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jueves, abril 29, 2010

El Chanate reloaded



Durante poco más de tres años he tenido la suerte de convivir lateralmente con algunos artistas cercanos al taller de grabado El Chanate que dirige el maestro Miguel Canseco. A varios, por supuesto, los conocía y los admiraba antes de ver en corto su manera de trabajar, el empeño, la pericia y la absoluta libertad que experimentan al momento de cuajar una idea en el inmortal formato del grabado. Gracias a ese contacto he aprendido más sobre estampa e incluso he tenido el atrevimiento villamelón de hacer algún trabajo con carácter de mera tentativa. En esto he contado con la cordial asesoría de Canseco, quien me ha animado a explorar el flanco oculto de mi frustración como dibujante y a tratar un poco más de cerca al colectivo vinculado a El Chanate.
Durante siete años, como sabemos, la sede chanatil estuvo en un ángulo de la casona centenaria ubicada en Juárez y Colón. A raíz de la restauración que experimentará el inmueble (lo que sin duda es un acierto que saludamos con beneplácito, dado el valor histórico que tiene el edificio y el propósito de dejarlo en condiciones inmejorables), El Chanate aprovechó la coyuntura y planteó avanzar un paso más en su desarrollo como espacio para el fomento de las artes. Trabajará desde hoy, oficialmente, en colaboración con el Icocult Laguna y ya bajo el esquema de asociación civil.
Según la carta de presentación que ha preparado Canseco (quien por cierto tiene muy buena pluma, además de sus conocidas virtudes como maestro y artista del grabado), los miembros de El Chanate “dan forma a un proyecto colectivo orientado a la enseñanza y difusión de las artes a través de diplomados en grabado, dibujo y pintura. Estos proyectos de difusión y enseñanza ofrecerán un esquema dinámico donde el alumno pueda transformar su visión de la realidad a través del contacto con las artes”. Cabe decir que allí mismo estará el taller de joyería de la maestra Rowena Morales y habrá margen, incluso, para colar algo de literatura con mi colaboración.
El texto añade que el trabajo de diseño curricular para el taller “El Chanate fue elaborado por Patricia Hernández y observa lo siguiente: ‘La actividad artística implica todo un estilo de vida y de pensamiento que debe permear todas las esferas de acción de la persona, sentando las bases de un espíritu crítico y participativo, consciente de su poder transformador de la realidad. Es compromiso del artista interpretar dicha realidad y los sucesos que en ella ocurren, pero también enriquecerla con su experiencia de vida’. Así pues, la nueva sede de El Chanate será un punto de encuentro para artistas de diversas disciplinas, un espacio para la paz, el desarrollo personal y la expresión individual en el marco de una enseñanza profesional y comprometida”.
En una región como la nuestra, con un movimiento cultural todavía en cierne, hay que aplaudir, creo, todo nuevo emprendimiento artístico, y es lo que aquí hago para celebrar que hoy a las ocho de la noche, en Matamoros 539 oriente (a cuadra y media de la alameda) será la fiesta de inauguración de El Chanate reloaded. La entrada es absolutamente libre. No me queda sino desear que Miguel Canseco, Rowena Morales, Rosy Gordillo, Marcela López, Patricia Hernández, Tere Hernández, Alonso de Alba, Pepe Valdez, Gerardo Beuchot, Román Eguía, Guayo Valenzuela, Jesús Soto y todos los que allí han trabajado y trabajarán, tengan éxito en esta nueva y prometedora etapa.

Dos malas
Triste por dos malas noticias. Murió José Luis Hurtado, quien fuera durante muchos años un querido maestro del Iscytac, la UIA y la UAL; era una presencia mítica en mi familia, pues cuando fue adolescente, como vecino, sé que quiso mucho a mis padres, y ellos a él; descanse en paz. También, de sorpresa para mí, murió Cuitláhuac Córdova Otero, a quien traté poco, pero siempre muy bien; fue un joven entregado a su trabajo en el ámbito de la radiodifusión lagunera; lo recuerdo siempre en la búsqueda de las revistas y los periódicos que le servían para ser lo que era: un hombre excelentemente informado, un comunicador ejemplar. Mi respeto a su memoria.

jueves, noviembre 27, 2008

Retorno de Rowena



En una región como la nuestra, lactante cultural y auspiciadora inagotable de diletantismo en todos los terrenos del quehacer artístico, la presencia escasa pero real de creadores bien formados es, por decir lo menos, agradecible. La gran cancha del amateurismo y el candor, del artificio desideologizado y marcadamente ornamental tiene un lugar destacadísimo en las artes plásticas. Habitantes del subjetivísimo cosmos embarrador de lienzos o experimental a punta de ignorancia, cuántos oficiantes no hay que con cositas monas, con productos que están a medio camino del diseño de interiores, del balbuceo infantilista y de las manualidades se encaraman con toda impunidad en el pedestal de “artistas”. La ambigüedad del ejercicio crítico en torno a esos productos permite que de contrabando pase casi cualquier vaina, desde las muy rebeldes “intervenciones” hasta los óleos y los grabaditos para que las paredes luzcan de catego. De todo hay en esta viña. Pero también tenemos, claro, espíritus formados y con escuela, artistas que sin mucha alharaca ni brindis de socialité han mantenido una postura crítica no tanto contra el exterior, sino en relación a su propia obra. Entre otros pocos, no me perdonaría omitir a Marcela López, a Alonso Licerio, a Miguel Canseco (los tres, baste una prueba de su solvencia, maestros de lo suyo) y, muy recientemente y de nuevo entre nosotros, a Rowena Morales. En ella me detengo para, de paso, hacer el anuncio de que hoy a las 20:00 horas inaugura una exposición titulada “La magia de lo singular”, esto en Cuatro Caminos.
Rowena Morales nació en Ciudad Obregón, Sonora, pero los años siempre decisivos de la infancia los pasó en Torreón. A los 16 años partió a la ciudad de México y allá estudió comunicación en la UIA y Artes Visuales en la Escuela de Artes Plásticas de la UNAM. Tiempo después, los apetitos del arte la llevaron a recorrer mundo, principalmente a Inglaterra, Islandia y Estados Unidos, donde continuó sus estudios. En ese trajín, la sonorense-lagunera estrechó vínculos con las más destacadas artistas de los setenta en la ciudad de México. Además de muchas y notables exposiciones de su trabajo en museos como el de Arte Moderno del DF, Rowena es de las pocas —por no decir la única— artistas avencindadas hoy en Torreón que puede presumir de una recepción crítica de altura, es decir, ajena a los estrechos cubiles de la localidad y su sospechoso aplauso. Su obra ha sido observada con reconocimiento por especialistas como Raquel Tibol y Jorge Alberto Manrique, entre otros. Ha recibido, asimismo, significativas menciones en documentales sobre arte moderno mexicano, como el que hace algunos meses fue transmitido en la serie México Siglo XXI, de editorial Clío.
Uno de esos trabajos críticos sobre su obra es El imaginario femenino en el arte: Mónica Morales, Rowena Morales y Carla Rippey (2007), ensayo donde Lorena Zamora Betancourt asedia la presencia y las peculiaridades de lo femenino en estas tres artistas mexicanas que han mezclado el discurso plástico con la teorización sobre el movimiento feminista que tuvo en los setenta su época de mayor empuje. La coedición, excelentemente presentada, como cumple a un libro de/sobre arte, es del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas; del Instituto Nacional de Bellas Artes y del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Basada en la obra de tres creadoras mexicanas, Zamora Betancourt señala que emprendió esta obra con el propósito de “internarme en el universo creativo de las mujeres, explorar su terreno temático, conceptual y metafórico para tratar de ubicar la existencia del imaginario femenino en el arte y reconocer cuáles son sus características”. La obra de Rowena está allí, evaluada en esas grandes ligas de la crítica. Es un gusto saber que ha vuelto a Torreón, la tierra donde forjó su primera luz creativa, el magma original de su visión.