En
treinta y tantos años he leído cinco libros, los que he podido conseguir por
acá, de Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948). Sobre algunos he escrito dos o
tres palabras siempre elogiosas, pues el andaluz es un autor con la cabeza muy
bien amueblada, de esos que difícilmente cometen un libro baldío. Supe de él a
finales de los ochenta, cuando gracias a la prensa se difundió su nombre como
ganador del Premio Planeta 1987. La novela reconocida fue En busca del unicornio (Planeta, México, 1989, 280 pp.), que
pasados algunos meses pude conseguir en Torreón. Inmediatamente la leí y quedé
aturdido, tanto que desde aquellos años intuí que en otro momento emprendería
su relectura. Otros libros del mismo autor se atravesaron, pero cumplí con la
promesa del regreso y recién volví a sus páginas.
Tenía,
claro, el temor habitual que produce toda vuelta. Sentía que En busca del unicornio podía parecerme
no la maravilla de novela que leí en la declinación de los ochenta, cuando yo
ya me acercaba a los treinta años y mi juicio era mucho más verde que el
actual, pero afortunadamente me equivoqué. Lejos de percibir que me defraudaba,
la primera relectura fue una revelación. Hace poco escribí esto (que no es una
digresión) en mis redes sociales: “La novia de Odessa es el
último libro que me ha hecho tener ‘sueños de escritura’. Llamo así a los
sueños, casi pesadillas, en los que en lugar de soñar con imágenes confusas,
como soñar se suele, sueño con la escritura de textos en los que se siente el
eco irremediable de un estilo, en este caso el de Edgardo Cozarinsky. Es el
mejor libro de cuentos que leí el año pasado y seguramente uno de los mejores
que leeré hasta que apague los ojos”. Pues bien, con el regreso a la novela de
Eslava Galán me pasó lo mismo: en los días de la relectura atravesé varias
madrugadas con el eco de su prosa, como un hechizo que se prolongó más allá del
libro e invadió los territorios de mi subconsciente.
En busca del unicornio es la novela de un viaje, el encabezado por Juan de Olid, su
protagonista, quien en el siglo XV recibe la secreta encomienda de buscar un
unicornio en el África ignota. ¿Para qué? Pues para socorrer al rey Enrique IV,
también conocido como el Impotente. Según el parecer de la ciencia (una ciencia todavía
demasiado incierta en aquella época), se pensaba que el cuerno del unicornio,
preparado por algún boticario experto, tenía la capacidad de revigorizar
cualquier miembro reacio al intercambio venéreo. Era, por ello, una especie de
Viagra medieval.
Juan de Olid es entonces elegido para
capitanear una expedición hasta muy entrada la geografía africana, espacio
totalmente desconocido para el europeo de entonces. Así, su contingente sale del
centro de España y termina, ya disminuido, hasta las lejanísimas costas del
suroriente de África, allá por rumbos cercanos a Madagascar. En medio de tal
recorrido se topan con mil sobresaltos, con los moros y su gran desierto,
primero, y después con decenas de tribus negras, unas muy hostiles, otras no
tanto.
Lo maravilloso, sin que el buen tratamiento de
la anécdota se diluya, sin que todo el libro oscile del humor al dramatismo, es
el estilo. Eslava Galán propone un tono de escritura que en efecto parece del
siglo XV. Además, lo impregna de la mentalidad propia de un soldado, De Olid,
pleno en su cosmovisión católica y española, con virtudes y flaquezas
totalmente verosímiles.
Por el tema, por el estilo, por la reconstrucción fiel de la mentalidad española todavía medieval, En busca del unicornio es una novela que he amado tanto que ya me prometí leerla por tercera vez. Lo merece.