miércoles, julio 24, 2024

Para qué los demasiados libros



 






Supongo que el encargado de ponerme en el camino y muy sincronizadamente el mismo mensaje es el algoritmo, ese dispositivo de sujeción inventado por las nuevas tecnologías. El que recién me llegó desde varios puntos fue una cita textual de Umberto Eco referida a la cantidad de libros que un buen lector debe soñar. Sobre esto no hay ley, obvio, pero es verdad que quien lee con pasión suele no contentarse con lo que humanamente puede consumir, sino con todos los títulos que es posible adquirir con su presupuesto y acoger en su espacio de almacenamiento. El erudito italiano ganó mucho dinero con su trabajo y por eso construyó una biblioteca blanca y laberíntica para albergar 50 mil ejemplares, muchos de los cuales eran joyas impresas en pasados siglos, como lo evidenció en La memoria vegetal, libro que tiene pasajes de bibliófilo inalcanzable.

Esta es la cita de Eco: “Es una tontería pensar que tienes que leer todos los libros que compras, así como es una tontería criticar a quienes compran más libros de los que jamás podrán leer. Sería como decir que debes usar todos los cubiertos, vasos, destornilladores o brocas que compraste antes de comprar nuevos. Hay cosas en la vida que necesitamos tener en abundancia, aunque solo usemos una pequeña porción. Si, por ejemplo, consideramos los libros como medicinas, entendemos que es mejor tener muchos en casa que pocos: cuando quieres sentirte mejor, vas al ‘armario de medicinas’ y eliges un libro. No uno al azar, sino el libro adecuado para ese momento. ¡Por eso siempre deberías tener una variedad para elegir! Quienes compran solo un libro, leen solo ese y luego se deshacen de él, simplemente aplican la mentalidad de consumo a los libros, es decir, los consideran un producto de consumo, un bien. Quienes aman los libros saben que un libro es cualquier cosa menos una mercancía”.

Es difícil, o imposible, no estar de acuerdo con el autor de Obra abierta. Lo malo es que eso sólo queda claro a quienes —como él o como Roberto Calasso, que en una ocasión afirmó casi lo mismo— entienden la lectura como un acto potencialmente infinito: un libro lleva a otro libro y ese libro a otro y a otro y a otro, de suerte que la biblioteca potencial se ramifica a lo ancho y a lo alto de cualquier edificación, y es incontenible (en sentido estricto). Un lector como Eco sólo para con la muerte, pues a medida que pasan sus años suma más y más títulos.

La frase que más me atrae de la cita no se refiere a la cantidad, sino al capricho de toda lectura no obligatoria, pues allí se agazapa el deseo de extender la biblioteca al infinito. Lo explico con este ejemplo: hace poco más de una semana, antes de las vacaciones, separé lo que quería leer. No cumplí. Apenas comenzó el periodo, otro libro inesperado me asaltó y en él estoy. Este es el sentido de una biblioteca numerosa: que un día cualquiera, sin quererlo, sin anticiparlo, tomemos un libro entre miles y nos atrape. Quizá lo compramos hace muchos años, eso no importa: estaba allí, empolvado y esperando, para comparecer durante el verano de 2024.