tag:blogger.com,1999:blog-307482212024-03-17T21:02:08.298-06:00Ruta Norte LagunaLiteratura y medios de comunicaciónJaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comBlogger2784125tag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-54748802518571775102024-03-16T05:00:00.014-06:002024-03-16T07:31:29.133-06:00Crónicas con calle y libros<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjti9JBJk99EL0xI07YngxZIV-UXDcfln52ILZrSoemBOFhC02-J6zbFsaVtrEiYNLxBebJ34Kc0tM0BBDJmd8K-D07PCbk58VnKBs2CWQbK08d1kLnfsUyZX7cq2JvXZPZsEAlBsyh73UHnhGsKNYPYUfgX03sMK4aMa-_gGW9IBAwezPti5X0jw/s1052/con%20el%20barrio%20puesto%20ivan%20hernan%20benitez.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1052" data-original-width="687" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjti9JBJk99EL0xI07YngxZIV-UXDcfln52ILZrSoemBOFhC02-J6zbFsaVtrEiYNLxBebJ34Kc0tM0BBDJmd8K-D07PCbk58VnKBs2CWQbK08d1kLnfsUyZX7cq2JvXZPZsEAlBsyh73UHnhGsKNYPYUfgX03sMK4aMa-_gGW9IBAwezPti5X0jw/s320/con%20el%20barrio%20puesto%20ivan%20hernan%20benitez.jpg" width="209" /></a></div><br /></div> <div><br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Creo
que no se ha destacado lo suficiente un rasgo del buen cronista: la erudición.
El otro, que tenga “calle”, es bien conocido porque es lo primero que suponemos
a la hora de imaginarlo. Digo la erudición porque es la única manera de
procesar la infinita cantidad de estímulos que dispara la realidad, de suerte
que no sería posible hacerles frente si no se contara con un filtro, con una
capacidad de interpretación capaz de convocar, al alimón, disciplinas como el
periodismo, la literatura, la sociología, la antropología, la lingüística, la
filosofía y no sé cuántos saberes más. José Joaquín Blanco, Carlos Monsiváis,
Juan Villoro, por citar sólo tres casos mexicanos, son ejemplos de lo que
afirmo: calle y libros, libros y calle son claves en la hechura de la crónica.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En
La Laguna pasa lo propio con Saúl Rosales y Vicente Alfonso: son cronistas con
calle y a la vez con la cabeza muy bien amueblada. Un caso más reciente y no
menos notable es el del periodista y escritor Iván Hernán Benítez (Torreón, 1981), autor de <i>Con el
barrio puesto</i> (Ayuntamiento de Torreón, Torreón, 2023, 107 pp.). Vaya libro,
para mi gusto uno de los mejores publicados el año pasado en nuestra región. Lo
he leído y no puedo no celebrar la calidad de su prosa, la precisión de su
mirada, la enciclopedia que lo alienta, la solidaridad sin chantaje de su
propósito y, en fin, el cúmulo de aciertos en la captación de los temas que escudriña.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Lo
recorro pieza por pieza, para no omitir ninguna de las doce.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">“Un
loco de pasta dura” cuenta los encuentros del cronista con Carlos, un antiguo
vecino suyo de la infancia que, luego de golpearlo en la niñez, cae en la droga
para no salir ya nunca de allí. El cronista recorre la vida en permanente
desmoronamiento del drogo, esto gracias a los accidentales encuentros
callejeros entre ambos. Desde esta primera pieza advertimos las destrezas de
Iván Hernán Benítez: una prosa vigorosamente literaria, un talento nato para
captar detalles con todos los sentidos y una colocación perfecta del radar
sensible: jamás juzga al grifo, y, sin enunciarlo, de manera muy hábil, nos
enseña a comprender ese destino vapuleado por la adversidad. Sin lloriqueo, sin
panfleto y con una delgada película de autoescarnio, el cronista traza un
relato a un tiempo feroz y conmovedor, con una especie de chanfle compasivo,
para decirlo en argot futbolero. En un mundo donde domina la mirada cínica y la
burla neoliberal ante la indefensión ajena, el autor de esta crónica nos
muestra que se puede ser solidario con el desventurado sin incurrir en el lloriqueo
que haría fácil la descalificación de su trabajo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Semejante
al servicio de un hospital es el que ofrece el monte de piedad en “Rutina de
empeños dorados”. Las enfermedades, sin embargo, tienen que ver en este caso
con los malestares y las dolencias del bolsillo, no con los achaques del
cuerpo. Benítez ha sabido establecer un parangón que sostiene con pericia
comparativa: así como se asiste a un hospital, así como se busca la cura
gracias a la intercesión de un médico, los pignorantes desfilan en las
ventanillas del montepío para que los valuadores los curen o al menos palien
los malestares crónicos o repentinos. Con la comparación hospital-montepío se
logra un humor sobrio y contenido que alivia de pesadez la crónica previsible
sobre la tragedia de empeñar bienes para salir al paso de una urgencia como
quien recibe primeros auxilios, en este caso monetarios. Otra vez, hay aquí una
rara distancia/cercanía entre el cronista y el motivo de su crónica. Otro
texto, además, literario, escrito con estilo sinuoso, alusivo y rico en
imágenes que incluso transitan lo poético.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En
“El crucero de las variedades”, Benítez asiste a los puntos de la ciudad atestados
de automóviles. Allí, gracias a la dictadura de los semáforos, el cronista toma
nota de todo lo que se mueve en torno de los vehículos: pordioseros,
vendedores-hormiga, discapacitados varios y artistas circenses se disputan en
sorda lucha la atención de los conductores y el dividendo más importante:
alguna moneda. El cronista husmea varios cruceros y con implacable pluma nos
describe la esperpéntica de la miseria congregada delante de los semáforos que
dan tiempo para causar piedad, placer y asombro, aunque sería más preciso decir
que lástima de manera destacada. Sin explicitarlo, crea un contraste entre el
mundo del privilegio sobre ruedas y el mundo de la vulnerabilidad jugándose el
pellejo. Otra gran crónica.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Cuerpo
de crónica y elementos de artículo y hasta de ensayo exhibe “Una masacre que no
fue”, texto en el que Benítez asedia el sentido que el periodismo nacional dio
a las palabras <i>tragedia</i>, <i>masacre</i>, <i>atrocidad</i>, <i>barbarie</i>
y demás a propósito de la desgracia ocurrida en el estadio de futbol
Corregidora en un histórico partido entre Querétaro y Atlas. Como recordamos,
en aquel choque se desataron todos los demonios de la violencia en el estadio
y, como ocurre siempre en estos casos, la ganadora del partido, y por goleada,
fue la impunidad.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">“El
privilegio de morir en casa” está más cerca del artículo que de la crónica,
aunque en efecto hay rasgos de este género en los párrafos del texto. Aborda
con brillo verbal e inteligencia las diferentes posibilidades de la muerte
entre nosotros: lo mismo por enfermedad que por masacre, lo mismo por la
pandemia que por edad. Es hasta aquí el texto con mayor carga de parecer
subjetivo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Tiene
un fragmento como de memoria personal de la violencia, la que vio de niño en
los rumbos de su casa ubicada por el siempre peligroso poniente de Torreón.
Esto le sirve como marco de lo que comenzó el 26 de octubre de 2006, “El día
que mataron a Gaviria”. Con eso comenzó la carnicería que vivió La Laguna en
aquellos años, el antecedente primero de lo que después serían las masacres de
2010, en la planitud del horrible calderonato que desató a todos los demonios
(como breve paréntesis personal, fui al lugar donde mataron a Gaviria y a
Elfego. Había llovido, en efecto, y la sangre no se había secado cuando la vi).<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Sin
duda, una de las mejores piezas del libro es “Hay que hacerse culerita”,
indagación sobre la pobreza material y simbólica subyacente en las groserías. Mucho de sociólogo tiene Benítez, pero también en este caso de
lexicógrafo con oído de “músico callejero”, como decía Borges. El autor recorre
aquí los usos y costumbres de la palabrota, el nexo entre el déficit de los medios
económicos y los verbales, y junto a esto la incorporación de la mujer, hoy, al
habla de carretonero.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Otra
de las mejores piezas de <i>Con el barrio puesto </i>es “Pásele p’atrás
(estampas al interior de un camión de ruta)”, crónica en la que igualmente,
como en otras, hay una cuidadosa dosis de sociología. La tragedia de viajar en
nuestro transporte público es expresada con humor amargo y una suerte de estoicismo
ante la petrificación de la incomodidad. El cronista sabe captar los tumbos de
la realidad dentro de los vejestorios móviles y nos pinta un mural de la desdicha
cotidiana implicada en la condición de pasajero.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">“Byung
Chul-Han o el perfume del otro” es una reflexión veloz sobre la obra del
filósofo coreano-alemán. El examen pasa revista a las ideas generales del
pensador, como el arribo a la mentalidad que arrastra hacia el exceso de
“positividad” y su contracara de negación del dolor, o el advenimiento de una
era en la que los objetos físicos han cedido su lugar en las preferencias del
respetable público a las “no-cosas” encarnadas (es un decir) en la información
digital que a su vez supone mecanismos de control que no nos incomodan. Un
ensayo, más que una crónica.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">“La
seducción del infinito” describe lo que se reveló al cronista en la etapa
global del aislamiento por el pánico al coronavirus: el ajedrez. Se trata en
realidad de un reportaje pleno de aciertos, apretadamente informado sobre “el
deporte de reyes”. Es el texto más largo del conjunto y uno de los más
inquietantes, pues nos describe un mundo cuya existencia, creo, ignorábamos
quienes estamos lejos tanto de escaques como de trebejos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Un
análisis del trabajo infantil es “Para ayudar a la jefita”. Benítez explora el
caso de los niños que se ven forzados a buscar unos pesos en chambas que sólo
sirven para sacar la cabeza, aunque sea un poco, de la miseria. Un motivo
poderoso que impulsa la huida hacia adelante de los niños que trabajan es la
necesidad de dar algo a la mamá, de sacarla del agujero al menos para que
también de allí asome la cabeza. En textos como éste se nota bien un rasgo caro
en la escritura de Benítez: la distancia. Uno sabe que escribe lo que escribe
porque le duele, pero no nos chantajea, no incurre en trazos lacrimógenos. Al
contrario, analiza los hechos con una suerte de conmovedora frialdad, valga el
oxímoron.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">“Réquiem
por un diario amarillo sangre”, última pieza del conjunto, es un recuerdo del
diario <i>La Opinión de la Tarde</i>, vespertino que hace algunos lustros
trabajó con la materia informativa del crimen desorganizado de una manera hoy
extinta (ex tinta), pues ya sería imposible pensar en columnas como la “Galería
de malandros”, aporte que devino sección de sociales a la inversa.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Por
todo, <i>Con el barrio puesto </i>(título hermoso, además) es un libro redondo,
atendible sin regateo ninguno. Llegadle.</span></span></p><p></p></div>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-38074206471067511792024-03-13T05:00:00.009-06:002024-03-13T15:06:37.144-06:00Comida que llegó después<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7yy6CITdIkyGpVOnn-qL8dlrE48hYn02fVI3h8WRIzWV_QUyaIXbWR8z8nXRpaWyD3JPMYnGyMll5qrpIpMtEHjWnggO_z42CPbM3lvi5GSgqnrxZ-R-r72j4EgLJZpOtsNKAoK4pXvfoCJe_BbTRnAP5A60C_xiFdCv_uNehiC5whyphenhyphenGW_8uKqQ/s318/pizza.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="159" data-original-width="318" height="159" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg7yy6CITdIkyGpVOnn-qL8dlrE48hYn02fVI3h8WRIzWV_QUyaIXbWR8z8nXRpaWyD3JPMYnGyMll5qrpIpMtEHjWnggO_z42CPbM3lvi5GSgqnrxZ-R-r72j4EgLJZpOtsNKAoK4pXvfoCJe_BbTRnAP5A60C_xiFdCv_uNehiC5whyphenhyphenGW_8uKqQ/s1600/pizza.jpg" width="318" /></a></div> <br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Mis
hijas no me creen cuando les digo que en mi infancia no había pizzas. No, no
había. Llegaron a La Laguna, si la memoria no me defrauda, allá por los
ochenta, y ya para los noventa habían alcanzado la popularidad de la que gozan hasta
hoy, cuando ya son un bocado omnipresente y de alto <i>punch</i>.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En
mi infancia lo que había como comida de la calle o de los restaurantes era lo
estrictamente mexicano y diría, si me apuran, lo estrictamente lagunero. Hablo
de los sesenta y setenta. Había tacos dorados, esos tacos que, lo dije alguna
vez, eran y siguen siendo el taco primigenio —el prototaco— de nuestra tierra.
Todavía hoy los preparan como antes, eso no ha cambiado mucho: tortillas hechas
tubito con un poco de papas, frijoles, rajas o carne dentro. Eran un platillo
preparado en la calle, en un receptáculo aceitoso en el que nadaban los taquitos
hasta que se doraban. Luego eran servidos en un plato de peltre y arriba los
tupían con las verduras inamovibles: repollo, tomate, cebolla y alguna salsa al
gusto. Han pasado los años y todavía podemos ver, sobre todo en los barrios,
que de alguna casa sacan los aditamentos para cocinar y así se ayuda una
familia, si no es que vive de eso.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Otro
lujo popular del pasado aun sobreviviente eran los platillos caldosos: menudo,
pozole, caldo (de pollo y res) y birria. El primero era, es, habitual los
domingos, y los otros han sobrevivido como producto de todos los días, y son
vespertinos/nocturnos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Las
gorditas y los burritos se sumaron con fuerza en aquella época. No eran tan
populares y ubicuos como hoy, y creo llegaron para no abandonarnos más, por
suerte. Una de las rarezas de estas dos maravillas de la gastronomía local es
que, siendo esencialmente lo mismo, unas, las gorditas, son de consumo mañanero, y los otros, nocturno, a veces muy muy nocturno, tanto que se venden/consumen
con fervor en las madrugadas.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Renglón aparte merecen los lonches, otro de los emblemas de la gastronomía popular en las inmediaciones del Nazas.</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Aunque
hoy parezca increíble, las hamburguesas también aparecieron tímidamente en los
setenta. Recuerdo que Pilón, el personaje de Popeye, las consumía en exceso y de niños sólo
las imaginábamos, ya que no las teníamos a la mano.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Así,
luego, llegaron los hotdogs, las pizzas, las crepas, el sushi y la comida
“china”: no siempre estuvieron aquí. Ahora tengo edad para saber que hubo un
tiempo en el que no se nos antojaba nada de eso simplemente porque aquí no
existía.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-78216478733987729622024-03-09T05:00:00.004-06:002024-03-10T18:24:36.587-06:00Paseo por López Velarde<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiF4GBPideP0eq5wz1w-_7s7cRL84HtcCcRertujGdBAEfOrb2-c0EDxj8AcIdU1p6z1szelzbv-a6mG3ruegVV3GzcOQSo-wUqCp2IEDitoOq_BKYfC8PXeCQrcwhVpa2b1t9iaYYU8PMGmb_o9RNKASee23mpU8ZQOwm-JkTrobs2gCH1RB8k-w/s599/lopez%20velarde%20jep.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="599" data-original-width="399" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiF4GBPideP0eq5wz1w-_7s7cRL84HtcCcRertujGdBAEfOrb2-c0EDxj8AcIdU1p6z1szelzbv-a6mG3ruegVV3GzcOQSo-wUqCp2IEDitoOq_BKYfC8PXeCQrcwhVpa2b1t9iaYYU8PMGmb_o9RNKASee23mpU8ZQOwm-JkTrobs2gCH1RB8k-w/w266-h400/lopez%20velarde%20jep.jpg" width="266" /></a></div> <br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En 2021 celebramos, siempre infinitamente menos de lo que
merece esta efemérides, el centenario luctuoso de Ramón López Velarde (Jerez,
Zac., 1888-Distrito Federal, 1921). Como un óbolo de cuya trascendencia no
puedo jactarme, escribí un par de apuntes y con eso obtuve la vana sensación de
que al menos me sumé un poquito al elogio de quien es, quizá, el mejor poeta
mexicano del siglo XX. En aquel año, me refiero otra vez a 2021, vi a Saúl
Rosales varias veces y sé, porque lo conversamos, que también se sumó al
recuerdo mediante varios comentarios publicados en sus espacios periodísticos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Por él supe que en el quincuagésimo aniversario luctuoso hubo
ya nutridos homenajes a la figura del jerezano, entre ellas una colección de
revistas monográficas de la SEP que Saúl todavía conserva. Tenía repetido uno
de los ejemplares, así que me lo regaló; al hojearlo quedé pasmado: la
publicación trataba de agotar lo inagotable ya en 1971: la vida y la obra del
poeta. Eso significaba que, pese a su brevedad, la existencia del autor de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Zozobra</i> había sido suficiente para
alentar un tributo de dimensiones nacionales, y significaba a la vez que su
importancia no amenguó al cumplirse el centenario en el aquí tres veces
recordado 2021.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Poco antes, de José Emilio Pacheco, uno de los
lopezvelardistas más tenaces, fue editado <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ramón
López Velarde. La lumbre inmóvil</i> (Era, México, 2018, 138 pp.). JEP murió en
2014, de manera que él no pudo armar la selección ofrecida en este libro. La
hizo, y también el epílogo del libro, Marco Antonio Campos, y en la compilación
podemos seguir el énfasis crítico de JEP al enigmático y venerado poeta de
Jerez. Digo “énfasis” porque en lo amplio de su variada escritura JEP mostró un
interés permanente por López Velarde, lo que se demuestra en los catorce
acercamientos contenidos en este libro.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Quiere decir entonces que Pacheco entintó la pluma desde
1970 (fecha de publicación del primer ensayo) hasta 2009 (fecha del último)
para escribir sobre el tema López Velarde. Se nota que lo hizo en general para
explicar, sobre todo, zonas un tanto borrosas de la vida y de la obra
lopezvelardeanas. Ninguno de los textos tiene desperdicio, pero hay algunos que
recomendaría por notables. Uno de ellos es el titulado “Notas sobre una
enemistad literaria: Reyes y López Velarde”, en el que JEP explora y documenta los
detalles que explican la grieta de malquerencia que abriría un desconcertante Reyes,
quien viviría hasta 1959 nunca conforme con una reseña —escrita y publicada por
el zacatecano— sobre <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El plano oblicuo</i>;
este comentario, inocuo para mí al menos en el trozo citado, subrayaba la
calidad estilística de Reyes casi como único atributo, lo que el regiomontano
pudo ignorar, pero no hizo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;">La lumbre inmóvil</span></i><span lang="ES" style="line-height: 150%;">,
producto de una vida de escritura frecuente sobre el tema, indaga asimismo en
algunos de los poemas más famosos de López Velarde y también en sus misteriosos
enamoramientos, en sus influencias, en sus amigos, en su póstuma conversión a
“poeta nacional” y en su prosa, que también la tuvo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Además de sus libros de creación poética y narrativa,
además de los tres tomos de sus “inventarios”, podemos sumar este apretado
racimo de aproximaciones, <i>La lumbre inmóvil</i>, a la siempre atendible bibliografía
de Era sobre JEP. Bienvenida.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-950766118893610482024-03-06T05:00:00.016-06:002024-03-06T11:03:25.754-06:00De ciudades y de pelos<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg9upvnvpgY3yj2nJwk-_lmnWXCSbuaku9Dm5s37HzyAV_9ePl9i0Ho9-TSMJGXFtRVA-znW5OBWwCz0UvXPogMBwDdp08YRsMt4J_GC-OrPhcqfVaEZWM5nCWFrZ5OIFIRILSmceQtCHULZsRyNt8ZCIaTEk6NCbp2zTm3e8lumvOBC_cN3rgqhg/s1000/barber%20shop.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="870" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg9upvnvpgY3yj2nJwk-_lmnWXCSbuaku9Dm5s37HzyAV_9ePl9i0Ho9-TSMJGXFtRVA-znW5OBWwCz0UvXPogMBwDdp08YRsMt4J_GC-OrPhcqfVaEZWM5nCWFrZ5OIFIRILSmceQtCHULZsRyNt8ZCIaTEk6NCbp2zTm3e8lumvOBC_cN3rgqhg/s320/barber%20shop.jpg" width="278" /></a></div><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Uno
de los tics más frecuentes de mi andanza por la ciudad es el de advertir sus cambios de fisonomía. Siempre, al caminar o conducir, voy viendo rasgos,
pequeñas variaciones, mutaciones radicales y, en general, modificaciones repentinas.
La ciudad no se mantiene estable, sus gestos físicos se proyectan más bien al
infinito de la mano de los caprichos y las necesidades de sus habitantes.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Hace
muchos años, uno de los elementos más visibles de la urbe era el caramelo de
las peluquerías. De luz neón o pintado en la pared, el rojo, blanco y azul constituían el aviso silencioso de que allí cortaban el pelo. Eran lugares sólo disponibles
para el público masculino, desde niños hasta ancianos. Pienso más o menos en la
década de los setenta cuando comenzaron a propagarse los “salones” para
esculpir el pelo de las mujeres. El elemento más visible de tales espacios, cómo
podemos verlo en las películas de aquella época silviapinalesca, era la secadora de pelo con forma de casco interplanetario.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">De
los ochenta data la aparición de las “estéticas”, establecimientos que
promovieron la indiscriminación de sexos y para lograrlo pusieron en
circulación el espantoso adjetivo “unisex”. No fue suficiente para ellas
devaluar la palabra “estética”, rama de la filosofía, y le añadieron un
neologismo que unas décadas después cayó en desuso.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Eso
sí, las estéticas unisex cundieron por las ciudades y en unos cuantos años casi
no hubo cuadra ni colonia con alguna de ellas. Dejaron de llamarse así, claro,
cuando en los barrios también aparecieron y le restaron prestigio al rótulo
genérico: “Estética unisex D’Geovanni”. De esa manera, las estéticas que no quisieron
verse contaminadas por la popularización de la palabra “estética” volvieron a
llamarse “salones” o “studios” (“hair studio”), con lo que recuperaron su estatus
de caché.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">La
ciudad, hoy, acusa un fenómeno similar al de la pululación de las estéticas
en los noventa. Ahora, de unos diez años a la fecha, casi no hay cuadra ni
colonia en la que no salte a la vista una “barber shop”, nombre con el que los
clientes han decidido separarse tanto de los salones como de las estéticas.
Para remarcar este rasgo, es común que tengan aspecto “rudo”, letras <i>vintage</i> y la imagen de uno o dos <i>hipsters</i> tatuados que no por duros dejan
de apapacharse delicadamente las pelambres para tener una apariencia más <i>ad hoc</i> con su sobreactuada imagen de virilidad.<o:p></o:p></span></span></p><p>
</p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Las
“barber shops” ya son ubicuas, y, aunque comenzaron como servicio para <i>winners</i> con alma de motociclistas y vocación de parrilleros, ahora
también pelan cholos en los barrios. Quizá por ello no falte mucho para que
cambien de nombre.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-82200191108172719662024-03-03T08:31:00.008-06:002024-03-06T11:04:37.120-06:00Un vistazo a "Guerra prolongada"<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKiAOJEChByPxmnEb7R5RJ-o2YImjoKPbklFDx1hSGyw9FliUIF_aUcHXoPPgseQnjfmERqiWoBlwzO0k_Auh0fhM8ARIzE-S7qbv9FFGC-gP11uE0W_BHhtMBmxSgroOQ5RfdNs2S7CAJP55lXjF6z3CwuPonzAy2qZ8DUUWHqGb2vUm-nByQXw/s849/portada%20dos%20relatos%20ligados%20a%20la%20Liga..jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="618" data-original-width="849" height="233" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjKiAOJEChByPxmnEb7R5RJ-o2YImjoKPbklFDx1hSGyw9FliUIF_aUcHXoPPgseQnjfmERqiWoBlwzO0k_Auh0fhM8ARIzE-S7qbv9FFGC-gP11uE0W_BHhtMBmxSgroOQ5RfdNs2S7CAJP55lXjF6z3CwuPonzAy2qZ8DUUWHqGb2vUm-nByQXw/s320/portada%20dos%20relatos%20ligados%20a%20la%20Liga..jpg" width="320" /></a></div> <p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Gracias a Saúl Rosales por este comentario sobre mi
cuento “Guerra prolongada”.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span style="font-family: verdana;"><b><span lang="ES" style="line-height: 150%;">Un relato de represión y vindicación</span></b><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><o:p></o:p></span></b></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm; text-align: justify;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Saúl Rosales<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Este marzo es propicio para ver dos temas que se mueven
en el subsuelo de la historia y una pieza literaria que los vincula: un relato
del narrador lagunero Jaime Muñoz Vargas (JMV); los otros, que el 14 de marzo
es aniversario de la muerte de Marx y que, a mediados de este mes, se constituyó,
hace 51 años, la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S).<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">El relato de JMV lleva el título de “Guerra prolongada”. Se
ve estructurado y llevado con la eficaz palabra del gran oficio de escritor que
le ha granjeado muchos premios y reconocimientos al autor nacido en Gómez
Palacio. La narración se puede localizar en <a href="https://rutanortelaguna.blogspot.com/2023/09/dos-relatos-ligados-la-liga_0265449514.html">rutanortelaguna
arroba yahoo.com.mx</a>, en un opúsculo titulado <i>Dos relatos ligados a la
Liga</i>, por cierto, dedicado a dos guerrilleros comunistas de los setentas,
nacidos en Torreón, Raúl Ramos Zavala e Ignacio Olivares Torres.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En la obra de Jaime Muñoz dos hilos narrativos convergen,
“por un lado el aprendizaje político y, por otro, <a name="_Hlk157590271">el
permanente estrago </a>derivado de los suplicios infligidos a los guerrilleros
en la siniestra impunidad de las mazmorras, espacios en los que sin piedad
operaron expertos en picana, tehuacán y puñetazo”.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En el relato, tales tratos bestiales devastaron a un
estudiante circunstancialmente vinculado con la LC23S. Hace ver “el permanente
estrago” de los tratos inhumanos infligidos por los guardianes del poder
gubernamental en el alumno de una escuela normal rural, quien apenas había
tenido leve relación con un militante de la Liga.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">La LC23S, por su denominación, lleva a pensar en la <i>Liga
de los Comunistas</i>, fundada en 1847 cuando, a la <i>Liga de los Justos</i>,
llegaron Marx y Engels y auspiciaron el nuevo nombre. Y decía en el primer
párrafo que se asociaban tres temas que reitero: el relato de JMV, el nombre de
la Liga que aparece en el mismo relato y el aniversario, el 14 de marzo, de la
muerte de Marx, el más alto fundador del comunismo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Una vez aclarado lo anterior volvamos al relato de JMV,
el que, ya lo hemos adelantado indirectamente, se mueve dentro del tema de la
LC23S. El personaje torturado por los agentes del poder le confía al narrador
su traumática experiencia. A su vez, el de la voz narradora va dando señas de
su identidad para luego proporcionar las de su personaje principal.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En la sólida estructura de la narración aparece otro
siniestro personaje principal: “Alto, flaco, de cara angulosa y piel blanca
pero bronceada, el tipo solía usar guayaberas de manga larga y pantalones opacos
de poliéster gris.”<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">La historia del estudiante vejado y la del torturador van
siendo ensambladas por la hábil capacidad narrativa de JMV hasta un punto pretérito
en el que coincidieron cuando el agente del pantalón de poliéster y otros dos
esbirros lo secuestran en Gómez Palacio.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Todo ello ha sido contado por la víctima al testigo
actuante del relato, es decir, quien va contando la historia, mientras regresan
de Guadalajara a la ciudad duranguense. Lleva a un punto de tensión en que “de
madrugada, unos gritos destemplados retumbaron en el camión. ¡Ayuda, ayuda!”
Era una pesadilla del antiguo estudiante torturado.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Finalmente, la magistral prosa de Jaime Muñoz lleva al
lector a la oportunidad de vindicación que se le presentó al antiguo
normalista. Es mayo de 2023, dos meses después del viaje en el camión que los
regresaba de Guadalajara, la pretérita víctima de la tortura y vigente inmolado
por pesadillas se comunica con el personaje narrador y le confiesa el modo de
su vindicación.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Después de que el testigo narrador lo escucha y de que
reflexiona la confidencia, de alguna manera se solidariza con la acción
vindicativa cuando a su vez confiesa: “Imagine, de hecho, casi como deseo
retroactivo […]”. El <i>deseo retroactivo</i> del narrador es que la
vindicación haya sido efectiva. Un eficaz relato de Jaime Muñoz.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-44345831216073697932024-03-02T10:50:00.002-06:002024-03-04T10:53:22.290-06:00Imán del canto<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOYDbMEGT8jFSu-vrMugTcRwC4UT4tCFVHdV07uGEelur9zp9kfp5dlhWx5WDNc-qOLh6FgkP_Fi9rU1C8lRYLAujR_3P5IXYzkkRqFpAqcraG5TZvs-NFiAHzcapoPPSbUBe4bXM0dIxJEJxj08v3dhIxd9xTNt87opKD3tH4PL-2PkFPNSnkYA/s823/karaoke.jpeg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="548" data-original-width="823" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgOYDbMEGT8jFSu-vrMugTcRwC4UT4tCFVHdV07uGEelur9zp9kfp5dlhWx5WDNc-qOLh6FgkP_Fi9rU1C8lRYLAujR_3P5IXYzkkRqFpAqcraG5TZvs-NFiAHzcapoPPSbUBe4bXM0dIxJEJxj08v3dhIxd9xTNt87opKD3tH4PL-2PkFPNSnkYA/s320/karaoke.jpeg" width="320" /></a></div><p><span style="font-size: x-small;"><br /></span></p><p><span style="font-size: x-small;"><br /></span></p><p><br /></p><p><br /></p><p><span style="font-size: x-small;"><br /></span></p><p><span style="font-size: x-small;"><br /></span></p><p><span style="font-size: x-small;"><br /></span></p><span style="font-size: x-small;"> </span><br /><p></p><div><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Cantar
es una atracción muy poderosa, como todo lo que se relaciona con la música. Así
se tengan oídos de artillero, dos pies izquierdos o una voz de perro agripado
(algún rasgo o todos juntos), es casi imposible que la gente no guste de algún
tipo de música, aborrezca el baile o desdeñe la práctica del canto. Sé de
amigos melómanos, por ejemplo, que sin embargo ni en su boda son capaces de
bailar un simple vals ni de cantar en la regadera. Hay de todo, siempre,
incluso casos en los que el baile, el dominio de algún instrumento y del canto
se dan combinados en grado digno e incluso superlativo, pero son los menos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Aquí
quiero detenerme sólo en el canto de lo popular, de lo comercial. Y comienzo
con un recuerdo de mi infancia. En las fiestas más remotas que retiene mi
memoria creo ver a los adultos cantar a la par de una consola o, en vivo,
frente a un grupo norteño o un mariachi. La gente cantaba al lado de los
discos, de la música ya hecha; es decir, si por ejemplo Pedro Infante entonaba
las notas de “No volveré”, el canto del admirador caminaba paralelo al del
sinaloense. La única forma de omitir la voz del también famoso actor se podía dar
mediante un conjunto en vivo o al menos con el acompañamiento de una guitarra.
Eso cambió, creo, al final de los setenta. Quizá poco antes, pero no puedo
asegurarlo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">¿Cómo?
Con la invención de las “pistas”. En mis recuerdos de la adolescencia veo a mi
padre y a un compañero de trabajo en la sala de nuestra casa. Se servían
“cubas”, la horrible bebida que estaba de moda en aquel tiempo, y ponían discos
de vinilo con pistas. De las grabaciones brotaban las notas de canciones
populares, y tanto mi padre como su amigo acompañaban su conversación y su
libaje con el seguimiento de las pistas. Eran canciones rancheras o de tríos, y
además de una voz mínimamente entonada, los intérpretes amateurs requerían
buena memoria y la obligación de entrar y salir a tiempo en el desarrollo de
cada canción. Mi padre y su amigo cantaban con decoro, no desafinaban y eso los
hacía sentir orgullosos. Durante algunos meses el descubrimiento de las pistas
los embelesó, y no faltó que en varias ocasiones convidaran a nuevos comensales
que se sumaban tanto al trago como a la caravana artística. Uno de ellos era mi
tío Ramón, hermano menor de mi padre, quien, no miento, tenía una voz profunda
y aterciopelada muy cercana a la de Javier Solís.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Pasaron
varios años y supongo que las pistas decayeron como producto para amenizar
reuniones, hasta que a finales de los ochenta o principios de los noventa
comenzó la popularidad de un producto que nos llegó de Japón con todo y nombre:
karaoke. Tenía, tiene este recurso tecnológico la pista, pero con el plus de
visibilizar la letra e incluso las entradas y las pausas en el desarrollo de
cada pieza. Siempre que recuerdo a mi tío Ramón, lo recuerdo en relación con su
goce frente a las posibilidades abiertas por el karaoke. Murió joven, y supongo
que ya no supo de los lugares comerciales en los que la gente se reúne para
beber, cenar, convivir y aparecer como intérprete frente al karaoke. Mucho
menos supo que los discos compactos con karaoke murieron pronto, todos
aniquilados por la infinita oferta de YouTube.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Hoy
sigue siento un atractivo de las fiestas familiares, aunque siento que tiene ya
menor fuerza que hace diez o más años. Frente a él, todos lo hemos visto,
pueden desempeñarse amigos o parientes con algún talento y tal vez nociones
intuitivas de canto; además, también, de voces convencionales e intérpretes
frente a quienes uno casi maldice la invención del sistema. Lo cierto es que el
embrujo del canto encontró en esta herramienta la forma más económica e inocua
de ejercer el imantado canto.</span><span style="font-family: "Times New Roman", serif; font-size: 14pt;"><o:p></o:p></span></span></p><br /></div>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-57681491881652848922024-02-28T08:41:00.007-06:002024-02-28T09:14:30.586-06:00Lectura endogámica <p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHfS8sLAFc832Ycw_cH09u78An1SJu-Ja3PL07xCrFjSzdRD5QD31UeuupWqFS2kMhyQQUVpIpDCHH2QzjHOYSNaU6G1kPG5XZ97mP6IT4da1OFaSq6NEIfAaTsf4Ra-t0VtHvkylQkfgHYij0KkpwyZ6oczPo3_3kfytiyhxmIKDgw2VvVnK68Q/s1920/america%20latina.jpeg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1280" data-original-width="1920" height="213" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHfS8sLAFc832Ycw_cH09u78An1SJu-Ja3PL07xCrFjSzdRD5QD31UeuupWqFS2kMhyQQUVpIpDCHH2QzjHOYSNaU6G1kPG5XZ97mP6IT4da1OFaSq6NEIfAaTsf4Ra-t0VtHvkylQkfgHYij0KkpwyZ6oczPo3_3kfytiyhxmIKDgw2VvVnK68Q/s320/america%20latina.jpeg" width="320" /></a></div> <br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Nuestra
lectura es tozudamente endogámica. Aunque por la globalización nos parezca que
no es así, los lectores latinoamericanos tenemos una tendencia muy marcada a
quedarnos con los libros del entorno más cercano, el nacional. Cierto que
internet y las plataformas de venta como Amazon o Mercado Libre nos ponen a
merced un menú bibliográfico que parece no tener orillas, la verdad es que
solemos deambular por los rumbos conocidos, no aventurarnos a recorrer otros
autores ni otras latitudes.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Una
vez, a la vera de cualquier digresión profesoral, afirmé esto en un taller
literario, es decir, en un espacio en el que se supone hay presencia de
lectores. Alguien, sin mal ánimo pero con desconcertante seguridad, me
contradijo. Creía que no era del todo atinada mi observación, que el mundo
ahora no nos permitía vivir aislados.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">No
quise polemizar, pero agarré el balón de aire y traté de rematarlo como venía: se
me ocurrió un experimento exprés. Propuse mencionar países de América Latina y
lograr que entre todos los asistentes del grupo me dieran los nombres de diez
escritores de cada lugar. Accedieron y pusimos manos al desastre. De países
como Bolivia o Ecuador no afloraba ningún nombre. De otros como Chile o
Argentina surgían los harto previsibles lugares comunes: Huidobro, Neruda,
Isabel Allende; Borges, Cortázar, Sábato…<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Pronto
advirtieron que no era fácil alcanzar la friolera de diez nombres por país, así
que reduje a cinco el desafío. Como también resultó complicado, les pedí que me
dieran diez nombres mexicanos, y en este caso no sólo llegaron a la decena,
sino que la desbordaron. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">La
conclusión de la historia fue la que yo ya había intuido en alguno de mis
viajes a la Argentina, cuando con alarma vi que al preguntar allá por
escritores mexicanos, los nombres que brotaban eran pocos: Sor Juana, Reyes,
Rulfo, Paz, Arreola y paren de contar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Supe
en aquella ocasión que preguntar por escritores totémicos en México como
Guzmán, Revueltas, Garro, Poniatowska, Del Paso, Garibay y demás, era inútil:
muy pocos los ubicarían aunque fuera por el puro nombre.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Así
fue pues como llegué a la conclusión antedicha: los lectores latinoamericanos
somos endogámicos, lo cual no está tampoco mal, pues es mejor ser lector
endogámico que no ser lector.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-86867249173075731292024-02-27T08:49:00.003-06:002024-02-28T08:52:03.444-06:00Morgan en Publishers<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJtAyW93kwS_vDAH5bc6FkVFSRXkvsosHGc3XU0V4sT4HKSBadfK7bQLXYX4rH9OW7mNg9UMg747XRbfed7CvBqmcT182QgbtzfHYdTqExCCkXj4eu_Lus9iMYyjplgZAAq46XXtLG6BGCqmWHZtaCenP82JJrf8WeopvUoX2Vt5A2cWGskC9PCQ/s696/428657325_25693709043561445_4623126915237250396_n.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="374" data-original-width="696" height="215" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJtAyW93kwS_vDAH5bc6FkVFSRXkvsosHGc3XU0V4sT4HKSBadfK7bQLXYX4rH9OW7mNg9UMg747XRbfed7CvBqmcT182QgbtzfHYdTqExCCkXj4eu_Lus9iMYyjplgZAAq46XXtLG6BGCqmWHZtaCenP82JJrf8WeopvUoX2Vt5A2cWGskC9PCQ/w400-h215/428657325_25693709043561445_4623126915237250396_n.jpg" width="400" /></a></div><br /><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">No sabía de la existencia
de <i>Publishers</i>, revista dedicada al
trabajo editorial (“La publicación internacional por excelencia dedicada a la
industria del libro en español”, dice en su cintillo de portada). La editan en
Sevilla, y en su número 48, correspondiente a febrero de 2024, me hacen ver que
publicaron un breve comentario sobre <i>Leyenda
Morgan</i> (UANL, 2023). Sea quien haya sido el reseñista, le dejo aquí mi
gratitud.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-89215114714590215132024-02-24T05:00:00.002-06:002024-02-24T08:08:46.901-06:00Genial genio del idioma<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_2fV-Q6UkC__mDSDe2vM4ah06fr8UMIXP-Pb2k6SwqvhrK5CQL93CkjKvU7mQPcH5NQq49g0jW5z6fS08drPhdVZ3SuN7vE0HyKItl1Jt9IApWPHCCG4hFfGwGWfRWEVInI3o5coTgoAtCjbN_fzd5pdsx0KDFTF8-ck9znXqlJowjWCoI06CaQ/s2048/chicharronzote.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1536" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_2fV-Q6UkC__mDSDe2vM4ah06fr8UMIXP-Pb2k6SwqvhrK5CQL93CkjKvU7mQPcH5NQq49g0jW5z6fS08drPhdVZ3SuN7vE0HyKItl1Jt9IApWPHCCG4hFfGwGWfRWEVInI3o5coTgoAtCjbN_fzd5pdsx0KDFTF8-ck9znXqlJowjWCoI06CaQ/s320/chicharronzote.jpg" width="240" /></a></div><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="color: #050505; line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Escribió José G. Moreno de Alba (<i>Minucias del lenguaje</i>, FCE, México, 1992,
p. 30) que aumentativos como “camionzote” son menos comunes en la escritura que
en el habla, y así es, por eso la dificultad que nos plantean a la hora de
precisar cómo asentarlos. Por lo pronto, muchos sustantivos terminados en “ón”
como “camión”, “pelón”, “león”, “camarón”… y otros como “lonche”, “bonche”,
“pinche” y demás dan en el habla “camion/zote/sote”, “pelon/zote/sote”,
“leon/zote/sote”, “camaron/zote/sote”, “lonche/zote/sote”, “bonche/zote/sote” y
“pinche/zote/sote”, y no, como sería lo lógico si nos atenemos a la existencia
del prefijo aumentativo “ote”/“ota”, “camionote”, “pelonote”, “leonote”, “camaronote”,
de la misma manera en la que de “libro” sale “librote” o de “puerta” sale
“puertota”, y no “libresote” o “puertesota”.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="color: #050505; line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;"> La falta en la escritura del aumentativo
“zote” o “sote” para algunas palabras mueve pues la reflexión de Moreno de Alba;
lo plantea así: “Hace unos días alguien me preguntó cómo debería escribir el
aumentativo del sustantivo <i>camión</i>.
Podría haber sugerido, para evitar problemas, la forma <i>camionazo</i>; sin embargo es obvio, por una parte, que los hablantes
dan a este derivado un sentido no precisamente aumentativo sino más bien el de
acción contundente, golpe, choque, colisión, etc.; y, por otra, que todo el
mundo emplea el aumentativo <i>camión
(s,z)ote</i>, aunque es mucho más difícil encontrarlo escrito”.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="color: #050505; line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Más adelante, luego de hacer otras consideraciones,
señala: “No veo por tanto inconveniente en decir que <i>-(s,z)ote</i> es una variante, un alomorfo del sufijo -<i>ote</i>. Sabemos que la z alterna con <i>c</i> en algunos casos (<i>cocer, cuezo</i>). Por ello podría quizá sugerirse que la variante de -<i>ote</i> se escriba con -<i>z</i> (-<i>zote, camionzote</i>),
letra que, como se sabe, sustituye a la <i>c</i>,
cuando le siguen las vocales a, o, u”. <o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="color: #050505; line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">El problema no parece existir en
palabras que con “z” o con “s” en la sílaba final podrían construirse sin
romperlas: “pescuezo-pescuezote”, “pedazo-pedazote”, “menso-mensote”,
“intenso-intensote”. Tal vez de ahí, lo digo como mera corazonada, nació el
aumentativo “zote”/“zota”, que como ya estamos viendo no existe en español. Por
otro lado, es posible que ante la duda en la escritura sigamos sin querer
queriendo el aumentativo puesto en circulación por la marca comercial del jabón
Zote, con “z”.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="background: white; line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="color: #050505; line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Este debate interno por una simple
letra me nació en un supermercado. Allí, en el rótulo con el precio de un
producto, vi una palabra del grupo terminado en “ón” (“chicharrón”) que motiva
estas líneas: “chicharronzote”, decía, atenido a la forma popular del
aumentativo y con “z”, no “chicharronote”.<o:p></o:p></span></span></p><p>
<span style="font-family: verdana;"><span style="color: #050505; line-height: 150%;">En otras palabras, tanto en el habla
como en la escritura, el genial genio del idioma</span><span style="line-height: 150%;"> parece haber dado
con dos soluciones apegadas a la recomendada por el maestro José G. Moreno de
Alba, expresidente de la Academia Mexicana de la Lengua.</span> </span><br /></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-65166746199925041422024-02-21T05:00:00.000-06:002024-02-23T19:02:22.303-06:00Torri en breve<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRlzqvYVOZRUE_YJZQM8nsZ1ZNiTCZDypHh202zrRnBPlUybEQIxzzWVxR7UgXgOCIy3vhlFMIbslPF944wtSW90KjsmvTgrf_RG5rADIJmcXzqHvO0WZOGNL0OZZtCgWytZBGzwuicmC2cJ6LZFA0_aSG2qLyAkfMXLkGjzqhePzeUm16X_9F3A/s300/torri%20sec%20coahuila.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="300" data-original-width="230" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhRlzqvYVOZRUE_YJZQM8nsZ1ZNiTCZDypHh202zrRnBPlUybEQIxzzWVxR7UgXgOCIy3vhlFMIbslPF944wtSW90KjsmvTgrf_RG5rADIJmcXzqHvO0WZOGNL0OZZtCgWytZBGzwuicmC2cJ6LZFA0_aSG2qLyAkfMXLkGjzqhePzeUm16X_9F3A/w246-h320/torri%20sec%20coahuila.jpg" width="246" /></a></div> <br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Es
al menos curioso el camino de la escritura breve. Nunca, hasta la fecha, ha
tenido el prestigio de la amplia y esto, supongo, viene de muy lejos, de la
idea en sí del libro como objeto de cultura. Aún antes de la invención de la
imprenta, los libros ya eran grandes tanto en su formato de rollos como de cuadernos.
El libro en rollo, que los latinos llamaron “volumen” (en donde está la idea de
“vuelta”, de trayecto circular) fue superado en practicidad por el libro en
cuaderno unido de uno de sus cuatro lados, el códex que hasta la fecha
sobrevive como invento inmejorable. En ambos casos se trataba de gordos manuscritos
que continuarían siendo amplios tras la invención de Gutenberg. El libro nació,
pues, gordo, y esta noción, conjeturo, sobrevive como ideal de prestigio, lo
que se nota cuando suponemos mayor calidad a un libro con muchas páginas frente
a uno con pocas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Algo
tarde en esta historia apareció la posibilidad del libro corto. La ubico a
finales del siglo XIX, en Francia, con el auge del minimalismo expresado en
muchas artes. Por eso, ya en 1917 pudo aparecer en México un libro breve y con
brevedades de Julio Torri (Saltillo, 1889-Ciudad de México, 1970). Su título
fue <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ensayos y poemas</i>, suma de
miniaturas textuales que de inmediato llamaron la atención de la crítica casi
como desafío al librote habitual en la literatura decimonónica.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Podemos
conseguir la obra de Torri con facilidad. Es, casi, el más famoso caso de
escritor breve que registra la literatura mexicana, y ha sido abundantemente
reeditado. Un libro gratuito, accesible sin costo en la web de la Secretaría de
Cultura del Gobierno de Coahuila, es <a href="https://es.slideshare.net/secret/MHMdstlZIoXGdV"><i style="mso-bidi-font-style: normal;">El
mundo abreviado</i>, cuyo subtítulo es <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Un
paseo (en bicicleta) por la vida y obra de Julio Torri</i></a>. Contiene una
semblanza del autor saltillense y una muestra variada de su obra.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">La
parte biográfica lo dibuja a grandes trazos desde su nacimiento en la capital
de Coahuila hasta su fin en la del país. En medio están sus estudios en Torreón,
la salida a México, la carrera de jurisprudencia, su pertenencia al Ateneo de
la Juventud, su amistad con Alfonso Reyes, su primer libro, su presencia en la
editorial Cvltvra, su entrada a la Academia Mexicana de la Lengua y su carrera
docente en la universidad.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Y
la paradoja que se convirtió en mito, un mito que quizá no lo es si miramos el
tamaño más bien chico de su obra: que el arquetipo de escritor mexicano breve leía
200 páginas diarias.</span></span></p><p></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-2051207698467541532024-02-17T05:00:00.001-06:002024-02-17T05:00:00.127-06:00Adiós a Sasha<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwRFGwqYq5ThwLp18LrwPjA-gGh5RAVhjvpZ7bbJLCpb7aGN2c_KyHajExF4IdZEslfT5bGPw98YkbAHmQytIkviFthSYTWa4hKhgeCA65cHdCe1PdKsZ2QHMe-MaoNSIEWnNBJHf8Im4lnuYG3g4Rakpa9SBVmaGdb3nweQwzCmXboinGNWmnPA/s483/sasha%20montenegro.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="483" data-original-width="426" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwRFGwqYq5ThwLp18LrwPjA-gGh5RAVhjvpZ7bbJLCpb7aGN2c_KyHajExF4IdZEslfT5bGPw98YkbAHmQytIkviFthSYTWa4hKhgeCA65cHdCe1PdKsZ2QHMe-MaoNSIEWnNBJHf8Im4lnuYG3g4Rakpa9SBVmaGdb3nweQwzCmXboinGNWmnPA/s320/sasha%20montenegro.jpg" width="282" /></a></div> <br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Mencioné
a Sasha Montenegro en una vieja columna titulada “Aquel cine raspa” (10-mayo-2006).
Estos son unos párrafos del ya remoto comentario: “Su gestión en esa cartera
[me refiero a la gestión de Margarita López Portillo al frente de Radio,
Televisión y Cinematografía, quien acababa de morir], ‘es calificada por
especialistas en medios de comunicación como una de las más desastrosas de la
historia’. Eso es lo que declaran los expertos, pero me atrevo a señalar que
sin el cine promovido durante el margarato a muchos nos hubieran privado de una
corriente cinematográfica que puede ser calificada precisamente como corriente,
una corriente corriente.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Se
sabe que fue doña Margarita quien, con el fin de abarrotar las salas del país,
promovió rodajes que de inmediato alcanzaron babeante éxito. Gracias a ella
tuvimos la oportunidad de ver estrenos que de artísticos no tenían nada, ni
cinco segundos de cinta, pero que al menos posibilitaron el desenvolvimiento
histriónico de Sasha Montenegro (luego señora de López Portillo), Angélica
Chaín, Rebeca Silva y Lyn May, actrices que hicieron las delicias del público
masculino y que entraban en combate de albures y pudorosos desnudos con galanes
como Lalo el Mimo, Alberto Rojas, Alfonso Zayas, Luis de Alba, Rafael Inclán y
Pedro Weber Chatanooga, cómico que alcanzó las máximas alturas en materia de
bajeza verbal”.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Pasados
los años, en 2017 publiqué un libro titulado <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Este desfile atónito. Antología de hermosos monstruos</i>, hoy inhallable
más allá del que guardo en mi biblioteca y más más allá del que quizá conserva
Mempo Giardinelli, a quien le obsequié un ejemplar del que luego escribió un
elogio de esos que valen más. En aquel librito dediqué algunas palabras a
veinte de las divas que estimularon las solitarias fiebres de mi juventud, y
entre ellas está la estampa enderezada como loor a Sasha Montenegro. La
comparto íntegra ahora que acaba de partir:<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">“A
finales de los setenta y principios de los ochenta los mexicanos padecimos la
tortura de un cine inmundo, el de neocabareteras que prohijó Margarita López
Portillo, hermana del entonces presidente, el célebre José que al final de su
sexenio defendió el peso como un perro. A diferencia de su predecesor, el cine
de ficheras añadía desnudos estúpidos y fraseología abyecta, todo metido en
argumentos estrechamente ceñidos a la lógica del burro sin mecate. En medio de
toda esa basura, entre cómicos de baja monta y vedettes que daban no poca
lástima, un rostro enigmático entró por las pupilas de innumerables hombres que
secreta y no tan secretamente lo veneraban: era el rostro de Sasha Montenegro;
su nombre real es Aleksandra Aæimoviæ Popoviæ, y nació en Bari, Italia, hacia
1950. Hija de padres yugoslavos, pasó un rato en la Argentina antes de llegar a
México, donde su perturbadora belleza fue obvio gancho para incorporarla al
cine de aquellos años. Le tocó una mala época. O no mala: pésima. Las
producciones eran infames, y aunque no tenía el mejor cuerpo, por exigencias de
la taquilla fue necesario que despachara encueramientos absurdos. Luego ocurrió
el encuentro con Jolopo, que la hizo todavía más famosa y la metió en otra
inmundicia: el chismorreo. Pese a todo, sin duda pese a todo, la belleza de su
rostro sólo admitía un adjetivo: espectacular”.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-7646999342110568502024-02-14T05:00:00.001-06:002024-02-14T08:43:15.962-06:00Carretera a Santa Fe<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhp3qxsl3fBfcwh_lDx1c9cvMSm6C4qyKdwB7T1SLCCEMNra6XxuWdp0Y5oxldv_mmisAK1fC_iCgGNhrdt1JyG7Y1ns4gEMIEINhj8_uRIORxbNO768DHrLlIkCdq-BgPDzP5-X3DYcSf2P84JMd12D3XQzT7Vg2QfNiINL1cfJM8kQ8w9KhUSiQ/s1600/marea%20roja%20torreon.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="1600" height="120" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhp3qxsl3fBfcwh_lDx1c9cvMSm6C4qyKdwB7T1SLCCEMNra6XxuWdp0Y5oxldv_mmisAK1fC_iCgGNhrdt1JyG7Y1ns4gEMIEINhj8_uRIORxbNO768DHrLlIkCdq-BgPDzP5-X3DYcSf2P84JMd12D3XQzT7Vg2QfNiINL1cfJM8kQ8w9KhUSiQ/s320/marea%20roja%20torreon.jpg" width="320" /></a></div> <br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Aunque la ciudad, me refiero a Torreón, ha crecido de
manera escalofriante, creo no perderme todavía en sus rincones. Cierto que sus
recovecos son ya tantos que sólo pueden conocerlos con detalle los taxistas,
los repartidores de mensajería y de comida a domicilio, pero en líneas muy
generales mi orientación en la gran mancha urbana es aceptable. Uno de los
rumbos relativamente nuevos que por razones de trabajo transito más o menos
seguido es la carretera denominada “a Santa Fe”, un tramo que empieza, calculo,
en el periférico (justo al lado de Gayosso) y termina en la carretera
Torreón-Matamoros a la altura del ejido San Miguel. Es un trayecto considerable
que rodea un montón de colonias del centro-oriente de Torreón.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Lo paso porque allí corto para ir a Matamoros, y en los
años recientes he visto su gradual aumento de tráfico. Sé que llegará el
momento en el que será insuficiente y tendrán que añadirle semáforos, rotondas
y pasos elevados, pues el crecimiento de la ciudad va provocando proyectos de obra
civil como el que vemos hoy frente a Galerías. No es, sin embargo, la carretera
a Santa Fe el tema de este apunte, sino lo que se pude ver al lado de ella.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Como es característica general del crecimiento hacia el
oriente de Torreón, son más pudientes las nuevas colonias del norte (Las
Villas, por ejemplo) que las del sur (Sol de Oriente, por ejemplo), y esto se
nota también en el aspecto de sus accesos. En el caso de la carretera a Santa
Fe, hay un pedazo enorme del trayecto caracterizado por fungir como depósito de
todo tipo de basura, desde escombro hasta muebles viejos, desde residuos de poda
hasta neumáticos. El espectáculo allí es lamentable, más que deprimente si uno
tiene ojos para ver.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span lang="ES" style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Es difícil, cierto, alcanzar a una comunidad poco
instruida para cuidar el espacio público, es decir, no hay Estado que pueda
contra una población que no coopera y tira todo en la calle, pero no es menos
cierto que la autoridad debe proponer planes de choque para mitigar el caos,
como el que ayer vi de parte de la admirable Marea Roja: sin exagerar, sus
héroes anónimos recogían toneladas de basura en la carretera a Santa Fe. Es
hora de ayudarlos. ¿Cómo? Al menos no tirando escoria por doquier.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-30872303871026163062024-02-10T05:00:00.011-06:002024-02-10T09:36:29.991-06:00Neologismos semánticos<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfWkcjozheU3VT9TI2A_T_pEpoTyTCU8apYhxQ-2563nszAQVfnnJSYMpwWGwU5pnHBzG6u8C1QDTnwF_Van2pn4EBuNrOGMrQoB4lmdzZUlzz0IJEjsZV1AOaHRzPR52f5rUOHowvf5VYo-0RhjoiwEAjUlzfC9-2vQiWAG9JNcD4QjAHTXk0IA/s672/redes%20sociales.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="350" data-original-width="672" height="167" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfWkcjozheU3VT9TI2A_T_pEpoTyTCU8apYhxQ-2563nszAQVfnnJSYMpwWGwU5pnHBzG6u8C1QDTnwF_Van2pn4EBuNrOGMrQoB4lmdzZUlzz0IJEjsZV1AOaHRzPR52f5rUOHowvf5VYo-0RhjoiwEAjUlzfC9-2vQiWAG9JNcD4QjAHTXk0IA/s320/redes%20sociales.jpg" width="320" /></a></div><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Como
en cualquier lengua viva, en el español entran y salen palabras todo el tiempo.
No es este ingreso y egreso un rasgo que se note de un día para otro, sino un
proceso que transcurre con cierta lentitud. Antes, sin los medios de
comunicación que tenemos hoy, el fenómeno de entrada y salida demandaba
décadas, y hoy podemos apreciar que en lapsos increíblemente cortos una palabra
comienza a ser socializada al grado de que en pocos años, y a veces en pocos
meses, termina siendo aceptada por la mayoría de los hablantes y escribientes.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Los
neologismos más visibles son aquellos que aparecen como palabras totalmente
nuevas. Las más evidentes se relacionan con los inventos, pues es obvio que si
algo no existe y luego es creado, requiere una palabra nueva. Un ejemplo más o
menos viejo sería el de “bolígrafo” (boli, bola, y <i>graphein</i>, escribir,
“bola que escribe”), neologismo ya no tan neo que, si bien usamos algo en
México, no pudo desplazar a “pluma” aunque la escritura ya no se ejerza con una
pluma de ave. En Argentina pasó también que la palabra “esferográfica” de su
primera publicidad no corrió con suerte, pero sí la creada por sus inventores,
Ladislao Biro y Juan Jorge Meyne, de donde salió “birome”, que hoy equivale a “pluma”
o “bolígrafo” en aquel país.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Además
de los neologismos que podemos llamar “plenos”, hay otros a los que se les
denomina “semánticos”, y son aquellas palabras a las que sólo se añade un
significado diferente al ya establecido. Muchos de estos neologismos se
relacionan con las nuevas tecnologías tanto para designar herramientas y
acciones como por la popularidad que ganan gracias al frecuente uso en las
redes. Comparto quince ejemplos.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Aplicación</span></i><span style="line-height: 150%;">.
Gradualmente va quedando restringido al programa de teléfono celular. “Bajé la
aplicación de mi banco”.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Biblioteca</span></i><span style="line-height: 150%;">.
Antes de internet, una biblioteca era exclusivamente un lugar en el que se resguardaban
libros. Ahora este significado convive con otro: un sitio donde se guardan
canciones, fotos y a veces también libros digitales. “Tengo diez listas de
canciones en mi biblioteca de Amazon”.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Bizarro</span></i><span style="line-height: 150%;">.
No sé cuándo, pero la RAE añadió una tercera acepción que es hoy, casi casi, la
única que conocen los muchachos. Este desplazamiento semántico es una pérdida
para el español, que desde antiguo la usó para significar “valiente, generoso,
lúcido, espléndido” y ahora, por influjo del inglés, es lo raro o feo cargado hacia lo grotesco. "El decorado de su casa me parece muy bizarro".<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Contenido</span></i><span style="line-height: 150%;">.
Es leve todavía, pero esta palabra cada vez adquiere más presencia como
sinónimo de asunto vertido al continente de un producto destinado para alguna
red social. “Luisito Comunica produce contenido cada semana”.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Épico</span></i><span style="line-height: 150%;">.
Ya escribí algo una vez sobre esta palabra que hoy se usa disparatadamente. “Acabo
de tener un desayuno épico”. <o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Estilista</span></i><span style="line-height: 150%;">.
Desde hace varios años dejó de ser “maestro del estilo literario” para equivaler,
aunque ya de salida, a “peluquero”.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Historia</span></i><span style="line-height: 150%;">.
En español esta palabra ha servido para referirnos al estudio del pasado y a
cualquier relato más o menos amplio (“La película cuenta una historia muy
divertida”). Hoy va ganando terreno para designar una pequeña producción
audiovisual. “Subiré una nueva historia a Tik Tok”; tal “historia” pude durar
diez segundos y no contar nada.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Icónico</span></i><span style="line-height: 150%;">.
Equivale ya a lo que a veces designábamos con las palabras “representativo” y
luego también “emblemático” o simplemente “popular”. Como en el caso de “épico”,
fue jalado de las greñas del inglés al español sin hacer ningún gesto. “Rigo
Tovar es un personaje icónico”.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Narrativa</span></i><span style="line-height: 150%;">.
Poco a poco su significado mayoritario se ha relacionado con cualquier discurso
emanado de los espacios políticos, y ya no del cuento y la novela como géneros
literarios. “La economía va bien según la narrativa del actual gobierno”. Creo
de paso que la palabra ha adquirido en este contexto un tinte peyorativo, es
decir, narrativa como sinónimo de explicación mentirosa. “La narrativa de las
autoridades sobre el caso Ayotzinapa no ha sido convincente”.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Navegador</span></i><span style="line-height: 150%;">.
Aunque puede ser sinónimo de “navegante”, “navegador” ha quedado restringida a
la herramienta digital para moverse en internet. “Yo uso Crome como navegador”.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Recuperar</span></i><span style="line-height: 150%;">.
Ninguna acepción de la RAE se relaciona con el empleo que hoy se le da en el
mundo académico para señalar la fecha en la que se consultó una página web.
“Recuperado el 23 de abril de 2023”, dicen como si antes lo hubieran perdido y
no sólo consultado.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Relato</span></i><span style="line-height: 150%;">.
Usado casi igual que “narrativa”, es decir, como sinónimo de discurso o
explicación emanados de alguna autoridad. “El relato del alcalde es muy poco
creíble”.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Replicar</span></i><span style="line-height: 150%;">.
Hoy no es tanto “responder oponiéndose a lo que se dice o manda”, sino copiar
alguna acción o emprendimiento generalmente público. “Replicamos en La Laguna
el programa oaxaqueño de trabajo comunitario”.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Tóxico</span></i><span style="line-height: 150%;">.
Pasó del entorno de la química al de las relaciones humanas, y ahora se usa más
en este contexto. Es mayoritario su uso como sustantivo femenino, ya no como
adjetivo y casi siempre en tono zumbón. “No voy con mis amigos por culpa de la tóxica”.<o:p></o:p></span></span></p><p>
<span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Virus</span></i><span style="line-height: 150%;">.
Igual, pasó del diccionario científico al digital. “Un virus me jodió la
laptop”. Del sustantivo pasó a generar el chistoso verbo “envirular”.</span> </span><br /></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-1830778908187401492024-02-07T05:00:00.010-06:002024-02-07T09:56:39.376-06:00Gina en 1983<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZnGw8uvO3zEY3_VH47Wioi1cA8xbVIfpk116YuvWg1mMZFzLyTcawDgB_aO4MJV4ic2OFQu6YldG6ylYby0IecE1pinCPZKO8s1cBzI_XHqU4Lh7NgCmnRhzwr3tv8Sul2PvVN_KvABAEbKfvCr70CY4BeKJqLGWoFE6_86WKd5tYz137yTgXIw/s1044/gina%20montes%20cesar%20costa.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="674" data-original-width="1044" height="207" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZnGw8uvO3zEY3_VH47Wioi1cA8xbVIfpk116YuvWg1mMZFzLyTcawDgB_aO4MJV4ic2OFQu6YldG6ylYby0IecE1pinCPZKO8s1cBzI_XHqU4Lh7NgCmnRhzwr3tv8Sul2PvVN_KvABAEbKfvCr70CY4BeKJqLGWoFE6_86WKd5tYz137yTgXIw/s320/gina%20montes%20cesar%20costa.jpg" width="320" /></a></div><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p> <br /><p></p><div><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">El
mecanismo es bien conocido entre los narradores, quienes después lo convierten en recurso de escritura: a propósito de una palabra, de
un olor, de un sabor, de una canción, de cualquier detalle nimio del presente,
la memoria pega un brinco al pasado y despliega sobre la mesa de la consciencia
una amplia estela de recuerdos que a veces, incluso, creíamos olvidados. Algo,
pues, detona el salto hacia atrás, lo que sea, como, por ejemplo, una noticia.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Eso
me pasó apenas ayer, cuando leí que había muerto la bailarina brasileña Gina
Montes. Quienes ya peinamos canas (es un decir, porque en muchos casos ya ni
canas por peinar quedan en la testa) la recordamos en el programa <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La carabina de Ambrosio</i>, de Televisa,
esto cuando Televisa era Televisa, el monstruo omnipotente de la comunicación
mexicana del que era inevitable consumir contenidos. Más para mal que para
bien, por ello, nuestra educación sentimental pasaba por el tamiz de sus
producciones, la mayor parte de ellas cuestionada por su banalidad y, en el
caso de sus noticieros, por el abordaje tendencioso de la información.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Mi
recuerdo se remonta a 1983. Tenía un año como estudiante de Comunicación y no
faltaba que en las clases se hablara sobre el papel de Televisa. Había voces
críticas, claro, sobre todo de los maestros, y algunos alumnos comenzábamos a
aprender que los medios jugaban un rol nada inocente en el modelado de la
sociedad. Pese a esto, o por esto, ocho compañeros de la carrera organizamos un
viaje dizque de estudios para ir al Distrito Federal con el fin de conocer
Televisa y la casi recién fundada Imevisión, que después sería TV Azteca.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En
la capital del país entramos a Televisa San Ángel y allí, entre otros
programas, vimos la grabación de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La
carabina de Ambrosio</i> cuando lo conducía César Costa, quien nos trató muy
bien. Vimos además a Beto el Boticario, a Chabelo y a Alejandro Suárez, todos
en el momento de grabar sus <i style="mso-bidi-font-style: normal;">sketches</i>.
Esto significó que viéramos también a Gina Montes, pero no cuando bailaba en
torno a César Costa, sino cuando ya salíamos del estudio, en un pasillo. Apenas
nos cruzamos con ella, quien en vivo era un mujerón que aleló todas nuestras
hormonas.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Ahora
que murió me cayeron en tropel los recuerdos de eso que parece la prehistoria
de la televisión mexicana. Así es la memoria.</span><span style="font-family: "Times New Roman", serif; font-size: 14pt;"><o:p></o:p></span></span></p><br /></div>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-57782837969584252322024-02-03T05:46:00.021-06:002024-02-03T08:14:05.416-06:00Malicias de Hágalo usted misma<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhebTiX6YB1KKGLxsYbN5UnUD8FfxbZeu9xcMhnrGppVeixd27v2z3_9Xs7hrcDYC_-SzupSTnCdk4LXtWFuACMuF4C4PMMgFYYIg6NWTkqG4iQcmOOfHgkpGL55EbV-Zl-YgxLkiKq5gdXAnOfrI4mSUqF_0IcFxNReJfaYqkSEbWKOHGFff-DNQ/s291/hagalo%20usted%20misma%20atenea%20cruz.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="291" data-original-width="173" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhebTiX6YB1KKGLxsYbN5UnUD8FfxbZeu9xcMhnrGppVeixd27v2z3_9Xs7hrcDYC_-SzupSTnCdk4LXtWFuACMuF4C4PMMgFYYIg6NWTkqG4iQcmOOfHgkpGL55EbV-Zl-YgxLkiKq5gdXAnOfrI4mSUqF_0IcFxNReJfaYqkSEbWKOHGFff-DNQ/w238-h400/hagalo%20usted%20misma%20atenea%20cruz.jpg" width="238" /></a></div><br /><br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">La
conocí en una ceremonia de premiación. Yo había sido jurado y ella ganadora de
un concurso de poesía organizado en la ciudad de Durango. Supe al conversar que
se trataba de una mujer invadida de literatura. No hacía mucho había estudiado
Letras en Zacatecas, era muy joven y por los versos de su libro ganador supuse
que era una de las voces literarias más prometedoras del estado en el que nací.
Me equivoqué, como sucede con frecuencia: Atenea Cruz (Durango, 1984) no era
una de las voces más prometedoras del estado de Durango, sino del país.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Recién
leí <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Hágalo usted misma</i> (An-alfa-beta,
Benito Juárez, NL, 2023, 117 pp.), su más reciente libro de cuentos, y no me
tiembla el teclado al afirmar que se trata de un gran puñado de relatos. Para
empezar, porque su autora tiene consciencia clara sobre las exigencias del
recipiente, es decir, sabe qué es un cuento y cómo desplegarlo sin que se le
desconfigure, sin que deje de ser un dispositivo gobernado por la razón más que
por la pura intuición. Sabe que se trata de un microcosmos cerrado, con pocos
personajes, con una visible tensión de fuerzas contrarias que en poco papel
deben llegar a un final satisfactorio. Pero más allá de las recetas, Atenea
Cruz tiene a su favor tres malicias más de las que no se aprenden, sino que se
traen o no se traen: una capacidad de observación muy fina, un filoso sentido
del humor y un manejo del ritmo narrativo que en todo momento mantiene la
inquietud <i style="mso-bidi-font-style: normal;">in crescendo</i>. Son
demasiadas pericias juntas, pero es esto justamente lo que diferencia al
cuentista maduro del cuentista que cree que sus cuentos son cuentos sólo por el
modesto rasgo de la brevedad aunque su narración incurra en la vieja técnica del burro sin mecate.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Se
nota la malicia de Atenea desde el comienzo de cada pieza. Muchas de sus
historias (no todas, para no mecanizar este gesto) comienzan con una
frase-anzuelo fácil de morder y del cual es muy difícil zafarse. Dudo que un
lector no se sienta retenido si al iniciar un cuento ve esto: “Me dio por
entrar a Tinder todas las tardes”; “Los problemas comenzaron cuando dejamos de
coger”; “Para entonces la onirectomia era casi un procedimiento estético”; “He
decidido morir de hambre”; “El ritual es poner un disco en cuanto llegas a
casa”; “Algunas mujeres anhelan ser madres; ella, no”; “Nunca se puede explicar
bien a bien cómo termina una atorada en estas chingaderas”. Estos son los
arranques de varios de los cuentos de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Hágalo
usted misma</i>, y ya desde allí se nota la preocupación de la autora por
situarnos en conflictos de los cuales no nos dejará escapar.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">El
volumen contiene diez historias organizadas en tres estancias. No sé si este
artificio divisorio venga mucho al caso, pero es lo de menos. Los cuentos son
en su mayoría atrayentes y eficaces. Les echo un vistazo rápido y lineal. “Porcicultura para principiantes” es un cuento muy gracioso. Una
chica en situación precaria, recién despedida del trabajo, narra sus problemas
económicos. Ya no quiere trabajar y, mientras vive con una <i style="mso-bidi-font-style: normal;">roomie</i> sin apoquinar para la renta, usa Tinder y cena gratis. Le
recomiendan relacionarse con un tal Juan, sujeto mediocre pero con un poco más de
recursos. Es gordo y extremadamente sucio, y tiene de mascota a Pablito, un
pequeño cerdo casi autobiográfico del dueño. Ella se va a vivir con Juan, él engorda más todavía
y el texto avanza hacia una situación grotesca, un poco como pesadilla en la
que no se pierde del todo el marco de realidad.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">“Otro
jardín secreto” narra en tercera persona la vida de Alma, gorda mórbida. Su
familia hace el esfuerzo para que baje de peso, pero ella vive en la necesidad imparable
de comer. Al fin, como de milagro, cambia de trabajo, se convierte en maestra,
baja de peso y conoce a Jorge. La relación se da bien, y de lo real pasamos
gradualmente a una situación fantástica que es complicado no etiquetar de
surrealista: a Alma comienzan a brotarle flores del cuerpo, rasgos vegetales.
La ciencia la estudia cuando ella decide ir al médico. El cierre tiene, creo,
algo de simbólico.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">El
cuento “Visitas” trata sobre la desdicha mutua de un matrimonio entre un sujeto
impotente, Jonás, y Mirna, quien desea tener al menos una cuota mínima de sexo
para mitigar su necesidad. El relato está dividido en dos segmentos: la mirada
de ella y la mirada de él. Cada cual evalúa la situación desde su ángulo. Ella
lo valora porque es bueno como esposo aunque esté anulado para los
trajines amatorios dado el minúsculo tamaño de su palanca y la
imposibilidad de enhestarla. Él la valora porque ha comprendido su tragedia, pero
no deja de flotar en el ambiente la posibilidad de que ella lo engañe dada su
urgencia de satisfacción cabal. El matrimonio sobrevive a los tropezones
gracias a la oralidad, dicho esto en los dos sentidos implicados en esta palabra: porque
Jonás tira mucho rollo romanticoide y porque cada vez que puede se aplica al
baboso (sin metáfora) cunnilingus. Ella es la que se siente zozobrar (“estaba perdiendo
mis años de plenitud sexual”) ante la falta de un miembro competente. En el
cruce de los dos relatos se resuelve la historia no sin ambigüedad: acontece un
hecho real que puede ser fantástico o un hecho fantástico que puede ser real.
Es un cuento espléndido.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">“El
intercambio” es un cuento en clave de diario adolescente. Una chica escribe sus
actividades cotidianas y nos enteramos por ella misma que odia a su padre, un
tipo golpeador. El resultado, en el cierre, ofrece una mutación que bordea lo
sobrenatural.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Cuento
sobre el insomnio y las pesadillas, “Las yeguas nocturnas” es excelente. Marta
trabaja en una maquila y padece pesadillas que no la dejan descansar. Se deja
operar por un charlatán y las pesadillas ahora transitan hacia su realidad, se
emboscan en la vigilia de su vida cotidiana. Es un relato dramático,
desgarrador, nada humorístico. El ojo de la autora es muy bueno para describir
la realidad, como pasa cuando Marta llega al “quirófano” donde la operarán. Es notable
si recorrido textual por ese espacio falaz. Junto con “Visitas”, el mejor cuento
del libro hasta aquí.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">“La
última plaga” es una especie de juguetona distopía con, en medio, alienígenas
recicladores de basura. Cuando se van, la humanidad no tarda en acabarse todo y
sobreviene un desastre. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Por
un defecto de fábrica tiendo a disfrutar más del realismo. Siento que este
flanco de la narrativa, frente al fantástico, tiene menos puertas de salida, lo
que fuerza al narrador a trabajar y ser ingenioso sin escapar del plano de la
lógica. Pero es un defecto mío, y no voy a generalizarlo. En “Cena para una”,
cuento narrado en segunda persona, ella llega a casa, pone un CD, sabe que el
ritual es obsoleto frente a lo que hay ahora (Spotify o Amazon), pero tiene una
buena colección de discos. Mientras prepara lasaña mediante las instrucciones
de un tutorial que pespuntea en el relato, su madre le llama para avisar que
mataron a su exsuegro (el posesivo “su” crea anfibologías: al exsuegro de la
protagonista). Esto la remonta al pasado de su relación frustrada y a la
obligación de ser solidaria con su ex, llamarle para descargar el pésame, iniciativa de la
que obtiene una respuesta inesperada.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En
“Después del fuego” asistimos a una posibilidad: la de la mujer que no se ata
al imperativo de la maternidad. En “Hágalo usted misma” nos topamos con lo
contrario: una madre custodia hasta la imprudencia y el heroísmo la salud mental
de su hija frente a la nocividad de los machos abusones.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Por
último, “Pequeña tragedia griega” es un relato ibargüengoiteano: derrama gracia
al contar la historia de una poeta indefensa en un encuentro de colegas, que es
acaso un tipo de reunión que no se le desea ni a nuestro peor enemigo. Este cuento
me sirve para pensar que la mirada de la autora es tan atenta y punzante que casi
no requiere de la fantasía para lograr relatos eficaces: al captar el
comportamiento humano como lo hace, con la realidad hecha literatura logra
resultados espléndidos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Es
normal en todo libro de esta índole que algunas piezas destaquen más que otras.
De la decena, mis favoritos son “Visitas”, “Las yeguas nocturnas”, “Hágalo
usted misma” y “Pequeña tragedia griega”. Lo cierto es —vuelvo al principio de
este apunte— que en Atenea Cruz tenemos hoy a una cuentista que le hace honor
al oficio. Su denso humor (muchas veces negrísimo), su cortante malicia y su
imaginación sin orillas han hecho de las suyas otra vez.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-52468944109603873292024-01-31T05:00:00.008-06:002024-01-31T14:21:07.637-06:00Libros de Calasso<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtED3Lwm8hxBHcvlPVZgHgS7VkkFYUUuScjdK__9UzFl5ZXz4lCLilv5q1Oym1LyXQoTQx26I4j2KFzd5RF3Jqb9YRzU8gQgHGXSDIoANdbmjwNZBn_nm5fgc-TwfjOnhJfg64KLVpzrailhVrQ3oV5KTSl49eJz4TAGMujVjKOE6uIa8HqifNnw/s289/biblioteca%20calasso.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="289" data-original-width="174" height="289" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtED3Lwm8hxBHcvlPVZgHgS7VkkFYUUuScjdK__9UzFl5ZXz4lCLilv5q1Oym1LyXQoTQx26I4j2KFzd5RF3Jqb9YRzU8gQgHGXSDIoANdbmjwNZBn_nm5fgc-TwfjOnhJfg64KLVpzrailhVrQ3oV5KTSl49eJz4TAGMujVjKOE6uIa8HqifNnw/s1600/biblioteca%20calasso.jpg" width="174" /></a></div><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">He
quedado satisfecho y justificado tras leer <i>Cómo
ordenar una biblioteca</i> (Anagrama, 2021), del editor y escritor Roberto
Calasso (Florencia, 1941-Milán, 2021). Cierto que nacer donde él nació le da ventaja a
cualquiera que apetezca hablar sobre libros, pero no es menos cierto que, si
uno lo desea, incluso en una ciudad como la nuestra es posible nutrir una
biblioteca digna de este nombre. Esto significa que quien acumula libros en
algún momento de su empeño se topará con reflexiones similares a las de
Calasso.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Por su aspecto de manual,<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> Cómo ordenar una biblioteca</i> es un título
engañoso. No se trata entonces de un método para dar cuadratura decente al acomodo de
los libros, sino de un ensayo relajado en el que su autor desarrolla una serie de
ideas sueltas, todas enunciadas como en una sobremesa. En medio de la exposición
aparecen temas y subtemas observados con inteligencia, serenidad y no escasa
erudición, tanta que en algún momento me hizo recordar, así sea de lejos, al
apabullante Umberto Eco de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La memoria
vegetal</i>.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Tiene
este libro de Calasso un montón de afirmaciones ideales para la cita textual,
útiles para no estorbarlas con una reseña al uso. “Un lector que no sea capaz
de fantasear frente a un catálogo es un lector improbable”, con lo que desea
refutar la idea de los pocos libros. “Es esencial comprar libros que no vayan a
ser leídos <i style="mso-bidi-font-style: normal;">enseguida</i>. Al cabo de uno
o dos años, acaso de cinco, diez, veinte, treinta, cuarenta años, llegará el
momento en el que se sentirá la necesidad de leer precisamente ese libro”, lo
que refuerza la idea planteada en la primera cita y echa por tierra la azorada
pregunta del visitante en casa: “¿Y ya los leíste todos?”.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Más
adelante, brinca a otros subtemas. “No agregar a un libro huellas de la lectura
es una prueba de indiferencia —o de mudo estupor—”, con lo que nos invita a
leer con lápiz (así lo hago siempre, por eso marco lo que cito en este caso, y uso
lápiz, no bolígrafo, que es lo que recomienda Calasso). También recomienda no
salir de las librerías (de viejo, sobre todo) sin la sorpresa de lo que no
esperábamos comprar. Y esto: “el orden de la biblioteca no encontrará nunca —no
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">debería</i> encontrar nunca— una
solución. Simplemente porque una biblioteca es un organismo en permanente
movimiento. Es terreno volcánico, en el que siempre está pasando algo, aunque
no sea perceptible desde el exterior”.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En
fin. Salí de este libro muy tranquilizado. Lo recomiendo.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comC. Ajusco 354, Tierra y Libertad, 27040 Torreón, Coah., México25.5533551 -103.41484324.5613234472553 -104.5134758125 26.5453867527447 -102.3162101875tag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-17914180598772732782024-01-27T05:00:00.016-06:002024-01-27T05:00:00.161-06:00Tres miradas en Falacias para un autorretrato<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjujLRV-R44qytOlFxo4h6FbAWOfpCQiDwwgJquSVNEQUUblCAGvHZUup_XCnYUgiz1V0OBh2N31nJOX4z3AY323MGpUiixEuA7I2o7PTiCBnSoSl5IjUQ2n6bTSCJ-XbwtAu0L6j6BxNLRoLXutKocC0fgpxVGegp3jVVfR6G8M2b9Wm4NWi0z2w/s1196/falacias%20autorretrato%20saul%20rosales.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1196" data-original-width="750" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjujLRV-R44qytOlFxo4h6FbAWOfpCQiDwwgJquSVNEQUUblCAGvHZUup_XCnYUgiz1V0OBh2N31nJOX4z3AY323MGpUiixEuA7I2o7PTiCBnSoSl5IjUQ2n6bTSCJ-XbwtAu0L6j6BxNLRoLXutKocC0fgpxVGegp3jVVfR6G8M2b9Wm4NWi0z2w/s320/falacias%20autorretrato%20saul%20rosales.jpg" width="201" /></a></div><br /><br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">No
es infrecuente escuchar que la poesía es el más elevado de los géneros. Lo
dicen sobre todo, no sé si con sinceridad o por pose mentirosamente apiadada, los
narradores y los ensayistas. Lo cierto es que sea excelente, buena, regular,
mala o pésima, la poesía tiene el mérito de la supervivencia a contracorriente,
el heroico logro de persistir pese a la falta de lectores y por ello mismo de
ventas en un mundo en el que lo no comercializable está condenado a
desaparecer. De ahí que podamos hacernos algunas preguntas: ¿por qué persiste
la poesía? ¿A qué se debe su presencia en un mundo que la desdeña y no suele
hacerla comparecer ante las cajas registradoras?<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Puedo
intuir, a modo de respuesta tentativa, que la poesía subsiste, así sea prendida
con las uñas al universo bibliográfico, por dos de sus rasgos más salientes: al
trabajo artesanal de la palabra y a su capacidad para exponer la intimidad de
sus autores. Otros géneros tienen ventajas para generar conocimiento, para
informar, para entretener, para construir universos mediante la imaginación, para
especular con las ideas más abstractas; la poesía, cuando es genuina, las tiene
para desnudar la subjetividad, para exhibir el yo, para diseccionar la anatomía
del alma. En este sentido, el buen poeta no requiere semblanza: si su obra ha
sido urdida sin dobleces, los versos revelarán su autorretrato. La poesía
permanece pues porque en ella siempre se agazapa un rostro.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Un
autor polimorfo como Saúl Rosales, quien ha ejercido el cuento, la novela, el
ensayo, el artículo, el teatro, la crónica y más géneros, por supuesto que nos
ha dicho quién es en el espectro de su ya larga escritura. Podemos adivinarlo
en sus relatos, podemos suponerlo en sus opiniones periodísticas, pero nunca podremos
hallarlo mejor expuesto que en su poesía, como sucede si nos adentramos en las
páginas de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Falacias para un autorretrato</i>
(IMCE, Torreón, 2023, 143 pp.), su libro más reciente. En él, el autor lagunero
ha reunido una colección de poemas que no por personales dejan de concernirnos,
de inquietarnos y en ciertos casos de ayudarnos a pensar, pues también éste es
un usufructo de la poesía.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;">Falacias para un autorretrato</span></i><span style="line-height: 150%;">
está dividido en tres habitaciones: la primera lleva el mismo título general
del libro, la segunda es “Instante de la foto” y la última es “Oficio del
alcohol”. Ciertamente hay predomino de una temática específica en cada
apartado, pero esto no significa que el tríptico carezca de un hilo conductor e
inevitablemente el mismo tono melancólico, o más bien francamente
apesadumbrado, en todo el libro. Para lograr un mejor discernimiento de su
contenido hago mi propia clasificación de los poemas de acuerdo a las líneas
temáticas que he percibido en cada uno. Categorizo pues el contenido de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Falacias</i> en tres subtemas: de reflexión (digamos)
social, de asombro ante la belleza del arte y de la mujer, y de bancarrota
espiritual. Obviamente, esto no significa que en los poemas no se den mixturas,
cruces, nutricias vinculaciones entre los tres subtemas destacados.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Del
primer inciso, el que ubico en la dimensión social, hay muchos ejemplos en la
primera sección del libro, la más larga y miscelánea. Poemas como “Dinero llama
dinero”, “Sabor fértil del trabajo”, “Quién debe gobernar”, “Destino de
revolución”, “Sofocación de la insaciabilidad”, “Viaje único”, “Reserva de
desempleados”, “Memorando de la tierra”, “Soledad del sánwich de tomate”, “La
mula de la vida”, “Esquina de Progreso y Porvenir”, “Dolor de macrobús” y
“Calidad debida”, entre otros. En estos poemas, como rasgo general, se enuncia
la posición ideológica, siempre zurda, desde la que mira el poeta, y los temas
específicos rondan asuntos como la enajenación, el desempleo, el consumismo, el
individualismo, la solidaridad, la falta de compromiso, entre otros. El autor
no teme ser aquí tan explícito como es posible:</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Un día y otro día el trabajo no
aparece<o:p></o:p></span></span></i></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">lo único que existe en abundancia<o:p></o:p></span></span></i></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">para la esperanza y las necesidades
juveniles<o:p></o:p></span></span></i></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;">son plazas en el ejército nacional de
reserva…</span></i></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Otro
amplio sector del poemario trabaja con la materia de lo que aquí he denominado “asombro
ante el arte y la mujer”. Reitero que lo social, el tema anterior, puede
también subyacer en los poemas de esta segunda índole, pero de un modo menos
enfático. Casi toda la sección denominada “Instante de la foto” y buena parte
de la primera, homónima del libro, destaca el brillo de la mujer como destinataria
de veneración y de caricias aunque sólo sean ópticas; también, es resguardo de
varios poemas en los que cuaja un asombro similar pero ante el arte
principalmente musical y un poco menos el literario. Poemas como “Sueño de
pintar”, “Manos de arquitecta” son ejemplo del tributo al imán femenino, y para
muestra basta un fragmento de “Regazo de sol” en el que luego de describir la
búsqueda de sol de unas precarias plantas domésticas, el poeta acusa igual
inclinación, como la de sus árboles:</span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Igual yo<o:p></o:p></span></span></i></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">hacia esa forma de sol que eres<o:p></o:p></span></span></i></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">mujer<o:p></o:p></span></span></i></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">me desbordo<o:p></o:p></span></span></i></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">como hacia el alba, la aurora, la
plenitud, la razón, el fin.<o:p></o:p></span></span></i></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Eres regazo magnético de sol.</span></span></i></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En
este mismo territorio deambulan varios poemas asimilables a la llamada <i style="mso-bidi-font-style: normal;">ars poética</i>, es decir, aquellos poemas
cuyo tema es la misma poesía (“Taller para el oficio”, “Agua de poetas” y varios
más), además de los ya mencionados poemas de conmoción ante el arte como
“Canción de Grieg”, “Minuto assai”, “Alba de Madera” o “Luna de miel con Gloria
Lasso”<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">La
sección final, “Oficio del alcohol”, alude al tequila y al vino como sedantes
del infortunio, no como voraz ingesta que desbarata el ser. Igual que en varios
poemas de las otras dos secciones, aquí la consciencia del fracaso, de la
frustración, de la derrota y su deriva en el apocamiento son recurrentes, tanto
que estos sentimientos, a todas luces malqueridos por quien los padece, sólo
pueden ser mitigados con unas gotas de vino y en menos cantidades de tequila.
Son los poemas que hace algunos párrafos ubiqué en el rubro “bancarrota espiritual”
expresada frente a la mancha venenosa de la soledad y sus rigores.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Por
todo lo dicho, y principalmente por todo lo no dicho aunque sobrevolado, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Falacias para un autorretrato</i> es un
libro sobre tres poetas que conviven en Saúl Rosales. Podemos dialogar con los
tres, con dos de ellos o con uno solo. En cualquier caso estaremos ante un ser
humano auténtico, transparente en su asombro y en su tenaz abatimiento.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Comarca Lagunera, 25, enero y 202</span></span></i></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;">Nota. Texto leído el 25 de enero de 2024 en la presentación de <i>Falacias para un autorretrato</i> celebrada en el recibidor de <i>El Siglo de Torreón</i>.<i> </i>Participamos Nadia Contreras, el autor y yo.</span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-32155723431216242192024-01-24T05:00:00.003-06:002024-01-24T05:00:00.158-06:00Melancoholía de Alfredo García Valdez<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-ThepHFqCyOhqkHlZEV34py6NTRXRX_cXVKljZerJorymp5xfrbmIej1z4DkYjg6KmzD_04Id4G6vzMEjZnHUm0Aoa-8XTzHPyrROnwt_KwMuUz6wwix06OcRu_7xvX5WMV9VaNs88M6WUw9aMgFSF9CrKyGlo-bjiREAl0nozljreugeDr1POg/s563/melancoholia%20alfredo%20garcia%20valdez.png" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="563" data-original-width="369" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-ThepHFqCyOhqkHlZEV34py6NTRXRX_cXVKljZerJorymp5xfrbmIej1z4DkYjg6KmzD_04Id4G6vzMEjZnHUm0Aoa-8XTzHPyrROnwt_KwMuUz6wwix06OcRu_7xvX5WMV9VaNs88M6WUw9aMgFSF9CrKyGlo-bjiREAl0nozljreugeDr1POg/s320/melancoholia%20alfredo%20garcia%20valdez.png" width="210" /></a></div> <br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Además
de la aparición de arrugas, canas y dolores físicos, otra de las desventuras
que acarrean los años es la sensación de que el tiempo se evapora a una
velocidad inaudita: mientras la niñez ha caminado sobre nosotros a paso de
tortuga, en la edad avanzada los años parecen galopar en nuestra percepción y
nos llevan a considerar que la vida restante será muy corta, casi un parpadeo.
Esta reflexión apesadumbrada me embosca al ver que hace dos años ya, en enero
de 2022, partió el poeta y periodista Alfredo García Valdez (Cedros, Zacatecas,
1964).<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Aunque
zacatecano, Alfredo desarrolló casi todo su trabajo de escritura en Saltillo.
Allí ejerció el periodismo sobre todo cultural y, lo más importante, allí urdió
una obra literaria cuya mayor peculiaridad, para mí, estuvo siempre signada por
el cuidado obsesivo de la forma, esto en un grado de perfeccionismo inhabitual en
quienes combinan la escritura atrabancada del periodismo con el trabajo ceñido
a lo poético.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Como
ocurre a casi todos los escritores afincados en provincia, los libros de
Alfredo no son de fácil localización. Por suerte, sin embargo, hay uno muy a la
mano: <i style="mso-bidi-font-style: normal;"><a href="chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https:/coahuilacultura.gob.mx/wp-content/uploads/2022/02/Doctrina_de_varia_melancoholia.pdf">Doctrina
de varia melancoholía</a></i>, volumen publicado por la Secretaría de Cultura
de Coahuila en cuya web es ofrecido gratis en formato PDF. Se trata de un
racimo de poemas —la mayoría cortos— en los que el autor expresa emociones que
oscilan entre la acritud y la resignación. Con un despliegue de imágenes
imparable, los poemas llegan incluso a rozar el sarcasmo, pero no para
granjearse nuestra sonrisa, sino para movernos a pensar en la inevitable catadura
de la vida cuando se le mira desde la vigilia: todo lo que nos rodea es
incierto, nuestra propia existencia está permeada por el sinsentido, lo que
creemos sólido se diluye apenas lo bordeamos con la razón.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Desde
que la leí por primera vez en el amanecer del milenio, la obra de García Valdez
me pareció ajena a nuestra época; ha sido escrita por una mente que habitaba en
otra música, en la fidelidad por ciertos poetas mayores como Darío, López
Velarde y González Martínez, de ahí la sensación de extrañeza que sus versos,
muchos todavía rimados, nos produce. Su obra es sin duda una de las más peculiares
que ha dado Coahuila en las décadas recientes, y así sea en silencio, sin
hacerse notar, sus pocos lectores lo tendrán presente como yo en este momento.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-52853446075323159432024-01-20T05:00:00.002-06:002024-01-20T08:10:14.582-06:00Emprendedurismo Caracortada<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhC3hEbA6Kbosy0PZjcmGm8ocwVzHVSVbH2tHnJfEIE33xTnWAxiWQ9ltH2A642VD6MC2Vb5ZoUu2FcqcnXTPjnxIn1ce3BsjVndgFAK0X0rUxqu8ehez_NiU7Xe-2IXbyi24rGlEOlvAXDaFNuaB9cejaCtFYXHpdomXaISHfkNXXjhyEUUIRi3w/s259/capone.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="194" data-original-width="259" height="194" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhC3hEbA6Kbosy0PZjcmGm8ocwVzHVSVbH2tHnJfEIE33xTnWAxiWQ9ltH2A642VD6MC2Vb5ZoUu2FcqcnXTPjnxIn1ce3BsjVndgFAK0X0rUxqu8ehez_NiU7Xe-2IXbyi24rGlEOlvAXDaFNuaB9cejaCtFYXHpdomXaISHfkNXXjhyEUUIRi3w/s1600/capone.jpg" width="259" /></a></div> <br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Como
pocas, como ninguna, la ironía es un tropo de excelente rendimiento. Según la
definición de Helena Beristáin (<i>Diccionario
de poética y retórica</i>, Porrúa, México, 1988), es una “Figura de pensamiento
porque afecta a la lógica ordinaria de la expresión”. Para entender el gesto
irónico es fundamental el contexto compartido de los interlocutores, el hecho
de que estén en la misma sintonía mental para que uno entienda que lo dicho por
el otro debe ser decodificado al revés, no en sentido estricto.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">“Quizás
Obregón 73 sea arrasado con todo y placa para que ocupe su lugar un
estacionamiento-taquería de los que tanta fama y belleza han dado a la Ciudad
de México”, escribió José Emilio Pacheco en una carta a José Luis Martínez. Sin
contexto, la afirmación no se deja descifrar como ironía. Es necesario decir
pues que se trató de una carta abierta del poeta y ensayista para solicitar el
rescate de la casa donde vivió López Velarde en la Ciudad de México. La frase
observa irónicamente que si las autoridades no rescataban el inmueble, se
convertiría en un esperpento, en un “estacionamiento-taquería”, por lo que
“fama y belleza” operan allí como pinchazos irónicos. Este ha sido un ejemplo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Entre
las características más salientes de la era del vacío lipovetskiano se
encuentra el humor como flecha y como blanco, como presencia ubicua en la
realidad mediática. Esto significa que hoy vivimos en el universo de la risa en
todas sus modulaciones y variantes, en la gracejada perpetua, en la catarsis
como dogma de vida cotidiana. Por esto el exitazo de las plataformas como Whastapp
y TikTok, dispositivos que viabilizan lo humorístico a un ritmo frenético. Esta
tendencia es ya el eje de la industria cultural: lo que divierte, lo que
entretiene, lo que relaja y no se “azota” con análisis de cierto espesor o
dramatismo, es lo que pasa a tener posibilidades de viralización, anhelo final
de todo “contenido”.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Pero
una cosa es la guarrada obvia en pos de la risotada y otra el guiño de la
ironía. Por supuesto, cuando el humor se emboza y toma el camino de la sutileza
es mucho más exigente, demanda del espectador una disposición espabilada. En
este caso, el manejo atinado del instrumental lingüístico es imperativo. Voy al
ejemplo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En
el mundo de la autoayuda o del llamado “emprendedurismo” (horrible palabra) el
vocabulario habitual acumula expresiones como “liderazgo”, “esfuerzo”,
“lealtad”, “disciplina”, “imaginación”, “sueño”, “lucha”, “emprendimiento”,
“innovación”, “vocación”, “trabajo”, “tenacidad”, “triunfo”, “éxito”, “respeto”
“cambio” y todas sus variantes serias. Decimos: “Bill Gates no dejó de trabajar
y desde cero persiguió su sueño con una vocación que al final lo llevó a
conquistar el éxito”. Las palabras aquí tienen un uso estricto, pero servirían
igual, sólo que en clave irónica, si cambiamos el nombre y el apellido:
“Joaquín Guzmán no dejó de trabajar y desde cero persiguió su sueño con una
vocación que al final lo llevó a conquistar el éxito”.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Esta
inversión irónica del argot exitista es esencial en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los capos de la mafia</i> (2023, Ron Myrick) documental disponible en
Netflix. Vi sólo su primer capítulo, el que aborda los empeños de Al Capone
para convertirse en Al Capone. El producto audiovisual trabaja con la arcilla
de la maldad encarnada en el popular Caracortada, pero la voz narrativa hace el
abordaje de la biografía con el vocabulario del “emprendedurismo”, como si la
mafia abrazara (¿o sí?) los criterios usados en el capitalismo para medir el
éxito de sus personeros más salientes, llámense Bill Gates, Jeff Bezos o Elon
Musk.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">El
documental sobre Capone no parece bromear; en efecto, señala que el mafioso
acató pautas empresariales para trepar a la coronilla del poder. La narración
avanza por ello como apología del crimen, como relato para que el espectador se
autoperciba “loser” y sepa que para sacudirse tal condición es necesario que
siga los consejos del manual del perfecto mafioso, el mismo que observó Capone
como si se tratara del decálogo mosaico.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">“¿Listo
para comenzar tu propio imperio?”, es la pregunta detonante ofrecida por el
video, y luego viene la guía: “Aprende de los mejores”, “Llévate bien con tu
superior”, “Sé leal”, “Defiende tu título”… es decir, las reglas aplicables a
la lucha entre empresarios, los mismos códigos, sólo que muy “al margen de la
ley”.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Como
los horóscopos, el vocabulario de la autoayuda, el echaganismo y la superación
personal puede cuadrar a quien sea, de ahí que si aceptamos que es fundamental
seguir nuestra vocación y es imprescindible no renunciar a nuestros sueños,
Capone puede ser considerado hasta hoy, irónicamente, un modelo a seguir para
trascender nuestra calidad de perdedores.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-53308034813434618122024-01-17T05:00:00.005-06:002024-01-17T08:37:57.115-06:00José Agustín de perfil<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJy2nMBVoXnagDupIp7O5ijuteSMWNTNLD2SDvJpnmXKb6yC2NO3zglDl8w2rvoqGtsoB5EYmI4HTvd1v1H27ORI_9FhrItpAHK2Clt63gZFK_ML3rvJtPK5o7yxArkXZmbbMiiB9xUJ1mkNXlVoAQMnpEaua4INzIHkl1IO8ylwLn1roECBbg4A/s1470/jose%20agustin.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1470" data-original-width="1200" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJy2nMBVoXnagDupIp7O5ijuteSMWNTNLD2SDvJpnmXKb6yC2NO3zglDl8w2rvoqGtsoB5EYmI4HTvd1v1H27ORI_9FhrItpAHK2Clt63gZFK_ML3rvJtPK5o7yxArkXZmbbMiiB9xUJ1mkNXlVoAQMnpEaua4INzIHkl1IO8ylwLn1roECBbg4A/s320/jose%20agustin.jpg" width="261" /></a></div><br /> <p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Como
tantos, tuve primera noticia sobre José Agustín gracias a la famosa antología <i>El cuento hispanoamericano</i> (FCE, México,
1964, luego ampliada y reimpresa en numerosas ocasiones) del académico
norteamericano Seymour Menton. Recorrí aquel libro en dos clases de literatura recibidas
durante la carrera de Comunicación, una con Saúl Rosales y otra con Paco
Amparán, esto hacia 1982.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Bien
organizado según un criterio cronológico que hasta la fecha lo hace útil como
material didáctico, el libro de Menton llegaba, hasta mi edición de los
ochenta, al cuento “Cuál es la onda”, de José Agustín. No he olvidado el
macanazo que significó su lectura, la sensación de haber arribado de golpe a </span></span><span style="font-family: verdana;">una
narrativa que en su insolencia y su ludismo nos (me) informaba que la
literatura podía ser también un espacio en el que era viable meter todo lo que
nos rodeaba: la música moderna, las maldiciones de la calle, las andanzas y los
albures con los amigotes, el consumo de sustancias prohibidas, el sexo a
trompicones, el desmadre en suma. No pasó mucho tiempo para que yo accediera a la
precoz </span><i style="font-family: verdana; mso-bidi-font-style: normal;">De perfil</i><span style="font-family: verdana;"> (Joaquín Mortiz,
1966), su libro más célebre, y entonces sí me declaré capacitado para
considerar que las Letras, con mayúscula, no eran coto exclusivo de la
solemnidad y sus almidonamientos, sino territorio en el que las palabras más
frescas y las ideas menos tiesas también tenían derecho de circulación en las
páginas de los libros.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Tras
leer <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Inventando que sueño</i> (Joaquín
Mortiz, 1968) y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">De perfil</i>, poco a
poco fui sumando sus otros libros: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La
tumba</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La panza</i> <i style="mso-bidi-font-style: normal;">del Tepozteco</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Ciudades desiertas</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Se está
haciendo tarde</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Furor matutino</i>,
los tomos de la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Tragicomedia mexicana</i>…
Pasados los años, tuve además la oportunidad de presentar en Torreón dos de sus
títulos, ambos en el Teatro Isauro Martínez: la novela <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Armablanca</i> y una especie de crónica titulada <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los grandes discos de rock (1951-1975)</i>, libro que comenté a teatro
lleno y no sin dejar de sentir alguna envidia del público roquero de La Laguna,
que seguramente me consideró, y con razón, un diletante en aquel tema.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Además
del par de libros dedicados por José Agustín luego de las presentaciones,
conservo una foto con él y en la memoria dos o tres conversaciones trenzadas a
propósito de encuentros casuales en ferias. Lo recuerdo como un tipo de sonrisa
fácil, atento a lo que uno le decía, inteligente y siempre “prendido”, para
decirlo con un modismo de su juventud.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">José
Agustín, el eterno muchacho rebelde de la literatura mexicana, murió ayer a los
79 años. Descanse en paz.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-75097098189671781762024-01-13T05:00:00.018-06:002024-01-13T09:05:33.005-06:00Dos Vientos del Pueblo más<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifJFil3wQyHqReJOCZ4R_BytQXtg9w9k_psRzvi38ljW-SgsxW04QzgT-5dRcnzxTqq5aDCSzoST2SfXHJlC4QkCEA9Db2BP8Li0U2BSKSPcKi8egHgcx-e3nH-pWHjJ4q0jExa7IkXKMDIYguA-5R-cgTc_HHPmtAfUW2PWsZm0jSUd7Hiu2vOA/s396/fce%20solares.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="396" data-original-width="249" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEifJFil3wQyHqReJOCZ4R_BytQXtg9w9k_psRzvi38ljW-SgsxW04QzgT-5dRcnzxTqq5aDCSzoST2SfXHJlC4QkCEA9Db2BP8Li0U2BSKSPcKi8egHgcx-e3nH-pWHjJ4q0jExa7IkXKMDIYguA-5R-cgTc_HHPmtAfUW2PWsZm0jSUd7Hiu2vOA/s320/fce%20solares.jpg" width="201" /></a></div><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeV2iFNBNyCqHbnlWPI1upoN-spTGAvMWOQt64iNR1YD3PaUSwzT971lKNfqB2z6xhCN7FjPQQL5zDmW6aYt8hbagHcJaMeD5QG5GueG9IygQc5k2m-o9LSD5FJnM-IjSmSPDPeSLdWzvKAJF3VIAC_aPfl4qZ1OVyVKwvh62T9pZrYb7tF-wLVA/s500/fce%20galeano.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="314" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeV2iFNBNyCqHbnlWPI1upoN-spTGAvMWOQt64iNR1YD3PaUSwzT971lKNfqB2z6xhCN7FjPQQL5zDmW6aYt8hbagHcJaMeD5QG5GueG9IygQc5k2m-o9LSD5FJnM-IjSmSPDPeSLdWzvKAJF3VIAC_aPfl4qZ1OVyVKwvh62T9pZrYb7tF-wLVA/s320/fce%20galeano.jpg" width="201" /></a></div><br /> <br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En
las pasadas vacaciones de fin de año fui un par de veces a la librería
Educal de Torreón, sucursal que es parte de la numerosa cadena de librerías paraestatales
del gobierno federal. Está, como sabe cualquier lector lagunero, en el Museo
Arocena por el acceso de la calle Cepeda, no por el de la Juárez. Allí, en
compañía de ese lector irrefrenable que es Gerardo García Muñoz, cuya visita a
su tierra obedece al contacto familiar pero también tiene siempre un costado
bibliográfico, compramos cada cual varios libros y luego pasamos a conversar en
el restaurante aledaño que es parte del mismo Museo. Hay pues allí un tándem
perfecto para los biblioadictos: libros y café.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En
una de las incursiones pesqué dos títulos más de la Colección Vientos del Pueblo
coordinada por Luis Arturo Salmerón en el Fondo de Cultura Económica. No sé
cuántos sumo ahora, pero son muchos del ya abundante catálogo de esa serie
caracterizada por sus altos tirajes, la brevedad de sus ejemplares y su bajo precio. Los que
adquirí no pueden ser dos cuadernillos más distintos, lo que de rebote da idea de
la heterogeneidad de mis intereses: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Gustavo
A. Madero </i>(México, 2019) y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La cancha.
Dónde los invisibles todavía pueden hacerse visibles</i> (México, 2023) de,
respectivamente, Ignacio Solares (Ciudad Juárez, 1945-Ciudad de México, 2023) y
Eduardo Galeano (Montevideo, 1940-2015).<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Dada
su corta cantidad de páginas, rasgo que los hace ser <i style="mso-bidi-font-style: normal;">plaquettes</i>, opúsculos o cuadernillos más que libros, los leí en dos
ratos de distinto día, ambos en su correspondiente sentada. No quiero posponer un
énfasis, quizá el que debería ser más subrayado: sus precios; el de Solares, once
pesos; el de Galeano, quince. Por supuesto, estas módicas cantidades tienen la
intención de echar por tierra una de las excusas más esgrimidas para no leer:
que los libros son muy caros. Con esta colección se desbaratan pues dos
pretextos de un solo tirón: el económico y, de paso, el de la falta de tiempo
para leer, pues casi cualquiera tiene poco más de diez pesos libres y asimismo media
hora disponible.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">No
me equivoqué al escoger los dos títulos que motivan este apunte: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Gustavo A. Madero</i> es un ensayo
biográfico; aborda, claro, la figura del hermano del presidente asesinado tras
el golpe de Estado que terminó en la usurpación de Victoriano Huerta. Con
pasión apenas disimulada y para mí justa, el escritor chihuahuense, por cierto
especialista en el periodo revolucionario, describe la personalidad de Gustavo
Adolfo Madero y la generosa cercanía que, pese a cualquier amenaza, mostró frente
a las turbulencias políticas padecidas por Francisco I. Tal relación tuvo, como
sabemos, uno de los desenlaces más cruentos en la historia de México, el de la
Decena Trágica en el que Gustavo A. padeció la muerte más sádica y miserable de
aquel instante bárbaro. El opúsculo aduna como complemento varias imágenes de la
Fototeca Nacional.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;">La cancha…</span></i><span style="line-height: 150%;">
de Galeano acoge cinco piezas extraídas de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cerrado
por fútbol</i>, uno de sus dos libros sobre este deporte (el otro es el más
famoso título latinoamericano relacionado con tal tema: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El fútbol a sol y sombra</i>, también con tilde en la “ú” de la palabra
que nosotros pronunciamos “futbol”). Es a veces complicado definir el género de
la escritura dejada por Galeano; para no fallar puedo decir que es una mixtura
de ensayo, artículo, crónica, memoria y relato. La prosa del uruguayo es muy
peculiar, inconfundible, infatigablemente ocupada en mostrar la irracionalidad
del poder y la necesidad de la belleza y la solidaridad, entre otras urgencias.
La <i style="mso-bidi-font-style: normal;">plaquette</i> añade el aderezo gráfico
del ilustrador Ricardo Peláez, homónimo del goleador necaxista.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Reitero
pues que no hay excusa para eludir estas publicaciones buenas, bonitas y
baratas, como plantea un añejo pregón publicitario.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-47718878184251451752024-01-10T05:00:00.008-06:002024-01-10T21:23:32.158-06:00Tropecé de nuevo con el mismo libro<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTVfaio7Q3l1ibZ_C8W_0cNphNS_Lo4pISSeCUqRQ6H87dCH1tBUtHGMFzjI6_an9LAKNgm9liQXFs6lfx0zZ37s7-Pu8o76IaGzhxwrw8ZCA0Ji1m46MVqW46DWS398Wqp3H76zlPrPXoZr1-IP-qrRwP_-UHjj_ngvta0bHyJnQ0cXYLnQr0-Q/s543/edgardo%20cozarinsky%20novia%20odessa.JPG" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="543" data-original-width="319" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTVfaio7Q3l1ibZ_C8W_0cNphNS_Lo4pISSeCUqRQ6H87dCH1tBUtHGMFzjI6_an9LAKNgm9liQXFs6lfx0zZ37s7-Pu8o76IaGzhxwrw8ZCA0Ji1m46MVqW46DWS398Wqp3H76zlPrPXoZr1-IP-qrRwP_-UHjj_ngvta0bHyJnQ0cXYLnQr0-Q/s320/edgardo%20cozarinsky%20novia%20odessa.JPG" width="188" /></a></div> <br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Releer
no tiene disculpa frente al pavoroso número de libros parados aburridamente en
la fila, sin atención. Veo los estantes de todo lo que aguarda la visita de mis
ojos y siento que “defraudo una espera”, como escribió Zitarrosa a propósito de
otro tema. Pero a veces, sin querer queriendo, como reza la sentencia
chespireana, un libro ya atendido vuelve como capricho y exige un nuevo
recorrido.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Esto
me pasó en la primera semana del año con <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La
novia de Odessa</i> (Emecé, Buenos Aires, 2001), libro de Edgardo Cozarinsky
(Buenos Aires, 1939) que en 2021 me provocó, al concluirlo, una madrugada de
alucinaciones impregnadas de su estilo literario y de sus melancólicos fantasmas.
Volví a tomarlo con la sospecha de que no era para tanto, de que sus páginas no
me resultarían tan meritorias, y que por ello una segunda lectura me dejaría la
tranquilidad de saber que aquella madrugada alucinante, afiebrada, había sido
un percance de lector desprevenido. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Erré.
Otra vez, las páginas de Cozarinsky hicieron su labor y me ciñeron a un
universo de personajes atrapados en una tristeza (más bien, reitero, en una
melancolía) indefinible y puestos a vivir sobre las páginas con una prosa (vaya prosa) fortalecida
por imágenes y pequeños rodeos que colman de inquietud cada renglón.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Mi
cuento favorito es el que da título y tono al volumen, “La novia de Odessa”, el
primero, al cual no vacilo en adherir la etiqueta de obra maestra. En este relato está agazapado, por así decirlo, todo el conjunto:
historias de migrantes, de exiliados, de seres que exploran en su borrosa
genealogía y en ese trance vislumbran un pasado que sólo puede ser reconstruido
conjeturalmente, en inciertos retazos. El volumen reúne diez cuentos, y me
cuesta elegir los más gratos por la sensación de que discrimino mal. Arriesgo
que “Literatura”, “Bienes raíces”, “Días de 1937”, “Budapest” y “Hotel de
migrantes” son imprescindibles para mí, pues en ellos late lo que ya señalé: un
viaje al pasado desde el presente de algún personaje, por lo común
judío, puesto a fraguar un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">collage</i>
con recuerdos nebulosos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Supongo
que en México muy pocos han leído a Edgardo Cozarinsky, quien también ha sido
cineasta; recomiendo leerlo y luego de esto, como yo, quizá también releerlo.
Así de bueno es.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-51908225846750401452024-01-06T05:00:00.006-06:002024-01-06T05:00:00.134-06:00A treinta años de Dahmer<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVxvRgJjJkwu7J22ELBdkEIOi63L__XixXpzi3j1dsOro5EE0Pp3mzZLjaCXVVBtpEKvNvij4QRGothuIxGLtOx-FFrqOqGKSdTg5oQKoICdptDOVdipctLdJhc3AcQ4efJS9G1Q26qRPyc5X2OdsRBRCfvjoMPTs_d3RUAx9oU6JFP7uYgf-mpw/s640/jeffrey%20dahmer.png" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="419" data-original-width="640" height="210" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiVxvRgJjJkwu7J22ELBdkEIOi63L__XixXpzi3j1dsOro5EE0Pp3mzZLjaCXVVBtpEKvNvij4QRGothuIxGLtOx-FFrqOqGKSdTg5oQKoICdptDOVdipctLdJhc3AcQ4efJS9G1Q26qRPyc5X2OdsRBRCfvjoMPTs_d3RUAx9oU6JFP7uYgf-mpw/s320/jeffrey%20dahmer.png" width="320" /></a></div> <p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;"><br /></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Coincidió
que el primero de enero me eché en Netflix los tres capítulos de la miniserie
documental <i>Las cintas de Jeffrey Dahmer</i>
(Joe Berlinger, 2022, que a su vez es parte de la saga <i>Conversaciones con asesinos</i>) y al leer la fecha de muerte del protagonista
vi que era una efemérides de este año: en 2024 el mundo cumple tres décadas sin
el Carnicero de Milwaukee. A propósito del documental, por ello, y ahora que
todavía el año calza pañales (la tercera acepción de DRAE para “calzar” permite
usar así este verbo), escribo la presente evocación sobre el más célebre hijo
de la ciudad cervecera.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Jeffrey
Lionel Dahmer nació en Milwaukee el 21 de mayo de 1960, y hasta donde es
posible afirmar, con base en los datos suministrados por el video, tuvo una
infancia ordinaria. Hijo de un químico y una especialista en teletipos,
presenció, eso sí, frecuentes discusiones de sus padres, quienes a la postre se
separaron. Ya para entonces el pequeño Jeff hacía exploraciones por el bosque
cercano y pronto tuvo una obsesión anticipatoria de lo que después le
granjearía fama en todo el orbe: comenzó a recolectar cadáveres de animales
para escudriñar sus entresijos. Esta afición se mezcló con el sentimiento de
soledad experimentado tras la ruptura de sus padres, lo que se agudizó tras el
nacimiento de su único hermano. La pasión de anatomista coincidió además con el
descubrimiento de su homosexualidad, en la adolescencia, y poco después también
con el del alcohol.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Las
carambolas de la vida lo aislaron cada vez más. Fracasó en los estudios,
consiguió trabajo en una chocolatería, decidió vivir con su abuela y al alimón
frecuentó bares gays de la localidad. En el 78 perpetró su primer asesinato:
invitó a un joven a su casa y optó por liquidarlo para evitar que llegara el
indeseable momento de la despedida. En aquel primer caso usó una pesa de
ejercicio de las llamadas “mancuernas”.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Tras
un paréntesis de algunos años, recayó en el apetito de matar, y lo satisfizo.
Sin saber bien a bien por qué lo hacía, luego pudo explicar que mataba, vejaba,
desmembraba y conservaba, e incluso devoraba, todo en este copretérito, partes
de sus víctimas para evitar perderlas, para tenerlas siempre junto a (dentro
de) él.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En
la época más activa de su vida criminal, Dahmer vivía en un modesto complejo de
departamentos de la ciudad de Milwaukee, casi todo ocupado por afroamericanos,
como se dice en EUA. Lo raro es que en su pequeño y sórdido habitáculo operó
sin que el vecindario se las oliera (sin metáfora), aunque los ruidos de
martillos y serruchos y la frecuente pestilencia llamaron la atención de
algunos inquilinos sin que llegara a mayores, es decir, sin que hubiera
denuncias ni las autoridades revisaran el escondrijo convertido en recurrente
escena del crimen. La mayor parte de las víctimas eran jóvenes de tez oscura,
de preferencia atléticos, 17 en total.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;">Las cintas de Jeffrey
Dahmer</span></i><span style="line-height: 150%;"> apela a grabaciones de audio (interrogatorios) y
algunos videos originales, además de reconstruir con difuminados actores
ciertas escenas hipotéticas; tiene una estructura tripartita: fluye del pasado
infantil y adolescente del Carnicero al periodo más productivo de su trabajo
aniquilatorio, luego al inmediato momento de las investigaciones y, al final,
al juicio y la condena en medio del morbo periodístico.<o:p></o:p></span></span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">No
soy mucho de ver películas ni documentales, pero tengo amigos que sí, algunos
de ellos devotos de la bestialidad humana. Al recibir el <i>tip</i> sobre esta semblanza fui al documento y, la verdad, es notable
la calidad de su edición. Por supuesto que tenía noticias sobre Dahmer (quién
no), pero jamás me había detenido a recorrer las peripecias de este personaje
que se convirtió, hasta la fecha, en dechado de lo que Bataille llamó “la parte
maldita”. En efecto, en Dahmer afloró espléndidamente el lado más cavernoso del
ser humano, la inclinación al salvajismo que ha sido domesticada o casi
domesticada por las leyes y la cultura —“la civilización”—, pero que de vez en
cuando, pese a la amenaza de la vigilancia y el castigo, estalla volcánicamente
en individuos con el instinto de muerte desbocado.<o:p></o:p></span></span></p><p>
</p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Contra
la defensa que argumentó locura, Dahmer fue hallado cuerdo y culpable, por lo
que recibió una condena a no sé cuántas cadenas perpetuas en un juicio donde el
acusado lució siempre sereno y hasta apuesto. Pocas semanas vivió tras las
rejas, pues fue asesinado el 28 de noviembre de 1994 en una cárcel del condado
de Columbia, Wisconsin, por un reo que para llevar a cabo su labor usó (“a la
realidad le gustan las simetrías”, dijo Borges) una pesa del <i>gym</i> penitenciario. En Milwaukee fueron
destruidas todas las pertenencias de Dahmer y demolido el Oxford, edificio de
departamentos en donde, entre cuchillos, ácidos y congeladores, el Carnicero ejerció
su vocación de asesino, anatomista y caníbal serial.</span></span></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-41229778683677491172024-01-03T05:00:00.005-06:002024-01-04T11:45:15.352-06:00Criba 2023<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoRgYzLbKswa6pw1sOsThWXzpxsr29nR3r_oglxj1PPzL0sdDfx-tYKdegnRScJdaCIhsEG51Whsvb8ykfArpMfIc0S0pyuZgku7rG99xHumuMZ6weWuovCWTDeeVanMZnP4lenE-dQ42ixmuB7oweUUyCIb4JfeIdVMIja0hisUarYWd4pWY5rw/s696/duverger%20hernan%20cortes.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="696" data-original-width="445" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjoRgYzLbKswa6pw1sOsThWXzpxsr29nR3r_oglxj1PPzL0sdDfx-tYKdegnRScJdaCIhsEG51Whsvb8ykfArpMfIc0S0pyuZgku7rG99xHumuMZ6weWuovCWTDeeVanMZnP4lenE-dQ42ixmuB7oweUUyCIb4JfeIdVMIja0hisUarYWd4pWY5rw/s320/duverger%20hernan%20cortes.jpg" width="205" /></a></div> <br /><p></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Luego
de confesar una vez más que mis hábitos de lectura no se ciñen a ninguna moda o
a lo que recién va apareciendo en cantidades industriales, miro hacia 2023 y
advierto que cumplí con la costumbre: los que leí no fueron los libros “del
año” o lo que la publicidad impuso como urgente e “imperdible”, sino lo que
decidí leer aunque estuviera ya descontinuado, fuera de anaqueles. Con
una brevedad de flash consigno aquí los diez libros que más me gustaron,
algunos de hecho reseñados en este espacio. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;">Hernán Cortés. La pluma</span></i><span style="line-height: 150%;">
(Taurus, 2019, 341 pp.), de Christian Duverger (francés), libro que complementa a <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Hernán Cortés. La espada</i>, del mismo
autor. Ambos son verdaderos monumentos biográficos, en este caso sobre el
soldado/escritor que fue luego el principal dinamo del mestizaje mexicano.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;">El género y la lengua</span></i><span style="line-height: 150%;">
(Taurus, 2018, 91 pp.), de Pedro Álvarez de Miranda (español), ensayo que no por breve
deja de ser lo mejor que he leído sobre el estatus y el posible futuro de lo
que denominamos “lenguaje inclusivo”.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;"><a href="https://rutanortelaguna.blogspot.com/2023/08/descubrimiento-de-didier-eribon.html">Regreso a Reims</a></span></i><span style="line-height: 150%;">
(Libros del Zorzal, 2015, 254 pp.), de Didier Eribon (francés). Tal vez fue el libro que
más me conmovió el año pasado. Una memoria que analiza con crudeza la
autopercepción de la desventaja intelectual de un provinciano, homosexual e
hijo de obreros en la academia parisina de los setenta/ochenta.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;">Opiniones contundentes</span></i><span style="line-height: 150%;">
(Anagrama, 2017, 370 pp.), de Vladimir Nabocov (ruso). Complicación de
entrevistas vigiladas celosamente por el autor de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Lolita</i>. El título cumple sin titubeos lo que sugiere: todo él es
contundente.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;">Maniobras nocturnas</span></i><span style="line-height: 150%;">
(Emecé, 2007, 169 pp.), de Edgardo Cozarinsky (argentino). Otra novela relegible —por su
prosa sinuosa, sugerente y autorreferencial— del autor de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La novia de Odesa</i>.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;">La velocidad de la luz</span></i><span style="line-height: 150%;">
(Debolsillo, 2015, 240 pp.), de Javier Cercas (español). Una espléndida novela más de mi
narrador español favorito de los años recientes, historia donde se mezcla lo
español con lo norteamericano en los mundillos literario y académico.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;"><a href="https://rutanortelaguna.blogspot.com/2023/10/sebreli-en-el-futbol.html">La era del fútbol</a></span></i><span style="line-height: 150%;">
(Debolsillo, 2005, 349 pp.), de Juan José Sebreli (argentino). Hasta ahora, el más
acucioso alegato que he leído en contra del futbol, un ensayo que disecciona
los entresijos mafiosos y manipuladores del deporte más lucrativo del mundo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;"><a href="https://rutanortelaguna.blogspot.com/2023/04/dos-soledades-del-boom.html">Dos soledades. Un diálogo
sobre la novela en América Latina</a></span></i><span style="line-height: 150%;"><a href="https://rutanortelaguna.blogspot.com/2023/04/dos-soledades-del-boom.html"> </a>(Alfaguara, 2021, 151 pp.), de
Gabriel García Márquez (colombiano) y Mario Vargas Llosa (peruano). Diálogo
público en Perú de dos autores que a mediados de los sesenta comenzarían a
convertirse en lo que fueron poco después y bien conocemos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="line-height: 150%;"><a href="https://rutanortelaguna.blogspot.com/2023/12/paseos-con-millas-y-arsuaga.html">La vida contada por un sapiens a un neandertal</a></span></i><span style="line-height: 150%;"> (Alfaguara, 2020, 216 pp.), de Juan José
Millás y Juan Luis Arsuaga (españoles), libro de divulgación científica en
clave conversacional, ameno y lúcido a un mismo tiempo.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: verdana;"><i><span style="line-height: 150%;"><a href="https://rutanortelaguna.blogspot.com/2023/08/mas-apuntes-de-gonzalez-torres.html">La pequeña tradición</a></span></i><span style="line-height: 150%;">
(UNAM/El Equilibrista, 2011, 134 pp.), de Armando González Torres (mexicano). Serie de
ensayos sobre autores mexicanos, todos agudos y escritos con prosa tupida de
belleza literaria.</span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-30748221.post-80984023748301415832023-12-30T05:00:00.006-06:002024-01-24T10:47:57.825-06:00Serrat ochentón<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvv6KPJnOj_i8wd-3yWT4OYjRKRYPk68uBTLBe1LsKwGUIvdaaowJ7xYFj76L4lNwYgfTWmMR9U1Jzq5e5s-F6VYMxNvpN7AqT6m7_bwamVJGQyriOjMhpRTCb-zNTzzuH7fkO6bdvPwk8j-bjcfl5UsX-VCXT5PNrEpSVJk74rYg0HEJh0c2HJQ/s1024/serrat.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1024" data-original-width="659" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjvv6KPJnOj_i8wd-3yWT4OYjRKRYPk68uBTLBe1LsKwGUIvdaaowJ7xYFj76L4lNwYgfTWmMR9U1Jzq5e5s-F6VYMxNvpN7AqT6m7_bwamVJGQyriOjMhpRTCb-zNTzzuH7fkO6bdvPwk8j-bjcfl5UsX-VCXT5PNrEpSVJk74rYg0HEJh0c2HJQ/s320/serrat.jpg" width="206" /></a></div><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p><br /></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">No
soy ni seré flor ni espejo de melómanos, pero a lo largo de mi ya sexagenaria
vida he sabido escuchar con atención y gratitud a varios hacedores de música
popular y culta. Alguna vez establecí una lista de mis admirados, y no sin
asombro vi que se expandía hasta incluir una cantidad de nombres no sólo
amplia, sino harto variada. La amplitud de mi enciclopedia musical se debe,
creo, a un ancho de banda que no sé por qué deja entrar en mi gusto a
personajes de lo popular y lo culto por igual. No es, tampoco, una sumatoria
aplastante, pero en su arco deja entrar lo mismo a Bach y a Vivaldi que a
Javier Solís y Adriana Varela, y lo mismo a Yupanqui que a Pérez Prado y Lola
Beltrán. Eso sí: jamás descenderé al inframundo de los actuales pesoplumíferos; hasta
allí no llego ni amenazado con una fusca en la nuca.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Que
el largo e innecesario preámbulo que me acabo de echar sirva como telón de
respeto y agradecimiento a Joan Manuel Serrat, compositor y cantante que sin
duda ocupa un lugar significativo entre mis afectos auditivos. Dado que nació
en Barcelona hacia 1943, el pasado 27 de diciembre llegó a los ochenta de su
edad, motivo más justificado para celebrar la calidad de su trabajo, un trabajo
prolongado hoy a casi sesenta años de trajín en el mundo de la cantautoría.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Se
dice fácil, como decir se suele, pero llegar a casi seis décadas de plenitud
creativa no es sencillo. Para lograrlo se necesita una escalera grande y otra
chiquita, ambas permanentemente firmes y de pie. La clave de Serrat no ha sido,
por supuesto, su voz, de poca potencia y un poco temblorosa, aunque siempre
bien colocada en cada nota, jamás desafinada. El fuerte, la magia de Serrat ha
estado, obvio, en sus letras y sus arreglos. Todos tienen algo, una belleza que
sin incurrir en densidades y hermetismos logra comunicar emociones con las
palabras justas, siempre con matices melancólicos, tristones, críticos y,
cuando lo requiere la ocasión, hasta humorísticos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">La
belleza es difícil de explicar. Le pasa lo que le pasa a la definición del
tiempo cuando se la preguntaron a San Agustín, según dicen: si no me lo
preguntan, lo sé; si me lo preguntan, no lo sé. Yo sé que hay belleza en las
letras de Serrat, pero a la hora de explicarla es cuando batallo. Sin embargo,
es posible sobrevolar su inteligencia, discernirla.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Sus
letras son muchísimas, y no me detendré en pensar una completa aunque con una
sola pieza podría ser demostrada la malicia literaria de Joan Manuel. Es el
caso del “Romance del curro El Palmo”, una de las canciones más tristes y
desgarradoras que registro. Serrat tiende a lo narrativo, a contar historias
con versos, y siempre encuentra las palabras y las frases justas para ilustrar
sus relatos.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En
sus composiciones el español es manejado sin oropeles, con pulcritud y soltura.
El catolicismo, la guerra civil, el franquismo, el catalanismo, el anarquismo,
las aspiraciones y los miedos de la sociedad española del siglo XX respiran en
cada pieza. En “Fiesta” se siente desde los primeros versos una fiesta popular
española: “Gloria a Dios en las alturas / recogieron las basuras / de mi calle
ayer a oscuras / y hoy sembrada de bombillas”. Hay aquí una gota de humor:
agradecer a Dios porque recogieron las basuras.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">En
“No hago otra cosa que pensar en ti” el poeta desea escribir una canción a la
mujer amada, pero el proceso es un desastre. Las musas no aparecen y en sus
estrofas se filtra el humor: “Busqué, mirando al cielo, inspiración / y me
quedé colga’o en las alturas. / Por cierto al techo no le iría nada mal / una
mano de pintura”. En “Cada loco con su tema” Serrat señala preferir, en una
luminosa hipérbole, “el lunar de tu cara a la pinacoteca nacional”. En “Llegar
a viejo”, un portento, me deslumbra “<span style="background: white;">Si no se
llegase huérfano a ese trago”, la vejez. En fin, aciertos a pasto los del
artista catalán que rindió tributo a su pueblo con “Por las paredes”, una
canción perfecta.</span><o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Martín
Palacio Gamboa, amigo poeta y músico uruguayo, armó por estos días una lista de
sus veinte serrateanas favoritas. Yo tengo las mías también, pero temo que preferiría
una lista de cuarenta o cincuenta. Serrat es tan bueno que perdurará. Sus
canciones son ya un patrimonio intangible de muchísimos admiradores a los que
sin duda sucederán otros cuando nos hayamos ido.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Desde
mi lagunero anonimato digo, pues, felices ochenta, maestro Joan Manuel.<o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="line-height: 150%;"><span style="font-family: verdana;">Por
último y al margen: feliz 2024 para los pasajeros habituales de Ruta Norte. Que
los abrace un año espléndido. </span><span style="font-family: "Times New Roman", serif; font-size: 14pt;"><o:p></o:p></span></span></p><p></p>Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo., 1964)http://www.blogger.com/profile/08760082976048197252noreply@blogger.com