Mostrando las entradas con la etiqueta espacio 4. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta espacio 4. Mostrar todas las entradas

viernes, noviembre 12, 2010

Quince años de Espacio 4



Espacio 4, periódico catorcenal editado en Saltillo y con presencia en varias ciudades de Coahuila, cumple hoy quince años de circulación. Mando desde ya una cálida felicitación a quienes han hecho posible su presencia, principalmente a Gerardo Hernández, director de la publicación y autor de la columna “Capitolio” que aparece en los diarios La Opinión Milenio (para toda la comarca lagunera) y Zócalo (para Saltillo, Piedras Negras, Acuña y Monclova). Lo, los felicito porque cualquiera sabe que no es fácil aguantar mucho tiempo en estos trotes sobre todo para las publicaciones nacidas en una época en la que el mercado fue invadido de periodismo impreso de los más variopintos pelajes, incluido el de internet.
Debo enfatizar mi felicitación a Gerardo y acompañarlo de un agradecimiento por haberme invitado a colaborar en las páginas de Espacio 4. Creo que tengo cerca de diez años, un poco menos quizá, de haber publicado mi primer texto en sus páginas, por ello puedo apuntar que soy uno de sus más antiguos firmantes. Aunque doy la impresión de estar lejos, percibo mi participación como algo cercano y siento que integro un equipo, que sumo algunas modestas ideas a un espacio que se ofrece plural, abierto, fresco, misceláneo. La política regional es el tema que destaca, pero es evidente que Gerardo y sus próximos han sabido añadir con persistencia otros rubros de interés general. Uno de ellos es el de la cultura, siempre muy bien atendido en sus páginas finales. Otro, el de lo que en el grupo Milenio han denominado “Tendencias”, es decir, información y comentarios sobre asuntos de actualidad con un enfoque tenuemente relajado.
Con 391 números hasta hoy, los artífices de Espacio 4 han asentado otra opción periodística confiable para nuestra entidad. El logro no es pequeño si consideramos que no se trata de una publicación sesgada hacia un solo punto de la geografía política. Como ya dije y es visible al abrir las páginas de cualquier ejemplar, conviven, convivimos muchos colaboradores no necesariamente emparentados en lo ideológico. Puedo decir, por ejemplo, que entre Gerardo y yo hay notables diferencias en la simpatía o antipatía por tal o cual partido, por tal o cual personaje, por tal o cual forma de pensamiento. Lo mismo digo de otros colaboradores: puedo pensar distinto, muy distinto que ellos, de ahí que el hecho de cohabitar sin fricciones y hasta con gusto en un mismo espacio sea uno de los principales logros del fundador y director de la publicación hoy quinceañera.
Un detalle también digno de marcador fosforescente es el poliédrico armazón genérico de Espacio 4. Tal vez me equivoco, pero en la mayoría de sus números ha sabido combinar el reportaje con la crónica, la columna con el artículo, el cuento con el poema, el cartón con la fotografía. No es, por tanto, un hacinamiento de opiniones, sino un tapete donde conviven, cada uno con sus registros, todos los géneros periodísticos y algunos literarios, lo cual no es poco decir en un contexto en el que la mayoría de las publicaciones se casa monótonamente con uno o dos tipos de escritura.
Otro rasgo importante de Espacio 4, entre sus variados logros, es el de sus encartes monográficos. En numerosas quincenas sus lectores hemos recibido por el mismo precio (muy bajo, además) una especie de “pilón” o añadido, eso que en la jerga periodística es habitualmente llamado “encarte”, con algún asunto de actualidad desarrollado desde distintas perspectivas. Recuerdo haber colaborado al menos en tres, aunque me han invitado a más: uno sobre el Santos Laguna, otro sobre un mundial de futbol y el último sobre la realidad de los medios de comunicación.
Sería impertinente mencionar a los muchos colaboradores que han acompañado al lagunero Gerardo Hernández en el camino de tres lustros que hasta hoy ha recorrido Espacio 4, pues con seguridad perpetraría omisiones imperdonables. No lo hago, pues, y reitero mi felicitación a la plenaria. Sólo hago una salvedad y sí menciono a cinco personas que sin duda han sido, junto a Gerardo, baluartes de esta publicación: su esposa, María Auxilio López Romo, y sus hijos Ana Cristina, Gerardo y Ernesto; junto a ellos, no olvido el trabajo invaluable de Jesús R. Cedillo, escritor y periodista con notables pergaminos, un pilar de Espacio 4.
Felicidades, pues. Y que vengan otros quince.

domingo, septiembre 26, 2010

Fajardo en suma



¿Quién es Sergio Fajardo? ¿Qué hizo? ¿Por qué causó tanto revuelo su visita del viernes a Torreón? Supe algo sobre él al ver la famosa conferencia que dictó en el Itesm, en Monterrey, hacia febrero de 2009. Luego de eso le pasé el dato a Renata Chapa, quien asumió el tema con entusiasmo y escribió al hilo dos largos artículos sobre los frutos sociales y políticos del doctor Fajardo. Le he pedido a Renata los dos textos publicados hace varios meses tanto en su columna dominical de El Diario de Chihuahua como en el periódico Espacio 4 de Saltillo. Son textos que circularon en las capitales de Chihuahua y Coahuila, pero no en La Laguna. No dudo en afirmar que por su larga extensión estos textos sirven como resumen y valoración de los proyectos del doctor Fajardo. Comparto aquí todo el material. En síntesis, se trata de los amplios artículos “Revolución del miedo a la esperanza” y “Victoria para Fajardo”, ambos escritos por Renata Chapa. Van:

Revolución del miedo a la esperanza

Renata Chapa

“La corrupción no nos deja soñar.
¿Cuántos sueños nos han quitado los corruptos?
¿Cuántos?” (Sergio Fajardo)

El 99 aniversario de la Revolución Mexicana ha llevado a varios periodistas a defender un argumento similar: muy poco se ha avanzado a casi un siglo del derrocamiento de la dictadura porfirista. En columnas y editoriales han sido comparados y criticados, entre otros asuntos, el estilo de nuestros gobiernos; la persistente corrupción; la división de clases cada vez más marcada; la relatividad de los derechos de los obreros y campesinos. Según lo señalado, la democracia en México es mera verborrea. Un término prostituido. Han pasado 99 años y la realidad en nuestro país se encarga de advertir que, para volver efectiva una revolución, es imprescindible el progreso, no lo contrario.
Es necesario señalar que, en este entorno de involución nacional, los comentarios periodísticos pueden continuar en el mismo tenor 99 años más (y otros 99 extras) y seguir con las mismas críticas, con los señalamientos de frente, con las palabras desenvainadas, pero corriendo un grave riesgo: convertirse en perorata y cansar. Perder, incluso, credibilidad. Volverse una debilitada plataforma de señalamientos que termina siendo útil a los que les conviene presumirla como evidencia de que en México sí existe, entonces, la libertad de expresión, la pluralidad.
Está claro que una de las funciones sociales del periodismo es precisamente la denuncia, pero mientras en los hechos, en lo inmediato, lo que se constata es que en poco o nada crece el bienestar común, las palabras pierden potencia, por muy auténtico y comprometido que sea su origen. El deterioro comunitario causado por la incompetencia de quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones que afectan a estructuras completas lo contamina todo. Justos pagan por pecadores. Y nada parece tener remedio. Un grupo importante de representantes políticos y líderes institucionales sigue medrando, algunos periodistas denunciándolos y los lectores viendo pasar, hastiados, una realidad inamovible, condenada a pudrirse sin remedio. Como ya se mencionó, todo parece indicar que a ese tipo de pensamiento y de actuar condiciona la realidad en México, indispuesta a evolucionar. Menos a revolucionar.
En medio de tanto fatalismo, es inverosímil creer que pudiera existir una opción. Es cierto. En México es casi imposible encontrarla. Los casos de éxito, que seguro los hay, están borrados de la opinión pública, o han sido tragados por la misma inercia del mensaje dominante que insiste en hacer creer que sólo lo que viene de cierto tipo de gobierno o de algunas instituciones puede ser una alternativa de acción viable (o la menos peor) en la consecución de mejores estadios de vida. Mientras en nuestro país pareciera que los avances en materia social, economía y política se dan a cuentagotas, en otra parte de América Latina sucede lo contrario.
En Colombia existe un referente de bastante peso que ha marcado rotunda diferencia. Conocerlo puede ser útil para dar el primer paso rumbo al resquebrajamiento del estatus quo del “no se puede”; del “aquí en México eso no serviría”; del “árbol que nace torcido…”; o de la cínica frase “el que no transa no avanza”. Conocerlo, por atrevido que parezca, puede ser inspirador, abrirnos la puerta a esos sueños que luego derivan en lucha, búsqueda de justicia y solidaridad porque se cree que tener un país diferente, mejor, es posible.
Al ser Colombia un país latinoamericano que también ha vivido la profunda corrupción de líderes gubernamentales; la violencia de los carteles del narcotráfico; el azote de la crisis económica; y la falta de oportunidades de progreso, entonces se vuelve un recomendable ejemplo paralelo ―todas las proporciones culturales guardadas― de un país que sufre malestares similares a los que adquieren más potencia en México.
El origen de lo que bien podría considerarse un estudio de caso a nivel mundial, por el tipo de resultados logrados en Medellín, Colombia, tiene nombre: Sergio Fajardo. Ahí es donde empieza la diferencia. Es importante que el análisis de la trayectoria de Fajardo Valderrama no considere al político, sino al hombre, al ser humano; no a las siglas de un partido, sino a una comunidad enlazada por el bien común por inverosímil y errabundo que esto parezca.
Si bien Fajardo fue ex alcalde de Medellín, lo que lo distingue en primer lugar son tres blasones: su doctorado en matemáticas, su vocación de maestro y su clara conciencia de haber sido un privilegiado al recibir educación superior. Él jamás se imaginó ser político o estar al frente de un cargo público. Pero cuando lo ocupó, sí que causó una auténtica revolución. Ésa que tanto estamos necesitando los mexicanos y que por ningún flanco se ve venir.
Cuando Sergio Fajardo concluyó su alcaldía fue reconocido con premios como el “Personaje del Año en Latinoamérica” por el Financial Times Business en 2007; el de “Mejor Alcalde del País 2004-2007” Fundación Colombia Líder; y “Personaje del Año” por el diario El colombiano de manera sucesiva de 2004 a 2007. Varios pensarán que nada tiene de especial que un presidente municipal reciba éstos y más reconocimientos. Pero en la persona del doctor Fajardo adquirieron un sentido distinto. De la larga lista de aciertos de su ejercicio al frente de Medellín (2004-2007), una ciudad de dos millones y medio de habitantes, el que hoy puede ser considerado el principal logro en aún breve carrera política del matemático egresado de la Universidad de Wisconsin-Madison puede resumirse en la siguiente explicación.
Medellín, hace treinta años, se enfrentó con el problema del narcotráfico, definido por el mismo Fajardo en dos palabras: destrucción y corrupción. El doctor es enfático al referirse a aquella entidad: “En 1991 éramos la ciudad más violenta del mundo. Pasamos de 381 homicidios por cada cien mil habitantes en 1991 a una tasa de 26 en 2007. (…) En los últimos setenta años, Medellín ha tenido 70 mil homicidios. (…) La bomba que puso el narcotráfico en Medellín y en todo Colombia estremeció los cimientos de nuestra sociedad y eso hay que tenerlo muy claro para poder entender el problema”. Fajardo encaró a la violencia con bases académicas: “como científico que soy”, señala, y encontró una opción: el camino para transitar “del miedo a la esperanza”. La reducción drástica de la tasa de homicidios y violencia en Medellín es, pues, lo que a Sergio Fajardo le ha abierto foros en la misma Latinoamérica y Europa. Y recientemente visitó México. Compartió su “fórmula”, sus creencias, su ideología. Dio cifras y lecciones de no creer.
Ciudad Juárez, Chihuahua, ciudad donde reina la violencia. El estado grande, de manera constante, se coloca en la cima de las estadísticas de homicidios a causa del narcotráfico. Otras entidades en México también alimentan a diario estas cifras, como son los casos de Coahuila y Durango. ¿Qué podríamos rescatar del caso de Medellín para contemplar su aplicación en el apaleado México? ¿De qué manera pueden replicarse modelos de acción política con resultados tangibles y alentadores como los de Sergio Fajardo? Que sea él quien explique la experiencia y ofrezca líneas de acción en la próxima entrega. Conocer los argumentos que compartió hace algunos meses en la ciudad de Monterrey puede ser un punto de partida no sólo útil, sino como él mismo lo dice, esperanzador con base en resultados tangibles.
La violencia sí se puede paliar. Fajardo lo ha demostrado. Y este tema debería estar en la mesa de discusión no sólo de políticos mexicanos, sino de los mismos ciudadanos, y diseminado por espacios periodísticos que no cesan de pugnar por una auténtica revolución mexicana.

II

“Al que ‘no sirve para nada’
le ayudamos a limpiar su alma”. (Sergio Fajardo)


La contradicción se impone cuando es analizada la violencia en México, tema que, como fue mencionado en la pasada entrega, tiene al país en vilo. Es necesario avanzar con certezas comprobadas rumbo a otra revolución mexicana. Sin embargo, ni por el lado de lo oficial ni por el de la sociedad civil se vislumbra alguna opción confiable o convincente. Lo paradójico se vuelve ley: por un lado, urgen acciones contundentes y, por otro, son pocos, poquísimos, los que están dispuestos a actuar. Éste es el mejor caldo de cultivo para que proliferen corrupción y violencia. ¿Habrá manera de paliarlas? El doctor Fajardo está convencido de que sí es posible reducir ambos lastres y explicó su postura por medio de una “fórmula” que él y su equipo aplicaron durante su administración al frente de Medellín, Colombia.
Antes de ceder de nueva cuenta este espacio a Sergio Fajardo, cabe mencionar que él actualmente busca la presidencia de Colombia. En 1999 dejó la Universidad de los Andes para regresar a su ciudad natal, Medellín, y liderar un movimiento cívico independiente. En 2003 ganó la alcaldía precisamente de Medellín con la votación más alta que hasta ese momento se haya registrado: obtuvo el doble de votos que su adversario.
Fajardo se asume como orgulloso profesor de matemáticas. Dice que siempre le gusta escribir con su propia mano para plantear y resolver problemas. Sus apuntes, así como lo transcrito a continuación, puede corroborarse en Youtube al buscar “Del miedo a la esperanza”, una muy recomendable serie de ocho videos producidos y compartidos por el Itesm Campus Monterrey. La sinopsis de la presentación del doctor Sergio Fajardo sostenida en la reunión de consejeros del sistema Tecnológico de Monterrey de este 2009 a continuación.
“(Nosotros partimos) de una pregunta principal, la más elemental de todas: ¿qué problemas vamos a resolver en Medellín? Pues dos problemas bien profundos. Uno, desigualdades sociales y una gran deuda social histórica acumulada. Eso no tiene mucho misterio. Ese es un problema en todas las ciudades, países de Latinoamérica. Todos tenemos y compartimos ese problema y sabemos muy bien que América Latina es la región más desigual de la tierra. El segundo problema es la violencia con raíces muy profundas. Y en particular en Medellín, el sitio máximo de la expresión de la violencia, asociado con un fenómeno que para ustedes, en México, se está convirtiendo en algo a lo que tienen que poner muchísima atención y que se llama narcotráfico. La mezcla de desigualdades sociales, la deuda social histórica y la violencia fue el problema que nosotros quisimos resolver.
Yo era un científico activo y hace nueve años, con un grupo de personas, en la ciudad, tomamos una decisión muy trascendental para nuestras vidas. Nos encontramos personas del sector social, organizaciones comunitarias, ONG, gente del mundo de la academia, de diferentes sectores, y llegamos a una conclusión. Llevábamos toda la vida diciendo cómo debería ser la sociedad, pero resulta que hay unas personas que son las que toman las decisiones más importantes y son los políticos. Arrancamos cincuenta personas que dijimos, ‘no nos podemos pasar el resto de nuestras vidas quejándonos y viendo cómo otros tomaban decisiones que nosotros no pretendemos ni queremos para nuestra sociedad’. Y tomamos una decisión: participar en política. Construimos un movimiento cívico independiente y nos pusimos un reto: vamos a participar en política, vamos a participar en las elecciones, vamos a llegar al poder y vamos a transformar la ciudad. ¿Qué nos dijeron? Que estábamos locos. Sin un peso. Sin un líder. Nos dijeron ‘es imposible’. Pues ustedes ya saben el final de la historia. No fue imposible.
¿Cuál es la ‘fórmula’, entonces, para resolver el problema? La resumo en dos partes: ‘El quita y pone’ y ‘El orden de los factores altera el producto’. A mí me gusta explicar esto con una imagen donde se ven dos árboles. Uno es el árbol de la violencia, que es gigantesco, y el otro árbol es el de las desigualdades sociales, que también es enorme. Y hay una discusión permanente sobre qué fue primero, si las desigualdades o si la violencia; si las desigualdades provocan a la violencia o al revés, y un montón de ideas más de esa naturaleza. Lo que nosotros dijimos fue que teníamos que sacar a esos dos árboles. Ése sería nuestro reto. Hay quienes quieren sacar uno de los árboles y lo jalan, pero sin ponerse a pensar en las raíces. Cada una de las raíces, después de tantos años, fue creciendo por su lado; eventualmente se encontraron y se enmarañaron. Están muy por debajo de la tierra, muy arraigadas y están juntas. Ya no sabemos cuál raíz es de cuál árbol. Entonces, si vamos a resolver ese problema, la idea natural sería sacarlos simultáneamente, pero eso no funcionó. ¿Qué hicimos? Nos pusimos a jalar un árbol todos y pusimos toda la fuerza en él. Y a medida que jalamos y sentimos que se movía un poco, nos fuimos al otro árbol a tratar lo mismo hasta que también se movió un poco e intentamos que fueran saliendo casi simultáneamente dada la capacidad que teníamos. Esto lo convertimos en una fórmula en la que el orden de los factores sí afecta el producto: primero, tuvimos que acudir al árbol de la violencia. En el contexto de la violencia es imposible hacer cualquier tipo de transformación social porque la violencia, en segundos, con una o dos balas nos destruyen todo. Por eso, lo primero fue disminuir la violencia y cada que le quitamos un pedazo, inmediatamente teníamos que llegar con las intervenciones sociales. Así tan elemental como eso, pero ése es el sentido y la esencia de nuestro trabajo. No se ha acabado la violencia en Medellín, es algo muy complejo, pero sí hemos podido quitar tajadas de violencia y brindar al mismo tiempo oportunidades. Y esto es lo que le da el título a nuestro trabajo: Del miedo a la esperanza’. ¿Y cómo se disminuye la violencia? Por medio de las siguientes tres acciones.
Yo siempre cuento esta anécdota. Nunca me imaginé que iba a trabajar con un policía. Que de mi boca saliera la expresión ‘necesitamos más policías’. Pero desde que llegamos al poder, nos ubicamos con los policías y dijimos ‘vamos a trabajar juntos’. No se trató de que yo fuera por un lado ejecutando obras sociales y, por el otro, la policía tratando de recuperar la seguridad. No. Teníamos que ir juntos. Si ustedes le preguntan a un policía en Medellín, y a uno de México qué se necesita para disminuir la violencia, estoy seguro que, como ellos son los que más conocen a la gente porque conviven con ella 24 horas en la calle, seguro van a decir ‘necesitamos intervenciones sociales’. El problema de la violencia no se resuelve con una represión permanente, sino entendiendo cada espacio, cada esquina. Entonces fuimos a cada uno de estos lugares a comprender qué pasaba; cuáles eran los factores de poder; cómo quedaba lo que se iba destruyendo y, al mismo tiempo, cuáles eran las condiciones sociales dominantes. Y esto siempre, siempre, lo trabajamos con la policía. Por eso, y bajo este entendido, nuestra primera acción para disminuir la violencia fue que no podía haber un solo espacio de la ciudad que no estuviera bajo el control de la fuerza legítima del Estado, es decir, de la policía. En nuestras ciudades se habían entregado muchos espacios y, a la vez, se habían quedado poderes a través del tiempo. Tuvimos que recuperar esos sitios con la policía. No se puede descuidar un centímetro cuadrado del territorio bajo esas condiciones de violencia.
La segunda acción consistió en continuar un proceso que el gobierno nacional colombiano inició en 2003; negoció con organizaciones paramilitares, narcotraficantes, para desmovilizar personas que formaban parte de esas organizaciones. ¿Y de la guerra cómo se sale? De tres formas: una, para decirlo de una forma bien cruda, con los muertos en combate; otra, con un mecanismo de recompensas desarrollado en Colombia que hace que personas se retiren de la guerra; y tres, con las negociaciones con grupos de poder; esto significa que sale una gente de ese mundo, pero también representa un dolor porque dicho poder permitió a algunos negociar con el Estado legítimo. A nosotros nos entregaron cuatro mil reinsertados en Medellín. Y lo que sucedió con ellos tiene sentido para tratar el tema de grupos sociales vulnerables a la puerta de entrada de la violencia, y no sólo para movilizados de algún tipo de batalla.
Si la puerta de entrada a la guerra, a la delincuencia, a la ilegalidad no se cierra, la guerra es infinita. Hay que cerrarla por medio de oportunidades, tercera acción para reducir la violencia. Nosotros le cerramos la puerta a los que estaban en la guerra para que no volvieran a entrar. ¿Cómo lo hicimos? Primero, con atención personalizada, individualizada, uno por uno. Atención sicológica porque ellos crecieron en un contexto de violencia y su vida siempre giró alrededor de ella. Esos fueron los cimientos que se nos estremecieron. No era una violencia superficial o momentánea; era una violencia que llegó para quedarse. A cada una de esas personas, aunque ya tarde, les tuvimos que ayudar a limpiar el alma con atención sicológica. Me atrevo a decir otro comentario: no dejen aquí en México que estas raíces crezcan como crecieron en Colombia. Mucho cuidado porque es la puerta de entrada a la violencia. Segundo, les ofrecimos atención social. Luego de atender al individuo, a la persona que nació y creció en el mundo de la destrucción, le brindamos atención social para que pudiera volver a vivir con su familia y en su comunidad; le dimos formación para que pudiera ser parte de este mundo.
Muchas veces la gente me decía, ‘sáquelos de la guerra y déles un trabajo’, ¿y cuál trabajo le vamos a dar si ‘no sirven para nada’? A mí me entregaban un muchacho de 25 años que a los 15 se fue a la guerra; cuando se fue estaba en quinto de primaria. Y yo pregunto, ¿qué vamos a hacer con él? No sirve para nada entre comillas porque no ha desarrollado sus capacidades. Hay que pasarlo por un proceso educativo no estándar de manera que desarrolle esas capacidades. Y ésa es una tarea que hay que hacer, insisto, uno por uno. No se trata de abrir ‘cursos para reinsertados’, sino persona por persona. Eso es muy importante entenderlo. Los vamos monitoreando, los vamos graduando. (…) Si usted saca gente de la guerra y ellos vuelven a vivir en su espacio, ahí están otros jóvenes (la inmensa mayoría, de hecho) que nunca han estado en la ilegalidad, pero sí están en la puerta de entrada. Entonces estos muchachos dicen, ‘para tener atención del Estado tengo que ser un delincuente’ porque ellos ven cómo ayudamos a los que estamos sacando de la guerra. Nosotros tenemos que cerrar la puerta para que ni unos ni otros entren al mundo de la violencia. ¿Es difícil este proceso? Dificilísimo. ¿Complejo? Complejísimo. ¿Doloroso? Dolorosísimo. Pero con unos resultados poderosos: de cuatro mil jóvenes, yo insisto que un quince por ciento nos hace trampa, pero el 85 por ciento restante va bien. Son tres mil cuatrocientos. Es decir, teníamos un problema tamaño cuatro mil y lo redujimos a tamaño seiscientos. Sacamos a esta gente de la guerra, ¿y qué pasó en la ciudad? Disminuyó la violencia. Pero tuvimos que llegar con toda la fuerza de las intervenciones sociales.
Ahora hablemos de las oportunidades. La educación, entendida en el sentido amplio, es el motor de la transformación social. El programa nuestro tenía una frase, ‘Medellín, la más educada. Compromiso de toda la ciudadanía’. Nosotros nos pasamos toda la vida diciendo cómo hacer de la ciencia, la tecnología, la innovación, el emprendimiento y la educación de calidad un derecho de toda persona para construir una base de igualdad que nos permita hablar de libertad. Que la educación no sea el privilegio de unos pocos. Yo vengo del privilegio. De tener todas las facilidades para avanzar, por supuesto trabajando, pero con una cantidad de puertas abiertas. De lo que aquí se trata, entonces, es ser el motor de la transformación social. No simplemente un programa, sino El Programa de la Sociedad que es distinto. No es el problema tener un buen ministro o un buen secretario, sino saber cómo asumimos, como sociedad y como individuos, el reto. Esto es distintísimo porque es ahí donde se construye la esperanza. Y para eso es el poder, para eso están los políticos, para tomar decisiones. Yo voy a explicares qué decisiones tomamos nosotros cuando pudimos asumir el poder en Medellín” (http://www.youtube.com/watch?v=hTS-8mLe4Qo&feature=related).

III

“De no creerse”. Con estas palabras fueron calificados los resultados de la administración municipal en Medellín de 2004 a 2007 encabezada por Sergio Fajardo. El doctor en matemáticas y actual candidato a la presidencia de Colombia, enlista varios principios básicos que impulsan su lucha. Aquí, el resumen de esta parte de su ponencia en el Itesm.
“Uno: yo dije que había que transformar la política porque de la forma en que se llega al poder, así es como se hace la gestión pública. El que paga para llegar, llega a pagar y paga con los recursos públicos. Ésa es la corrupción, la politiquería, el clientelismo; son la raíz que nos ha hecho tanto daño. No le podemos dar la espalda a la política malhecha diciendo ‘pues éste llegó al poder y es más o menos bueno, no importa cómo llegó”. ¡Pero sí importa cómo llegó! Si no miramos con todo el rigor cómo llegó una persona al poder, cuando esté ahí, va a comportarse exactamente de la misma manera en como llegó. Eso es muy dramático. El narcotráfico busca la corrupción. Una de ellas es la corrupción política. Es durísima la lucha, pero, de nuevo es importante no perder de vista la relación del narcotráfico en el mundo de la política. Nosotros hemos visto esa película en tres capítulos y sabemos que los narcotraficantes no se van a rendir porque alrededor de la política está el poder y que va de la mano del sistema judicial, de las fuerzas armadas, militares. En Colombia hemos visto la ‘parapolítica’: cómo negociaron unos señores con criminales para llegar al poder y tomar decisiones sobre nosotros. Los criminales no tenían problema en asesinar mientras que aquellos señores llegaban muy orondos al Congreso de la República a decirnos cómo debía ser nuestra sociedad. No pudimos aceptar eso y actuamos.
Dos: tenemos que construir confianza. Es el capital político mayor. Nosotros construimos confianza en la campaña y cuando llegamos al poder la convertimos en transparencia. Yo digo con orgullo que nos sacamos las mejores notas en el manejo de los recursos públicos que son sagrados. No tuvimos que negociar puestos con nadie ni darle contratos a nadie ni recursos públicos. La plata, así, rindió mucho más y contamos con la materia prima para hacer las transformaciones. Nuestro movimiento tenía principios, propuesta y forma. Ésa era nuestra cancha; el que entraba a trabajar en ella, sabía que ése es el terreno. Y lo más importante de todo, no tener precio. ¿Y qué significa no tener precio? Que no hay nadie que pueda decir que violamos un principio. Ése es el poder que tenemos y lo convertimos en transparencia que es confianza de la ciudadanía. Anunciábamos en cada parte ‘Aquí están sus recursos’ y la gente veía los resultados. Peso que entraba, peso que le demostrábamos a la sociedad que se lo estábamos devolviendo. Es cierto que sí se hacen obras; gente inteligente y honesta ha habido siempre y en diferentes partes, pero con nosotros, el paquete entero es fundamental.
Tres: la violencia encierra y nos divide en átomos dentro de la sociedad. La violencia rompe todo vínculo de ciudadanía porque empezamos a relacionarnos sólo con las personas que se nos parecen. Las otras personas de la sociedad son, por lo menos, ajenas; me da miedo ir con ellas. El miedo empieza a ser parte de la sociedad y cada uno se queda en su espacio. Nos convertimos en sobrevivientes, en individuos que van resolviendo su problema, pero no pensamos que somos parte de una sociedad. Nosotros tuvimos claro que debíamos volver a encontrarnos. ¿Dónde? En el espacio público. Y aplicamos el programa Cambio de piel: en los lugares donde reinaba la violencia y la destrucción llegamos con las obras físicas más importantes de la ciudad con un principio: LO MÁS BELLO PARA LOS MÁS HUMILDES. Creamos los espacios que nunca se habían soñado en el barrio más humilde. La arquitectura aquí no sólo cumple con una función estética, sino que es un mensaje en contra de la desigualdad. Es el mensaje de la esperanza. Y todos los espacios que construimos están asociados con el conocimiento.
Cuatro: la calidad de la educación comienza con la dignidad del espacio. El niño más humilde de la ciudad de Medellín va a ir a un colegio tan bueno como al que va el hijo de la familia con mayores privilegios de nuestra sociedad. En el barrio donde se estaban llevando a cabo las intervenciones sociales logramos algo poderoso: que toda la comunidad se sintiera orgullosa. Rompimos con eso de ‘a los pobres cualquier cosa que les des es ganancia’.Generamos ganancia colectiva.
Nosotros bombardeamos Medellín, pero de otra manera, con oportunidades, con esperanza, y fuimos construyendo un proyecto de transformación social muy profunda. Esto no era un problema de conseguir un secretario de educación muy bueno para que los colombianos o los mexicanos mejoremos en las matemáticas porque estamos muy mal en muchas pruebas, sino tener a la sociedad entera girando en torno a un mismo proyecto.
Voy a empezar a darles un viaje por estos espacios educativos. El primer concepto que creamos fue el de ‘Parques Biblioteca’ (PB). Los más humildes tienen talento y el reto es formarlos. Los PB cuentan con salón del barrio, auditorio, salón del emprendimiento, área de Internet y libros, espacio para la tercera edad y ludotecas para menores de cinco años. Quienes entran ahí, entran a la convivencia. El PB España se encuentra en una de las partes con el índice de desarrollo más bajo. El PB España ganó el premio Mejor Obra Iberoamericana de Arquitectura y Diseño en el Congreso Iberoamericano de Arquitectura en la VI Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo en Portugal (2 de mayo de 2008). En otras palabras: la obra más importante de arquitectura de Iberoamérica se encuentra en el barrio más pobre de Medellín y donde más violencia había. Ahí no entraba una sola alma. Hoy brilla con luz propia. Ésta es la ruptura que nosotros decimos que sí se puede hacer. Los niños de ese lugar salían a las calles y qué encontraron durante tantos años: violencia enfrente. Ahora, mientras están creciendo, se van al PB. Otros PB son el León de Greiff y el Tomás Carrasquilla. Ambos obtuvieron el Premio Los 10 Mejores Proyectos del Año por la revista Semanal. El PB San Javier ganó premio especial también en la Bienal Iberoamericana. ¿Sí me entienden? Por un lado vamos quitando la violencia y por el otro llegamos con las oportunidades y convivencia.
También construimos colegios de calidad. Nosotros estábamos en el poder y pudimos tomar las decisiones. Para eso son los políticos. Piensen en la niña que iba a un colegio en ruinas y ahora asiste a uno de primer nivel. Piensen en la mamá que dejaba a la niña en la escuela deteriorada y ahora la deja en uno moderno. Piensen en la maestra que dictaba clases en el otro lugar y ahora escribe en el mejor tablero electrónico de la ciudad. Hay quienes me preguntan que a mí quién me dijo que si el edificio es bonito mejora la calidad y yo contesto que por entrar a un edificio ‘muy bonito’ no me vuelvo mejor matemático, pero la autoestima, la dignidad, la capacidad para aprender es una transformación muy profunda y eso no lo dan los cálculos económicos. Y es que, ¿cuánto vale la dignidad? La dignidad no tiene precio, pero es la materia prima que tenemos que construir para poder hacer las transformaciones. Le dimos al espíritu un espacio de referencia física para que se entienda.
La cultura del emprendimiento (capacidad de transformar conocimiento de manera creativa en actividad productiva) la impulsamos con los Centros de Desarrollo Empresarial Zonal (Cedezos) que fueron reconocidos como el segundo proyecto exitoso por el Departamento de la Administración Pública (10 de diciembre de 2008). La gente los ubica y asocia con oportunidades. En todos los PB hay Cedezos y ahora estamos trabajando en una manzana completa del emprendimiento.
Tenemos también el Parque para la Ciencia y la Tecnología EXPLORA que para nosotros, para mí, es un orgullo muy grande porque soy científico y yo dije que debíamos de tener la ciencia como parte de nuestra cultura. El sitio en donde está ahora no tenía nada y ahora, todos los días está lleno de niños y niñas de los colegios de esas colonias. No se necesita ser de un estrato más alto para tener acceso al conocimiento. Tiene cuatro espacios: el de Colombia, el de la biodiversidad, el de la tecnología y al fondo tenemos un acuario que nos resultó un lío porque estamos ubicados en medio de una montaña y a mil metros sobre el nivel del mar, pero nos ayudaron mucho a montarlo personas de Guadalajara. No damos abasto en la ciudad para las personas que quieren entrar a verlo. Nos volvimos a encontrar. Los que antes se quedaban un sábado en casa, el señor tomando sus tragos y la familia encerrada, ahora van a estos espacios. Todo esto es dignidad, estética, belleza. Es la presencia de la sociedad diciendo ‘Aquí estamos’.
Desde la gestión pública, esto es un reto gigantesco y se requieren condiciones especiales para hacerlo. La primera, no robar. Pensemos en el presupuesto de Medellín en 2007, dos billones de pesos. Un dos con doce ceros. El 10% de esa cantidad resulta si le quitamos un cero; nos quedan 200 mil millones de pesos. Si se hubieran robado el 10%, no habría ni un solo PB en la ciudad. Y si se hubieran robado el 15% o el 20% ni PB, ni Parque EXPLORA, ni jardín botánico, ni colegios. Y es que a los que les gusta robar, se roban lo que sea y lo hacen todos los años. La corrupción no nos deja soñar. Esto que hicimos en Medellín se puede construir en cualquier parte e incluso de mejor manera. Pero los corruptos nos han quitado la capacidad de soñar porque se han quedado con los recursos públicos que son las oportunidades de los más humildes
Hay una razón muy poderosa detrás de todo esto y es dar ejemplo. Si la cabeza de ejemplo y está la convicción, el conocimiento y la pasión y si construimos un proyecto de esa naturaleza, sin ir detrás de los intereses particulares, la gente responde. Me preguntan cuál es la mejor forma para luchar en contra de la corrupción y yo les decía ‘elijan personas honestas’. Ésa es la mejor fórmula porque, mientras los organismos de control actúan, ya se han tragado todos los PB. Entonces hay que tener el equipo sintonizado, pero alrededor del ejemplo, de la convicción, mostrar que vamos produciendo las cosas. Tenía un programa de televisión que se transmitía directo en algún lugar de la ciudad. Nunca en un estudio. Y en cada lugar le íbamos contando a la ciudad lo que estábamos haciendo, por qué, hacia dónde vamos, que miraran lo bueno. Al fin de cuentas yo soy un profesor. Que si tuvimos dificultades, siempre, pero siempre mostramos a la gente que hay un paso para superar las dificultades. Y como la gente empezaba a ver, y a ver, y a ver todo esto, teníamos más confianza. Porque yo me puedo echar un discurso, pero si la gente no toca después, nos quedamos en nada. Todo el equipo íbamos creciendo en orgullo.
Yo nunca había tenido un puesto público en mi vida. Yo recuerdo, a manera de insulto, que me decían que cómo un profesor iba a ser alcalde. Que yo debía ser gerente. Ni más faltaba, yo no soy gerente, pero teníamos un equipo muy particular con un seguimiento muy riguroso de todas las tareas que realizábamos. También me decían, ‘¿usted es mediático?’ y yo respondía que los medios de comunicación son herramienta para crear una pedagogía ciudadana. Todos los del equipo teníamos experiencia en nuestras áreas, pero éramos novatos en lo público y veíamos cómo iba saliendo todo y nos sentíamos orgullosos.
El poder corruptor que tiene el narcotráfico es inimaginable. Sin duda, a todas las instituciones entra. Tiene que haber una decisión nacional porque el alcalde es el comandante de la policía, pero no la maneja a nivel país. La lucha del narcotráfico está en la cabeza del señor presidente. En Colombia hemos pasado por varias etapas. Una en la que la policía estaba totalmente permeada. Y se fueron cerrando espacios con políticas y ojos encima. Sí, físicamente encima. Hubo colaboración del gobierno de Estados Unidos para desbaratar muchas de esas redes, y así se fue depurando la policía nuestra. Aún falta mejorar más, pero están en una condición diferente. Debo decir algo muy emocionante: en todas estas instituciones hay gente que está jugando a la legalidad. En todas hay gente decente que se la juega, que ha arriesgado sus vidas, que se ha sacrificado. Me atrevo a decir que en México debe haber una conciencia social del problema que están enfrentando. Que no lo dejen crecer. Uno tiende a hacer el problema al lado, a ignorarlo y a tratar de sobrevivir. Y así es como se van para abajo las raíces de la violencia. Como país, que haya conciencia de lo que está ocurriendo. Que haya muchos ojos y nunca complacencia. Hay cosas que dan miedo, naturalmente, pero no se pueden ceder espacios o un pedazo a cambio de que nos den un alivio temporal porque pedazo a pedazo se van quedando con todo. Piensen en la puerta de entrada a la violencia y en todos esos jóvenes. Leí que en Monterrey se estaban tomando unos barrios y que los estaban bloqueando. Eso no se puede permitir, pero es necesario saber quiénes son los jóvenes que están detrás de eso, uno por uno. No para cogerlos a todos y meterlos a la cárcel en primera instancia, sino para saber cuáles son las condiciones sociales en cada esquina. Debemos tener la capacidad de reprimir y la fuerza, pero no olviden pensar por qué están esos muchachos allá. Porque el narcotráfico se convierte en el mecanismo de solución de los problemas de una porción de la sociedad. Es necesaria una exigencia muy grande a la policía y una visibilidad permanente porque muchos responden de una manera digna a la confianza de la ciudadanía. Pero si generalizamos y decimos que todos son corruptos y no los miramos o si cuando los miramos lo hacemos como si fueran inferiores, tenga la certeza de que queda esto peor. Reconozcamos, miremos. Hay que ver el valor que tienen y, sobre eso, construir.
Hay gente que me dice que esto es imposible, que cómo tanta belleza; ‘pues ahí le hago el cálculo’, les contesto. Recuerdo que una vez fui a Davos, Suiza, al Foro. Naturalmente, un contexto extraño para mí. Y estaba sentado ahí y una periodista me dijo que me quería hacer una entrevista. Y yo le mostré lo que aquí acabo de explicar. Ella pensó que yo era un narcotraficante. No podía creer que en Medellín pudiéramos tener lo más bello del mundo. ¡Claro que tenemos! Tenemos el talento, la capacidad, tenemos la gente. Colombia es un país tremendo. Ha aprendido a sobrevivir en medio de tantas dificultades. Si nosotros le quitamos violencia y abrimos la puerta que tenemos para crear, tengan por seguro que su capacidad será arrolladora. Y esto que acabo de demostrar se puede hacer en cualquier lugar. Pero eso sí: no se roben ni un solo peso.
Yo crecí con los privilegios, pero escogí un camino desde muy temprano que fue ser matemático y cuando uno elige esa profesión es como ser sacerdote. Y el mundo de los matemáticos es de convicciones muy profundas, ideales, persistencia, disciplina y de lucha a cada segundo. Como yo llegué a esto viejo, yo no necesito que me carguen las maletas, ni que me estén poniendo en alguna parte, sino lograrlo por convicción muy profunda. Sé que es peligroso porque hay adulación, pero estoy muy viejo, tengo los pies en la tierra y disfruto mucho lo que estamos haciendo. Cuando me acuesto por las noches siempre digo gracias por tantas cosas y digo que necesito sabiduría. Porque a mí me van a atacar, a mí me insultan. A la confrontación a la que vamos, mi país se va a dividir en los uribistas y en los antiuribistas. Yo no soy ninguno de esos. Van a tratar de destruir todo lo que hicimos en Medellín por política sucia. Yo nunca en la vida le pegué a nadie. Hay gente que dice ‘entonces no es tan fuerte’ porque creen que al estar en una asociación hay que pegar, hay que agredir, hay que insultar. Respeto, decencia, dignidad. La fortaleza está en respetar los principios y las convicciones. Nunca en mi vida le di un golpe a alguien o lo saqué para llegar a un lugar. Siempre era el trabajo. Entonces yo trato de mantenerme ahí. Espero que no me desvíe muy a menudo”.

Para apreciar con más detalle las obras arquitectónicas mencionadas:
http://www.plataformaarquitectura.cl/2008/02/08/parque-biblioteca-leon-de-grieff-giancarlo-mazzanti/. El libro Del miedo a la esperanza es de libre acceso en http://www.sergiofajardo.com/ y la conferencia íntegra dividida en ocho videos, en http://www.youtube.com/watch?v=hTS-8mLe4Qo&feature=related

Victoria para Fajardo



Este es el segundo artículo de Renata Chapa sobre el ex alcalde de Medellín; el primero, "Del miedo a la esperanza", aparece inmediatamente arriba de este post:

Victoria para Fajardo

Renata Chapa

“No tienen ni idea de lo que es el crimen organizado. Ustedes usan ese término para definir los enfrentamientos entre los carteles del narcotráfico en México y, en realidad, nuestro país es sólo un eslabón más de esa cadena que representa el crimen organizado y que, a su vez, comprende diferentes giros. Hablando del narcotráfico como parte del crimen organizado, en Colombia comienza un corredor de corrupción, violencia y millones de dólares en circulación que termina en Estados Unidos y pasa por sus respectivos puntos intermedios. México es uno de ellos y, dentro de él, existen microcorredores, como el que, por ejemplo, representan Durango, Coahuila y Chihuahua”. Si esta aclaración ofrecida por un maestro mexicano que vivió un par de años en Bogotá es tomada como punto de partida para el análisis, entonces debimos poner más atención en los comicios que se llevaron a cabo para elegir al próximo presidente de Colombia.
Eran dos los candidatos favoritos. El primero fue Juan Manuel Santos, ex ministro de defensa del actual gabinete del presidente Álvaro Uribe quien, como algunos saben, cumplió su primer mandato presidencial de 2002 a 2006 y, luego, tras modificar la Constitución colombiana, fue reelegido por el periodo 2006-2010. Finalmente, Uribe quiso cambiar de nuevo la Constitución para lograr una segunda reelección, pero la Corte Constitucional falló en su contra.
El segundo candidato que punteaba en la preferencia electoral era Antanas Mockus, filósofo y matemático, ex rector de la Universidad Nacional de Colombia y dos veces alcalde de Bogotá. Mockus era el candidato a la presidencia por el Partido Verde, mismo que fue constituido con motivo de estas elecciones presidenciales por el propio Mockus y otros dos reconocidos ex alcaldes de Bogotá, Enrique Peñalosa y Luis, “Lucho”, Garzón. A los tres, Mockus, Peñalosa y Garzón, se les reconoce su trabajo en la impresionante transformación de la Bogotá que por décadas fue considerada la “peor ciudad del planeta”.
Uno de los contrincantes de Santos y del Partido Verde era el candidato independiente Sergio Fajardo, matemático y ex alcalde de Medellín. Su trabajo político combinado con la academia; su propuesta sobre la recaudación y asignación de los recursos públicos para construir y/o dignificar espacios para la educación y el emprendimiento social en los sectores más pobres; la manera en que redujo los índices de violencia, valga la repetición, en la “ciudad más violenta del mundo”, y su atinada imagen personal que, en términos de posicionamiento y manejo de redes sociales, le dieron una difusión trasnacional que incrementó por mucho su capital político.
Pese a que Sergio Fajardo ha visitado México sólo en dos ocasiones, su nombre ha cobrado popularidad en nuestro país y el caso de su administración se toma como ejemplo de cómo podría gestarse el necesario cambio de estructuras en nuestra clase política. Uno de los sitios visitados por Fajardo Valderrama fue Ciudad Juárez, Chihuahua; y el otro, Monterrey, Nuevo León. En ambos fue invitado a exponer la manera en que su administración, a través del lema “Medellín, la ciudad más educada”, encaró los altos niveles de violencia ocasionados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y por el narcotráfico (o como precisaría el profesor mencionado al inicio de esta colaboración, por uno de los más fuertes giros del crimen organizado). La conferencia “Del miedo a la esperanza” dictada por el doctor Fajardo en el Tecnológico de Monterrey ha sido visitada cerca de 45 mil ocasiones en Youtube, también circula por correo electrónico y ha sido considerada para delinear ciertas plataformas políticas de administraciones municipales en nuestro país.
Sergio Fajardo tomó la decisión, apoyado por una consulta ciudadana, de unirse al Partido Verde y luchar por la vicepresidencia de Colombia.
Luego de conocer con más cercanía el discurso y resultados contundentes de la alcaldía de Sergio Fajardo, brincan dos preguntas casi obligadas: qué lo llevó a dejar la candidatura independiente para unirse al Verde y qué hubiera significado su victoria para México en términos de narcotráfico y violencia. Algunas posibles respuestas al segundo cuestionamiento casi surgen por añadidura cuando se conocen los brillantes antecedentes del doctor Fajardo y la estampa que tiene para manejarse en la esfera política. Pero surge, entonces, una duda más. Si era tan notorio que la opción para enfrentar al candidato uribista era el ex alcalde de Medellín, ¿por qué seleccionar a Antanas Mockus?
Una opción poco recomendable para haber conocido al candidato a la presidencia de Colombia por el Verde no eran sus participaciones más recientes en televisión o en radio. Su imagen no era la más convincente o la de mayor magnetismo político. Se le notaba cansado e incuso hubo quienes lo criticaron por su modo rebuscado y poco claro al hablar. “Como filosofando”, “como si fuera un pastor religioso” mencionaban algunos conductores de los medios electrónicos colombianos. Ver y oír a Mockus abrió la puerta al escepticismo y acaso al rechazo para luego reiterar que Sergio Fajardo debió haber sido el candidato presidencial. Sin embargo, en aras de una mayor comprensión de los hechos, debieron entrar en juego dos importantes variables: la primera, la identidad histórica de una ciudad vituperada por muchos y por bastantes años, Bogotá; y la segunda, la depauperada proyección internacional de la ciudad de Medellín, entidad que por más de cuatro décadas fue ubicada como el imperio de la cocaína, con una poderosísima mafia y redes de corrupción interminables, así como por su larga y aún interminable lista de muertos.
Para conocer el caso de Antanas Mockus es necesario bucear en sus orígenes. Posiblemente, regresar a su tiempo de niño genio que aprende a leer a los dos años sea demasiado, pero no así si el análisis comienza en su época como rector de la Universidad Nacional de Colombia donde, en los patios principales, rebeldes de las FARC y anarquistas lo enfrentaban a diario. Pintaban las paredes, tiraban bombas molotov, se ocultaban la mitad del rostro y acicateaban a más estudiantes a rechazar la figura de autoridad representada por Mockus. Un día, en el auditorio de la universidad y en medio de una descomunal rechifla, Mockus recordó haber estado en ese mismo lugar, pero viendo cómo otra persona también recibía esa misma dosis de silbidos. “Me dije: yo nunca pasaré por esa humillación. Algo haré. Mi reacción fue la que puede compararse con una persona que se pone muy violenta. Tal vez muchos asesinos sienten que no pueden resistir o sobrevivir a la humillación del momento. Lo que hice fue conectar dos extremos: rechazo extremo y sumisión extrema” (Bogotá cambió, www.youtube.com/watch?v=flgIjKH0okw). Antanas Mockus, el rector, dio varios pasos al frente, se bajó los pantalones y le ofreció al estudiantado la imagen de sus nalgas como respuesta. Esta conducta provocó su remoción del cargo, pero, a la vez, miles de colombianos le dieron un voto de confianza por la sinceridad de su reacción.
Mockus se lanzó como candidato independiente a la alcaldía de Bogotá. Su opositor fue Enrique Peñalosa quien, por primera vez en la historia de la política de Colombia, cambió las reglas del juego propagandístico al ausentarse de los foros de debates con sus contendientes para subirse a los camiones y taxis, visitar almacenes, andar en bicicleta por los barrios, tocar casa por casa y, en todos estos espacios, repartir volantes para promover su campaña a la alcaldía. Peñalosa era una especie de líder innato con una propuesta diferente: implementar una nueva filosofía urbana. Sin embargo, en un foro que él y Mockus sostuvieron de nuevo en la Universidad Nacional de Colombia, un estudiante subió al escenario y mientras Peñalosa hablaba, le tiró excremento en la cara. Peñalosa se contuvo, pero cuando fue el turno de Antanas Mockus, otro estudiante ni siquiera le permitió hablar porque subió a arrebatarle el micrófono. “En ese momento, perdí los estribos”, comenta Mockus, y acto seguido, comenzó a forcejear con el alumno. El escenario se llenó más de escándalo que de golpes. Y, contrario a lo que podría imaginarse, el 54% de los votantes, según encuestas aplicadas luego del incidente, estaban más inclinados a votar por Mockus. “Antanas barrió en las elecciones y se convirtió en alcalde. Llegó a ser todo un fenómeno de opinión con tan sólo unos pocos centavos. El primero de enero de 1995 asumió su cargo como primer alcalde independiente en la historia de Bogotá, enfrentando a un gobierno corrupto y con nepotismo. Formó un gabinete sin compromisos y con las mentes más brillantes del país basándose en capacidades. La invasión de académicos a la política había comenzado” (Ib.).
Estos referentes y el impresionante trabajo urbanístico que realizó Enrique Peñalosa una vez que relevó en el cargo municipal a Antanas Mockus es presentado en el documental de Andreas M. Dalsgaard, Bogotá cambió (“Upfront Films”
en colaboración con “The Danish Film Institute and DR y coproducción con Sundance Channel y NHK). Por escrito son muchos los sitios que consignan los alcances de Mockus (algunos de estos logros, no tan bien aceptados ni comprendidos) y de Peñalosa, pero si se compara la manera en que Sergio Fajardo explicitó su trabajo en la alcaldía de Medellín a través del manejo de imágenes testimoniales de su obra durante su gestión, revisar “Bogotá cambió” se vuelve indispensable para comprender de dónde proviene la fusión de académicos en el Partido Verde. A través de la radio por Internet disponible en la página web del Partido Verde (http://partidoverde.org.co/portals/0/emisora/popup.html) la mañana previa a la primera ronda de elecciones presidenciales, Sergio Fajardo declaró que los cuatro al frente del Partido Verde han tenido en sus manos gobiernos municipales, presupuestos millonarios, pero también las pruebas de la inversión de los impuestos que, al día de hoy, representan su más valioso capital: el de la confianza. Mockus, por citar un ejemplo, en su primer periodo como edil ganó el premio de la International Financing Review por negociar el mejor préstamo del año que le permitió pedir dos mil de los nueve mil millones de pesos que necesitaba para cambiarle la cara al tráfico de la ciudad después de décadas de descuido en Bogotá. En 1998, cuando Enrique Peñalosa gana la presidencia municipal, reubica a vándalos, drogadictos y bandas criminales que por ochenta años habían vivido en el centro de la ciudad (zona “El Cartucho”). A las áreas verdes amplísimas que rodeaban zonas residenciales exclusivas y country clubes de Bogotá, las volvió zonas deportivas abiertas al público y aprovechó parte de esos espacios para generar vías de comunicación donde eran igualmente valiosos tanto los coches como las bicicletas. Creó el sistema “Transmilenio” para que disminuyera el caos vial. Ninguno de estos cambios fue sencillo. De hecho, Peñalosa estuvo a un pelo de ser destituido. Su popularidad bajó incluso más que la de Bush en aquel tiempo. Pero su convicción por cambiar a su ciudad y por reflejar los valores obtenidos de su padre, según lo declarado en su discurso de toma de poderes, eran sus faros.
Estos logros, entre tantos más, eran los que ofrecía como carta de presentación el Partido Verde en Colombia. ¿Podría ofrecer algo más pesado el uribista Santos? Además de los 10.3 billones de pesos acumulados en los dos periodos de gobierno de Álvaro Uribe por concepto de impuestos para la seguridad en Colombia y que Fajardo invitó a analizar conforme al costo-beneficio al día de hoy, con qué otros blasones pudo haber competido de frente a las transformaciones espectaculares y útiles vividas en Bogotá y Medellín desde 1994 a la fecha.
La victoria aunque era para Fajardo, no quedó en manos de él ni de Mockus, Peñalosa y Garzón. Lejos queda la probabilidad de debilitar en nuestro país a los corredores y microcorredores del narcotráfico a partir de la dinámica sociopolítica colombiana. Esa fuerte rama del crimen organizado que tiene a México en una auténtica guerra interna pinta para tomar cada vez más fuerza. Ésta es una pésima noticia.
Pobre Colombia. Pobre México. Aquí y allá las venas siguen abiertas con un dolor histórico que no deja de chorrear a borbotones.

lunes, febrero 02, 2009

Otro alcoholímetro



Ella publica en El Diario de Chihuahua, en Espacio 4 de Saltillo y en la web Expresión Hispana, y, como es demasiado, a veces le pierdo la huella. Por cercanía y admiración, siempre quiero citarla, pero lo olvido con la rutina. Hoy sí, con toda impunidad. La pertinencia de su texto lo amerita. Es de Renata Chapa (“Alcoholímetro espiritual”). Va un fragmento:
Qué huecas pueden sonar las palabras de un adulto que aconseja no emborracharse a un joven. Qué largo, larguísmo, parece ser el trecho que divide ambos discursos. Las que se suponen son figuras de autoridad quedan cada vez más diluidas ante los ojos incrédulos o sarcásticos de los muchachos. Y ellos, a través de nuestra mirada, son menos descifrables y más arrojados en ciertas conductas; quizá se sienten menos satisfechos y más aceptados en determinados contextos. Es bien sabido que la brecha generacional provoca precisamente diferencias discursivas. Los años caminados acentúan las discrepancias. Pero vale la pena destacar que, en el caso del consumo del alcohol, como en otras prácticas, parece que el objetivo es pasar la raya: por mucho, por sistema y sin distingo de género.
¿Dónde está el gusto, el placer, la satisfacción, el regocijo, el embelesamiento de una borrachera? ¿De dónde viene esa necesidad de consumir alcohol? ¿Qué es lo que gana un joven al alcoholizarse? ¿Dónde está el plus de una francachela pese a la cruda, al dinero gastado o los riesgos que puede correr quien se embriaga? ¿Estatus, aceptación, extroversión, valentía, poder, desahogo? ¿Quienes beben buscan que algo les duela menos? ¿O necesitan una sintonía mental distinta para enfrentar el enajenante estrés de nuestro tiempo? Ante la ausencia de estímulos externos e internos que motiven, ¿es la bebida la respuesta? ¿Perder el sentido es de lo que en realidad se trata?
Todo parece indicar que las miserias del entorno —evidentes en partidos políticos, escuelas, iglesias, familias, medios de comunicación, relaciones interpersonales, líderes de opinión, poderes fácticos— son eludibles siempre y cuando vayan copas de por medio. Las necesarias para establecer el puente que garantice transitar de lo patético a lo (se supone) sublime: beber alcohol.
Son muchas las áreas del conocimiento que, por siglos, han ofrecido interpretaciones a la relación que guarda el ser humano con el alcohol. Desde las veneraciones precortesianas a los más de 54 dioses del pulque hasta el escape a depresiones colectivas derivadas del estilo de vida impuesto por la modernidad, el consumo de alcohol ha sido objeto de estudio de cualquier cantidad de investigadores. Sin embargo, parece que en términos de difusión de los datos o del abordaje del problema, algo se perdió en el camino en términos de prevención.
Pese a los miles de estudios que arrojan luz sobre lo perjudicial que resulta el consumo de alcohol, el efecto visible, en el día a día, revela a una juventud cada vez más anclada a esta práctica. Beber sin límite es la tabla de salvación a la que muchos (entre los 11 y 27 años, en rango promedio) están literalmente aferrados. Asusta imaginar la reacción que tendrían al no contar con ella. Y esto es parte crucial del patetismo en esta historia donde unos, pese a su potencial físico e intelectual, están atados con nudo ciego al alcohol y otros eluden, “hacen como que no ven”, permiten la continuidad de la práctica.
En este, como en tantos dilemas sociales, la información seguirá siendo eficaz alternativa. Es necesario insistir en la difusión de interpretaciones valiosas que pueden ser útiles, en un principio, para generar la reflexión. Discutir el tema —y no evadirlo— es un sano comienzo.