sábado, diciembre 22, 2018

Leduc total




















A principios de los ochenta estaba en los primeros semestres de la carrera y con un grupo de compañeros hice un viaje “de estudios” a la capital. Como alumnos de comunicación, visitamos Televisa, Imevisión (luego TV Azteca) y varios museos. No sé cómo, caímos un día de esos en una celebración sindical de trabajadores de medios. Fue en un auditorio muy grande, y tocaron Los Ángeles Negros (lo que quedaba de Los Ángeles Negros). Cuando presentaron a las personalidades, allí estaba Renata Leduc (Ciudad de México, 1897-1986), quien se puso de pie y agradeció los aplausos. Fue la única vez que lo vi, y de lejos.
Lejos también, en La Laguna, lo había leído poco antes. Su libro Historia de lo inmediato, aquel de la portada con el huevo y la máquina de escribir, me había impresionado. Su tono jocosón, desenfadado, suelto, era un buen modelo para lo que yo deseaba escribir, y nunca lo olvidé. Por aquellas fechas también descubrí un periodiquito frívolo llamado Órbita, creo semanalen el que colaboraban Monsiváis y don Renato, pasquín lleno de noticias sobre el mundo del espectáculo y la tauromaquia que también me atrajo porque estaba bien escrito y era harto viscoso, insolente. Recuerdo incluso que en la portada exhibía naquísimamente el precio: “5 varos”.
Por estos antecedentes no dudé en hacerme de Renato Leduc, obra literaria (FCE, México, 2016, 752 pp.) con prólogo del ya mencionado Monsiváis y edición de la maestra Edith Negrín. Ciertamente, con el tiempo ya había conseguido y leído otros libros de Leduc, pero es innegable que merecía que sus títulos fueran arracimados, para mayor comodidad del lector, en un solo gordo volumen.
En estas páginas advertiremos que Leduc fue, sobre todo, un lúcido vago, o sea, un “bohemio”, como eran denominados aquellos tipos entregados lo mismo a la cultura que a la francachela con los amigotes. Poeta con “oído de músico callejero” —esta frase es de Borges— y prosista espeso de sentido del humor, Leduc perdura. Su antisolemnidad nos sigue agradando como agradó a quienes conversaron con él en noches de cantina y/o de café; ahora nosotros podemos seguir conversando con Leduc gracias a estas páginas. Si me creen, háganse de este libro. Se van a divertir mucho, lo aseguro.