sábado, octubre 31, 2020

Ochenta años de Saúl Rosales


 







Saúl Rosales cumplió ochenta años el pasado jueves 29 de octubre. Nació en Torreón el mismo mes y el mismo año, lo digo como coincidencia onomástica, que Lennon (el 9) y Pelé (el 23), sólo, pues, con algunos días de diferencia. Él es, como muchos sabemos sobre todo en La Laguna, uno de los escritores más queridos y respetados en nuestra comunidad, acaso el hombre a quien en la literatura lagunera mejor le calza el título de maestro. Lo ha sido, y amigo también, de muchos que con mayor o menor talento y fortuna ejercemos aquí el oficio de escritores, y creo que en general le tenemos una mezcla pareja de admiración, cariño y gratitud.

De Saúl he dicho y escrito mucho, y creo que me ha cabido en suerte, no sé, ser uno de sus amigos literarios más cercanos desde hace casi cuarenta años. En los más recientes he tenido además la suerte de trabajar junto a él en la edición de sus libros, lo que nos ha llevado a conversar durante muchas horas no sólo de literatura, sino de todo lo que le/me interesa. Aunque de natural, digamos, melancólico, Saúl es un tipo con extraordinario sentido del humor, agudo siempre en sus observaciones sobre lo que le rodea y un obsesivo apasionado de la palabra. Ha sido, también lo sabemos, un espíritu abierto a las manifestaciones más altas del arte en la música, el teatro, la pintura, de lo que ha escrito mucho, y esto no significa que desdeñe el arte popular cuando en él nota autenticidad y vena. Son abundantes pues los elogios que puedo volcar a su persona, pero no necesito hacerlo porque ya lo he hecho en muchos foros y espacios impresos, además de que él sabe bien que el afecto que le tengo viene de muy lejos y es genuino.

La suma de sus libros, sólo de sus libros, alcanza veinte títulos. De temas misceláneos (como él denomina este rubro), están Dichos de Sor Juana; Sor Juana. La Americana Fénix; Un año con el Quijote; Don Quijote, periodistas y comunicadores; Cronistas, historiadores y crónicas; Mi iconografía del barrio de Yáñez; Jales sobre habla lagunera; Poesía de la música grande; El guerrillero Raúl Florencio Lugo; Reseñas y señales de narrativa y poesía laguneras y Jesús Morales Hernández. Un vikingo en la guerrilla urbana. De cuento, Autorretrato con Rulfo, Memoria del plomo y Vuelo imprevisto. De poesía, Vestigios de Eros, Floración del sueño, Dialéctica de la pasión y Recolecta en el ocaso, además de la novela Iniciación en el relámpago y la obra de teatro Laguna de luz. Aunque es una producción a un tiempo vasta y valiosa, la obra dispersa de Saúl en artículos y otros materiales para la prensa alcanzaría para fraguar varios libros más.

Además de todo lo anterior, uno de los flancos más importantes de su trabajo como hombre literario ha estado hondamente marcado por la docencia y la edición. Saúl ha sido, desde su retorno a La Laguna en los albores de los ochenta, un incansable editor de publicaciones en las que muchos han visto su obra impresa por primera vez (me cuento entre ellos) tanto en suplementos culturales como en revistas y libros. Podemos mencionar, sólo como ejemplos, el suplemento Opinión Cultural, El Juglar de la UAdeC, la revista Estepa del Nazas y libros colectivos de cuento, ensayo y poesía que han nacido de su entusiasmo por difundir la escritura ajena, sobre todo de los jóvenes.

A los ochenta de su edad, puedo decirle de mi parte gracias, Saúl, por tanto, por todo lo que me, por todo lo que nos has dado. Nos quedan aún muchas conversaciones por delante.