domingo, abril 13, 2008

Gran premio para La Laguna



Decir el orgullo siempre es difícil. Expresarlo pone en riesgo la reputación de quien escribe pues la gente suele interpretar ciertos genuinos y legítimos afectos como vanidad y, en ciertos casos, como sentimentalismo. No es el caso de este apunte, lo aseguro. Siento orgullo por lo ocurrido el miércoles 9 de abril en el patio del Icocult Saltillo. Allí, diferentes autoridades del gobierno estatal realizaron la ceremonia de premiación a los ganadores del primer concurso estatal de cuento Salvador Castañeda convocado en los Ceresos de Coahuila por el Icocult y por las instancias encargadas de la seguridad en el estado. Dada esa noche, el motivo de mi orgullo es doble: primero, porque en la premiación estuvo mi amigo Salvador Castañeda, cuyo nombre ostenta, con justicia, el certamen; segundo, porque el ganador fue Eliseo Antonio Carrillo Leyva, alumno mío del taller de narrativa en el penal de Torreón.
La historia de este premio se remonta a 2006, si no recuerdo mal. Cerraba aquel año cuando comenzaban a funcionar en firme los centros educativos (Imago) que instaló Renata Chapa, mi esposa, en algunas instituciones con alumnado en situación muy adversa. En uno de ellos, el del Cereso, junto a otros maestros decidí donar mi tiempo como instructor en un taller de narrativa. Alguna vez conté los avatares del primer acercamiento con los internos y la suerte que tuvimos al ganar varias menciones en el concurso de cuento navideño 2006.
Pasados los meses, en marzo o abril del 2007, Julián Herbert me comentó que el gobierno estatal y el Icocult proyectaban organizar un certamen literario de cuento para los reclusos en los Ceresos coahuilenses; la idea era que en cada Centro de Readaptación hubiera un instructor que preparara a los alumnos para el concurso; era, por supuesto, una invitación que generaba honorarios. Mi respuesta a Herbert fue simple: “Con o sin el pago, que agradezco, ya estoy trabajando en tal dinámica con varios internos del Cereso”. Así fue como encarrilamos el trabajo del taller hacia la composición de cuentos que tuvieran la aspiración de participar en el certamen. Los internos escribieron sus cuentos, los tallereamos y luego, al final, cuando creímos que tenían la suficiente pulimentación, los mandamos a Saltillo y olvidamos el asunto.
Los meses fueron pasando y no tuvimos noticias del resultado sino hasta febrero de 2008. Supimos al mismo tiempo que el dictamen se dio a conocer cuando el libro ya estaba editado e impreso; su título es Pensamiento en libertad, y contiene el cuento triunfador y otros tantos que obtuvieron menciones honoríficas. El premio para el ganador fue de diez mil pesos y la publicación de su cuento al inicio del volumen. Entre más de cien textos participantes, 17 de los cuales fueron enviados por internos del Cereso Torreón, Eliseo Carrillo ganó con un relato titulado “Fuga a la nada”; consiguió además una mención especial con el cuento “Los visitantes”. Por su parte, Javier Torres, también del Cereso torreonense, logró una mención honorífica con la ficción titulada “De alto calibre”.
Debo enfatizar que el mérito es básicamente de los internos. En todo caso, para no exceder los límites de la modestia, uno ayudó un poco en orientar, en escuchar, en sugerir enfoques y posibles rutas narrativas. El esfuerzo y la creatividad les pertenecen a quienes pese a vivir en una situación severamente adversa no han perdido el aliento para, de verdad, intentar su rehabilitación plena.
Convocado por Renata para que nos diera una conferencia, el humanista saltillense Carlos Valdés Dávila nos señaló en algún momento: “Nosotros no estamos para juzgarlos, pues para eso están las leyes y los jueces, que ya los castigaron; nosotros estamos para tratar de rehabilitarlos”. Una oportunidad, dos o tres condiciones propicias para el aprendizaje y la creación artística, un poco de afecto y solidaridad son suficientes para lograr frutos donde la sociedad no suele esperar nada.
El triunfo literario de Eliseo Carrillo constata que los frutos del humanismo no son patrimonio de unos cuantos. En todas partes hay una posibilidad para el arte si existe el deseo de que florezca. Nuestro verdadero triunfo no fue ganar el primer lugar, sino haber reunido más de quince cuentos (casi un libro) de los internos. Nos enorgullece el primer lugar, pero más saber que trabajamos con honestidad por la escritura en un lugar donde es urgente que el hombre se exprese por medio del arte, que es liberador y constructivo.