miércoles, septiembre 02, 2020

Imposibilidades del olvido

















Decía hace poco, al comentar un poema en el taller literario, que el olvido no es un acto volitivo, que uno no puede decir “ya, hoy empiezo a olvidar”, como si fuera comenzar una dieta, y en efecto comenzar a olvidar. El olvido es misterioso, y se da o no se da en función de factores que escapan al deseo o la voluntad. Podemos suponer que entre más fuerte haya sido la pasión o más estrecho el lazo, más difícil es olvidar, como pasa luego de un naufragio amoroso o la pérdida de un miembro. Ver que algo muy querido ya no es o ya no está, condena a la mente a pensarlo durante un lapso imprevisible, a veces toda la vida. Esto pasa, de manera terriblemente dolorosa, con quienes pierden a un familiar y no encuentran su paradero o sus restos.
El documental El silencio de otros (2019, disponible en Netflix) sirve para ejemplificar a la perfección las imposibilidades del olvido en ciertas circunstancias. Dirigido y producido por Almudena Carracedo y Robert Bahar, sigue los pasos de varios ciudadanos españoles abocados a la desesperante y fatigosa tarea de encontrar justicia tras las atrocidades perpetradas por el franquismo. Al morir el dictador, lejos de emprender una revisión histórica de su régimen y el obvio pedido de justicia para quienes fueron sus víctimas, hubo un pacto de olvido/silencio que durante la transición y mucho más adelante echó tierra al pasado. No sólo no se revisó lo cometido en más de tres décadas de tiranía, sino que se dio por hecho que podía acordarse el silencio para mirar sólo al futuro de España, como si las víctimas sobrevivientes de las torturas y los familiares de los muertos fueran capaces de acogerse, así nomás, al desentendimiento oficial.
El silencio de otros fue grabado durante más de cinco años, y recoge los testimonios de varios torturados, hijas ya ancianas de asesinados y madres de recién nacidos apropiados por las garras del régimen todavía hasta la década de los ochenta. Dado que en España es sólida la cerrazón de la justica para investigar esos crímenes lesivos de la humanidad (incluso considerados prescritos), vemos que los protagonistas del documental logran que en Argentina se viabilicen sus querellas mediante la jueza María Servini. El gobierno español, sin embargo, obstaculiza cualquier procedimiento que contradiga el pacto de olvido firmado prácticamente desde 1975, tras la muerte de Franco, lo que en suma ha garantizado hasta ahora la impunidad de los genocidas y el no menos grave borramiento de la memoria histórica.
El caso asimismo terrible de las madres despojadas de sus recién nacidos (para evitar que esos hijos desarrollaran el “gen comunista” o convivieran con madres solteras) es una línea temática desgarradora, tragedia muy similar a la padecida durante y después de la dictadura argentina. Aunque el fondo es lo importante, vale destacar la estética del documental, lo que incluye su edición y su sobria musicalización.
Ante los crímenes de lesa humanidad será siempre bienvenido un documental como El silencio de otros. El olvido, además de que no puede ser voluntario, es injustificable frente a los imperativos de la memoria y la justicia.