Mi teoría sobre el uso de las redes sociales se basa en una
idea que puede caber en la locución adverbial “de burlas veras”. Una locución
adverbial es una frase que hace las veces, claro, de adverbio, es decir,
modifica un adjetivo o un verbo. Doy dos ejemplos callejeros: “de perrote” y “a
huevo”, locuciones que suelen modificar a los verbos “ir”, “estar” y “hacer”:
“fui de perrote al cine” (la locución adverbial modifica al verbo “ir”) o “hice
la tarea a huevo” (modifica al verbo “hacer”). Hay muchísimas locuciones
adverbiales y de otros tipos, pero basten estos ejemplos para explicarlas.
“De burlas veras” es más culta. Suele ser usada para
modificar al verbo “decir”: “lo digo de burlas veras”. ¿Qué quiere decir esto?
Bien, hablar “de burlas veras” es hacerlo a medio camino entre la broma y la
solemnidad, ni muy muy ni tan tan, que por cierto es otra locución. Así
entonces, cuando escribo para las redes, esos cajones de sastre de la
comunicación actual, lo hago zigzagueando entre lo serio y lo lúdico, tanto que
a veces, sospecho, no se nota la delgada frontera entre un lado y el otro de la
misma moneda.
Hace poco, por caso, aproveché una de mis ventanas
internéticas para soltar esta cosa: “Se me ocurrió una idea que quizá puede funcionar. Es ésta: que los
escritores hagan lo mismo que los luchadores cuando se retiran de la vida
pública o cuando de plano mueren. Como sabemos, los luchadores que han
envejecido, se han retirado o han muerto descubrieron que su nombre era en sí
el negocio, de suerte que hay o ha habido Hijo del Santo, Blue Demon Jr.,
Espanto II, Doctor Wagner Jr., etcétera. Si los escritores hicieran lo mismo,
tendíamos a Juan Rulfo Jr., al Hijo de Carlos
Fuentes, Octavio Paz II, etcétera. No sería tan difícil que esos herederos (que
pueden ser o no ser hijos directos) escribieran igual que sus padres, pues todo
es que lean y relean la obra de sus predecesores hasta que se les pegue el
estilo. Esto podrían reforzarlo con algo parecido a lo que sugiere Pierre
Menard: que el epígono trate de vivir cierta vida afín a la del prototipo. Por
ejemplo, que el Rulfo Jr. se dedique un tiempo a vender neumáticos
Goodrich-Euzkadi por toda la república y luego encuentre trabajo en una
dependencia de gobierno dedicada a los asuntos indígenas. Creo que así se
garantizaría la perdurabilidad de los grandes escritores y sería más fácil y
menos polémico asignar las becas del SNCA”.
Increíble,
asombrosamente, algunos me reclamaron, pues les pareció una idea descabellada.