miércoles, marzo 29, 2023

Maravilla de los acentos








Cádiz, la ciudad conquistada por Jorge Mágico González, es en estos días la sede del IX Congreso de la Lengua Española. Se iba a celebrar en Arequipa, Perú, pero la turbulencia política llevó a cambiar de planes. Esto lo supe al leer el artículo “Y usted, ¿qué español habla?”, publicado en El País por Pablo Ximénez Sandoval. Como tantos asuntos relacionados con nuestra lengua, siempre me ha llamado la atención no sólo lo atañedero a los léxicos locales, sino también, claro, a los acentos, una de las principales maravillas de las que podemos gozar quienes hablamos/escuchamos español.

Dice Ximénez Sandoval: “La inmensa mayoría de los cientos de millones de hablantes de español que hay en el mundo no pronuncian el sonido castellano de la zeta. Es decir, ese zumbido fricativo que uso yo, que soy de Madrid, al decir Zócalo o San Francisco. Cuando he estado en esos lugares es cuando me he dado cuenta de que hablo muy raro. Ni les cuento la cara que pone todo el mundo en Los Ángeles cuando oyen el nombre de la ciudad pronunciando el sonido jota bien fuerte. En México están más acostumbrados, pero no deja de ser una verdadera rareza. Si tienen la oportunidad en la vida de viajar por América, no la dejen pasar. Es una experiencia aleccionadora y un verdadero baño de humildad para un castellano. ¿Quién es el que habla español raro? ¿Toda esta gente? ¿O yo? A mí me quedó clarísimo en mis años allí quién era la minoría”.

En realidad no importa quién constituye la mayoría y quién la minoría en términos de acento, pues ninguno vale más o menos en comparación con los demás. ¿O acaso podemos pensar que el puertorriqueño es mejor que el chileno? ¿O que el uruguayo es mejor que el andaluz? ¿O que el sinaloense es mejor que el yucateco? Más entrañable y peculiarizante quizá que los modismos, el acento es uno de los más sabrosos dividendos de la dispersión del español, y es indudable que todos tenemos uno.

También, que todos podemos gozar del habla lejana. Yo tengo mis favoritos nacionales e internacionales, que no mencionaré, pero entiendo que es un asunto de mero y muy subjetivo gusto. Todos los acentos, insisto, valen igual: son la cara sonora de nuestra espléndida herramienta, el español.

domingo, marzo 26, 2023

Exvotos ante la violencia de género








 

Uno de los proyectos de Arte Resiliente seleccionados recientemente en Coahuila fue “El milagro del milagrito: testimonios ante la violencia de género” realizado por Lorena Monserrat González Esquivel. La evidencia de sus resultados se encuentra en la página web de la Secretaría de Cultura del Gobierno de Coahuila, y constituye una prueba notable de la creatividad puesta al servicio de la denuncia de uno de los problemas sociales en los que más se ha colocado el acento en la actualidad: la violencia histórica contra la mujer.

González Esquivel basó su propuesta en la constitución de un taller de exvotos en el cual se generarían piezas gráficas y textuales con el estilo del retablo tradicional. Explica la autora que “La palabra exvoto proviene del latín ex, de, y votus, que significa promesa. Los exvotos han estado presentes en todas las culturas y toman diferentes formas dependiendo las características religiosas, representan un intercambio entre lo terrenal y lo sagrado, un símbolo de agradecimiento que muestra la necesidad de contar o revelar la historia de un milagro. (…) Para este proyecto se eligió el formato de exvoto pictórico por su característica ilustrativa que se vuelve un testimonio ante los casos de violencia de género que buscan retratar nuestras participantes. Para fines de nuestro taller resulta conveniente, ya que el exvoto no guarda una técnica compleja”.

A partir de esta definición, Lorena Monserrat González impartió un curso por Zoom con numerosas participantes, y en él explicó las características de esta expresión pictórica/textual popular. “El taller se dividió en 3 sesiones de 120 minutos, durante los meses de octubre y noviembre. En un principio se consideró un solo grupo de 15 participantes, pero debido a la gran afluencia durante la inscripción se abrió un segundo grupo, beneficiando a 34 participantes. (…) Se incluyeron dinámicas de integración, memoria emotiva y autoconciencia con el fin de fortalecer los lazos de solidaridad, ya que creo firmemente que la sororidad es una herramienta clave de cambio social y una forma de empatizar y acercarnos a mujeres de diferentes contextos. (…) Como resultado de este taller se crearon 21 retablos en diversas técnicas, con testimonios propios de las autoras sobre violencia de género”.

El resultado del trabajo quedó expuesto en un documento que testimonia cómo un quehacer popular —y por lo común anónimo— puede servir para expresar iniquidades/inequidades como la violencia de género. En sus páginas se nos despliega la crudeza de varias agresiones reiteradamente comunes contra las mujeres. Además del exvoto elaborado según el gusto de este género de expresión, la editora cita las palabras que son parte del recurso habitual en el retablo popular, es decir, de gratitud a alguna forma de la divinidad: “Gracias a la triple Diosa porque desperté justo cuando un señor se sentó al lado de mí en el camión de regreso a Saltillo y estuvo a punto de masturbarse, pero pude cambiar de lugar y no me siguió y tuvo que bajarse en la primer parada”, dice un exvoto. Y otro: “Gracias sagrado corazón porque me libraste de los tratantes de mujeres cuando salí a comprar un pulque al panteón que está en la carretera de Apizaco. Por favor cuídanos a todas siempre”.

“El milagro del milagrito: testimonios ante la violencia de género” es un trabajo espléndido por su originalidad y su sentido social, una combinación perfecta de arte resiliente en el que participaron Adela Luna Ríos, Alejandra Olguín, Alejandra Zapata, Alma Delia Bravo, Alma Lidia Vázquez, Ana Laura Vázquez, Andrea Román, Ariadna Lozada, Bárbara Jörg, Citlalli López, Daniela González, Daniela Hernández, Dennise Carrillo, Diana García, Esther Rivera, Evelin Ledezma, Gabriela Vega, Karla Velasco, Liana Ruiz, Lourdes López, Luciana García, Magali Montelongo, Maia Corona, Marcela Gaona, Melisa Rodríguez, Miryam Concha, Montserrat Vega, Nicol Martínez, Nimsi González, Norma López, Patricia Cruz, Rita Ramírez, Samantha Pérez y Ydalid Melo.

Podemos bajarlo gratis en esta liga.


miércoles, marzo 22, 2023

Vuelta del beisbol









Algo del eco beisbolero de estos días me llegó y vi algunos resúmenes en el repositorio de YouTube, aunque no puedo afirmar que conozco los pormenores de lo que ocurrió. Sólo sé que fue un Mundial de beisbol y que México tuvo una participación más que digna, pues llegó hasta la semifinal.

Ignoro, como digo, los detalles, quién lo organizó y dónde, cuántos equipos participaron y demás, pero lo poco que pude pescar de información y repeticiones me dejó ver que en nuestro país sigue viva la afición a este deporte y, pese al poder mediático del futbol y los enormes intereses económicos que implica, no ha desaparecido como práctica y entretenimiento. Como mexicano, pero más como lagunero, me da mucho gusto lo que pasó con México en el Mundial, ya que aquí el beisbol tiene décadas de presencia fuerte sobre todo en nuestro medio rural. Es allí, en las numerosas rancherías de nuestra tierra, donde el deporte de los batazos y las atrapadas sigue en pie, donde se practica con muy buena calidad.

Por eso me dio gusto la destacada presencia de México en el Mundial, una participación que en términos periodísticos avanzó, como muchos otros deportes en nuestro país, a contracorriente del futbol, deporte que desde hace mucho acapara los reflectores al grado de hacer pensar que para las secciones deportivas de los medios no hay más: o es futbol o es futbol, siempre.

Ver ahora a México despachar a equipos como Canadá o Puerto Rico da para soñar en un impulso beisbolero. Cierto que en la semifinal ya no se pudo contra Japón, que es desde hace mucho una potencia en beisbol, pero en lo poco que pude ver no siento que la selección tricolor haya hecho mal papel; incluso contra los nipones se pudo ganar, pero al final se nos cayó el picheo y nos dieron la vuelta. En unos cuantos partidos se logró pues el milagro de convertir al beisbol en nota de primera plana, y esto lleva a pensar en la posibilidad de que más jóvenes se involucren en el juego del diamante.

Viene ahora la Liga Mexicana, y ojalá que el empujón del Mundial dé para que la temporada sea buena. El beisbol mexicano siempre ha tenido mucha calidad. Lástima de su invisibilización, lástima de la pobre cobertura que en general recibe. Ojalá que algún día esto cambie.


sábado, marzo 18, 2023

Miradas de Jorge Valdés

 











Varias antologías personales publicadas por el Gobierno del Estado de Coahuila están disponibles con descarga gratuita dentro de la web de la Secretaría de Cultura estatal. Si bien han tenido difusión en su formato de papel (yo mismo tengo casi toda la colección), es una buena noticia saber que también están, gratuitamente, al alcance de la vista y la sensibilidad lectora en su formato digital. Uno de los títulos a disposición es Nudista, de Jorge Valdés Díaz-Vélez.

Pese a ser larga, la semblanza de este autor nacido en Torreón, Coahuila, en 1955, apenas alcanza para describir el valor de su trayectoria. Jorge Valdés es poeta y diplomático. Como Miembro de Carrera del Servicio Exterior ha trabajado en las Representaciones Diplomáticas en Argentina, Costa Rica, Cuba, Marruecos y España. Es autor de dieciséis libros de poesía publicados en México, Cuba, España e Italia. Entre otros: Jardines sumergidos (México, Colibrí, 2003); Tiempo fuera (1988-2005) (Universidad Nacional Autónoma de México, 2007); Los Alebrijes (Madrid, Hiperión, 2007); Qualcuno va (edición bilingüe italiano-español, Foggia, Bari, Sentieri Meridiani Edizioni, 2010); Otras horas (Santander, Quálea Editorial, 2010); Mapa mudo (Sevilla, Col. Vandalia, Fundación José Manuel Lara, 2011); Herida sombra (Monterrey, Posdata Editores, Col. Versus, 2012) y Nudista (Saltillo, Gobierno del Estado de Coahuila, Col. Arena de poesía). Ha sido traducido al árabe, francés, italiano, portugués, neerlandés, rumano e inglés. Sus libros más recientes son la antología Parque México (Renacimiento, Sevilla, 2018) y Soledad en llamas (Ayuntamiento de Torreón, 2022). En 1988 ganó el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes con La puerta giratoria (México, Joaquín Mortiz-Planeta, 1998).

¿Dice una cédula biográfica lo que el escritor abarca? De algún modo sí, claro, pues da cuenta de la trayectoria específica que ha seguido, pero nada mejor que acceder, como en este caso, a los textos para dimensionar el valor de su trabajo ya con la obra puesta sobre la mesa y a merced de la valoración.

Como se trata de una antología personal, esta selección nos acerca parte de lo que el mismo autor ha considerado representativo de su hacer. A diferencia de las antologías, digamos, no creadas por el propio autor, sino elaboradas por un tercero, aquí podemos indagar con más precisión en aquello que el escritor percibe como más valioso de sí mismo o al menos lo más definitivo.

En Nudista —título que no oculta lo mucho que el trabajo poético puede tener de strip tease— Jorge Valdés recoge 45 piezas distribuidas en tres de sus libros: Otras horas, Mapa mudo y Los alebrijes. En todas ellas hallamos al poeta concentrado, no torrencial, en el despliegue de su emoción interior. La mirada toma de afuera los elementos de la realidad y es en los íntimos pliegues de la consciencia donde el poema adquiere cuerpo, consistencia. Los versos se y nos interrogan, buscan sentido, pero no llegan a conclusiones ni a moralejas que derrumbarían la eficacia del poema. Por ejemplo, en “Polaroid”, el recuerdo detonado por la observación de una foto enlaza el presente con el pasado en un instante e insinúa el abismo que se abre entre ambos puntos, el abismo que es el tiempo transcurrido y ya irrecuperable:

Son siete contra el muro, de pie, y uno sentado.

Apenas si conservan los rasgos desleídos

por los años. Las caras resisten su desgaste,

aunque ya no posean los nítidos colores

que ayer las distinguieron. Entre libros y copas,

las miradas sonrientes, las manos enlazadas

celebrando la vida de plata y gelatina

se borran en el sepia de su joven promesa.

Por detrás de la foto están escritos la fecha,

los nombres y el lugar de aquel encuentro. Fuimos

a presentar el libro de uno de los amigos

que aparece en la polaroid viendo hacia el vacío.

Después se hizo la fiesta y más tarde el accidente

nos llevó al cementerio. Dijimos en voz alta

sus poemas. Los siete contra el muro, de pie,

uno leía. Todos aún lo recordamos

y casi por costumbre le voy a visitar

con girasoles. Todos hemos envejecido

menos él, ahí en la vista fija. Nos mira

desde sus 20 años, que son los de su ausencia,

con ojos infinitos de frente hacia la cámara,

llevándose un verano tras otro, aunque comience

a degradar su tono naranja sobre el duro

cartón de la fotografía.

En el también hermoso poema “Los argonautas”, una colectividad desvalida, invisible para tantos, la de los migrantes, se concreta en la palabra que expone lo esencial de sus vidas: la incertidumbre, el no saber bien a bien cómo es el destino que, si tienen suerte, encontrarán en el sitio del mundo que no los espera, un sitio que puede ser cualquier parte del mundo:

Han venido a cantar “Las golondrinas”.

Llegarán a Nogales en tres días.

A Chicago, tal vez, en dos semanas.

Tienen familia allá, del otro lado.

Son de Minatitlán o Villahermosa.

Otros, de El Salvador y Nicaragua.

Su imagen de Illinois es una estatua.

Un campo de maíz la de Chicago.

Conocen el desierto sólo en fotos.

Van a seguir las huellas del coyote.

No levanta la niebla en la otra orilla.

Gibraltar se distingue a duras penas.

Son del Magreb y el sur de Cabo Verde.

Van a echar al oleaje su fe ciega.

Cruzarán en silencio todos juntos.

Lo poesía de Jorge Valdés tiene el poder de emocionar y comunicar, de convertir lo inmediato, lo personal, en sentimiento que también el lector logra vivir, como el de la separación y la ausencia de lo querido en “Genealogía”:

Se han marchado los hijos de la casa

igual que lo hice yo, y antes mi padre

y el padre de mi abuelo, el que perdura

en el polvo que impulsa nuestros huesos

hacia la incertidumbre y desde el miedo

a la desolación de las palabras:

naufragar, desamor, volver, vacío.

Se fueron ya. Tenían la sonrisa

envuelta en las bufandas y en los brazos

el olor de la casa que dejaban.

Nada será lo mismo con su ausencia

a la hora del pan frente a la música

o en la noche del fuego. Llega el alba

y con ella su sombra. La tristeza

sube la escalera de caracol

y acoda su mutismo en la baranda

para oír el primer canto del día

junto a mí, el que partió y no se ha ido.

Es Nudista, por todo, un libro que debemos conocer. Podemos descargarlo gratis aquí. No se lo pierdan.

miércoles, marzo 15, 2023

El vuelo de Malaysia







Por una extraña razón tiendo a ver más documentales que ficción en lo poco que acostumbro convivir con Netflix. Tal vez sea, no sé, cierta fijación por el realismo que en el caso de los documentales, se supone, está más cerca de la verdad comprobable, aunque no se me oculta que el pasado puede ser objeto de manipulación incluso en los documentales tanto como lo es en la escritura de la historia: el documentalista, igual que el historiador, filma a partir de una subjetividad, de una institución, de determinados intereses, así que es imposible saber si el resultado se apega al cien por ciento a la realidad-real, a los hechos tal y como acontecieron.

He visto recién en Netflix el documental sobre el vuelo desaparecido de Malaysia Airlines y me parece un gran trabajo. Su título es MH370: el avión que desapareció; es muy ágil y tiene la ventaja, además, de ser breve, de apenas tres segmentos, en el formato que llaman, creo, “miniserie”. Además de impresionarme su calidad técnica, una calidad ya habitual en casi cualquier obra audiovisual de las grandes productoras, no deja de seducirme la complejidad de lo que narra. Quizá se detiene demasiado en el periodista de Nueva York que al final ofrece una conjetura algo sosa, pero no deja de pasmar que aquel vuelo se convirtió en un mecano digno de indagaciones detectivescas.

Como recordamos, en marzo de 2014 partió un avión de la mencionada línea asiática; iba a cubrir la ruta Kuala Lumpur-Pekín. Llevaba 239 pasajeros y todo iba bien hasta poco después de iniciado el viaje, cuando la nave desapareció de los radares más o menos a la altura de Vietnam. A partir de ese momento el famoso vuelo se convirtió en acertijo. Las conjeturas principales, según el documental, son tres: fue el piloto, fue una maniobra rusa o fue incluso una truculencia compartida entre Estados Unidos, Inglaterra y Australia. En medio de la calamidad, como siempre, quedaron los familiares y su impotencia, su llanto sin respuesta, su desesperación por no encontrar la verdad y el cierre de su incertidumbre o su duelo. Finalmente son parientes desaparecidos frente al silencio oficial (silencio que hasta el momento lleva ya casi diez años vigente), una realidad, la desaparición sin respuesta, que en México es por cierto muy bien conocida.

sábado, marzo 11, 2023

El asiento confortable


 











Alguna vez lo expliqué así, con ejemplos del deporte. Partía de una pregunta: ¿en qué momento los futbolistas o los tenistas saben que ha llegado la hora de dar el paso al costado? Vistos desde fuera, en futbol, en tenis y en muchos otros deportes los atletas de 25 años parecen idénticos a los de 35. Pueden tener la misma buena alimentación, el mismo buen entrenamiento, la misma buena apariencia, pero hay algo dentro de ellos que ya no es igual, que se ha perdido en el corto lapso de una década. Los futbolistas y los tenistas y muchos otros deportistas —cada disciplina tiene sus rangos— pierden en diez años un segundo de velocidad, el segundo necesario para alcanzar la jugada. Antes, cuando eran jóvenes, ese segundo hacía la diferencia: en la disputa de un balón llegaban antes o al mismo tiempo que sus rivales, y el instante que dura una zancada se convertía en punto a favor tras el raquetazo desde el fondo de la cancha. Cuando el deportista ve que ya no llega, cuando nota que por más que entrene su cuerpo ya no recupera ese segundo, es cuando comienza a pensar en el adiós no como elección, sino como imperativo de las piernas.

Pero, como digo, cada disciplina tiene sus rangos. En los deportes profesionales se abrevia notablemente la vigencia de la efectividad (pasaba incluso, no sé si todavía, que el paradigma Comăneci terminó por convertir en veteranas, es decir, en carne de retiro, a las gimnastas de 18 años). Ahora bien, ¿ocurre lo mismo en las artes y particularmente en la literatura? Un poco sí, un poco no. Lo primero que es necesario observar es lo obvio: en las actividades de tipo intelectual se alarga significativamente la permanencia “en activo” y de paso es lógico suponer que a mayor edad, más madurez.

Pero dije un poco sí y un poco no. Explico. Uno supone lo que supuse hace dos renglones, es decir, que si uno trabaja en la literatura es un hecho que el tiempo de producción buena se expande casi hasta la muerte, pero leí una observación de Vargas Llosa que me inquietó. Publicada hacia 1968 en el libro Cinco miradas sobre Cortázar (Editorial Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires), se trata de una vieja entrevista al argentino en la que el peruano observa lo siguiente: “Ha cumplido ya los cincuenta años, pero nadie lo diría (…) Pasada cierta edad, alcanzado cierto prestigio, el escritor latinoamericano da la impresión de precipitarse en el panteón de los próceres de la literatura. Se instala en el asiento confortable de lo que ha escrito y leído, y ya no escribe más o se repite, pierde la curiosidad, la pasión de la lectura, y la literatura no es otra cosa para él que una carta de prestación que le permite viajar, invitado a congresos o a coloquios, o a ser ministro o embajador. Siempre he sentido un extraño malestar al conocer personalmente a los escritores ‘consagrados’ de América Latina que habían pasado los 50 años, al comprobar el terrible deterioro de su vocación, su anacronismo. Creo que en este sentido, Cortázar es la única excepción”.

Vargas Llosa era joven cuando escribió eso, y sospecho que su intuición no erró. Rebasada cierta edad, no necesariamente los 50 años pues a veces el fenómeno madruga, algo erosiona el ímpetu de la juventud. Suponemos que se gana en madurez intelectual, pero pensar también tiene implicancias físicas que, por ello, se deterioran y empecen la pulsión creativa. La lucha del escritor radica entonces en ser consciente de tal declive y negarse a ocupar “el asiento confortable”, defender con uñas, dientes y arrugas la supervivencia de su curiosidad.

viernes, marzo 10, 2023

Miguel y William en una plaquette


 











Viene el mes del Día del Libro y por ello recobran vida los nombres de Cervantes y Shakespeare, quienes fueron coetáneos y pasados los años se convirtieron en emblemas de la literatura universal. Da la impresión en los dos casos de que es imposible comprender sus obras si no nos asomamos a sus vidas. Como en el caso de muy pocos escritores, las biografías del narrador español y del dramaturgo inglés son necesarias para alcanzar una mayor inteligencia de lo que dejaron escrito para la posteridad.

Ahora bien, las biografías suelen ser escritas para los adultos, pero poco o nada para los niños. La plaquette ¿Soy o no Soy? Esa es la cuestión / Cervantes, un artista del escape, publicada por la Secretaría de Cultura de Coahuila, acerca al lector de corta edad información que no por sencilla deja de ser valiosa para saber más sobre los dos genios clásicos de las letras españolas e inglesas. El origen y las peripecias de ambas vidas se condensan en esta publicación bien organizada y de diseño harto atractivo, colorido en todas sus páginas, muy creativo desde el punto de vista editorial.

En ellas navegamos por las vicisitudes de ambas vidas, como el famoso cautiverio de Cervantes en Argel (por eso “el artista del escape”) o las dudas que quedaron sobre la autoría de las comedias y los dramas de Shakespeare (por eso el “soy o no soy”). Sea lo que haya sido y al margen de las controversias que nunca han de faltar, las figuras de MC y WS son incuestionables y nadie los destronará del sitio clásico que ocupan desde hace mucho tiempo.

Ambos escritores alcanzaron, y esto queda claro en el libro, la máxima belleza y hondura a las que puede aspirar el trabajo literario, de ahí que la circunstancia casual de la muerte concomitante haya servido en el presente para establecer esa fecha luctuoso como Día del Libro.

La plaquette ¿Soy o no Soy? Esa es la cuestión / Cervantes, un artista del escape está disponible con acceso libre en esta liga. Los padres que deseen acercar a sus hijos a dos almas gigantes tienen a merced, gratis, esta excelente y breve biografía gemela que además puede o debe ser leída, por la organización de su material, de adelante para atrás y de atrás para adelante, como lo muestra la portada que encabeza esta reseña.

miércoles, marzo 08, 2023

Viejo lector de Sepúlveda












La memoria abre, no sé por qué, agujeros que es a veces imposible rellenar con la materia prima del recuerdo. Supongo que fue hace treinta años cuando, no sé dónde ni cómo, di con la nouvelle —forma algo mamilas de llamar a la novela corta— Un viejo que leía novelas de amor (Tusquets, 1993, 137 pp.), de Luis Sepúlveda (Chile, 1949-España, 2020). El entusiasmo que me despertó fue inmediato, así que poco después de aquel primer contacto tuve inmediatamente otros: Diario de un killer sentimental y Mundo del fin del mundo. No agoté, por supuesto, a Sepúlveda, escritor con una bibliografía de más de treinta títulos. De hecho, tengo dos libros más cuya lectura adeudo: Nombre de torero y Patagonia Express. Ya llegará.

Por ahora, en lugar de leer lo que me aguarda disponible del mismo Sepúlveda, he releído Un viejo que leía novelas de amor. Lo hice porque, otra vez no sé dónde ni cómo, la había perdido. El antojo de releerla me nació porque la reencontré en El Libro Usado, de la calle Falcón casi esquina con Morelos, exactamente en la misma edición tal vez extraviada en alguna de mis mudanzas. Al volver a tenerla en las manos advertí que se había abierto un pozo en mi memoria: yo sabía que me había gustado, pero sólo o casi sólo eso. Los detalles, es decir, sus personajes, sus peripecias, se me habían borrado del disco duro, y nomás retenía una modesta idea de su atmósfera selvática y su buena prosa.

Releer un libro tan breve no es meritorio, y menos si es así de ágil. Fue este rasgo —su fluidez, su transparencia— lo que le granjeó millones (sí: millones) de ejemplares vendidos, numerosas traducciones e incluso la adaptación al cine. Ahora que lo pienso, quizá supe de este libro gracias a su éxito, gracias a que la crítica lo acogió como valiosa novedad hace treinta años, en 1993.

Como siempre en estos casos, temía que la novelita “se me cayera de las manos”, que no me agradara tres décadas después. Y no: me agradó tanto o más que en la primera lectura, de manera que, así sea a destiempo, la recomiendo. Algo en ella (el estilo de su humor y, claro, el entorno donde su ubica, la selva ecuatoriana) me recuerda a García Márquez, aunque sin realismo mágico.

¿De qué trata? Bueno, se me acabó el espacio. Pero no batallen: Un viejo que leía novelas de amor es fácil de conseguir y más aún de leer.

sábado, marzo 04, 2023

Polémico Paz

 











Las guerras culturales de Octavio Paz (El Colegio de México, México, 2014, 191 pp.), ensayo de Armando González Torres (México, D.F., 1964), resume las estaciones de Octavio Paz como protagonista de la vida pública mexicana. Se trata, debo decirlo desde ya, de una exploración documental tan minuciosa que no deja dudas acerca de la permanente necesidad de Paz por participar, y en muchos casos detonar, el debate cultural y político en nuestro país, una necesidad que acaso, si nos asomamos a su biografía, le era congénita, herencia de su abuelo y de su padre.

El libro está segmentado en cuatro grandes apartados con secuencia cronológica. Gracias a su introducción podemos acceder al resumen apretado de sus partes: “En el primer capítulo, se pasa breve revista a la formación de la figura pública de Paz y a la adquisición de su significativa influencia cultural antes del 68. El segundo se centra en la relación de Paz con el ánimo radical de los años sesenta y, particularmente, con el movimiento estudiantil mexicano de 1968. El tercero aborda la trayectoria política de Paz en los años setenta, periodo en el cual el poeta se transforma en un tribuno y define su conflictiva relación con gran parte de la izquierda mexicana e internacional. Finalmente, el cuarto capítulo se ocupa del itinerario polémico que recorrió Paz en los años ochenta y noventa, y recoge las disputas en torno a temas como el papel y el tamaño del Estado, la democracia en México, la política exterior, la caída del socialismo y el controvertido gobierno de Carlos Salinas”.

Esta inmejorable síntesis del libro, rasgo del ensayo académico que muchas veces se maneja como si a los lectores no les importaran las introducciones compendiosas, no observa al menos en la parte citada que Las guerras culturales de Octavio Paz no nomás sigue la pista del escritor mexicano y su presencia en los foros a su alcance, sino que reconstruye el clima de época que le tocó vivir, de modo que González Torres nos adentra en las ideas, las corrientes y los hitos sociopolíticos —Guerra Civil Española, Segunda Guerra Mundial, Matanza de Tlatelolco, caída del Muro de Berlín…— que marcaron la atmósfera intelectual respirada por Paz más o menos desde finales de los veinte hasta el ocaso del siglo XX. Inscribir la participación del autor de Libertad bajo palabra en entramados más amplios y complejos ayuda a tener una mayor inteligencia de sus afanes, no incurrir en el yerro de suponer que sus filias y sus fobias nacieron y vivieron encerradas en una cápsula.

Como quedó indicado por el propio González Torres, el primer segmento del libro describe la construcción de su mirada crítica. Cuando Paz da sus primeros pasos como autor, no tardará en evolucionar “de la crítica literaria como afición a la crítica como profesión: pasa de ser un comentarista marginal y a veces intransigente a convertirse en una especie de institución beligerante”. Esta etapa cubre, más o menos, de 1930 a 1968, cuando el estado de las ideologías en el mundo, la posición del intelectual y el 68 mexicano obligan a un reposicionamiento de Paz, quien para entonces extremó su choque con la izquierda.

En los setenta Paz ya es una figura pública con fama mundial, y en México fundó Vuelta, la revista que se convirtió en su búnker. Al final de la década se dio su encontronazo más conocido: el que en Proceso tuvo contra Monsiváis sobre el papel de la izquierda nacional. El capítulo final, ya en las épocas del Nobel, describe la identificación de Paz con la llamada “sociedad abierta”, la cercanía con Salinas y Televisa además de la pugna Vuelta-Nexos.

Más allá de cualquier simpatía o diferencia pasada o actual con el poeta, el libro de Armando González Torres es una magnífica oportunidad para recorrer la película del siglo XX con Octavio Paz como protagonista.

miércoles, marzo 01, 2023

Mi Serch

 











Hoy recuerdo la partida de Sergio Antonio Corona Páez. Ya en varias oportunidades he señalado que me unió a él una amistad profunda y respetuosa, cordial y lúdica. El último de los cuatro adjetivos recién puestos tal vez podrá desconcertar. Lo entiendo si es así. Quienes lo conocieron de lejos, sólo por sus notables ensayos históricos como La vitivinicultura en Santa María de las Parras o El País de La Laguna, con toda razón pueden pensar que el doctor Corona Páez asumió su trabajo de investigación y escritura con un rigor que le exigía severidad, aislamiento, concentración y por ello cierto rechazo a la interacción social.

Estos rasgos de su personalidad son ciertos, y a pocas personas he conocido con su índole, la índole serena de quien todo el tiempo está metido en la exigente reflexión de ideas que luego habitarán las páginas de periódicos, revistas y libros. El doctor Corona encaja en esta categoría de persona, pero debo decir que creo haber sido de los pocos, y quizá el único, que logró, gracias a la similitud de mi talante con el suyo y a los muchos años de convivencia laboral en la Ibero Torreón, establecer con él una amistad risueña, llena de permanentes bromas construidas sobre todo con juegos de palabras.

Aunque al escribir siempre me he referido a él con su nombre y con su mayor título académico, el de doctor (en Historia), en corto no era así. No sé por qué ni cuándo comencé a decirle “Serch”, lo que complementaba con el pronombre posesivo “mi” que encabeza esta columna.

La confianza y la convivencia, pese a su condición de maestro y erudito, nos llevó pues a las bromas verbales y en algún punto sucedió lo que más nos enlazó en la complicidad de la risa: entre los dos, sin querer, “inventamos” un código de comunicación chusco al que denominé, para beneplácito de mi Serch, “estilo paleográfico”. Dada la especialización de mi amigo en la lectura y transcripción de documentos originales de la Colonia, gusto que yo compartía pero sólo como lector de libros y no de fuentes primarias, comenzamos a hablar cambiando ciertas letras, aquellas que en los manuscritos eran escritas de acuerdo al uso irregular de la escritura colonial. Y así hablábamos, con una pronunciación muy marcada de la equis (“dixo” en lugar de “dijo”), “ch” en lugar de “c” (“charro” en lugar de “carro”), la “c” en lugar de la “ç” con cedilla (“cabeca” en lugar de “cabeça” con sonido de “zeta”). El código era arbitrario, burdo, pero nos divertíamos usándolo, y eso hizo permanente la risa entre nosotros. Al final batallábamos mucho para ponernos serios y hablar sin “estilo paleográfico”.

Digo lo anterior porque sigo dialogando solo con mi amigo, y es allí, en el terreno de la memoria, donde resurge el código y el recuerdo de mi Serch, amigo y maestro cuya partida lamenté hace, hoy, exactamente seis años.