Recién
salido del horno editorial, Medio siglo
con Borges (Alfaguara, 2020, México, 108 pp.), de Mario Vargas Llosa, suma
otro título a la ya incalculable lista de opiniones sobre la vida y la obra del
más importante escritor argentino de la historia. No es ni será uno de los
libros fundamentales del Nobel peruano, pero sirve para darnos otra idea, como
si todavía fuera necesario, sobre la gravitación de Borges en la literatura
contemporánea, una literatura en la que el mismo Vargas Llosa ocupa un sitio
protagónico. Este libro es, pues, el encuentro o saludo de dos potencias de muy
diferente orientación estética.
Como
otros muchos libros de escritores ya famosos y acosados por la imparable
voracidad de sus editoriales, Medio siglo
con Borges reúne materiales creados originalmente con propósitos
hemerográficos o académicos coyunturales, no para quedar albergados en las
páginas de un libro. Así, los textos de este título aparecieron en periódicos y
revistas, de allí su tono divulgativo nada denso. Son diez textos que trabajan
en los géneros de la entrevista, el ensayo, la conferencia y la reseña, y
constituyen todo lo que Vargas Llosa ha escrito sobre su colega argentino. Suma
al final las referencias de cada texto y, al principio, una especie de prólogo
desconcertante: un poema que no por débil deja de guardar cierto interés, pues
es lo único que del peruano podemos encontrar formateado en verso enumerativo en
este caso similar (y he aquí el guiño, toda proporción tomada) al del “Otro
poema de los dones”.
La
primera entrevista fue realizada en 1963, el mismo año en el que Vargas Llosa publicó
La ciudad y los perros. Trabajaba
todavía como periodista, y dialogó con Borges en París. A partir del
reconocimiento que en aquellos años le dio Francia, el autor de El Aleph ya no pudo eludir el enjambre
de entrevistadores deseosos de dialogar con él y obtener las mismas respuestas.
Las conseguidas por el joven Vargas Llosa son entonces, básicamente, idénticas
a las que es fácil encontrar en decenas de entrevistas al ilustre ciego, e
igual sucedió con la conversación de 1981, esta vez realizada en el
departamento porteño de Borges. Tal conversación dejó a la posteridad una
anécdota no sé si cierta; como el escritor peruano describió la austeridad del
espacio habitado por Borges e incluso mencionó las goteras y las manchas en los
muebles, el interpelado luego declaró que había recibido la visita de cierto
peruano que seguramente trabajaba en una inmobiliaria y deseaba que se mudara.
Las
piezas de carácter ensayístico muestran el respeto que en general se le prodiga
a Borges. Vargas Llosa destaca la exactitud de su estilo, la erudición al
servicio de la fantasía y el hechizo que en suma produce esa literatura si no
perfecta, sí rayana en la perfección. Aborda asimismo su antinacionalismo, su
rechazo al color local y a la verbosidad.
“Sé
lo transeúntes que pueden ser las valoraciones artísticas; pero creo que en si
caso no es arriesgado afirmar que Borges ha sido lo más importante que le
ocurrió a la literatura en lengua española moderna y uno de los artistas
contemporáneos más memorables”, apunta.
De
orilla a orilla, las páginas de este breve libro son un periplo de medio siglo por
la admiración.