miércoles, abril 13, 2016

Adivinador














Una llega a donde llega gracias a miles y miles de pequeñas circunstancias, tantas que es imposible enumerarlas. Por ejemplo, yo estoy aquí, en esta plaza frente al mago con turbante, debido a que mis padres me tuvieron. Pero no sólo eso. Ellos no hubieran podido tenerme si antes no los tenían a ellos, así que me debo también a mis abuelos. Pero no sólo eso. Si a mis abuelos no los hubieran tenido, ellos no hubieran tenido a mis padres y etcétera. En resumen y para abreviar, soy hija de Adán y Eva o de los primeros monos, y si creemos en la teoría cientificista más que en la mítica, soy hijo de las primeras células que se juntaron para crear vida animal. El caso es que nací acá, en Gómez, y ahora estoy en la plaza frente al mago con turbante que se autodenomina “Bramán el Portentoso”. Mi presencia aquí, no lo cuento por vanidad, se debe a que desde chica fui buena para el estudio y tuve el apoyo de mi padre. Salí del kínder de Santa Rosa, luego estuve en la primaria Bruno Martínez, después en la 18, luego en el Tec de La Laguna, después en el Poli de la capital para la maestría y, al final, el doctorado en Pensilvania.  Mi trabajo en Francia es un excelente trabajo, tan bueno que puedo pedir permisos como éste que me tiene de urgencia en Gómez, mi ciudad. Vine porque mi padre fue internado y está, o estuvo, no sé, en peligro de muerte. Luego de cinco días de hospital ya se encuentra un poco mejor, aunque sigue grave. Pude pues salir a tomar aire, a recorrer la ciudad donde nací, a reconocerla luego de tantos años. Es pintoresca, un tanto desolada, triste, pero cuando el sol se oculta cobra una vida peculiar, parecida a la que le vi de niña. Allí me topé con el adivinador. Una rareza. “Adivino el pasado”, añade el letrero en la mesita donde tiene una ridícula bola de cristal y una especie de cetro decorado con chaquira. Me detuve y sólo por jugar le dije que adivinar el pasado era sencillo. Respondió muy serio que no, que adivinar el pasado es tan difícil como adivinar el futuro. Me explicó que su especialidad era adivinar el pasado de las personas con solo verlas. “Llego exactamente hasta su presente”, remató. Me pidió unas monedas para demostrarlo y le di cincuenta pesos. Miró cejijunto la bola mágica y dijo luego de unos segundos: “Mire, señorita hermosa, usted ha estudiado mucho. Salió del kínder aquí cerca, luego hizo la primaria… acá cerca también, estudió hasta la carrera en este rumbo, pero luego se fue a la capital y terminó en Estados Unidos. Trabaja en Europa, de donde viajó hasta acá porque su padre está a punto de morir en este momento, mientras le hablo. Mejor corra al hospital, tal vez alcance a despedirlo…”.