pobreza, violencia y corrupción —furias del apocalipsis que en México se sienten como en casa—, asistimos al lamentable espectáculo de su agigantamiento. De alguna forma era previsible lo que caracterizó al sexenio del mexiquense: si su llegada a Palacio Nacional se había dado a punta de engaños, pactos secretos y sobresaltos, lógico es que su herencia fuera pésima.
Si bien la macoroeconomía nacional navegó sin sobresaltos, es notable que se ahondara la brecha entre ricos y pobres. La distribución de la riqueza siguió siendo pues una roca en el zapato para los mexicanos, de suerte que en términos reales no ha mejorado, desde hace muchos sexenios, la calidad de vida de una mayoría cada vez más amplia.
La violencia que fue rasgo característico del gobierno federal anterior no sólo no fue contenida, sino que en muchos lugares del país se incrementó hasta rebasar las cifras ya de por sí catastróficas que dejó Calderón. Otra vez Michoacán, Guerrero, Tamaulipas, Veracruz, Sinaloa, la Ciudad de Médico y alguna otra circunscripción fueron azotadas por la incesante barbarie. Se puede afirmar por ello, categóricamente, que en el gobierno saliente fuimos testigos de otro desastre en materia de seguridad.
Si algo puede caracterizar a la etapa 2012-2018, es la corrupción. De la mano de una campaña permanente y onerosa para adecentar su imagen, Peña Nieto y su equipo se van con la imagen de corruptos. Bajo su mandato, prácticamente no hubo secretario que no hiciera negocios a la sombra del poder, y fue muy visible el caso de varios gobernadores del “Nuevo PRI” que sólo llegaron para atascarse de recursos públicos. Los casos de Javier y César Duarte fueron los más escandalosos, pero en general todo lo que dependió de EPN llegó podrido al poder y se fue pudriendo más a medida que trastabillaba el gobierno hacia el 30 de noviembre de 2018.
Las cuentas de Peña Nieto son, en suma, nefastas, de ahí el huracanado castigo que le fue infligido el primero de julio. De él no se esperaba nada, e hizo un milagro: nos dio menos que nada.