miércoles, octubre 16, 2024

Del cafecito


 







No hace tanto, quizá dos décadas o poco más, el café era una bebida ya habitual, pero no lo que es ahora: una potencia económica y ubicua, un producto que atraviesa todas las franjas sociales e, incluso, casi etarias, pues si no me engaño en este momento ya lo sirven hasta en biberones. Exagero, claro, pero no ha de ser tanto, así que desde hace mucho dejó de ser, como en mi infancia, una bebida casi exclusiva de los rucos.

Cuando abrí los ojos a la vida cotidiana no había más café que el soluble, el instantáneo. Supongo que en los restaurantes o en las cafeterías —que no estaban al alcance de mi edad— hacían del otro, del de grano pulverizado al que después era necesario pasar por un filtro de papel. De éste no se tomaba en las casas. El café que vi de pequeño era el Nescafé (y similares, como Marino o Monky) de fresco para el que nomás es necesario calentar agua. Sé que este café es considerado basura por los “sommeliers” actuales de la infusión, pero es el que tomaban mis padres y las personas como mis padres, toda la gente adulta que recuerdo. El aparato llamado “cafetera” (en cualquiera de sus modalidades eléctricas) se popularizó casi desde los ochenta y eso nomás en ciertos entornos de clase media para arriba, pues en las familias menos pudientes, hasta hoy, el frasco de instantáneo es un producto casi infalible en la despensa. La prueba de la parafina de que el café soluble es patrimonio popular la vemos en muchas gorderías: si uno pide allí café, no falta que le traigan agua caliente y el famoso frasco. así que esperar en esos lugares un café de angora es incurrir en una exquisitez indigna del establecimiento.

Más o menos sobre esto, hace años escuché una afirmación muy atinada a mi amigo Max Rivera, crítico lagunero de cine: todos los productos que se preparan con base en el agua son un negociazo. El principal es, lo comenté en un apunte de hace varios años, el agua. En efecto, el agua, que sin duda es preparada con agua, es tal vez el producto más ventajoso del mundo y puntos circunvecinos. Pero no se diga la cerveza, la gaseosa, el té, el jugo con supuesta fruta y todo aquello que se ha inventado como ingesta líquida basada en el agua. El café no es la excepción: seguro se trata de un negocio rotundo, y en algunos casos, si se le viste de esnobismo y se le convierte en signo de estatus, más que eso, pues todo es cuestión de que el vaso exhiba una determinada marca para que alcance el precio de un elíxir medieval, alquímico. Como tantas cosas en el mundo consumista de hoy, lo que en esos cafés cobran no es el café, sino la mamonería, el lujo de tirar crema para decir sin decir, vasito cool en mano, que uno sí sabe.

sábado, octubre 12, 2024

Revisita a la colección Lobo Rampante

 














Hoy coincide la salida de esta columna con el cumpleaños 74 de mi amigo Sergio Antonio Corona Páez, quien murió en 2017. Para recordarlo —aunque no pasa semana sin que lo tenga presente de algún modo—, traigo esta reseña general de un proyecto que emprendimos juntos, él como investigador y coordinador, y yo como editor. Nunca publiqué este comentario múltiple, y no sé por qué lo tenía extraviado en mis papeles. Supongo que la escribí hace veinte años, pero es inédito. Sólo lo actualicé un poco. Va.

El Archivo Histórico Juan Agustín de Espinoza de la Universidad Iberoamericana de Torreón, Coahuila, México, publicó hace varios años la colección Lobo Rampante, serie de siete cuadernillos que buscó difundir parte de los documentos que obran en su repositorio. El nombre de la colección obedeció a que los textos introducidos y anotados por especialistas fueron generados en el Antiguo Régimen, particularmente en la etapa colonial del norte mexicano dentro del inmenso territorio llamado Nueva Vizcaya que según el historiador Vito Alessio Robles ocupaba los actuales estados mexicanos de Sinaloa, Sonora, Durango, Chihuahua y el sur de Coahuila. A continuación traigo un brevísimo comentario sobre cada título.

El vino en la Nueva Vizcaya

Una disputa vitivinícola en Parras (1679) vislumbra el interés que puede nacer en ciertos círculos académicos, europeos la mayoría, por las cosas de la colonia neovizcaína, más si se vinculan con la exploración directa de los testimonios que dan cuenta del esplendor vitivinícola que caracterizó a Santa María de las Parras.

Una disputa... es un testimonio irrefutable del peso que tuvo la cultura del vino en esta zona de Coahuila, y su valor como documento quedará constatado con la recepción que le hagan los estudiosos de la vitivinicultura en el mundo. Quizá gracias a esta plaquette, Santa María de las Parras pueda ser redimensionada como objeto de estudio, ya que hasta el momento no se ha dado a la luz el enorme arsenal de piezas que conforman el rompecabezas de la vitivinicultura neovizcaína.

Censo y estadística de Parras, La Laguna en el nacimiento de México

Dos asombros me asaltaron cuando vi por primera vez el original del cuadro estadístico que da cuenta de la vida parrense en 1825: uno, la aparente ininteligibilidad del documento y, dos, la vocación que movió a José Ignacio Mijares para tomar nota del clima, la geografía, la producción y el estado demográfico que guardaba el actual sur de Coahuila cuando alboreaba el nacimiento del México republicano.

Basta asomarse al documento original para comprender la razón de esa perplejidad. Compuesto por siete fojas, el manuscrito de Mijares —a la sazón presidente de la jurisdicción de Parras en 1825— es legible en sus secciones de texto corrido, pero es francamente intrincado en el folio inicial que corresponde al cuadro-resumen estadístico. En total, el documento está fragmentado en 53 secciones, cada una de las cuales se ocupa de examinar una peculiaridad del mundo parrense. Hasta el carácter y el temperamento de los lugareños, desde la óptica del observador Mijares, encuentra albergue en el antedicho documento, sobre todo en aquel pasaje donde se apunta que, entre otras virtudes, los habitantes del Partido censado son “patricios, generosos, rectos, valerosos...”

Durante los 28 años que demandó la edificación del censo, Parras y sus alrededores mostraron hacia principios del siglo antepasado —el xix— que ese ámbito se caracterizaba por la diversidad, por la heterogénea convivencia de hombres y mujeres dedicados al trabajo en condiciones casi siempre desfavorables. El anonimato de aquellos pobladores no implica que hoy sea ignorada su valiosa contribución al desarrollo del sur de Coahuila y del norte de México. He aquí el valor que guardan los rescates documentales y la difusión, en su formato de libro y en otros soportes, de todas aquellas obras que nos pueden hablar sobre el pasado de una región a la que todavía le quedan muchísimas palabras por decir.

Gerónimo Camargo..., novela encontrada en un manuscrito

Hay que comenzar esta recensión con un par de preguntas que parecen necesarias para entender la valía de Gerónimo Camargo, indio coahuileño, ejemplar número tres de la Colección Lobo Rampante. ¿Por qué la declaración de Camargo nos parece sumamente atractiva? ¿Qué hace de este documento una pieza verbal cuya lectura podemos despachar de un perplejo tirón? Las dos preguntas tienen una sola respuesta: el recurso de la narración, el arte de contar una aventura con el fin de edificar la ilusión de realidad, eso es lo que provoca la fascinación en un lector asiduo a la literatura. Como la novela, como el cuento, como la crónica, como el relato, Gerónimo Camargo, indio coahuileño es un documento que basa su magnetismo y su eficacia en la vistosa organización de lo narrado, en el qué y en el cómo de lo que allí se cuenta.

Gerónimo Camargo... vale por muchas razones, varias de ellas señaladas en el inmejorable pórtico trazado por Carlos Valdés Dávila. Para mí, dada mi indisimulable inclinación por las ficciones, el volumen es de subidos quilates por lo que tiene de literario, de narrativo, de anecdótico. Cuando lo conocí, gracias al paleografiado de Sergio Antonio Corona Páez —quien me advirtió la calidad literaria del documento—, confirmé lo que tantas veces me ha ocurrido: a veces los sucesos del pasado se nos ofrecen como si fueran esqueletos de novelas, borradores de cuentos, materia prima de literatura. Por supuesto esa es una imposición de mi historicidad como lector de narrativa ficcional, pero si me trato de desprender de tal subjetivismo encuentro que, en efecto, la declaración de Camargo es una especie de mininovela picaresca en el desierto coahuilense, una mininovela en la que escuchamos con claridad, casi sin adulteración, la voz de un indio.

Tríptico de Santa María de las Parras, un ejemplo de la crítica de fuentes

Una de las tantas novedades que enseña la nueva historia es la crítica de fuentes. Tal crítica impide considerar al documento, a cualquier documento, como texto canónico, como dogma de fe para iluminar algún predio del pasado, ya que siempre estará latente la posibilidad de encontrar otros documentos que contradigan a los que en cualquier momento hayan establecido La Verdad. Por esa razón, quizá no haya mayor logro para el trabajo histórico que el de aportar testimonios frescos, documentos que posibilitan una lectura diferente del pasado.

Tríptico de Santa María de las Parras eso hace. A partir de su publicación, la fuente de primera mano para explicar el origen, geografía y estado político de esta amplísima zona del sur coahuilense ya no será la articulada por el padre Agustín de Morfi y su famoso Viaje de Indios. Ahora, le corresponde ese mérito al padre Dionisio Gutiérrez, quien más de dos siglos después pasa a ser restituido como el más autorizado vocero de lo que era Santa María de las Parras.

Este cuarto ejemplar de la Colección Lobo Rampante coloca al alcance del lector una interesante triada de documentos que, aunque nominalmente se refieren a Parras, en realidad, por su contenido y trascendencia, son relevantes para la historia del sur de Coahuila e incluso para la historiografía (entendida ésta como reflexión crítica sobre la manera de historiar) y la crónica colonial mexicana.

Imagen del rey en Nueva España

Desde el triunfo de los liberales, la Colonia mexicana no goza de mucho prestigio entre los estudiosos de nuestro pasado. Por décadas que ya suman siglos, nuestra experiencia virreinal ha sido objeto de ninguneos sistemáticos o, a lo sumo, de menor atención que, por ejemplo, el complejo universo prehispánico o el proceso revolucionario que echó a tierra el Porfiriato. Todavía sobrevive en los libros de texto mexicanos la idea de que ese tramo de trescientos años nos pertenece, sí, pero a regañadientes, como una etapa vergonzosa, como si fuera nuestra Edad Media. Aun aceptando este prejuicio, la historia académica que aspire de veras a la seriedad no debe proceder con aprioris de tal naturaleza. El pasado, por ominoso que parezca, no debe recibir ninguna descalificación, mucho menos la basada en prejuicios.

Real espejo novohispano. Una lectura de la Monarquía española según documentos del obispado de Durango (1761-1819), contiene nueve manuscritos, hasta ahora inéditos, donde se evidencia que la vida de la dinastía borbónica —nacimientos, decesos, matrimonios y demás—, impactó en la cotidianidad de los habitantes del norte novohispano. Como señala en su introducción el doctor Salvador Bernabéu Albert, investigador de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, España, el interés fundamental suscitado por estos documentos radica en que exponen los mecanismos usados por la corona para dar a conocer las noticias vinculadas al monarca y su familia, lo que a trasmano revela formas de control social y reconocimiento del poder trasatlántico por parte de los súbditos.

Ataque a la misión de Nadadores o el documento como protagonista de la historia

Ataque a la misión de Nadadores, sexto miembro de la familia Lobo Rampante, asimismo condensa su contenido en el atinado título; en efecto, se trata aquí de compulsar un mismo acontecimiento, el ataque a la natatoria misión, a partir de dos documentos que testimonian ese hecho y ponen en el centro de la escena a don Diego de Valdés. He allí, en una sola línea, el trazo general de la introducción trabajada por Valdés Dávila. En ella, basado en el par de testimonios que han sobrevivido a los siglos, el científico saltillense piensa en el valor del documento como materia prima del historiador, pero de paso sugiere el ineludible uso de un tamiz que le permita a la verdad histórica ser bien cribada en el presente.

El valor capital de Ataque a la misión de Nadadores: dos versiones documentales sobre un indio cuechale es el de hacernos comprender (a partir de dos viejas descripciones donde el protagonista es el entrañable Diego de Valdés) la saludable necesidad de no levantar la mano con tajancia cuando algún documento nos revela una verdad.

Ataque... contiene un prefacio del doctor Sergio Antonio Corona Páez —paleógrafo por cierto del primer documento sobre don Diego incluido en este volumen—, la introducción del maestro Valdéz Dávila, los dos manuscritos sobre don Diego y un anexo con seis páginas apendiculares pero también esclarecedoras: las etnias registradas en el Libro de entierros de la misión de Nadadores, la lista de los sacerdotes de la misión, un croquis de las misiones franciscanas, otro de Coahuila en 1730 y dos grabados.

Viñedos y vendimias en la Nueva Vizcaya, Parras como vergel

Un inapreciable aporte al conocimiento de lo que fue el norte mexicano se encuentra contenido en las páginas de Viñedos y vendimias en la Nueva Vizcaya. Los privilegios otorgados a sus cosecheros por la corona española en el siglo XVIII. Con documentación suficiente y con la interpretación más rigurosa, este séptimo volumen de la Colección Lobo Rampante rinde testimonio de la bonanza vitivinícola que durante la Colonia caracterizó la vida de Santa María de las Parras (hoy Parras de la Fuente, en el estado mexicano de Coahuila, México). Como lo explica el doctor Corona Páez, autor del estudio introductorio, y como lo evidencian las pruebas documentales que él ha transcrito y cotejado para el caso, la corona no sólo no prohibió la producción de vinos legítimos en esta parte del imperio español, sino que estimuló su producción y creó con ello, en Parras, una cultura del trabajo asombrosa y peculiar, única por su naturaleza en todo el septentrión novohispano.

Nota. La página de publicaciones de la Ibero Torreón está siendo reconstruida en este momento. Pronto será reabierta y estarán disponibles en PDF, entre muchos otros títulos, los volúmenes de la colección aquí abordada.







miércoles, octubre 09, 2024

Fe y arte pintoresco


 








Hace poco, en abril, llegué a la cima del cerro San Cristóbal ubicado en el inmenso y hermoso Parque Metropolitano de Santiago de Chile. Allá arriba, al lado de la capillita coronada por la virgen, había una pared no muy amplia en la que los visitantes podían dejar algún objeto como ofrenda. Entre el barroquismo de crucifijos, estampas, veladoras, rosarios, logré dar con una pequeña imagen de la virgen de Guadalupe seguramente dejada por un turista mexicano.

Esto me recordó la costumbre bien arraigada en nuestro país de llevar exvotos a muchos santuarios importantes. Vino a mi memoria una tarde muy lejana, de hace al menos treinta años, en la que venía por carretera de Aguascalientes a Torreón e hice un alto en Plateros, Zacatecas, donde visité como turista, no como creyente, al Santo Niño de Atocha. Al lado de la nave principal, recuerdo vagamente, había algunos habitáculos en los que los peregrinos colgaban retablos, cuadros de madera, lámina u otro material en los que asentaban algún agradecimiento escrito y plasmaban un dibujo cuyo tema era el favor recibido.

Los retablos tienen en general el tamaño de una hoja de máquina apaisada, y la estética del dibujo y de la escritura exhiben la vistosa torpeza de lo popular. Aquella vez me entretuve varios minutos leyendo y viendo los dibujos, y es innegable que se trata de una práctica que, vista al margen de la fe, resulta literalmente pintoresca, pues de pinturitas se trata. Llegué a pensar incluso que de allí podría salir una antología de agradecimientos, la magia mexicana manifiesta en modo plástico.

Hice aquel recorrido y no dejé de tener en la mente el ¿microcuento? citado por Edmundo Valadés en El libro de la imaginación (FCE, México, 1970), que aquí, por breve, deseo compartir completo. ¿Podemos afirmar que la técnica cuentística de Hemingway es superada en esta pieza? Va:

EXVOTO

En una iglesia del pintoresco pueblo de Tepoztlán existe un retablo (exvoto) en el que se ve a un campesino, de hinojos, dando gracias a la Virgen por el milagro que le hizo. La leyenda al pie del cuadro dice: “Juan Crisóstomo Vargas, vecino de este lugar, da gracias con toda su contrita alma a la Santísima Virgen por el milagroso favor que le hizo la noche del 22 de mayo de 1916 al haber impedido que las fuerzas zapatistas se lo llevaran como llevaron a sus tres pobrecitas hermanas”.

sábado, octubre 05, 2024

Mucha más gente de Leñero

 











Supongo que, como casi todos los escritores que además fueron periodistas, Vicente Leñero (Guadalajara, 1933-Ciudad de México, 2014) dejó muchos textos por imprimir o incluso, en el caso de sus materiales hemerográficos, por organizar y publicar. No todo lo que queda en carpetas sirve para llegar al libro, es verdad, pero con un poco de depuración es viable transformarlo en volúmenes asequibles para los lectores. En el caso de Leñero, no es poco lo que escribió primero para la prensa y luego, poco a poco, fue arracimando en títulos como La Zona Rosa y otros reportajes, Talacha periodística y Periodismo de emergencia. No es, ni de él ni de nadie como él, lo más valorado de su escritura, pero muchos lectores —entre los que me cuento— lo aprecian como parte significativa de su obra dado que como profesional de la escritura no sólo fue novelista y dramaturgo, sino también abundante periodista (precisamente, combinó ambas pericias en Los periodistas y Asesinato, consideradas sus dos novelas sin ficción).

Uno de los títulos de la índole que describo es Más gente así, compilación de piezas con sabor, la mayoría, a crónica. Lo leí y lo reseñé hace poco más de tres años sin saber que tenía un antecedente: Gente así. Tampoco sabía de la existencia de Mucho más gente así (Alfaguara, México, 2017, 256 pp.), que recién leí y me parece un libro atendible. Sólo me falta pues el primero para afirmar que he recorrido esta trilogía; en ella no está, insisto, el mejor Leñero, pero si aquél cuya pasión por contar la realidad lo acompañó hasta el final de sus días. Echo un vistazo en caída libre a las doce piezas que componen este título.

“Fumar o no fumar” es una crónica de su adicción al tabaco. Expone casos de escritores entregados al cigarrillo y de allí pasa a su caso y cómo luchó para vencerlo. Tuvo siete años de abstinencia, recayó y al final confiesa que ya no lo dejaría. Algo observa también sobre las campañas que amedrentan al fumador con imágenes pavorosas en las cajetillas, lo cual también me parece el colmo del mal gusto.

Amplía crónica sobre los encuentros y desencuentros periodísticos de Leñero con el subcomandante es “Al acoso de Marcos”. Describe el revuelo que causó la disputa por sus entrevistas, lo que parece la prehistoria aunque aquello ocurrió a mediados de los 90. Un fleco importante del relato es la obsesión periodística de Julio Scherer, su fervor por “la exclusiva”. Pasa rápido sobre la foto de Marcos exhibida durante el zedillato en la PGR por Juan Ignacio Zavala —el cuñado de Calderón— cuando todavía era usuario de pelo en la cabeza.

En “Yuliet” trabaja sobre la delgada línea que separa la ficción de la crónica. Yuliet es una ricachona lesbiana que asiste al taller de dramaturgia impartido por Leñero. A punta de billetes, ella lo aísla para que la apoye en la escritura de una novela autobiográfica. Trabajan en su caserón, pero ella es una escritora caótica, no respeta ninguna regla. Al final ocurre un hecho violento y el destino de Yuliet parece cerrarse con la publicación de su novela-bodrio Mis amores.

“Oraciones fúnebres” presenta tres necrológicas: de Garibay, Rascón Banda y Granados Chapa. En ellas destaca, respectivamente, la fiereza, el pleiteo contra todos, el oído para la armadura de diálogos, la enormidad de sus propósitos literarios; el fervor por hacer teatro con la realidad, la voluntad de convertir en pieza para la escena todo lo que ocurre alrededor de la vida; y la tenacidad, el silencio, la memoria y la pulcritud fría al hacer periodismo de opinión. Son excelentes semblanzas, todas escritas en función de la cercanía profesional y afectiva.

En “El casillero del diablo” arma otro texto urdido en la franja realidad-ficción. Trata sobre un libro de Enrique Maza cuyo tema fue el diablo, obra debatida y al final censurada por Roma. Allí mismo cuenta una anécdota de Fernando Zamora, amigo que se interesó por asistir a un curso sobre exorcismo. Zamora le inventa que en el cursillo conoció a un cura dizque poseído, pues la gente cercana a su vida moría misteriosamente. Es un juego que al parecer Zamora inventó para que Leñero urdiera después un documento realista a partir de la ficción, al revés de lo que sucede la mayor parte de las veces.

“Manual para vendedores” es una crónica del engargolado que le envía un viejo amigo de la primaria, a quien no recuerda. Es vendedor. Se cita con él en un café y no cesa de contestar llamadas al celular. Leñero se va. Pasa un tiempo y se arrepiente, siente culpa y le llama. Hay una sorpresa final que no develo, lo que da a la pieza un remate de cuento.

Recuerdo escrito en primera persona del presente, “Mañana se va a morir mi padre” trata sobre el día en el que revisan a su padre por un posible tumor en el cerebro. La cosa viene de unos meses atrás, desde que su viejo entró en el deterioro anticipatorio del fin. Aparecen su hermano y su hermana, su madre, su cuñada, su esposa Estela y, claro, su padre tendido en la cama, perdida la mirada, débil, frente a un tal doctor Del Cueto. El título es elocuente: revive el día anterior a la muerte de su padre y lo que hicieron sus familiares.

“El ajedrez de Casablanca” es la historia de la jovencita Julia María, ajedrecista michoacana huérfana que en la Ciudad de México ganó una beca para mejorar su ajedrez. Vive con sus tíos y consigue el trabajo de acompañar a cierto viejo en un asilo, quien la contrata para jugar. No le paga las partidas y le regala un tablero que supuesta, que mañosamente perteneció a Capablanca. Como siempre en los relatos de Leñero, se siente la naturalidad de una prosa oscilante entre lo literario y lo periodístico, magnética.

Especie de cuento con preámbulo y conclusión, no muy logrado, es “El flechazo”. La nieta de Leñero le pide un cuento de amor. Él lo escribe. Trata sobre un joven representante de compañías farmacéuticas que está de visita en Salvatierra, Guanajuato. En el consultorio de un doctor conoce a la recepcionista Glafira y de inmediato se enamora de ella. No digo más. Es un relato simple, casi elemental y creo prescindible.

“La pequeña espina de Alfonso Reyes” aborda una acusación ¡de plagio! Al más importante escritor mexicano del siglo pasado. Hizo su defensa José Emilio Pacheco, quien al parecer dejó noqueados a los detractores que en su momento aprovecharon una bicoca para echar pestes contra el polígrafo.

Relato de una especie de administrador o lavador de dinero de los narcos tijuanenses es “La noche del Rayo López”. Desde el meollo de la delincuencia, el empleado de los criminales habla sobre los tratos entre capos, y particularmente de una fiesta donde manda “Benjamín”; también, de una reunión convocada por el pesado Félix Gallardo. Es un texto que basa su eficacia en la oralidad trocha, siempre brutal y pedestre, de los narcos.

El último texto es “Queen Federika”, una especie de memoria parcial sobre su paso juvenil por la España franquista y el regreso a América en un barco de octava categoría.

Libro misceláneo, insisto en que no es de los más importantes en la producción de Vicente Leñero; Mucho más gente así (creo que el título debió ser “mucha”) contiene piezas estimables, otras regulares y una o dos dignas de supresión y olvido. En cualquier caso, es un título cómodo, útil para la convivencia relajada con uno de los mejores escritores-periodistas que nos dio el siglo XX mexicano.

miércoles, octubre 02, 2024

Acequias 94 en línea

 

















Ya está en línea el número 94 de Acequias, revista de la Ibero Torreón. En su editorial describe grosso modo su contenido, éste:

“Las pedagogías del mal son aprendizajes que se movilizan con gran eficacia a través del miedo, la desidia, la apatía, la indiferencia. La injusticia estructural se sostiene en la convicción de que jamás podrá ser derrotada”, señala Juan Luis Hernández, rector de la Ibero Torreón, en el primer capítulo de Geopolítica de la esperanza, obra que nos convida a reflexionar sobre el imperativo de no caer en el derrotismo que paraliza y hace el juego a un sistema en el que campean la iniquidad y la negación a todo sueño de justicia social. El primer capítulo de esta publicación es aquí reproducido íntegramente.

En “La regla que nos divide”, Zaide Patricia Seáñez nos recuerda que la menstruación es una más de las condiciones que han sido invisibilizadas y por ello hay que atender incluso con legislación para resolver los problemas que genera y no sean, como hasta hoy, una desventaja más para la mujer en todos los espacios de su vida. De Fernando Javier Araujo y Juan José Rojas traemos un fragmento de su ensayo “Horizontes epistemológicos para la formación de jóvenes investigadores en derechos humanos” publicado en Entrelazar realidades (Ibero Torreón, 2024), libro colectivo de maestros y alumnos de la carrera de Derecho. Le sigue “Un sobrevuelo al edificio de la gestión estratégica”, de Andrés Rosales Valdés, repaso a la importancia de la planeación en todo organismo que aspire de entrada a la supervivencia mediante la innovación y luego a la obtención de resultados.

El artículo “Las elecciones hicieron presentes a las personas desaparecidas”, del periodista Luis Alberto López, describe, ante la desaparición forzada, una modalidad de visibilización puesta en marcha en las pasadas elecciones federales. Sigue “La polémica sobre el cometa de 1680 y 1681”, donde Fernando Fabio Sánchez traza las coordenadas históricas de una polémica entre los jesuitas Eusebio Kino y Carlos de Sigüenza y Góngora.

Una reseña sobre la novelista francesa Annie Ernaux, premio Nobel 2022, es la colaboración de Laura Elena Parra en estas páginas. Después, Alfredo Loera traza “Un largo adiós que no se acaba”, evocación de Teresa Muñoz, escritora y promotora cultural cuyo deceso sigue siendo lamentado en el ámbito cultural lagunero; sobre ella también, la reseña “Días de ceniza o los comienzos de la ebullición”. Cierran este número una reseña cinematográfica de Rodolfo Bañuelos y un cuento de Lucila Gamboa.

martes, octubre 01, 2024

Iberia Editorial








Iberia Editorial, sello especializado en la publicación de libros y revistas, ofrece desde hace más de 25 años los siguientes servicios:

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El contacto puede establecerse en el siguiente mail: rutanortelaguna@yahoo.com.mx