En uno de sus varios consejos al joven novelista, Leonardo Padura comparte la necesidad de tener buena condición física. Es una recomendación que puede parecer extraña, incluso fuera de lugar y ciertamente incomprensible para quienes no escriben. ¿Buena condición física para escribir?, se preguntarán, y de inmediato aparecerá en sus cabezas la imagen de un escritor en el acto de escribir, es decir, sentadote frente a una computadora. La conclusión entonces será inmediata: es una actividad sedentaria, lo que menos necesita es buena condición física.
No es por nada, pero cuando la escuché de Padura creo que no
me sorprendió. Acepté sin chistar que el cubano tenía razón: un escritor
necesita fortaleza corporal para desempeñar su chamba. Obviamente no se refirió
a la escritura esporádica, sino a la que implica esfuerzos intensos y
continuos, como el de urdir una novela o un ensayo ambiciosos. En estos casos,
la postura del cuerpo y el desgaste mental tienen un raro efecto de fatiga, una
sensación de merma similar a la que deja haber corrido, pero sin sudor.
En una de sus muchísimas páginas, Enrique Serna comenta que
“Entre los 25 y los 30 años uno puede ser un lector apasionado y un escritor
exigente consigo mismo, sin renunciar a emborracharse dos o tres veces por
semana; después la vida nos obliga a elegir entre la caída en picada o la
disciplina. Para bien o para mal, yo elegí la mesura epicúrea, pero siempre
sentiré nostalgia por el dulce vértigo de esos años eufóricos en los que me
creía invulnerable”. En efecto, hay una etapa de la vida literaria en la que se
puede, como en la vida no literaria, combinar el trabajo con los excesos.
Lamentablemente, es efímera, pues pronto el cuerpo avisa que las desveladas y
la fortaleza del siguiente día son incompatibles, y es allí cuando uno, como
anota Serna, debe elegir.
Entre los treinta o treinta y cinco vi el parteaguas. Nunca me sentí notablemente apto para las juergas del mundillo literario, pero participé de ellas con frecuencia y gusto. Pero pasó que recibí los avisos: el cuerpo ya no se recuperaba igual, y poco a poco evolucioné hacia la negación de cualquier desvelada, incluidas las que se pueden tener en casa. A esto añadí una cuota diaria de ejercicio al menos ligero y buena alimentación. Esto no garantiza escribir más ni mejor, pero al menos permite que uno opte por sentarse y no por terminar noqueado, horizontal, sobre la cama. En algo ayuda la buena condición al ejercicio de escribir.