sábado, mayo 31, 2025

Haiku binsai o la búsqueda de lo esencial


 










El corazón dice: criaturas terrestres, la vida es gloriosa…

Juan L. Ortiz

Al ritmo que llevamos desaparecerá el género epistolar, pues luego de que el teléfono abolió la carta de papel, el WhatsApp casi echó a pique al mail y así terminó el diálogo entre dos que se corresponden todavía con una actitud aproximada a la serenidad. Carlos Dariel pensó que la carta vía mail, y no el mensaje de WhatsApp que siempre llega impregnado de impaciencia, era el mejor medio para compartirme una inquietud editorial. El asunto del mensaje fue “Un atrevimiento de mi parte”, y éste su contenido:

Querido Jaime, espero que te encuentres bien. Te cuento el motivo de este email. Ya para los meses finales de este año, digamos octubre o noviembre, tengo pensado publicar por Macedonia un nuevo libro de poemas. En esa oportunidad será una nueva producción de haiku escrita con posterioridad a la publicación de Bajo el fulgor, a la que se suma una serie de una composición poética mucho más breve a la que acuñé con el nombre de “haiku bonsai” y que se caracteriza por 11 sílabas distribuidas en tres versos de 3-5-3. Bueno, y aquí viene el verdadero motivo de mi atrevido correo. Si no te inoportuna, me gustaría enviarte el PDF para tu lectura de manera que contemples la posibilidad de escribir unas palabras preliminares a modo de prólogo o algo así para incluirlas en la publicación. Desde ya que no debes sentirte ni comprometido ni obligado a nada, sólo si mi libro despierta tu genuino interés en escribir palabras alusivas estará justificado mi atrevimiento.

La atenuación retórica de su solicitud habla de la prudencia con la que Carlos se movía al tratar sobre literatura, particularmente sobre poesía. Era este género, en efecto, el que más lo conmovía, tanto que ni siquiera lo consideraba “literatura”, sino algo tan etéreo e intangible que ponerle un nombre era un intento imprudente de apresarlo: la poesía se nos escapa cuando intentamos definirla, decía, así que es mejor dejar al margen su definición y permitir que su ser viva tranquilo en la condición inasible que sin duda garantiza la libertad de su ejercicio, un ejercicio que él disfrutó como pocos en la libertad de Juan L. Ortiz, Juan Carlos Bustriazo y Leopoldo Teuco Castilla, sus amados poetas del interior.

Mi respuesta fue, claro, afirmativa. Incluso enfaticé en mi mail de devolución que, lejos de molestar, me honraba con aquella entrañable solicitud. No fue un gesto de cortesía subrayar el honor que el convite me suscitaba: en verdad me sentí halagado de que un escritor como él, que a mi juicio es el tipo de poeta más genuinamente instalado en el ejercicio del verso como indeclinable exploración de lo esencial, pensara en mi tosca sensibilidad de narrador para confeccionar un prólogo.

Acordamos que en septiembre de 2024 se lo tendría listo, pues él deseaba que su libro, como ya vimos, estuviera en circulación entre octubre y noviembre del mismo año. Yo sabía ya que su salud se había visto disminuida en los meses cercanos y que el final lo amagaba. Sospecho que no me apuró ni yo aceleré para evitar que su enfermedad estableciera las condiciones en el acuerdo. Ambos confiábamos en atravesar con holgura las fechas establecidas, pero no fue así: su vida quedó segada a finales de julio, y este prólogo y este libro son ya póstumos.

En cumplimiento de su propósito de ver impreso el libro y de mi aceptación para dejar en él unas palabras liminares es que Fabián Vique y yo seguimos adelante. Aquí, en el umbral de Haiku bonsai, quedan estas palabras ciertamente tristes, y en las páginas venideras las piezas que Carlos trabajó con escrupuloso lente de joyero. En la carta que cité y en la misma presentación de este libro él describió el origen de su proyecto y delimitó el tamaño del recipiente en el que después vació los puñaditos de once sílabas. Podemos ver en cada pieza que su autor ha querido lograr el dibujo de lo inefable mediante la hiperconcisión, casi mediante el silencio. Como en ciertos bocetos de Leonardo, la imagen es simple pero con su belleza colma la página de manera inexplicable; o igual, dicho de otro modo, los haiku bonsai de Dariel son como las gotas de una fragancia poderosa: que pese a su pequeñez ocupan invisiblemente toda una habitación.

“Misterio / cuanto respiro / y veo”, dice en una pieza para expresarnos que en todo se esconde “algo”. Poeta contenido, observador penetrante del misterio agazapado detrás de lo visible y lo invisible, Carlos Dariel nos deja pues en Haiku binsai una despedida que casi no demanda palabras para comunicarnos lo mucho que en silencio amó y celebró la vida. Sus piezas son un dechado de autolimitación, de limpidez extrema, de búsqueda de lo esencial y pespunteo entre lo abstracto y lo concreto, que es como decir entre el tiempo y el espacio que él cruzó con los sentidos bien atentos, volcados al eros cognoscente, como llamó Lezama Lima al ansia de buscar y comprender.

Que los poemas albergados en sus otros libros y los que habitan en este Haiku bonsai sean siempre un recordatorio de la presencia —física y espiritual— de Carlos Dariel y su poesía entre nosotros.

Torreón, Coahuila, México, 21, septiembre y 2024