Introducción a la conferencia "Futbol, Argentina y literatura: una pasión es una pasión", ofrecida dos veces: el 9 de mayo de 2025 en la Feria Internacional de Libro de Coahuila y el 19 de mayo del mismo año en la FIL Coahuila-Laguna.
Futbol, Argentina y literatura: una pasión es una pasión
En más de
una oportunidad he contado que la adquisición del hábito de la lectura y el
gusto por jugar futbol coincidieron al final de mi niñez, cuando tenía once o doce
años. En el libro Invítame a leer.
Conversaciones con gente de libros, de Gerardo Segura, respondí así a la
pregunta sobre el origen remoto del que hablo:
En mi casa no había libros ni antecedentes de lectura como
fuente de placer. Lo que sí había era periódico, pues mi madre compraba a
diario La Opinión, el periódico
más viejo de La Laguna, fundado en 1917. Gracias a esto, cuando al fin llegué a
la primaria y aprendí a leer, las páginas del diario se complementaron con los
libros de texto, así que de 1970 a 76, más o menos, no tuve contacto con otros
papeles que no fueran esos. Los libros de texto de aquellos años que me
gustaban más eran los de español e historia, y desde siempre me sentí lejos de
los otros.
Cuando llegué a la secundaria ocurrieron dos hechos
importantes: por un lado, descubrí la práctica del futbol y, por el otro, mi
madre compró unas enciclopedias, lo que en aquella época era como conectarse a
internet. Apasionarme por el futbol como deporte, jugarlo bien y sin descanso,
tuvo una extraña derivación “intelectual”, por llamarla de algún modo: me
convertí en comprador, lector y coleccionista contumaz de revistas futboleras.
Cada semana ahorraba la cantidad necesaria para comprar cinco publicaciones, es
decir, todo lo que llegaba a La Laguna sobre ese tema: las revistas Pénalty, Balón y Sólo Futbol, y las historietas Borjita y Chivas Chivas Ra Ra Ra. Gracias sobre todo a las revistas, y a
falta de Ilíadas y Odiseas, accedí a entrevistas, reportajes y
columnas en los que fui haciéndome una idea del mundo y de la vida a partir del
futbol. En aquel tiempo no sólo La Laguna, toda la provincia era más
provinciana y se soñaba poco con lo que estaba fuera de nuestro entorno. Las
entrevistas a los jugadores me remontaban a geografías distantes, a topónimos y
nombres de equipos y jugadores que conllevaban una sonoridad peculiar:
Botafogo, San Lorenzo de Almagro, Amaury Epaminondas, Juan Carlos Czentoriky,
Belarmino de Almeida, Colo Colo, Rafael Albrecht, Jan Gomola, Carlos Jara
Saguier… algo raro había en esas palabras, lo que me hacía pensar en lejanías,
en la heroicidad de viajar, en la vaga sensación de que el mundo era mucho más
grande de lo que yo imaginaba. Mi vida, entonces, era ir a la escuela, leer
revistas de pe a pa y jugar futbol en la calle todos los días. Eso fue,
sospecho, lo primero que leí con pasión y disciplina.
Dejé las revistas de futbol y las sustituí por los primeros
libros de literatura. No tenía ninguna orientación, leí lo que de casualidad me
fue cayendo, y así comencé a formar una biblioteca personal que arrancó con
diez libros y ahora debe andar por los diez mil. En esta biblioteca destacan,
como temas, la literatura, la historia, el arte, la política, el periodismo y,
en alguna medida, el futbol. Esto significa que este deporte me acompañó
durante muchos años como práctica (no jugué tan mal cuando jugué), como tema de
lectura y como aficionado televisivo. Por supuesto, ya no ejerzo de jugador
amateur, pero una pasión es una pasión, qué culpa tengo, y sigo leyendo
literatura futbolística y veo resúmenes de los partidos que me interesan.
Con el tiempo, también, comencé a escribir sobre futbol. No sobre
la coyuntura estadística de este deporte, sino textos que buscan alguna
perdurabilidad. Mi primer cuento futbolístico apareció en El augurio de la lumbre, mi primer libro, de 1990. Luego, en 1999,
escribí La ruta de los Guerreros, una
larga crónica de los primeros 17 años del Santos Laguna. Después, en 2006
intenté los cuentos del que después sería Polvo
somos, treinta relatos futboleros, y hacia 2018 salió Gambeta corta, lote de artículos y reseñas con este mismo tema, el
del futbol.
En el camino me fui topando con más literatura futbolera, y
pronto advertí que el país que en América Latina tenía mayor número de libros
de esta índole era la Argentina. Así, en cada uno de mis viajes a Buenos Aires,
he comprado libros de lo que me interesa más, pero siempre sumé títulos sobre
futbol. No enciclopedias ni manuales, sino de literatura, especialmente de
cuento o, de algún modo, acercamientos de carácter histórico y periodístico.
Esta breve exposición muestra el resultado de tal pesca. Salvo dos o tres
títulos que nunca hallé, pero de los cuales tengo noticia, todos los que llenan
una repisa forman el apartado de mi sección literatura
y futbol.
Obviamente, el futbol en estos libros es en gran medida un pretexto para abordar otros asuntos. Como en la Argentina el futbol no es un deporte, sino una forma de vivir, su literatura siempre trasuda las inquietudes comunes a la humanidad, a la condición humana: la honra, la locura, la frustración, el miedo, el reconocimiento, la cobardía, el orgullo, la violencia, la envidia, la ambición, el coraje, pasiones que atraviesan todos los espacios de la vida social. Más allá, pues, de ser un deporte, el futbol argentino es un reflejo de aquel país y de su población, quizá la mejor manera de acercarnos a la comprensión de su idiosincrasia. Esto es lo que he procurado encontrar y entender al leer su literatura futbolística.