Según
Perogrullo, quienes dominan un oficio o una profesión escriben con ventaja si
escriben sobre su oficio o profesión. Tal ventaja se da, claro, sólo en el
plano del contenido, pues la forma, el estilo o, para acabar pronto, la calidad
estética de la escritura es una pericia que se adquiere aparte. Sólo se da una
salvedad cuando el escritor escribe sobre la vida literaria, pues se supone que
además de conocerla es capaz de escribir bien. Así, un médico, un psicólogo o
un plomero, si desean hacer literatura sobre medicina, psicología o plomería ya
tienen recorrida una buena parte de la ruta: lo que deben agregar a sus
historias es arte, el mayor arte del que puedan ser capaces.
Esto
que ha sonado tan general como abstracto se puede aterrizar en la figura del
alemán Ferdinand von Schirach (Munich, 1964) y su libro Crímenes (Salamandra, Barcelona, 187 pp. 2009). Concreto en él lo
dicho en el primer párrafo porque es abogado penalista y con su conocimiento de
la profesión urdió un primer libro en el que se conjugan con solvencia la
pericia jurídica y el cuidado narrativo a la hora de trazar sus historias. Crímenes es un libro tan duro y eficaz
que al aparecer se mantuvo más de cuarenta semanas como uno de los más vendidos en su
país, ganó el Premio Kleist y los derechos de traducción fueron comprados en más
de treinta países, una tanda de éxitos inusual para cualquier escritor
primerizo.
Como
todos los profesionales que se dedican al derecho penal, Von Schirach tuvo contacto
profesional con casos terribles, algunos tan crudos que llegaron a sonar fuerte
en la prensa germana. Este fue su punto de partida. Lo que siguió fue escribir
y organizar las historias, cuadrarlas como relatos que si bien pueden ser
leídos como ficción, se supone que se ciñen a experiencias reales. Su género es
pues de difícil filiación, dado que no son cuentos aunque parezcan tales, y se
ajustan más, a mi juicio, a lo que entendemos por crónica. Ahora bien, tampoco
son exactamente esto, dado que el material ha sido organizado para crear un
impacto unitario, muy a la manera del cuento. Lo mejor, en fin, es
desentenderse de lo que son y apreciar más bien su eficacia, una eficacia que
recuerda los documentales sobre delitos con variados ingredientes forenses y
jurídicos como los que ofrece, por citar un solo ejemplo, Invastigation
Discovery.
Aunque
difuminada, la sombra del abogado penalista/autor atraviesa todos los casos. En
algunos párrafos es explícita, en primera persona, pero el autor-personaje
trata de borrar esa presencia y dejar que los hechos se desarrollen como si él
no estuviera presente, tal y como ocurrieron los desaguisados y tal y como los
encaró la justicia. Destaco con un muy breve trazo algunas de las piezas, a mi
parecer las mejores por vincularse de paso al tema de la migración.
“Summertime”
es la historia de Abbas, palestino en Alemania que se enfrenta al mundo atroz
de los migrantes. Sin nada para sobrevivir, se convierte en “camello”, es
decir, en distribuidor callejero de droga, lo que acá conocemos como “puchador”.
Pide un préstamo, no lo paga y le cuesta un dedo cortado sin piedad por su
acreedor, quien además lo amenaza con tumbarle más trozos de cuerpo si no paga
la deuda. La novia de Abbas, Stefanie Becker, decide ayudarlo y no halla otro
camino: se prostituye con un empresario para salvar el pellejo de su novio,
quien está en franco riesgo de desaparecer a pedacitos. Luego ella aparece muerta
y todo parece indicar que su asesino es el ricachón. No pueden acusar al
palestino porque no hay pruebas suficientes, y la sospecha se vuelca de
lleno contra el empresario. Un detalle nimio salva al cliente del abogado y el homicidio
queda sin esclarecer. La mezcla de fiscales, testigos, defensores, jueces,
periodistas y posibles culpables pinta un submundo leguleyo muy interesante.
El
relato titulado “Suerte” es enternecedor y brutal a un tiempo. Narra la vida
adversa de Irina, migrante balcánica en Alemania, y la desdicha de Kalle, su
pareja. Ambas vidas, ya de por sí quebradas, se ven vinculadas a una terrible situación:
el infarto de un cliente mientras Irina ejerce de prostituta. Kalle trata de
salvarla deshaciéndose del cadáver destazado del gordo calenturiento, infartado y
convertido en rompecabezas. La historia se complica hasta llegar a su
resolución que no deja de sorprender.
En
“El erizo” aparece también el tema de los migrantes en Alemania. El libanés
Karim, ninguneado por todos, tiene una vida secreta y sana, digamos que exitosa
y legal pese a que es parte de una familia vinculada al delito. Uno de sus
hermanos es acusado y Karim hace un alegato genial en su juicio.
Crímenes, de Ferdinand von Schirach, es sin duda un excelente libro, y aunque su lector puede ser cualquier lector, creo que tiene en los abogados, más específicamente en los penalistas, a sus mejores destinatarios. Supongo que estos casos no se abordan igual en Alemania que en México (país donde el dinero es un lubricante imprescindible de la justicia), pero algún parecido deberán tener al menos en sus líneas jurídicas esenciales. En cualquier caso, entretienen, divierten y son, pese a su salvajismo, o precisamente por ello, muy humanos, y todo esto es lo fundamental en cualquier producto narrativo que aspire a ser buena literatura.